Una vez más, la cadena estatal británica utiliza una falsa «neutralidad» para engañar a su audiencia y ponerla del lado de la opresión del Estado israelí.

El difunto arzobispo Desmond Tutu, premio Nobel e incansable luchador contra el apartheid sudafricano, observó una vez: «Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor».

Durante décadas, la política editorial de la BBC a la hora de informar sobre Israel y Palestina ha elegido sistemáticamente el lado del opresor, y con demasiada frecuencia, ni siquiera adoptando la imparcialidad que la corporación proclama como fundamento de su periodismo.

En lugar de ello, la radiotelevisión pública británica elige habitualmente un lenguaje y una terminología cuyo efecto es engañar a su audiencia. Y agrava esa mala práctica periodística omitiendo elementos vitales de contexto cuando esa información adicional podría presentar a Israel bajo una mala luz.

La parcialidad de la BBC –que implica hacerse eco instintivamente del apoyo de la clase dirigente británica a Israel como aliado altamente militarizado que proyecta los intereses occidentales en Oriente Próximo, rico en petróleo– se puso claramente de manifiesto una vez más esta semana cuando la cadena informó sobre la violencia en la mezquita de Al Aqsa.

Las redes sociales se llenaron de vídeos que mostraban a policías israelíes fuertemente armados irrumpiendo en el complejo de la mezquita durante el mes sagrado de ayuno musulmán del Ramadán.

Se podía ver a la policía empujando a pacíficos fieles musulmanes, entre ellos ancianos, de sus alfombras de oración y obligándoles a abandonar el lugar. En otras escenas, se filmó a la policía golpeando a fieles en el interior de Al Aqsa, mientras se oía a mujeres gritar en señal de protesta.

Lo malo del enfoque de la cadena estatal británica –y de gran parte del resto de los medios de comunicación occidentales– se resume en un breve titular de la BBC: «Estallan enfrentamientos en un disputado lugar sagrado».

En una frase de sólo seis palabras, la BBC se las arregla para meter tres palabras falsamente «neutrales», cuya función no es iluminar, ni siquiera informar, sino engañar a la audiencia, como advirtió Tutu, para que se ponga del lado del opresor.

Furiosa reacción

Aunque más tarde se incluyó un vídeo de las palizas en el sitio web de la BBC y se cambió el titular tras una furiosa reacción en línea, la información de la BBC no captó en absoluto la sensación de violencia brutal y no provocada del Estado israelí, ni su malévola justificación.

Los «enfrentamientos» en al-Aqsa, según la BBC, suponen un encuentro violento entre dos grupos: Los palestinos, descritos por Israel y de los que se hace eco la BBC como «agitadores», por un lado, y las fuerzas del orden israelíes, por otro.

Ese es el contexto, según la BBC, de por qué hay que golpear a los palestinos desarmados que están en el culto. Y ese mensaje se ve reforzado por la descripción de la cadena de la captura de cientos de palestinos en el culto como «detenciones», como si una fuerza de seguridad no deseada, ocupante y beligerante presente en la tierra de otro pueblo es neutral y equitativa en la defensa de la ley.

«Erupción» continúa el tema. Sugiere que los «enfrentamientos» son una fuerza natural, como un terremoto o un volcán, sobre la que la policía israelí presumiblemente tiene poco o ningún control. Simplemente deben hacer frente a la erupción para ponerle fin.

Y la referencia al lugar sagrado «disputado» de Al-Aqsa proporciona un contexto espurio que legitima la violencia del Estado israelí: la policía tiene que estar en Al-Aqsa porque su trabajo es restablecer la calma impidiendo que las dos partes que «disputan» el lugar se hagan daño mutuamente o dañen el propio lugar sagrado.

La BBC refuerza esta idea citando acríticamente una declaración de la policía israelí en la que se acusa a los palestinos de estar en Al-Aqsa para «alterar el orden público y profanar la mezquita». De este modo, se acusa a los palestinos de profanar su propio lugar sagrado simplemente por celebrar allí su culto, en lugar de la profanación cometida por la policía israelí al irrumpir en Al Aqsa e interrumpir violentamente el culto.

Provocadores israelíes

El planteamiento de la BBC debería resultar obviamente absurdo para cualquier periodista novato en Jerusalén. Da por sentado que la policía israelí es árbitro o mediador en Al-Aqsa, que aplica desapasionadamente la ley y el orden en un lugar de culto musulmán, en lugar de la verdad: que durante décadas, la labor de la policía israelí ha sido actuar como provocadores, enviados por un autoproclamado Estado judío, para socavar el statu quo establecido desde hace tiempo de control musulmán sobre Al-Aqsa.

Los acontecimientos se repitieron por segunda noche esta semana, cuando la policía volvió a asaltar Al-Aqsa, disparando balas de goma y gases lacrimógenos mientras miles de palestinos estaban rezando. Las declaraciones de Estados Unidos pidiendo «calma» y «desescalada» adoptaron la misma falsa imparcialidad que la BBC.

El emplazamiento de la mezquita no está «disputado», salvo en la imaginación de los extremistas religiosos judíos, algunos de ellos en el gobierno israelí, y de los periodistas más cobardes.

Es cierto que se cree que hay restos de dos templos judíos destruidos hace mucho tiempo en algún lugar bajo el monte elevado donde se levanta al-Aqsa. Según la tradición religiosa judía, el Muro Occidental –al que se atribuye ser un muro de contención de uno de los templos desaparecidos– es un lugar de culto para los judíos.

Pero según esa misma tradición rabínica judía, la plaza donde se asienta Al-Aqsa está estrictamente vedada a los judíos. La idea de que el complejo de Al-Aqsa está «en disputa» es puramente una invención del Estado israelí –respaldado ahora por unos cuantos rabinos colonos extremistas– que explota esta supuesta «disputa» como pretexto para afirmar la soberanía judía sobre un pedazo críticamente importante del territorio palestino ocupado.

El objetivo de Israel -no del judaísmo- es despojar a los palestinos de su símbolo nacional más preciado, el fundamento de su apego religioso y emocional a la tierra de sus antepasados, y transferir ese símbolo a un Estado que afirma representar exclusivamente al pueblo judío.

Calificar a Al-Aqsa de «lugar sagrado disputado», como hace la BBC, no es más que repetir un argumento propagandístico de Israel, el Estado opresor, y disfrazarlo de reportaje neutral.

«Igualdad de derechos» en Al-Aqsa

La realidad es que no habría habido «enfrentamientos», ni «erupción», ni «contienda» si la policía israelí no hubiera decidido irrumpir en Al-Aqsa mientras los palestinos celebraban allí su culto durante la época más sagrada del año.

No se habrían producido «enfrentamientos» si la policía israelí no hubiera impuesto agresivamente una ocupación permanente de tierras palestinas en Jerusalén, que ha invadido cada vez más firmemente el acceso y el control musulmanes sobre el complejo de la mezquita.

No habría habido «enfrentamientos» si la policía israelí no hubiera recibido órdenes del último –y más extremista– de una serie de ministros de policía, Itamar Ben Gvir, que ni siquiera se molesta en ocultar su opinión de que Al-Aqsa debe estar bajo soberanía judía absoluta.

No se habrían producido «enfrentamientos» si la policía israelí no hubiera ayudado activamente a los colonos religiosos judíos y a los fanáticos a crear hechos sobre el terreno durante muchos años, hechos para reforzar una agenda política israelí en evolución que busca la «igualdad de derechos» en Al-Aqsa para los extremistas judíos, siguiendo el modelo de una toma similar por parte de los colonos de la histórica mezquita de Ibrahimi en Hebrón.

Y no habría habido «enfrentamientos» si los palestinos no fueran plenamente conscientes de que, a lo largo de muchos años, un pequeño movimiento marginal de colonos judíos que conspira para volar la mezquita de Al-Aqsa y construir en su lugar un Tercer Templo no ha dejado de crecer, floreciendo bajo el patrocinio de políticos israelíes y una cobertura mediática israelí cada vez más favorable.

Una tapadera para la violencia

Junto con el ejército israelí, la policía paramilitar israelí es el principal vehículo para el sometimiento violento de los palestinos, ya que el Estado israelí y sus emisarios colonos desposeen a los palestinos, empujándolos a enclaves cada vez más pequeños. Esto no es un «enfrentamiento». No es un «conflicto». Esos términos supuestamente «neutrales» ocultan lo que realmente está ocurriendo: apartheid y limpieza étnica.

Al igual que existe un patrón consistente y discernible en los crímenes de Israel contra los palestinos, existe un patrón paralelo y discernible en la información engañosa de los medios de comunicación occidentales sobre Israel y Palestina.

Israel despoja sistemáticamente a los palestinos de la Cisjordania ocupada de sus hogares y tierras de cultivo para hacinarlos en ciudades superpobladas y faltas de recursos.

Los palestinos de Gaza han sido desposeídos de su acceso al mundo exterior, e incluso a otros palestinos, por un asedio israelí que los encierra en un enclave costero superpoblado y falto de recursos.

Y en la Ciudad Vieja de Jerusalén, Israel está despojando progresivamente a los palestinos del acceso a su principal recurso religioso y del control sobre él: la mezquita de Al Aqsa. Se les está robando activamente su principal fuente de vinculación religiosa y emocional con Jerusalén.

Calificar de «enfrentamientos» cualquiera de estos violentos procesos estatales –cuidadosamente calibrados por Israel para que puedan ser racionalizados ante los de fuera como una «respuesta de seguridad»– es cometer el mismo pecado periodístico del que advirtió Tutu. De hecho, no se trata sólo de ponerse del lado del opresor, sino de intensificar la opresión, de ayudar a encubrirla.

Francesca Albanese, experta de la ONU en la ocupación israelí, lo ha señalado esta semana. En un tuit se refirió a la información de la BBC sobre la violencia en Al Aqsa: «La cobertura mediática engañosa contribuye a permitir la ocupación incontrolada de Israel y también debe ser condenada/responsabilizada».

Mal periodismo

Puede haber razones para hacer mal periodismo. Los reporteros son humanos y cometen errores, y pueden utilizar un lenguaje irreflexivo, especialmente cuando están bajo presión o los acontecimientos son inesperados.

Pero ése no es el problema al que se enfrentan quienes cubren Israel y Palestina. Los acontecimientos pueden ser rápidos, pero rara vez son nuevos o imprevisibles. La tarea del reportero debe ser explicar y aclarar las formas cambiantes de la misma historia central, que se repite sin cesar: el despojo y la opresión continuos de los palestinos por parte de Israel, y la resistencia palestina.

El reto consiste en dar sentido a las variaciones de Israel sobre un tema, ya sea el desposeimiento de los palestinos mediante la construcción y expansión de asentamientos ilegales; los ataques de colonos respaldados por el ejército; la construcción de muros y jaulas para los palestinos; las detenciones arbitrarias y las redadas nocturnas; el asesinato de palestinos, incluidos niños y figuras prominentes; las demoliciones de casas; el robo de recursos; la humillación; el fomento de una sensación de desesperanza; o la profanación de lugares sagrados.

A nadie, y menos aún a los reporteros de la BBC, debería haber cogido por sorpresa los acontecimientos de esta semana en Al-Aqsa.

El mes sagrado de ayuno musulmán del Ramadán, en el que Al-Aqsa es el centro de la observancia islámica para los palestinos, coincidió este año con la Pascua judía, al igual que el año pasado.

La Pascua es el momento en que los extremistas religiosos judíos esperan asaltar el complejo de la mezquita de Al-Aqsa para realizar sacrificios de animales, recreando una imaginaria edad de oro del judaísmo. Esos extremistas volvieron a intentarlo este año, como todos los años, con la diferencia de que este año contaban con un ministro de policía, Ben Gvir, líder del partido fascista Poder Judío, que en privado simpatiza con su causa.

Los violentos ataques de los colonos y el ejército contra los agricultores palestinos en la Cisjordania ocupada, especialmente durante la cosecha de aceitunas de otoño, son un elemento básico de las noticias de la región, al igual que el bombardeo intermitente de Gaza o los francotiradores que disparan a los palestinos que protestan por su encarcelamiento masivo por parte de Israel. Es una serie interminable de repeticiones a las que la BBC ha tenido décadas para dar sentido y encontrar mejores formas de informar.

El problema no es un error o un fallo periodístico. Es una elección editorial que hace que la cadena estatal británica siga sesgando su información en la misma dirección: hacer que Israel parezca un actor sensato que persigue objetivos legales y racionales, mientras que la resistencia palestina se presenta como un comportamiento rabioso, impulsado por impulsos incontrolables e ininteligibles que reflejan hostilidad hacia los judíos más que hacia un Estado israelí opresor.

Cola de ratón

Tutu abundó en su idea de ponerse del lado del opresor. Y añadió: «Si un elefante tiene su pata en la cola de un ratón, y tú dices que eres neutral, el ratón no apreciará tu neutralidad».

Esta semana se filtró a Channel 12 News de Israel una conversación entre Ben Gvir, ministro de Policía de extrema derecha y virulentamente antiárabe, y su jefe de policía, Kobi Shabtai. Al parecer, Shabtai expuso a Ben Gvir su teoría de la «mente árabe», señalando: «Se asesinan unos a otros. Está en su naturaleza. Esa es la mentalidad de los árabes».

Esta conclusión –conveniente para un cuerpo de policía que ha fracasado estrepitosamente a la hora de resolver crímenes dentro de las comunidades palestinas– implica que la mente árabe está tan trastornada, tan sedienta de sangre, que la represión brutal del tipo visto en Al-Aqsa es todo lo que la policía puede hacer para mantener un mínimo de control.

Ben Gvir, por su parte, cree que una nueva «guardia nacional» –una milicia privada que le prometió recientemente el primer ministro Benjamin Netanyahu– puede ayudarle a aplastar la resistencia palestina. Los matones callejeros de los colonos, sus aliados políticos, podrán por fin ponerse uniformes y tener licencia oficial para su violencia antiárabe.

Este es el contexto real –el que no pueden reconocer la BBC ni otros medios occidentales– del asalto policial al complejo de Al-Aqsa esta semana. Es el mismo contexto que subyace a la expansión de los asentamientos, las redadas nocturnas, los puestos de control, el asedio de Gaza, el asesinato de periodistas palestinos y mucho, mucho más.

El supremacismo judío subyace en todas las acciones del Estado israelí hacia los palestinos, tácitamente aprobadas por los Estados occidentales y sus medios de comunicación al servicio del avance del colonialismo occidental en Oriente Medio, rico en petróleo.

La cobertura de la BBC esta semana, como en meses y años anteriores, no fue neutral, ni siquiera precisa. Era, como advirtió Tutu, un truco de confianza, destinado a adormecer al público para que acepte la violencia israelí como siempre justificada y la resistencia palestina como siempre aborrecible.

Fuente: Jonathan Cook