La civilización occidental es una historia de barrigas llenas y corazones hambrientos. De un festín de información y una hambruna de verdad. De cintas transportadoras que producen alimentos procesados, medios de comunicación que refuerzan la conformidad y una cultura que sirve al poder. Suficiente comida para mantenerse vivo pero no suficiente sustento para vivir.

Nos mantienen vivos pero no nos dejan vivir. Nos dan suficientes carbohidratos para hacer girar los engranajes de la industria, pero nos mantienen demasiado ocupados, pobres, propagandizados, confundidos y locos para beber realmente de las aguas de la vida. Para experimentar realmente la belleza de este mundo. Para dejar que la potencialidad crepitante de la vida terrestre avanzada florezca en nuestro interior.

El imperio moderno nos gobierna llenando nuestros mercados con pan de maravilla y nuestras escuelas y medios de comunicación con mentiras. Llenando nuestras barrigas y matando de hambre nuestras almas. Produciendo montañas de basura inútil sin producir nada de valor real. Haciendo más y proporcionando menos.

Mejoran la producción de alimentos y la medicina lo suficiente como para alargar nuestra vida, sólo para tener más vida que drenar. Nos dejan poblar la tierra con más humanos sólo para vaciarnos de nuestra humanidad.

No somos personas para ellos. Somos baterías. Somos combustible.

Esto no es una civilización. Es un matadero. Un falso espectáculo de plástico montado para canalizar la vida humana en los engranajes de una máquina insaciable. Una falsa cultura de plástico diseñada para mantenernos en la cinta transportadora para que nuestra fuerza vital pueda ser convertida en combustible para un imperio sin alma. Una falsa sociedad de plástico construida para mantenernos marchando hacia el procesador de alimentos.

Somos muchos más que ellos. Podríamos aplastarlos como a un insecto en el momento en que lo decidiéramos. Pero el lavado de cerebro es tan, tan efectivo, y la alucinación de matrix parece tan, tan real. Nuestro coma inducido por la propaganda nos mantiene alimentando la máquina.

No será hasta que despertemos del coma cuando comience realmente nuestra aventura en este planeta. Hasta que no desconectemos nuestras mentes de los mecanismos de control de la vida del imperio, no podremos empezar a vivir de verdad.

O nos despertamos, o seguiremos atrapados en el matadero.

Fuente: Caitlin Johnstone