Estos a los que, con mucha facilidad, llamamos FDLR, en realidad –según los que viven día a día sobre el terreno y encuentran a personas concretas en situaciones concretas– no son sólo un grupo armado, sino un pueblo de mujeres, hombres, viejos, niños, que viven en un país que no es el suyo, generalmente en lo más profundo de la selva, sin comida ni medicinas. Una ayuda humanitaria para comprar lonas plastificadas, fármacos y material didáctico ¿puede realmente considerarse una fuente de financiación de un grupo rebelde? La ayuda a los pobres, el socorro de los desplazados y de los refugiados que viven en condiciones desesperadas, a menudo expuestos al frío, a la lluvia y sin tener dónde refugiarse, es un deber para los misioneros que trabajan sin hacer diferencias entre las personas.
Hasta que no se acepte escuchar toda la verdad, considerar todo cuanto ha ocurrido en estos años en Ruanda, desde 1990 hasta hoy, no habrá paz en la región. La paz no llegará con la MONUC (Misión de las Naciones Unidas en Congo), no llegará con los expertos, no llegará con las tropas de élite o con el escaparate de la mesa de la paz.
Nosotros, misioneros, que estamos en la región, pedimos a la comunidad internacional el coraje de la verdad. Y mientras, si tendemos una mano a un pueblo que está en la selva, si intentamos trabajar para que aparezca la verdad, es porque actuamos según lo exige nuestra conciencia. No somos perfectos, ni somos expertos en política, y nuestras intervenciones tal vez puedan, en algún momento, ser criticadas: pero entonces que la política de verdad ejerza su papel. Nosotros, misioneros, ya no nos sentimos capaces de hacer el papel de ‘apagafuegos’ sin mirar también a las raíces de los males…Leer más