Desde hace tiempo vengo expresando mi esperanza e ilusión en la posibilidad de que Catalunya pudiese ser en el futuro un nuevo estado, un estado digno, en una Europa que deja mucho que desear. Un estado incluso rebelde frente a las políticas neoliberales y hasta criminales del establishment europeo. Políticas tan condicionadas por Estados Unidos, que podrían ser calificadas de sumisas. Manifestaciones como las vividas en febrero de 2003 en Barcelona contra la agresión a Irak fueron alimentando desde hace años mi esperanza y mi ilusión. Fueron unas manifestaciones tan masivas como no las hubo en ningún otro lugar del mundo. Convirtieron a Catalunya en el símbolo mundial de una verdadera rebelión pacífica y hasta obligaron a los máximos responsables estadounidenses -los fanáticos del control del petróleo y del supremacismo anglosajón: George W Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld- a criticar las manifestaciones de Barcelona. A veces me pregunto si todo esto no será un importante motivo por el que el soberanismo catalán esté encontrando tanto vacío e incluso oposición en las instituciones europeas y atlantistas. Me pregunto si el “problema” no será tanto la independencia en sí misma como el hecho de que no interese la emergencia como estado de una Catalunya rebelde, que de momento está bien neutralizada en el interior de una España mucho más sumisa.
A la dignidad y fuerza del pueblo catalán se opone con frecuencia en los medios la división entre los partidos soberanistas. Una división ciertamente lamentable, pero mucho menos preocupante, en mi opinión, que otro problema del que casi nadie habla y que tiene que ver precisamente con los medios: el de una nueva generación de creadores catalanes de opinión (periodistas, académicos, expertos de ONG…) demasiado mediocres, pero absolutamente autoconvencidos de su propia valía; demasiado ignorantes respecto a graves y decisivas cuestiones internacionales, pero absolutamente autoafirmados en su cosmovisión atlantista; demasiado despreciativos respecto a todos aquellos que ellos califican rápidamente de radicales, antiestadounidenses o incluso conspiranóicos, pero que viven a su vez absolutamente encerrados en los estrechos márgenes de lo políticamente correcto (que en realidad sólo es lo “correcto” en esta pequeña parcela occidental de nuestro extenso mundo); demasiado dados a la crítica fácil de quienes se mueven en la intemperie de una auténtica independencia de todos los poderes económicos, políticos o mediáticos, mientras ellos mismos están absolutamente instalados en un confortable “profesionalismo”, bien remunerado y que amplifica sus mediocres análisis y opiniones.
He podido comprobar últimamente la reiteración de semejantes actitudes en estos catalanes creadores de la opinión. No hace mucho, la he visto en la pobre e incluso insolidaria reacción frente a la canalla agresión a un colega valiente que lo ha arriesgado todo, Julian Assange. Pero hoy voy a limitarme a criticar la más reciente de estas reacciones: la que han tenido frente a las revelaciones de Carlos Enrique Bayo sobre el detallado conocimiento que el CNI tenía minuto a minuto de todas las conversaciones y pasos de los yihadistas liderados por el imán de Ripoll. Un CNI que, a pesar de ello, no llegó a hacer nada para detener a unos peligrosos terroristas que estaban a punto de hacer estallar a sangre y fuego tanto la Sagrada Familia como el Camp Nou. Y no en cualquier momento sino cuando ambos estuviesen al completo de miles de ingenuos seres humanos. Tan ingenuos como los millones que prefieren no ver toda esta basura y maldad.
Se pueden dar todas las vueltas que se quiera y buscar todas las justificaciones posibles, pero esos son los hechos indiscutibles: los hombres del CNI conocían todo al detalle y al minuto, pero no actuaron. Aunque, claro, estaban dirigidos por aquellos mismos “patriotas” que, como ya antes habían probado Patricia López y Carlos Enrique Bayo, se movían en las cloacas del Estado español para acabar con el soberanismo catalán con los medios que fuesen necesarios. Pero, en lo referente al desconcierto de tantos creadores de opinión en Catalunya, voy a detenerme muy especialmente en su desconcierto frente al silenciamiento por parte de los grandes medios de unos hechos tan graves y reveladores. Están desconcertados con el hecho sumamente escandaloso de que algo tan importante no haya merecido la menor atención fuera de Catalunya. Pero ellos mismos han mostrado durante años la misma desidia y desinterés frente a hechos de igual o mayor gravedad.
Seguramente muchos de ellos ni saben quién es Daniele Ganser, el gran experto suizo en la red GLADIO, la organización terrorista creada por la CIA y el MI6 con la que la OTAN viene “operando” desde la Guerra Fría en casi todos los países europeos: asesinando reiteradamente e incluso realizando grandes atentados de falsa bandera, como el de la estación de Bolonia en agosto de 1980, en el que murieron 85 personas y más de 200 fueron heridas gravemente. Se trataba y se trata de impedir el ascenso y la hegemonía de todo movimiento o partido incómodo. Con estos creadores de opinión no se puede ni debatir la importante información que aportan expertos “conspiracionistas” como Thierry Meyssan. Pero lo extraño es que tampoco tienen ni el menor interés por informarse de otras conspiraciones atlantistas ya incuestionables, como la ya citada que reveló desde hace años el profesor Ganser y que incluso fue condenada por el Parlamento Europeo en una resolución del 22 de noviembre de 1990. Estos creadores de opinión en Catalunya quizá sí sepan quién es el estadounidense Daniel Ellsberg -ya que son fieles seguidores del mundo de Hollywood- y qué conspiración reveló en los llamados Papeles del Pentágono. Pero no me extrañaría que lo consideren ya un “carroza” antiestadounidense al que no vale la pena dedicar tiempo alguno.
Tampoco creo que sepan cuál es la conspiración atlantista que ha revelado el juez Fernando Andreu en su auto sobre el caso Ruanda-Congo, a pesar de que dicha conspiración haya provocado millones de víctimas, incluidas dos catalanas: la enfermera de Manresa Flors Sirera y el misionero de Navata Quim Vallmajó. O quizá consideren que, dado que los grandes medios globales “de referencia” no tratan este asunto, no debe tener interés suficiente para que pierdan en él su precioso tiempo. Seguro que no se han molestado nunca en leer los cinco cables de Wikileaks en los que el Departamento de Estado trata con el embajador de Estados Unidos en Madrid sobre como desactivar en la Audiencia Nacional ese caso que se refiere a las mayores masacres habidas tras la Segunda Guerra Mundial. Y seguro que tampoco se han interesado en ningún momento por informarse sobre el complot mediante el cual Estados Unidos consiguió que el PP y el PSOE acabasen en España con el importante instrumento para la paz que era la jurisdicción universal. No parecen conocer todos estos episodios que cuestionan la visión idealizada de nuestro modélico Occidente.
Pero mi sorpresa en los días de las revelaciones de Carlos Enrique Bayo llegó al máximo cuando, refiriéndose al silencio de los grandes medios españoles sobre dichas revelaciones, un tertuliano afirmó en Catalunya Radio, en un horario de máxima audiencia, que esas cosas no suceden en Estados Unidos. Y para fundamentar tal tesis volvió a recurrir al archi promocionado episodio del Watergate. ¿Cómo se puede ignorar que Estados Unidos es precisamente, al menos desde hace un siglo, el creador y máximo usuario de los ataques de falsa bandera, siempre acompañados del silenciamiento de la verdad? ¿Cómo se puede “olvidar” que desde la Guerra Fría tras cada episodio internacional importante promovido por Estados Unidos hubo un falso evento? ¿Cómo se puede recurrir al Watergate como referente para afirmar una tesis tan estúpida? ¿Cómo se pueden desconocer a estas alturas las amenazas a Richard Nixon por parte de David Rockefeller -muy disgustado con la Nueva Política Económica (NPE) que este había iniciado en 1971-, amenazas previas a la puesta en marcha, en los grandes medios que la familia Rockefeller controla, de aquel ensalzado episodio de periodismo de “investigación”? La mayor parte de la NPE fue desactivada en abril de 1974, tras menos de un año y medio de su activación, los mercados volvían a tener mucha más “rienda suelta” y cuatro meses después Nixon dimitía.
Pero, eso sí, muchos de estos creadores de opinión son verdaderos especialistas en cualquier incidente, por menor que sea, que pueda desacreditar a aquel que la “comunidad internacional” -es decir el Occidente atlantista- ha elevado a la categoría de gran espónsor de todos los tiranos del mundo: Vladimir Putin. Conocen con pelos y detalles hasta las más nimias circunstancias de tales incidentes. Y son también unos críticos acérrimos del impresentable Donald Trump. Pero parece que prefieren no enterarse de hechos aún más graves que los que tienen que ver con él: la responsabilidad fundamental de Bill Clinton en las mayores masacres habidas tras la Segunda Guerra Mundial; las estrechas relaciones de Hilary Clinton con los yihadistas que arrasaron Libia y Siria y con sus financiadores saudís, estrechas relaciones que la llevaron a utilizar ilegalmente sus famosos correos privados a fin de ocultar tan “delicadas” relaciones… Los posicionamientos en cuestiones internacionales -especialmente en todo lo referente a la tragedia de Ruanda y Congo- de muchos de estos catalanes creadores de opinión, con muchos de los cuales incluso compartimos una común aspiración soberanista, han sido para nosotros, durante demasiados años, como un terrible fuego amigo. Aunque esto quedará ya para un próximo artículo.