La palabra árabe Asabiyyah, o «fuerza moral», es una expresión altisonante en Occidente, pero los nuevos contendientes del mundo, China, Rusia e Irán, se la toman muy en serio. Sin embargo, es Yemen quien está generalizando la idea, al sacrificarlo todo por la moralidad colectiva del mundo en un intento por poner fin al genocidio de Gaza.
Cuando se produce un cambio general de condiciones,
es como si toda la creación hubiera cambiado
y el mundo entero se hubiera alterado
como si fuera una creación nueva y repetida,
un mundo traído a la existencia de nuevo.
– Ibn Jaldún
Las fuerzas de resistencia Ansarallah de Yemen han dejado muy claro, desde el principio, que establecieron un bloqueo en Bab el-Mandeb y el sur del Mar Rojo sólo contra los buques de navegación de propiedad israelí o destinados a Israel. Su único objetivo era y sigue siendo detener el genocidio de Gaza perpetrado por la psicopatía bíblica israelí.
Como respuesta a un llamamiento moral para poner fin a un genocidio humano, Estados Unidos, amos de la Guerra Global contra el Terror (la cursiva es mía), como era de esperar, volvió a designar a los hutíes de Yemen como «organización terrorista», lanzó un bombardeo en serie de las instalaciones militares subterráneas de Ansarallah (suponiendo que la inteligencia estadounidense sepa dónde están), y reunió una minicoalición de voluntarios que incluye a sus vasallos británicos, canadienses, australianos, holandeses y bareiníes.
Sin perder un segundo, el Parlamento de Yemen declaró a los gobiernos de EEUU y Reino Unido «Redes Terroristas Globales».
Hablemos ahora de estrategia.
Con un solo movimiento, la resistencia yemení se hizo con la ventaja estratégica al controlar de facto un cuello de botella geoeconómico clave: el Bab el-Mandeb. De ahí que puedan infligir graves problemas a sectores de las cadenas mundiales de suministro, el comercio y las finanzas.
Y Ansarallah tiene potencial para redoblar la apuesta si es necesario. Comerciantes del Golfo Pérsico, extraoficialmente, han confirmado los insistentes rumores de que Yemen podría considerar la imposición del llamado Triángulo de Al-Aqsa, apropiadamente llamado así por la operación de resistencia palestina del 7 de octubre destinada a destruir la División de Gaza del ejército israelí y tomar cautivos como instrumento de presión en un amplio acuerdo de canje de prisioneros.
Esta medida supondría bloquear selectivamente no sólo Bab el-Mandeb y la ruta del Mar Rojo hacia el Canal de Suez, sino también el Estrecho de Ormuz, cortando el suministro de petróleo y gas a Israel desde Catar, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, aunque los principales proveedores de petróleo de Israel son, de hecho, Azerbaiyán y Kazajstán.
Estos yemeníes no tienen miedo a nada. Si fueran capaces de imponer el triángulo -en este caso sólo con la participación directa de Irán- eso representaría el Gran Diseño del general Qassem Soleimani de la Fuerza Quds asesinado por Estados Unidos con esteroides cósmicos. Este plan tiene el potencial realista de derribar finalmente la pirámide de cientos de billones de dólares en derivados y, en consecuencia, todo el sistema financiero occidental.
Y sin embargo, incluso mientras Yemen controla el Mar Rojo e Irán controla el Estrecho de Ormuz, el Triángulo de Al-Aqsa sigue siendo sólo una hipótesis de trabajo.
Bienvenidos al bloqueo de la potencia hegemónica
Con una estrategia simple y clara, los hutíes comprendieron perfectamente que cuanto más atraigan a los estadounidenses privados de estrategia hacia el pantano geopolítico de Asia Occidental, en una especie de modo de «guerra no declarada», más capaces serán de infligir un grave dolor a la economía mundial, del que el Sur Global culpará a la potencia hegemónica.
Hoy en día, el tráfico marítimo del Mar Rojo se ha reducido a la mitad, en comparación con el verano de 2023; las cadenas de suministro se tambalean; los barcos que transportan alimentos se ven obligados a circunnavegar África (y se arriesgan a entregar la carga después de su fecha de caducidad); como era de esperar, la inflación en la vasta esfera agrícola de la UE (con un valor de 70.000 millones de euros) está aumentando rápidamente.
Sin embargo, nunca hay que subestimar a un Imperio acorralado.
Los gigantes occidentales de los seguros comprendieron perfectamente las reglas del bloqueo limitado de Ansarallah: Los barcos rusos y chinos, por ejemplo, tienen vía libre en el Mar Rojo. Las aseguradoras mundiales sólo se han negado a cubrir a los buques estadounidenses, británicos e israelíes, exactamente como pretendían los yemeníes.
Como era de esperar, Estados Unidos cambió la narrativa y la convirtió en una gran mentira: «Ansarallah está atacando a toda la economía mundial».
Washington aceleró las sanciones (nada del otro mundo, ya que la resistencia yemení utiliza la financiación islámica); aumentó los bombardeos y, en nombre de la sacrosanta «libertad de navegación» –siempre aplicada de forma selectiva–, hizo sus apuestas a favor de la «comunidad internacional», incluidos los líderes del Sur Global, suplicando clemencia, es decir, que por favor mantuvieran abiertas las rutas marítimas. El objetivo del nuevo y reformulado engaño estadounidense es convencer al Sur Global para que abandone su apoyo a la estrategia de Ansarallah.
Presta atención a este crucial juego de manos estadounidense: Porque, a partir de ahora, en un nuevo giro perverso de la Operación Protección del Genocidio, será Washington quien bloquee el Mar Rojo para todo el mundo. Washington mismo, eso sí, se salvará: La navegación estadounidense depende de las rutas comerciales del Pacífico, no de las de Asia Occidental. Esto agravará el dolor de los clientes asiáticos y, especialmente, de la economía europea, que ya ha recibido los duros golpes de las sanciones energéticas rusas relacionadas con Ucrania.
Tal como lo ha interpretado Michael Hudson, existe una fuerte posibilidad de que los neoconservadores a cargo de la política exterior de Estados Unidos en realidad quieran (la cursiva es mía) que Yemen e Irán implementen el Triángulo de Al Aqsa: «Serán los principales compradores de energía de Asia, China y otros países los que se verán perjudicados. Y eso (…) dará a Estados Unidos aún más poder para controlar el suministro de petróleo del mundo como moneda de cambio para intentar renegociar este nuevo orden internacional».
Ese es, de hecho, el modus operandi clásico del Imperio del Caos.
Llamando la atención sobre «nuestra gente en Gaza»
No hay pruebas sólidas de que el Pentágono tenga la menor idea de lo que sus Tomahawks están alcanzando en Yemen. Incluso varios cientos de misiles no cambiarán nada. Ansarallah, que ya ha soportado ocho años de fuego ininterrumpido de Estados Unidos, Reino Unido, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos –y básicamente ha ganado– no cejará hoy por unos pocos ataques con misiles.
Incluso los proverbiales «funcionarios anónimos» informaron al New York Times de que «localizar los objetivos hutíes ha resultado más difícil de lo esperado», esencialmente debido a la pésima información estadounidense sobre la «defensa aérea, los centros de mando, los depósitos de municiones y las instalaciones de almacenamiento y producción de drones y misiles» yemeníes.
Es bastante esclarecedor escuchar cómo el primer ministro yemení Abdulaziz bin Saleh Habtoor enmarca la decisión de Ansarallah sobre la iniciativa de bloqueo israelí como «basada en aspectos humanitarios, religiosos y morales». Se refiere, crucialmente, a «nuestra gente en Gaza». Y la visión general, nos recuerda, «parte de la visión del Eje de la Resistencia».
Se trata de una referencia que los observadores inteligentes reconocerán como el legado imperecedero del general Soleimani.
Con un agudo sentido histórico –desde la creación de Israel hasta la crisis de Suez y la guerra de Vietnam–, el primer ministro yemení recuerda cómo «Alejandro Magno alcanzó las costas de Adén y la isla de Socotra, pero fue derrotado (…) Los invasores intentaron ocupar la capital del Estado histórico de Saba y fracasaron (…) ¿Cuántos países a lo largo de la historia han intentado ocupar la costa occidental de Yemen y han fracasado? Incluido Gran Bretaña».
Es absolutamente imposible para Occidente e incluso para la Mayoría Global comprender la mentalidad yemení sin aprender algunos hechos del Ángel de la Historia.
Así que volvamos al maestro de la historia universal del siglo XIV Ibn Jaldún, el autor de La Muqaddima.
Ibn Jaldún descifra el Código Ansarallah
La familia de Ibn Jaldún fue contemporánea del surgimiento del Imperio Árabe, desplazándose con los primeros ejércitos del Islam en el siglo VII, desde la austera belleza de los valles de Hadramawti, en lo que hoy es el sur de Yemen, hasta el Éufrates.
Ibn Jaldún, crucialmente, fue un precursor de Kant, quien ofreció la brillante idea de que «la geografía está en la base de la historia». Y leyó al maestro de filosofía andalusí del siglo XII Averroes –así como a otros escritores expuestos a las obras de Platón– y comprendió cómo éste se refería a la fuerza moral del «primer pueblo» en el Timeo, en 360 a.C.
Sí, todo esto se reduce a la «fuerza moral»: para Occidente, un mero discurso; para Oriente, una filosofía esencial. Ibn Jaldún comprendió cómo la civilización comenzó y se renovó constantemente gracias a personas con bondad y energía naturales; personas que comprendían y respetaban el mundo natural, que vivían ligeras, unidas por la sangre o reunidas por una idea revolucionaria o un impulso religioso compartidos.
Ibn Jaldún definió como asabiyya esta fuerza que une a las personas.
Como tantas otras palabras árabes, asabiyya tiene diversos significados, vagamente relacionados entre sí. Podría decirse que el más relevante es el espíritu de cuerpo, el espíritu de equipo y la solidaridad tribal, tal y como demuestra Ansarallah.
Como demuestra Ibn Jaldún, cuando el poder de la asabiyya se aprovecha al máximo y va más allá de la tribu, se vuelve más poderoso que la suma de sus partes individuales y puede convertirse en un catalizador que modifique la historia, que haga o deshaga imperios, que impulse civilizaciones o las obligue a derrumbarse.
Definitivamente, estamos viviendo un momento asabiyya, propiciado por la fuerza moral de la resistencia yemení.
Sólidos como una roca
Ansarallah comprendió de forma innata la amenaza del sionismo escatológico, que resulta ser un reflejo de las Cruzadas cristianas de hace un milenio. Y son prácticamente los únicos, en términos prácticos, que intentan detenerlo.
Ahora, como añadido, están desenmascarando una vez más a la potencia hegemónica plutocrática como bombarderos de Yemen, la nación-estado árabe más pobre, donde al menos la mitad de la población sigue teniendo «inseguridad alimentaria».
Pero Ansarallah no está desprovista de armas del mismo modo que los muyahidines pastunes que humillaron a la OTAN en Afganistán.
Sus misiles de crucero antibuque incluyen el Sayyad y el Quds Z-O (alcance de hasta 800 km) y el Al Mandab 2 (alcance de hasta 300 km).
Sus misiles balísticos antibuque incluyen el Tankil (alcance de hasta 500 km); el Asef (alcance de hasta 450 km); y el Al-Bahr Al-Ahmar (alcance de hasta 200 km). Esto cubre la parte meridional del Mar Rojo y el Golfo de Adén, pero no, por ejemplo, las islas del archipiélago de Socotra.
Los houthis de Yemen, que representan aproximadamente un tercio de la población del país y forman la columna vertebral de la resistencia Ansarallah, tienen su propia agenda interna: conseguir una representación justa en la gobernanza (ellos lanzaron la Primavera Árabe de Yemen); proteger su fe zaydí (ni chií ni suní); luchar por la autonomía de la gobernación de Saada; y trabajar por el renacimiento del Imanato Zaidí, que estaba en funcionamiento antes de la revolución de 1962.
Ahora, están dejando su impronta en el panorama general. No es de extrañar que Ansarallah combata ferozmente a los árabes vasallos de la potencia hegemónica, especialmente a aquellos que firmaron un acuerdo para normalizar las relaciones con Israel bajo la administración Trump.
La guerra saudí-emiratí en Yemen, con la potencia hegemónica «liderando desde atrás», fue un atolladero que costó a Riad al menos 6.000 millones de dólares al mes durante siete años. Terminó con una tambaleante tregua pactada en 2022 que supuso una victoria de facto de Ansarallah. Cabe señalar que Estados Unidos ha rechazado la firma de un acuerdo de paz, a pesar de los esfuerzos saudíes por sellarlo.
Ahora, Ansarallah está poniendo patas arriba la geopolítica y la geoeconomía no sólo con unos cuantos misiles y drones, sino también con océanos de astucia y perspicacia estratégica. Para invocar la sabiduría china, imaginemos que una sola roca cambia el curso de un arroyo, que a su vez cambia el curso de un caudaloso río.
Los epígonos de Diógenes siempre pueden comentar, medio en broma, que la asociación estratégica Rusia-China-Irán puede haber contribuido con sus propias rocas bien colocadas en este camino hacia un orden más equitativo. Eso es lo bonito: quizá no podamos ver esas rocas, sólo los efectos que causan. Lo que sí vemos es la resistencia yemení, sólida como una roca.
El registro muestra a la potencia hegemónica, una vez más, volviendo al modo de piloto automático: Bombardear, bombardear, bombardear. Y en este caso concreto, bombardear es desviar la narrativa de un genocidio cometido en tiempo real por Israel, el portaaviones del Imperio en Asia Occidental.
Aun así, Ansarallah siempre puede aumentar la presión aferrándose firmemente a su narrativa e, impulsada por el poder de la asabiyya, entregar al Hegemón un segundo Afganistán, en comparación con el cual Irak y Siria parecerán un fin de semana en Disneylandia.
Fuente: The Cradle
Juan Antonio Aguilar: Yemen enfrentó valerosamente a la OTAN (Miguel Ruiz Calvo, 25.01.2024)