En el epílogo de su último artículo Larry Romanoff exige, con toda razón, una investigación criminal sobre el COVID-19:
“El 11 de abril de 2020, Gilad Atzmon publicó un excelente artículo titulado “Una pandemia viral o una escena del crimen?”, […] Atzmon escribió que los diagnósticos e investigaciones médicas se ocupan de la naturaleza, la causa y la manifestación de una enfermedad, mientras que ‘las investigaciones criminales se ocupan principalmente del elemento humano’, tratando de determinar ‘los métodos, motivos e identidades de los delincuentes’, así como de ‘buscar e interrogar a los testigos’. Afirma: ‘Dado que no conocemos su procedencia, debemos tratar la actual epidemia como un acto potencialmente criminal, así como un evento médico. Debemos comenzar la búsqueda de los autores que puedan estar en el centro de este posible crimen de proporciones genocidas globales’. Estoy de acuerdo.
Todos los estadounidenses (y otros) que creen en la culpabilidad de China por la aparición de este virus, deberían acoger con satisfacción tal investigación. Y el Sr. Pompeo, que tan firmemente coloca toda la responsabilidad en la puerta de China, recibiría la confirmación de sus afirmaciones. Creo que los gobiernos y los pueblos de China, Italia, España, Francia e Irán, en particular, desearían conocer los resultados de esa investigación criminal. Todas las naciones del mundo deberían unirse ahora y proceder conjuntamente con este esfuerzo. No es necesario abordarlo con presunción de causa o intención, sino simplemente para descubrir toda la verdad de este evento. Eso será suficiente, y es posible que los resultados de esta investigación mundial impulsen a otros a investigar eventos pasados similares que hasta ahora no han sido cuestionados ni examinados.”
El mundo entero ha quedado paralizado. La magnitud del sufrimiento que se está causando es enorme. Si realmente se ha tratado de una guerra biológica, todas las naciones deben conocer el verdadero rostro de los autores. Y deben quedar estigmatizados para siempre con la mayor deshonra, como todos los anteriores grandes enemigos de la humanidad. Así, finalmente, emerge una vez más la gran cuestión: la Verdad. Lo cual, en lo cotidiano, quiere decir: la información o, por el contrario, el falseamiento y la distorsión de los hechos, o las agendas periodísticas (la Agenda Setting) en las que nunca cabe lo realmente importante, etc. Todo ello magnificado global e instantáneamente en esta era actual a la que Zbigniew Brzezinski calificó como la era tecnotrónica. La era de la técnica y de la electrónica, aliadas para producir el actual sistema de distribución de contenido digital a través de Internet.
En el artículo anterior hemos visto como, según Zbigniew Brzezinski, las nuevas tecnologías de la información son la clave para el control social que persiguen quienes pretenden una dominación global. Pero, paradójicamente, será también la tecnotrónica la que permitirá que la Verdad siga saliendo a la luz entre los resquicios de la omnipresente y asfixiante “información” oficial, la que permitirá que llegue a quienes la busquen y estén preparados para enfrentarla. Serán las páginas web alternativas bien informadas, independientes y honestas, en las que la veracidad sí es la regla, las que lograrán que estas gentes pierdan la gran guerra que iniciaron contra los pueblos.
¿Una Utopía en este tiempo que parece ser más bien el de la llegada de tantas indeseables distopías? Sí y no: sí una utopía o “sueño” realizable y no una utopía o ensoñación irreal. El poder de la Verdad aunque sea llevada por un pequeño mensajero o la Victoria alcanzada por aquellos que no cuentan a los ojos de los hombres no son solo mitos, ni son solo paradojas que aparecen una y otra vez en la Biblia, ni son solo para mahatma Gandhi la certeza de que ese es el único fundamento sólido sobre el que construir la doctrina-método-praxis de la No violencia. La Verdad es el futuro que ya viene. Es lo que es. Es lo que en realidad existe tras las apariencias que velan nuestra mirada. Satya (la Verdad en sánscrito), tiene su núcleo etimológico en Sat, el Ser o la Realidad. Y satyagraha es la fuerza poderosa de la Verdad que sostenía y guiaba a mahatma Gandhi.
De ahí que el mismo Zbigniew Brzezinski, en sus últimos años de vida, en un discurso durante una reunión del poderoso Council on Foreings Relations -del que fue director antes de crear en 1973, por encargo de David Rockefeller, la no menos poderosa Comisión Trilateral- tuviese que hacer la siguiente confesión:
“la dominación estadounidense ya no es posible debido a una aceleración del cambio social impulsado por la comunicación instantánea que han provocado el despertar universal de la conciencia política de las masas (Global Political Awakening) y que está resultando perjudicial para una dominación externa como la que prevaleció en la época del colonialismo y el imperialismo”.
Igualmente, en una conferencia en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins, fue también realista -no utópico ensoñador, como cuando aún creía que ellos podrían llegar a dominar el mundo- en el análisis sobre el fracaso de su proyecto de dominación hegemónica, utilizando la Fed y la Administración de Estados Unidos como principales instrumentos para alcanzarla:
“La dominación de Estados Unidos, que tras la Guerra Fría determinaba la agenda internacional, ha terminado y no podrá restablecerse durante la vida de la próxima generación, […] ninguna de las potencias mundiales puede alcanzar la hegemonía mundial en las condiciones actuales, por lo que Estados Unidos debe elegir mejor los conflictos en los que va a participar, ya que las consecuencias de un error podrían ser devastadoras.
[…] es cierto que nuestra posición dominante en la política internacional no es la misma que hace 20 años, pues desde 1991 Estados Unidos, en su estatus de potencia mundial, no ha ganado ni una sola guerra.
[…] a Estados Unidos le ha llegado la hora de entender que el mundo contemporáneo es mucho más complicado y más anárquico que en los últimos años después de la Guerra Fría, con lo que la acentuación de nuestros valores así como la convicción en nuestro excepcionalismo y universalismo, son al menos prematuras desde el punto de vista histórico”.
Zbigniew Brzezinski, el gran autor del gran libro El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos (1997), “considerada la Biblia geoestratégica de la Casa Blanca así como el libro de cabecera de las sucesivas generaciones de geoestrategas y politólogos”, como lo califica Germán Gorráiz,[1] ha desaparecido de la escena y todas sus construcciones geoestratégicas se han desmoronado, como un castillo de arena alcanzado por las olas del océano de lo Real.
Vivimos inmersos en una Gran Mentira. Y ese es precisamente el mayor problema: es tan enorme que no tenemos perspectiva suficiente para detectarla; ni tampoco seguridad interior suficiente para enfrentar el hecho de que vivimos engañados y para atrevernos a cuestionar todas las confortables “seguridades” en las que malvivimos. Es como el horizonte: es tan enorme y alejado que nos parece plano, nuestra vista no es capaz de detectar la curvatura de la Tierra. Es necesario alejarse de ella para comprobarlo. Pero quienes seguimos a los líderes de la No violencia sabemos que nadie podrá vencer indefinidamente a la Verdad.
¿Y cuál es esa gran mentira? Daniel Ellsberg supo verla y definirla con toda claridad. Fue, además, capaz de denunciarla públicamente, de sacar a la luz los llamados Papeles del Pentágono, y de enfrentar prisión reiteradamente. La Gran Mentira es esta: Nosotros somos los buenos. Esto es lo que escribí al respecto, hace ya una década en la introducción del libro La hora de los grandes “filántropos”:
“Parecen [los grandes financieros ‘filántropos’] estar convencidos de que no hay tiempo que perder. Parecen creer que ha llegado su Hora. Lo cierto es que La Hora del triunfo de los grandes ‘filántropos’ será La Hora de nuestra peor pesadilla. Por eso debemos intentar detenerla. Estamos moralmente obligados a ello. Más aun, podemos transformarla en La Hora de los pueblos. Aunque para lograrlo, el primer y principal requisito es el reconocer una realidad que nos resulta demasiado dura de aceptar. Es la realidad que, hace ahora exactamente cuarenta años, descubrió un analista de la Corporación Rand[2] y del Departamento de Defensa de Estados Unidos, Daniel Ellsberg, tras una dolorosa lucha interna: nosotros no somos los buenos de esta historia, ni tan siquiera se trata de que estemos de parte de los malos, es que… ¡somos los malos! El descubrimiento de esta verdad y su aceptación lo transformaron hasta hacer de él, en palabras del secretario de Estado Henry Kissinger, ‘el hombre más peligroso de América’. No dejen de ver el documental que lleva ese mismo nombre.[3]
Estados Unidos y la Alianza por él liderada no es en absoluto la fuerza benevolente que una poderosa propaganda pretende hacernos creer que es. El mantener esta fe casi religiosa en la bondad imperial, una bondad exitosa, es decisivo para el Imperio occidental. Es tan importante que, aunque tenga que salir derrotado de Afganistán o Irak, el Imperio jamás reconocerá ni su fracaso, ni sus mentiras, ni sus crímenes. En este momento de la historia, el Imperio occidental, anglosajón en realidad (en el que parecen encontrarse tan a gusto los responsables de todos los últimos Gobiernos de España), es ‘el malo’. Pero para llegar a reconocerlo, es necesario un mínimo esfuerzo: hay que encontrar el tiempo para acceder a una información no manipulada; hay que desarrollar la capacidad de ver, escuchar y comprender la realidad; hay que tener el coraje de reconocerla y aceptarla. No es fácil, pero es necesario y vale la pena intentarlo.
Personalmente, hace ya quince años que llegué a la misma conclusión que Daniel Ellsberg. Él llegó a ella al descubrir las mentiras del Gobierno de Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam. Yo, por mi parte, al descubrir las mentiras de las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, sobre Ruanda y el Zaire/Congo. Yo llegué a ella al descubrir que no se trataba de que Bill Clinton se hubiese equivocado al apoyar a ‘el malo’, Paul Kagame, sino de algo mucho más grave: ‘el malo’ Paul Kagame ni tan solo habría existido si el Imperio no hubiese hecho posible su emergencia y si no lo hubiese sostenido enérgicamente a lo largo de los años.
Cuando hace unos meses vi a Daniel Ellsberg en la pantalla del televisor y escuché sus palabras, algo resonó en mi interior. Este hombre recto había dado en la clave hace ya cuarenta años, había dado con el tumor que nos está matando: es nuestro propio Sistema Occidental, cada vez menos democrático y más plutocrático, el que cada día se va pareciendo más a todos los totalitarismos que han existido. Esto ya no es el desembarco de Normandía frente a los nazis. Todo ha cambiado demasiado. Nos guste o no, seamos capaces o no de enfrentarnos a ello, se empeñe Hollywood en engañarnos o en engañarse… ‘nuestros chicos’ son también ahora (en Somalia, Irak o Congo), como antes en Vietnam, los malos de la película. Nuestros dirigentes los han llevado a demasiados crímenes de agresión internacional, a demasiados crímenes contra la paz. Y Hollywood se verá obligado a hacer películas que reflejen esa dolorosa realidad lo mismo que hace ya décadas se vio obligado a hacerlas sobre la cara ocultada de la guerra de Vietnam.”
Al igual que Pitágoras y tantos otros, siempre habrá seres que sabrán que ni la Tierra ni los acontecimientos son “planos”. Siempre surgirán seres que, como Jesucristo, mahatma Gandhi o el pastor Martin Luther King, no solo seguirán a la Verdad y la proclamarán sin desfallecimiento, sino que no caerán en la trampa de usar en su “lucha” medios inadecuados: no pactarán con un posibilismo que la traicione, ni sacrificarán la dignidad en aras de la “eficacia”. No se puede jurar lealtad a Hitler por más que nos digan que es un acto puramente simbólico pero que no tendremos que tomar las armas. No se puede. Aunque, como le sucedió a Franz Jägerstätter, ello nos cueste la vida. Porque el Mal se alimenta no de la fuerza bruta sino del consentimiento y de la traición a la voz interior. Es solo la Verdad la que nos hará libres (Jn 8, 32).
Dedicado a Joan Casòliva, los amigos de Umoya, Mikel Itulain, Rosa Moro, Adolfo Ferrera junto a tantos otros que no conozco personalmente, y citando solo a los españoles, que durante años han mantenido abiertas en Internet -con gran esfuerzo personal y sin pretensión alguna de reconocimiento- páginas mucho más valiosas, y por supuesto honestas, que las de la mayoría de los grandes medios.
[1] https://rebelion.org/obama-y-la-metastasis-del-desapego-afectivo-europeo/
[2] Un think tank estrechamente ligado al Gobierno estadounidense al que ofrece investigación y análisis para las Fuerzas Armadas.
[3] https://www.youtube.com/watch?v=477MtICTnR8