Las otras claves del extraordinario “éxito” de las grandes farmacéuticas

Sin nuestro consentimiento sumiso, todas las causas del extraordinario “éxito” de las grandes farmacéuticas a las que me referí en el artículo anterior, habrían sido insuficientes para tal triunfo. Desde el místico mahatma Gandhi al marxista Antonio Gramsci, muchos han sabido analizar y formular esa realidad. Ya no me estoy refiriendo a un análisis genérico de aquello que Noam Chomsky y Edward S. Herman definieron como la fabricación de consensos. Fabricación, gracias al control de los medios, que ellos han estudiado fundamentalmente desde disciplinas como la sociología o la politología. Me voy ahora a centrar en el llamado factor humano, que es también decisivo y que debe ser tenido muy en cuenta. Aún con su complejidad e imprevisibilidad, tiene sus reglas de funcionamiento. Y conocerlas y controlarlas es fundamental si lo que se quiere es dominar a la gran masa social.

Las grandes farmacéuticas lo saben muy bien. De ahí que en sus nóminas podamos encontrar también un gran número de psicólogos. Algo a lo que no se suele hacer mucha referencia. Sabemos que tienen a su servicio una extensa red de lobistas cuya principal misión es lograr que, por ejemplo, la Unión Europea apruebe legislaciones a su medida, legislaciones frente a las que los estados nada podrán hacer ulteriormente. Sabemos también cómo se van apropiando de la práctica totalidad de los grandes medios de comunicación occidentales. Medios en los que ya no será posible una disidencia significativa por parte de los profesionales que para ellos trabajan. Pero están también los psicólogos. ¿Cientos?, ¿miles? Muchos deben ser cuando se recurre a un equipo de ellos tan solo para crear un breve spot publicitario de un par de minutos.

No sabemos cuántos son, pero su “magnífico” trabajo es cada vez más evidente. Es un trabajo enfocado fundamentalmente sobre nuestras propias debilidades como individuos sociales. Es a esas debilidades a las que me refiero cuando en el título de mi anterior artículo introduzco el término otras para convertirlo en el subtítulo de este. Pero antes de intentar analizar tales debilidades voy a actualizar mis reflexiones sobre los últimos hechos y evidencias que van apareciendo en torno a la pandemia, en torno a su gestión en Occidente y, en especial, en torno a la cuestión del desconcertante afán de vacunar masivamente a todo el mundo (incluso a quienes ya superaron la infección o a los niños) así como a la increíble determinación de imponer paulatinamente el pasaporte covid o pasaporte verde como un poderoso instrumento de control social. Son hechos y evidencias tan notorios que hacen aún más sorprendente las debilidades de la mayoría de individuos de nuestras sociedades. Unas debilidades que bloquean al parecer toda capacidad de sentido crítico.

Acumulación de hechos y evidencias sanitarias a lo largo de los meses

Con el paso de los meses se van acumulando tantos hechos y evidencias que ya es imposible seguir sosteniendo falacias que antes fueron doctrina incuestionable. Como la falacia de que los vacunados ya están inmunizados. Tan incuestionable era esa mentira, que el término inmunización se convirtió en sinónimo del término vacunación, sustituyéndolo con mucha frecuencia. Posteriormente consiguieron imponer durante algún tiempo la doctrina de que los vacunados, aunque también se contagian y contagian, no acabarían hospitalizados gracias a la vacunación.

Sin el menor reconocimiento de semejantes “errores”, muchos y demasiado graves, se ha pasado directamente a un reajuste de la doctrina oficial. Se la mantiene en su esencia, maquillándola con algunos retoques. Durante muchos meses el dogma era este: “La vacunación masiva es el único modo de parar la pandemia”. Y ello a pesar de que semejante relato estaba en absoluta contradicción con los hechos: países como China fueron precisamente los que la detuvieron a pesar de su bajo índice de vacunación. Ahora ya solo se trata de que “hay que ser precavidos, aunque la vacunación masiva es importante”.

Se mantiene esa tesis incluso a costa de mentir y ocultar datos. En especial, es muy revelador que se oculte sistemáticamente el porcentaje de vacunados que hay ya entre el total de los infectados hospitalizados. Lo cierto es que para los creadores de la “sana doctrina” y los propagandistas que siguen sus consignas lo realmente importante en este momento del proceso de adoctrinamiento es evitar, sea como sea, el tener que reconocer que son cada vez más los vacunados quienes están siendo internados en hospitales y UCIs.

Sobre las cabezas de las élites “filantrópicas”-financieras que están tras esta espantosa pesadilla seguro que planean muchos fantasmas: las advertencias de los mejores expertos sobre el fracaso en el que siempre han acabado los anteriores intentos de vacunas para los coronavirus, sus previsiones de que será precisamente la vacunación la que potenciará la pandemia, las estadísticas en las que cada vez es más clara la relación directa entre el progreso de la vacunación y el de las infecciones… Incluso son muchos los testimonios de que los hospitales y las funerarias empezaron realmente a saturarse con la vacunación.

Igualmente, a pesar de la gran magnitud del número de fallecimientos y de efectos adversos graves como consecuencia de la vacunación, han conseguido convencer a la sociedad de que tal número es proporcionalmente insignificante respecto al número total de vacunados. Si tenemos en cuenta que las decenas de miles de fallecidos como consecuencia de la vacunación contabilizados en las estadísticas oficiales, así como los cientos de miles que han sufrido efectos adversos graves, son solo la punta del iceberg (cálculos muy fiables apuntan a que solo se comunican el 1% de estos casos), ¿no se podría decir igualmente que los 1.004 fallecidos por la covid en las Baleares al día de hoy o los 5 millones de fallecidos en todo el mundo (aún suponiendo que todos ellos fallecieron no solo con la infección sino por la infección) es una cantidad insignificante respeto a los más de 1.200.000 habitantes de las islas o los casi 8.000 millones de seres humanos que habitan nuestro planeta?

Pero a esas élites ahora les será mucho más difícil ocultar o al menos minimizar la gran y creciente cantidad de hospitalizaciones de los ya vacunados. Por ese motivo y para salirse otra vez con la suya, están recurriendo de nuevo a la mentira. O a las medias verdades. Sin haber reconocido nunca que en los hospitales ya hay vacunados, y menos aún que son muchos, los titulares ahora son estos: “La mayoría de hospitalizados son no vacunados”. Excepcionalmente, algunos se atreven incluso a concretar más, con datos al día de hoy, aunque no confirmados oficialmente: “El 60% de los hospitalizados por la covid en España no están vacunados”. ¿Acaso nos creen tan idiotas como para no ser capaces de deducir que, por tanto, ya en España, siguiendo un proceso semejante al de otros países, el 40% de los hospitalizados son vacunados?

Y cuando no les está quedando más remedio que comprobar que en otros países, en los que empezó la vacunación antes que en España, la mayoría de hospitalizados son ya vacunados, se dedican a proclamar que los no vacunados son los culpables de los contagios, convirtiéndolos en los chivos expiatorios de este tremendo drama que cada vez parece más una tragedia bíblica o griega. Se dedican a afirmarlo sin el menor argumento ni la menor prueba de que un no vacunado haya sido el que ha contagiado a algún vacunado.

Para liberarse de tantos fanáticos inquisidores ¿los no vacunados tendrán que seguir el ejemplo de aquella enfermera no vacunada del condado de Ventura (California) que realizaba PCRs con frecuencia y se las mostraba a sus compañeras vacunadas que se habían infectado para probar que ella no era la responsable? Cuando, para matar dos pájaros de un tiro, acompañan las imágenes de los manifestantes italianos contra el pasaporte verde con el comentario de que el repunte de infecciones está vinculado a dichas manifestaciones (al aire libre), se cae ya directamente en el cinismo.

Y tras tales acusaciones nuestros responsables político-sanitarios vuelven a insistir, de modo obsesivo, en la necesidad y urgencia de seguir avanzando en la vacunación masiva, la gran solución: vacunando a los no vacunados y pasando a la tercera dosis en el caso de los ya vacunados. Si hay que recurrir a más y más dosis de modo indefinido, es evidente que la eficacia de las vacunas deja mucho que desear. Y sobre todo, si los vacunados están inmunizados, ¿por qué tanta obsesiva insistencia en el “error” de que los no vacunados pueden contagiarlos?

No parece que de momento se les ocurre otra alternativa que recurrir a una tercera dosis para compensar la ineficacia de la vacunación. Por lo que me pregunto: ¿Es que ni se les pasa por la mente que quizá las explicaciones de tales carencias y problemas de las vacunas puedan ser otras, como aquellas a las que apuntan tantos expertos prestigiosos y honestos, o es que nos estafan deliberadamente? ¿Es que sencillamente ni leen ni conocen los fundados posicionamientos de estos expertos o se trata de algo más inconfesable?

Son excepcionales en los grandes medios, sobre todo en horarios de máxima audiencia, las intervenciones honestas frente a los hechos incuestionables. Como la del ex ministro de Economía Miguel Sebastián en La Sexta el pasado 10 de noviembre: “Eso de que [en España] hay un nivel de vacunación muy alto me deja tranquilo hasta cierto punto. A mí me tiene obsesionado Singapur […]. Ha tenido 100.00 casos hasta el 1 de octubre en toda la pandemia y 100 muertos. Desde entonces, desde el 1 de octubre, se han duplicado los casos y se han multiplicado por cuatro los muertos. Y Singapur tiene más vacunados ya que España: el 86% de la población con pauta completa. Por tanto, aquí está pasando algo. No soy epidemiólogo y no sé lo que es, pero miro los datos y es evidente que aquí está pasando algo. Algo que a mí no me deja tranquilo”.

Si fallece un médico no vacunado, se trata de un acontecimiento merecedor de todo un titular. Sobre los muchos fallecidos ya vacunados… ni la menor noticia. Y menos aún sobre las decenas de miles de fallecidos en Occidente por causa de la vacuna. En realidad, como comentaba otra enfermera del condado de Ventura, son multitud los profesionales, tanto de la Sanidad como de la Información, que ni tan solo saben lo que es el VAERS. Al igual que son multitud los profesionales europeos que no saben qué son la EudraVigilance y la MHRA. ¿Cómo los sanitarios y los afectados van a comunicar los incidentes con las vacunas a unos “entes” de los que ni han oído nunca hablar?

Por ahora, demasiados hechos y datos incompatibles con la doctrina oficial se cuelan en los artículos, sin que en ellos se saque consecuencia alguna que la cuestione. Así, por ejemplo, mientras se explica que en Portugal (que comenzó pronto su campaña de vacunación y que tiene ya un porcentaje de personas con pauta completa de nada menos que un 86%) hay ahora un importante repunte de la pandemia, se cuela el dato de que tres semanas antes habían comenzado con la tercera dosis “de refuerzo”. Aquí en Mallorca, las residencias de personas mayores en las que ha habido más infecciones han sido precisamente aquellas en las que ya se había administrado esa tercera dosis. Pero ninguno de esos creadores de opinión hace referencia, en ningún momento, a que los mejores expertos ya temían que eso sucedería y habían pedido que nadie aceptase esa tercera dosis.

Es también revelador comparar el caso de Suecia con el de Lituania. Suecia fue uno de los únicos países del mundo que rechazó casi toda la histeria y la tiranía pandémica que se desplegó a partir de principios de 2020. Durante ese tiempo, al país le fue mucho mejor que a la mayoría de países en términos de casos, hospitalizaciones y muertes. Lituania, por el contrario, que actualmente cuenta con el plan de “pasaporte vacunal” más estricto del mundo, está registrando un máximo histórico de nuevos casos per cápita en su población. Tiene una tasa de infección por coronavirus 16 veces superior a la de Suecia.

Tan solo seis semanas después de que se pusiera en marcha el protocolo de vacunación obligatoria en Lituania, las tasas de infección se dispararon como nunca antes, superando con creces a las de Suecia, que está prácticamente libre de coronavirus en este momento. Sin embargo, si se busca en Internet información sobre Suecia, todos los primeros enlaces confunden al lector: o las estadísticas que ofrecen son de 2020 o se refieren el descontento con el hecho de que no se hayan implementado medidas más restrictivas, lo cual nada tiene que ver con la vacunación. Basta ver las gráficas al 10 de noviembre de una y otra. Es un ejemplo más de la confusión creada por quienes no solo son dueños de los grandes medios sino que también se dedican a intentar controlar toda la información que circula en la Red.

Acumulación de hechos y evidencias no estrictamente sanitarias a lo largo de los meses

Lo que oímos y leemos en los grandes medios es bien “curioso”, por no decir confuso, creador de confusión (para empezar a referirnos ya a alguna de nuestras debilidades) o incluso enloquecedor (para empezar a referirnos ya a alguna de las técnicas para anular nuestra capacidad de crítica): por una parte se intensifica la campaña contra los “negacionistas no vacunados” como responsables del peligroso repunte de la pandemia y por otra se dice, también en los grandes medios, ya abiertamente, que la exigencia de la segunda dosis para poder entrar en algunos países “es más una cuestión política que sanitaria”.

Lo cual me recuerda la sorprendente revelación de que nunca existió el comité de expertos al que se referían nuestros políticos durante los pasados meses para justificar e imponer sus medidas frente a la pandemia. Del mismo modo que apestan a “(mala) política” las exigencias de restricciones cada vez mayores a los no vacunados, ahora que está absolutamente probado que los vacunados se contagian y contagian tanto o más que los no vacunados.

En China, por el contrario, en donde se han logrado resultados tan espectaculares contra la pandemia, las restricciones y confinamientos nunca hicieron diferencia entre vacunados y no vacunados. Ni buscaron unas restricciones y confinamientos sociales masivos. Aunque así pudiese parecer, solo pretendían el aislar a los infectados realmente ya detectados. A diferencia de aquí en Occidente, en donde se ha acuñado y utilizado espuriamente la categoría “contagios por asintomáticos” con el objetivo de lograr, como argumenta el doctor inmunólogo Michael Yeadon, el control social tan buscado mediante la imposición de un pasaporte covid universal, así como el poner freno (sea como sea) a aquello que las élites llaman la superpoblación.

Otras evidencias cada vez más nítidas son las que se refieren a los comportamientos criminales de las grandes farmacéuticas: falsear los criterios de atribución de muertes al virus; falsificar otros muchos datos; no hacer seguimiento de los efectos adversos; ocultar los contratos con los estados incluso a los eurodiputados; “negar el acceso de los pacientes a tratamientos tempranos que salvan vidas; interrumpir la sagrada relación médico-paciente y suprimir el debate científico abierto para obtener beneficios y poder”, como denuncian miles de médicos y científicos en la Declaración de Roma liderada por el doctor Robert Malone, creador de la técnica de vacunación ARNm; etc.

Son también cada vez mayores las evidencias que se refieren a la estrecha relación entre la pandemia y el Gran Reinicio, con todos los corolarios que ya comienzan a aparecer: alargar el periodo de cálculo de las pensiones a cambio de los fondos europeos, la creciente devaluación del papel-moneda en relación al coste de los productos, el brutal encarecimiento de la electricidad, el desabastecimiento, etc. Durante décadas, las élites de Occidente se han dedicado a imprimir sin control alguno, fundamentalmente desde la Reserva Federal, cantidades ingentes de papel-moneda, sin ningún respaldo en el oro desde 1971, y a repartirse decenas de billones de dólares entre ellos mismos. Se ha llegado así a un endeudamiento y una economía insostenibles, sin relación alguna con la economía real.

Hace ya más de diez años, Eric Toussaint explicaba que “el valor hipotético de los contratos de derivados en el mercado OTC alcanzó en 2011 la astronómica suma de 650 billones de dólares (650,000,000,000,000 $), es decir unas 10 veces el PIB mundial”. Y hace más años aún que otros muchos expertos independientes y honestos se refieren a la insostenibilidad de este estado de cosas, a la necesidad de un reinicio desde los fundamentos y al temor a que las citadas élites desencadenen un gran conflicto mundial u otro tipo de gran “evento” que haga posible tal reseteo. Uno más de los eventos que son tan típicos del Gobierno de Estados Unidos, al que las élites secuestraron hace ya muchas décadas.

Pero estas son cuestiones que no pueden ser tratadas breve y ligeramente sino que exigirían cada una de ellas todo un artículo en exclusiva. O incluso tratamientos más extensos, como los que ya realicé sobre estas mismas cuestiones hace una década en el voluminoso libro La hora de los grandes “filántropos”. Aunque, al menos, ahora es necesario recordar que son esas misma élites las que han realizado manifestaciones en tal sentido. La gran preocupación de David Rockefeller por el crecimiento de la población mundial quedó filmada para la posteridad.

Y aunque desde hace un tiempo los embaucadores autoerigidos en guardianes contra los bulos, o fake news de los conspiracionistas, dediquen una gran energía y tiempo a negar la evidencia, el proyecto de estas élites para instaurar un Nuevo Orden Mundial está abundantemente documentado. Entre otras muchas cosas, estos nuevos inquisidores desmienten con fuerza que se le pueda adjudicar a David Rockefeller aquella frase que rueda por Internet: “Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”. Pero hace falta ser muy ignorante para no saber que todos los grandes “renacimientos” mundiales, de los que las élites fueron con frecuencia las artífices, han estado siempre precedidos por unos terribles dolores de parto de los pueblos. ¿No han leído La doctrina del shock de Naomi Klein?

O hace falta ser muy deshonestos para no reconocer que, al igual que en un iceberg, es más importante lo que se calla que lo que se verbaliza. Lo realmente significativo es que ni David Rockefeller en aquella filmación ni ninguno de sus elitistas camaradas, haya jamás hablado de otras cuestiones muy diferentes y mucho más importantes. Cuestiones como la de acabar no con el crecimiento de la población mundial sino con las abismales desigualdades entre ellos, los que imprimen los billetes, y la enorme masa de pobres del mundo. Como tan sabiamente dijo mahatma Gandhi, en la Tierra hay suficiente para cubrir las necesidades de todos pero nunca alcanza para saciar la codicia de unos pocos.

Lo cierto es que la obsesión por vacunar masivamente (incluso a los que ya superaron la infección o a los niños) es tan exagerada y tan falta de fundamentos y argumentos científicos, que no parece que el enriquecimiento de las grandes farmacéuticas sea explicación suficiente de semejante locura. Precisamente tras haber llegado a esta importante y firme convicción personal, he conocido las declaraciones de excepcional trascendencia del doctor Michael Yeadon, exjefe científico y exvicepresidente de la división de investigación sobre alergias y enfermedades respiratorias de la empresa farmacéutica Pfizer.

Creo que este gran experto y excepcional ser humano da de lleno en la verdadera clave de cuanto está sucediendo. Clave que explica, en especial, la obsesión vacunadora: lograr el control social que las élites de Occidente esperan conseguir mediante ese perverso instrumento que será el pasaporte verde. Todo apunta y lleva desde hace tiempo a la imposición de ese pasaporte universal. Tal control, gracias al miedo (en especial el miedo a acabar convertidos en seres socialmente marginados), será fundamental para el Gran Reinicio. Así que todas nuestras debilidades personales que son el objeto de este artículo serán precisamente decisivas en nuestra sumisión o rechazo de dicho pasaporte.

Y de este modo, con nuestra opción personal, se estará jugando nada menos que el futuro de la humanidad. No creo que esta sea una exageración grandilocuente: una vez derrotada aquella que Noam Chomsky llamó la segunda potencia mundial, la opinión pública, Occidente no será otra cosa que una maquinaria de dominación hegemónica mundial en manos de una reducidísima élite de psicópatas criminales.

Derrota que ya parece que empieza a ser una clara constatación… a no ser que contemos con Lo Inesperado: Aquello indefinible y hasta innombrable que está latente en la materia desde el mismo Big Bang. Una materia-energía que, gracias a un gran cúmulo de extrañísimas constantes físicas fundamentales y de “providenciales” acontecimientos (la formación de la luna en la posición justa, la desaparición de los dinosauros y un larguísimo etc.), ha llevado a la aparición de la conciencia sobre este prodigioso planeta.

Estas poderosas élites, enfermas de soberbia y codicia, que, como explicaba el pobre Julian Assange hace ya más de una década, tienen [El Estado Profundo] “su centro de gravedad en Estados Unidos, pero una red de tutelaje en todos los países occidentales y los conecta”, se extinguirán un día. Al igual que se extinguieron los tiranosaurios rex que vivieron también precisamente en lo que hoy es América del Norte. Y que eran tan feroces como los actuales tiranosaurios filántropus.

Las explicaciones y predicciones de los grande expertos censurados

Recientes investigaciones realizadas en Suecia e Inglaterra confirman tanto lo que ya habían mostrado otros estudios anteriores, como la exactitud de las predicciones de los mejores y más honestos expertos: la vacuna no solo pierde pronto su eficacia sino que deja a los vacunados con una inmunidad negativa. Es decir, más indefensos frente a la pandemia que los no vacunados. La falsa inmunidad que proporcionan las inyecciones en realidad deja el sistema inmunitario del receptor peor que antes de que fuera inyectado. La carga vírica en la sangre de los vacunados es en realidad superior a la que existe en la de los no vacunados. A lo que hay que añadir todos los fallecimientos y efectos adversos graves como consecuencia de la misma vacuna. Intentaré hacer una breve síntesis de lo más relevante de sus manifestaciones:

  • Los vacunados son, dada esa carga vírica mayor, potencialmente más capaces de contagiar que los no vacunados. La vacuna causa que este virus se vuelva más infeccioso de lo que sería en ausencia de vacunación.
  • Esta es la peor pesadilla de un vacunólogo, ya ha ocurrido con otros virus. Y ha ocurrido prácticamente con cada uno de los programas de desarrollo de vacunas contra los coronavirus, tanto en animales como en humanos. Es lo que los vacunólogos han estado advirtiendo desde el principio de esta apresurada campaña de vacunación.
  • Ocurrió con el virus sinticial respiratorio. En los años 60 causó más muertes infantiles entre los receptores de vacunas que entre los no vacunados. Ocurrió con Dengvaxia, la vacuna contra el dengue. La vacuna, en el periodo de su pérdida de eficacia, unos meses después de haber sido inyectada, está causando que el virus se replique de una manera más eficiente. Es la llamada “mejora dependiente de anticuerpos”.
  • Que las variantes se estén desarrollando en los no vacunados es una mentira más de nuestros responsables político-sanitarios. Estamos en las señales preliminares que advierten que entramos en el peor de los escenarios.
  • Si esta vacunación está causando que el virus se replique de manera más eficiente, tenemos que parar la campaña de vacunación. Tenemos que dar un giro para acelerar todo lo posible los tratamientos farmacológicos que han sido mayoritariamente bloqueados y reprimidos.
  • Una publicación en Scientific Reports confirma que el mayor riesgo de que se establezca una nueva cepa de virus resistente a las vacunas se produce cuando una gran parte de la población ya ha sido vacunada pero la trasmisión no está controlada. Es la llamada “presión selectiva”, la fuerza que impulsa a cualquier organismo a evolucionar.
  • Esa es una de las características distintivas de las inyecciones COVID: no están diseñadas para bloquear la infección. Permiten que se produzca la infección y, en el mejor de los casos, disminuyen los síntomas de la misma. Aunque en realidad lo hacen solo por un tiempo.
  • La vacunación podrá disminuir el número de casos, hospitalizaciones y muertes a corto plazo. Pero a la larga conducirá a que las nuevas variantes adquieran una resistencia completa a las vacunas.
  • La historia demuestra que no se puede lograr que un virus respiratorio desaparezca. Ya se ha intentado y nunca ha funcionado. ¿Por qué no lo cuentan?. ¿Por qué han hecho creer a la gente que con la vacuna iban a quedar inmunizados? Si sabían que no era posible, ¿por qué se han asumido unos riesgos tan enormes? No parece que haya sido por la salud. Por el contrario, han ocultado que los infectados quedan ya inmunizados.
  • Los virus respiratorios estacionales circulan todo el año esperando que el sistema inmune se debilite o se vuelva desequilibrado. Los coronavirus no pueden ser prevenidos. Al igual que los efectos de las vacunas, van a estar persiguiéndonos por el resto de nuestras vidas. No son comparables con la viruela, por ejemplo, con la que se pudo acabar.
  • ¿Por qué una vacuna que supuestamente es tan efectiva no está impidiendo brotes incluso en verano?
  • Para responder a esta pregunta hay que conocer que es el “mejoramiento dependiente de anticuerpos”. Es una situación en las que las vacunas empeoran la condición, como se ha podido comprobar con todos los experimentos que se han hecho en coronavirus desde la aparición del SARS y en otros virus respiratorios, donde una vacuna se ha usado incorrectamente. Hace que el sistema inmunológico luche mal y que el virus se vuelva peor. Y por eso es que se han visto brotes en verano.
  • Todo el mundo sabe que también los antibióticos pueden, mal administrados, hacer más resistentes a los virus.
  • En el estudio del doctor inmunólogo Dan Stock, ya el 75% de los contagiados estaban vacunados. Los contagiados que han sido vacunados tienen entre 2 y 4 veces más de posibilidades de sufrir efectos adversos.
  • La inmunidad natural de nuestro sistema inmunológico es más eficaz y de más amplio espectro que la que las actuales vacunas nos proporcionan específicamente contra el SARS-CoV-2. El efecto de las vacunas va desapareciendo y deja el sistema inmunológico desequilibrado. Por el contrario, la inmunidad natural se organiza y se va reforzando por sí sola con el paso de los meses.
  • La vacuna COVID produce anticuerpos contra una sola de las proteínas virales, la proteína de la espiga, mientras que la inmunidad natural produce anticuerpos contra todas las partes del virus, además de células T con memoria.
  • Cuando el sistema de complemento se activa, acaba funcionando de tal manera que destruye en lugar de ayudar a las células. Curiosamente, el SARS-CoV-2 utiliza este mismo sistema en su beneficio, haciendo que nuestro sistema inmunitario siga un camino de autodestrucción. El mismo camino autodestructivo también parece ser activado por las inyecciones COVID. Es parte de la razón por la que podrían ser la mayor amenaza a la que se ha enfrentado la humanidad.
  • Es un deber informar enérgicamente a la gente sobre los peligros a los que se están sometiendo a sí mismos y a sus seres queridos con esta vacunación.
  • Ya estamos empezando a ver los primeros indicios de la potenciación dependiente de anticuerpos (ADE), algo que preocupó a muchos científicos desde el principio. La ADE, o potenciación inmunológica paradójica (PIE), se refiere a una condición en la que la vacunación resulta en todo lo contrario de lo que se busca. En lugar de proteger contra la infección, la vacuna aumenta y empeora la infección. La ADE puede producirse a través de más de un mecanismo. La potenciación se debe principalmente a la hiperreactividad de los linfocitos asesinos y a la activación secundaria del complemento, que causan daños graves.
  • Han ocultado deliberadamente a qué partes del cuerpo va el ARN mensajero tras ser administrado y cuanto duran sus efectos. El mero hecho de que la Organización Mundial de la Salud haya cambiado la definición de inmunidad de rebaño… es un escándalo. ¿Cómo pueden los colegas médicos y científicos del mundo soportar escuchar todas estas tonterías?
  • Están usando la “historia” de las variantes para justificar la pérdida de eficacia de las vacunas y argumentar la necesidad, al menos semestral, de nuevas dosis. Ocultan que las llamadas variantes son reconocidas, incluso tras muchos años, por las células T con memoria, que circulan por nuestro cuerpo. Y que aún la variante más alejada del actual virus encontrado en Wuhan es en un 99,7 semejante a este. Por lo que no puede ser presentado como un virus diferente que pueda saltarse la inmunidad ya existente.
  • Debemos horrorizarnos de que las farmacéuticas estén ya fabricando vacunas de “refuerzo”, tan parecidas a las actuales que no necesitarán autorización. Será muy difícil probar la conexión entre estas “vacunas” y sus dañinos efectos. No hay ninguna explicación benigna de tal manipulación y del silencio de los reguladores. Todo esto se nos va mostrando como un proyecto planificado que tan solo será posible llevar a cabo si se lo va ejecutando muy paulatinamente, pasito a pasito.
  • El SARS-CoV-2, aunque se propaga más fácilmente que el SARS (lo cual ha sido clave para atemorizar a la sociedad) es menos letal. Afecta fundamentalmente a personas mayores o enfermas. La gran mortandad que ha causado no puede ser explicada sin tener en cuenta la criminal gestión que, siguiendo directivas de las cúpulas internacionales, se ha realizado frente a él: dificultando e incluso impidiendo, por ejemplo, los eficaces tratamientos tempranos ya existentes.
  • Sobre estos tratamientos eficaces existentes, previamente consiguieron imponer la doctrina de que eran ineficaces e incluso peligrosos. Así, dada la “inexistencia” de tratamientos eficaces, lograron obtener la autorización de emergencia para las vacunas. Una autorización legalmente imposible en el caso de que ya existiesen los citados tratamientos.
  • Con el episodio de la Gripe A ya deberíamos haber aprendido que las grandes farmacéuticas son capaces de forzar la declaración de una pandemia (en realidad inexistente propiamente como pandemia si previamente no se hubiese modificado la legislación mundial) con el objetivo de que los estados estuviesen obligados a adquirir enormes cantidades de vacunas, millones de las cuales fueron finalmente tiradas a la basura.
  • Cualquier medicamento tiene efectos secundarios y no se usa en general, sino para las personas en riesgo de contagio. En el Reino Unido, por ejemplo, no ha muerto ningún niño sano que se haya contagiado con este virus. Sin embargo hay 10 millones de niños que serán vacunados a pesar del riesgo de que sufran efectos adversos graves.
  • Las actuales “vacunas” ARN mensajero son experimentales y solo están autorizada por la supuesta situación de emergencia. Pero esos 10 millones de niños no corren ningún riesgo. Ni tampoco lo corren sus abuelos, supuestamente inmunizados por unas vacunas supuestamente muy eficaces (ya que se pondrán todas las dosis de “refuerzo” que sean necesarias).
  • Por tanto no hay ninguna emergencia que justifique legalmente la vacunación de cientos de millones de niños. Y toda la vida llevarán ya en su cuerpo un agente experimental que se les administró sin ser informados y sin su consentimiento. Lo cual fue condenado por los principios de Nuremberg.
  • En cuanto a los efectos secundarios adversos de las vacunas hay que decir que uno de los más comunes es la coagulación anormal de la sangre, que puede dar lugar a accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Incluso los microcoágulos que no bloquean completamente el vaso sanguíneo pueden tener graves ramificaciones.
  • Existe otra cosa igual de aterradora. Una o dos semanas después de la primera inyección, se empiezan a producir anticuerpos en grandes cantidades. Cuando se administra la segunda inyección y las proteínas de espiga empiezan a proyectarse desde las paredes de los vasos hacia el torrente sanguíneo, no sólo se encuentran con los linfocitos asesinos, sino que ahora los anticuerpos también están allí y los anticuerpos activan el sistema de complemento.
  • El primer sistema en cascada es el sistema de coagulación. Si se activa, la sangre se coagula. Y si se activa el sistema de complemento con los anticuerpos que se unen a la pared de los vasos, entonces este sistema de complemento empezará a crear agujeros en la pared de los vasos.
  • Lo que estamos presenciando es uno de los experimentos más fascinantes que podría conducir a una enfermedad autoinmune masiva. Cuando ocurrirá esto, Dios lo sabe. Y a qué conducirá esto, Dios lo sabe.
  • Las inyecciones COVID también pueden diezmar los ganglios linfáticos, ya que éstos están llenos de linfocitos y otras células inmunitarias. Esencialmente se crea una guerra entre unas células inmunitarias contra otras células inmunitarias. Como resultado de este ataque, se produce un problema grave, ya que los linfocitos de los ganglios linfáticos son centinelas de por vida que mantienen bajo control infecciones latentes como el herpes zóster. Cuando funcionan mal o se destruyen, estos virus latentes pueden activarse.
  • Por eso estamos viendo informes de herpes zóster, lupus, herpes, Epstein-Barr, la tuberculosis y otras infecciones que surgen como efecto secundario de las inyecciones. Por supuesto, ciertos cánceres también pueden verse afectados. Como todos sabemos, todos los días se forman tumores en nuestro cuerpo, pero esas células tumorales son reconocidas por nuestros linfocitos y luego son eliminadas.
  • Así que es sumamente preocupante que se esté incitando al mundo a introducir en el cuerpo algo que va a cambiar toda la cara de la medicina. Vamos a ver enfermedades y muertes masivas entre personas que normalmente tendrían una vida maravillosa por delante.

Las claves que tienen que ver con nuestra subjetividad y nuestras debilidades

Pero aún en medio de tales hechos, unas poderosas inercias mentales y emocionales parece que siguen bloqueando la capacidad de raciocinio y crítica de millones de conciudadanos. Por eso, ahora ya sí, voy a acabar intentando analizar muy brevemente, más bien enumerar tan solo, cuáles pueden ser algunas de esas “otras” claves:

  • El miedo al coronavirus. Miedo exacerbado por los medios con informaciones alarmistas inexactas e incluso totalmente falsas.
  • La ceguera frente a hechos realmente elocuentes. Hechos referentes a la obstaculización llevada a cabo contra cualquier tratamiento temprano eficaz, o a la manipulación para exagerar la gravedad de la pandemia o al boicot a cualquier posibilidad de acceso a informaciones sensibles. ¿Por qué prohibieron al personal de las UCIs que siguieran utilizando tratamientos como el dióxido de cloro? ¿Por qué hubo una mortandad tan excesivamente desproporcionada en las residencias de personas mayores, a las que se abandonó totalmente de un modo que con mucha frecuencia era injustificable (2.200 camas UCI estuvieron libres en España mientras 12.000 ancianos morían sin atención en las residencias)? ¿Por qué se modificaban arbitrariamente los ciclos en las pruebas PCR? ¿Cómo puede ser que no hubiese ni un solo caso de gripe en 2020? ¿De dónde surgían las consignas que (como se hace en los partidos políticos) crearon la sorprendente homogeneidad de análisis y criterios? ¿Por qué se prohibieron las autopsias, que tan importantes eran para saber lo que en realidad estaba sucediendo?…
  • El miedo al rechazo social. A ser rechazados por nuestro propio entorno, como una especie de apestados, al igual que los antiguos leprosos. A convertirnos en unos de los “raros” negacionistas que no se quieren vacunar, estigmatizados por todos los grandes medios.
  • La falta de suficiente interés en informarse mejor, en medios que no sean propiedad de las élites, sobre algo que afecta tan seriamente a nuestras vidas.
  • La enorme fuerza de aquello que en psicología se llama “proceso de negación”: mecanismo de defensa, que impide reconocer y aceptar ya sea los efectos adversos de la vacunación o el hecho de que nuestros líderes nos engañan. Al igual que tantos enfermos graves o tantos adictos son incapaces de reconocer la realidad que están viviendo, las personas que han sufrido los efectos adversos graves de las vacunas, así como las personas de su entorno o del entorno de los fallecidos parecen ser incapaces de aceptar la conexión entre la vacuna y tales efectos y fallecimientos.
  • La arrogancia de quienes siempre creen saber más de lo que saben.
  • La deshonestidad con uno mismo y con los demás al resistirse a reconocer que se ha sido engañado.
  • El silencio de demasiados profesionales de la Sanidad e investigadores, testigos de cosas como las que denuncian algunos escasos compañeros suyos dispuestos a enfrentar serios problemas laborales.
  • La profunda interiorización del mensaje omnipresente de que nuestra sociedad está en manos de gentes capaces y honestas. De que, en definitiva, “nosotros somos los buenos” de la película.
El Dr. Michael Yeadon, inmunólogo, responde: ¿por qué nos mienten sobre el virus i las vacunas? (abril 2021)