El peligro, cada vez mayor, de un gran conflicto nuclear que acabe con la humanidad tal y como la conocemos, va robando relevancia y protagonismo al gran reto actual de la ciencia: la mayor unificación posible entre las leyes conocidas

En cuanto a la espiritualidad, considero que, tras más de medio siglo de mi vida centrado en ella, algo puedo comentar al respecto. Tras mi adolescencia, mi biografía personal se fue volcando decididamente hacia la espiritualidad: entrada en el seminario de Palma en 1967, a mis 16 años tras haber acabado el Bachillerato Superior; la autorización del obispo de Mallorca, don Rafael Álvarez Lara, dos años después, para iniciar una experiencia casi eremítica en compañía del sacerdote Miquel Suau, etc.

Los reduccionismos que se dan en el espiritualismo

Conozco, por tanto, por propia experiencia en mi juventud, lo que es la tendencia a anclarse en una espiritualidad, casi rayana en el espiritualismo, en la que prácticamente todo pareciese que debiera estar centrado en aquello que en el Oriente monástico cristiano suele ser llamado la experiencia tabórica (en alusión a la transfiguración de Jesús en el monte Tabor) o en el Extremo Oriente, y en las espiritualidades occidentales importadas desde allí, la iluminación, el satori, kensho, u otro término similar.

Todo lo demás debería, al parecer, surgir a partir de esa experiencia “superior”, de esa “experiencia de nuestro Ser profundo”. Porque –como suele decirse también– “el actuar sigue al Ser”. El problema es que, con demasiada frecuencia,… ¡ese actuar nunca llega! Nunca somos lo suficientemente perfectos, o al menos maduros, para dedicarnos ya, por fin, a “salvar al mundo”. No debemos caer en el error –dicen– de pretender arreglar el mundo cuando nosotros mismos aún tenemos tanto que arreglar “dentro nuestro”. No debemos caer en el mismo error –dicen– de tantos activistas víctimas de una especie de “complejo de salvador”.

Para aquellos que no acaben de entender bien que es eso del reduccionismo, recurriré a un solo ejemplo. Entre las muchas cosas que dijo o hizo mahatma Gandhi, hay una frase que les encanta citar a los espirituales: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. Una brillante frase más del mahatma… ¡siempre que no sea la única que nos interesa de este gran místico en acción!, ¡siempre que no nos olvidemos de sus marchas, de sus ayunos, de su constante accionar en la “lucha” para liberar a su pueblo del yugo imperial, de sus reiteradas condenas a prisión, de su asesinato!

Si quieres la paz en el mundo, solo es necesario –dicen– «que te sientas en paz y respires profundamente”. ¿Cómo entenderán ellos aquello que clamaba Jesús: “No creáis que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada” (Mateo 10, 34-36)? La realidad es que, a lo sumo, ese actuar desde el Ser tan solo suele llegar a nuestro entorno inmediato cotidiano, pero nunca al gran ámbito de la Paz mundial. Por lo que también para demasiados espirituales, e incluso “iluminados”, valdría aquel lamento reiterado de mahatma Gandhi, Albert Einstein o Martin Luther King sobre el silencio de la gran masa de los buenos. Silencio especialmente preocupante hoy, en una hora en la que está en juego la extinción misma de la humanidad.

Son personas que parecen tener muy claro que, en todo lo cotidiano, aquel ora benedictino debe ser compaginado con el labora, si no queremos caer en una especie de quietismo espiritualista. Nadie, por ejemplo, piensa “Lo importante es la meditación, el desayuno ya lo prepararán otros o se preparará solo”. Pero frente a la gran cuestión de la Paz, no parece que esas personas se den cuenta de que también va con ellos aquello de Albert Einstein: “El mundo es un lugar peligroso, no por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada para evitarlo”.

¿Inconsciencia, desinterés, sensación (muy poco espiritual, por cierto) de impotencia? No soy quién para juzgarlo. No se trata de que todos deban convertirse en activistas por la Paz a horario completo. Pero demasiados “espirituales” tienen tan poco interés por el sufrimiento de las víctimas de las guerras “lejanas”, que ni tan siquiera dedican tiempo alguno a discernir cuales son las fuentes fidedignas para informarse sobre tantas y tan terribles tragedias. Están tan en “otro mundo” que ni tan solo son conscientes de vivir en el Imperio de la Mentira que nació el 23 de diciembre de 1913, con la aprobación de la Reserva Federal (minuto 49).

Ni tan siquiera se han dado cuenta de que el interés por la geopolítica es hoy una ineludible y seria exigencia de la auténtica caridad. Ni tan solo se han dado en cuenta de que lo que está en juego no solo es “la humanidad” en abstracto, sino todas y cada una de nuestras propias familias. Esto es lo que me vi obligado a escribir en el libro ¿La humanidad va hacia el Armagedón? ¿O hacia la plenitud del Punto Omega?:

“En un encuentro que tuve hace unos años con un reconocidísimo doctor que integraba su experiencia profesional con la espiritualidad, alguien me preguntó en qué lugar se podía encontrar toda la información geopolítica que yo estaba aportando (que había recopilado dedicando a ello bastantes horas de mis noches durante muchos años). El hecho de que fuese el doctor quien se apresurase a responder a una pregunta que se me hacía a mí y, sobre todo, la misma respuesta que dio, se convirtieron para mí en una anécdota que revistió categoría de símbolo de ese espiritualismo al que me estoy refiriendo. La respuesta fue esta: ‘No es necesario buscar fuera, basta con escuchar el propio corazón, que siempre es sabio’.

Años después he visto un video en el que él se refería de nuevo a cuestiones políticas. Lo hacía muy brevemente: ‘No vale la pena dedicarles mucho tiempo’. Y poco después afirmaba que aquel que se ha dedicado a invadir otro país (se refería evidentemente al presidente Putin) le daba náuseas. A lo cual añadía: ‘Como de todos modos no podemos cambiar el mundo, lo único que queda es cambiarse a uno mismo’.”

Así que, a lo largo de ese medio siglo largo, al que me he referido antes, he podido comprobar reiteradamente que en el ámbito de tales espiritualidades, aquellas que hoy están de moda, no se suele ser consciente de que en el mundo real existen elementos que difícilmente pueden ser encajados en un paradigma como ese que ellas ofrecen, un paradigma tan excesivamente simplista. Por tanto, estoy convencido de que, al igual que sucede en el ámbito de la ciencia (tal como expuse en la primera parte de este artículo), no habrá ningún avance espiritual real si no se llega a unificar la espiritualidad y la “lucha” por la Paz.

Como afirmaba el extraordinario maestro Eno (Huineng), supuestamente el sexto patriarca Zen y el verdadero fundador del Zen en China, “El verdadero maestro enseña siempre mediante la utilización de los opuestos”. Especialmente si se es espiritual, habría que integrar aquel ámbito que parece estar en el extremo opuesto, que incluso pareciese ser incompatible con la espiritualidad: la geopolítica, absolutamente imprescindible hoy en nuestro mundo globalizado. De Eno también nos ha llegado aquella famosa enseñanza: “No creas que vas a lograr la Budeidad sentándote todo el día con la mente en blanco”.

Con frecuencia, hasta se produce algo peor. En las mentes de muchas de estas personas, que dicen que no miran la televisión, pero que en realidad están absolutamente condicionadas por la Mentira (que, como una niebla tóxica, invade toda las culturas y las sociedad occidentales controladas totalmente por Black Rock y otros grandes fondos de inversión), se ha producido un sorprendente y perverso proceso de distorsión: en él, nosotros somos siempre los buenos; las víctimas se han convertido en los victimarios y los victimarios en víctimas; etc. Toda esa confusión nos convierte en cómplices pasivos, incluso activos a veces. Ya me referí a ello en el citado libro:

“En esa construcción del Reino, los cristianos no podemos permitirnos errores tan burdos como aquellos en los que creo que han caído últimamente ciertas figuras nuestras (del ámbito de la solidaridad muy conocidas mediáticamente, a las que los grandes medios corporativos utilizan hábilmente), que se han volcado totalmente a favor de ‘la heroica Ucrania agredida por el criminal Putin’.

Situaciones tan lamentables como esta (‘líderes’ católicos de la solidaridad cayendo absurdamente en manos de la propaganda ‘informativa’), muestran a las claras que, por sí solas, las motivaciones religiosas no bastan si no van acompañadas de la necesaria lucidez política. Más aún: tantos esfuerzos ‘solidarios’ no solo no ayudan en nada a la Justicia y a la Paz, sino que les hacen un grave daño.”

En conclusión, en mi opinión existen categorías y paradigmas espirituales o teológicos mucho más integradores que el centrado en “la meditación que nos llevará a la iluminación”. Categorías y paradigmas que nos exponen mucho menos al narcisismo sutil que tantas veces está latente en los esfuerzos por llegar a ser un “iluminado”. En mi anterior artículo ya me referí al hecho de que miles de experiencias cercanas a la muerte apuntan a la idea de que todos tenemos una misión en esta vida. Me parecen, por tanto, mucho más integradoras esas categorías de misión o propósito en esta vida, así como aquel paradigma teísta que gira en torno al gran mandamiento del Amor.

Entiendo perfectamente que en la vocación monástica o eremítica cristina la experiencia tabórica ocupe un lugar relevante. Existen cristianos con esa vocación monástica o eremítica que han sentido hacia las víctimas de las guerras “lejanas” una empatía tan autentica y profunda (eso es lo realmente decisivo), que han llegado a sentir como propio todo el dolor de aquellas víctimas. Una empatía mucho mayor incluso que la que podamos sentir algunos de quienes trabajamos activamente por la paz. Yo he conocido muy de cerca a alguno de esos cristianos.

Pero ese mismo hombre de Dios al que me refiero tenía muy claro, y así nos lo explicó un día, que a Pedro, Santiago y Juan se les concedió la gracia de ser testigos de la Transfiguración solo con un propósito: a fin de que fuesen capaces de enfrentar la difícil misión que recibirían tras la pasión, muerte y resurrección, ya inminentes, de aquel Transfigurado. Ese sí es un análisis espiritual realmente inclusivo e integrador.

Es exactamente la misma gracia, la de ver en la cima de la montaña la gloria del Señor, la que dos milenios después se le concedió a Martin Luther King solo unas horas antes de su asesinato. Así lo expresó en su último discurso/sermón colmado de la fuerza arrolladora del Espíritu de Dios. Un mensaje que, providencialmente filmado, constituye un extraordinario tesoro espiritual para toda la humanidad:

“Se nos vienen días difíciles. Pero ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. No me importa. Como a cualquier persona me gustaría vivir una larga vida. Pero eso no me preocupa ahora. Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allí con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. Así que esta noche estoy feliz, no me preocupa ninguna cosa. ¡No le temo a ningún hombre! ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!”

Son muchos, pues, los paralelismos entre, por una parte, la necesidad de lograr una visión unificada del mundo subatómico (tan diminuto que es invisible, regido por la mecánica cuántica) con el inmenso cosmos (regido por la gravedad, en el que la relatividad general es la principal clave), y, por otra parte, la necesidad de lograr una visión igualmente unificada entre una íntima experiencia mística y el gran reto de la Paz mundial.

Seguramente no es nada fácil lograr una integración tan madura entre estos dos últimos opuestos, al igual que parece casi inalcanzable por ahora una Teoría del Todo. Pero sería ya un gran paso hacia una futura unificación el solo hecho de tomar conciencia, humilde y honestamente, de nuestros propios reduccionismos espiritualistas.

Foto: El Dr. Martin Luther King Jr. hizo su última aparición pública en el Mason Temple de Memphis el 3 de abril de 1968. Fue asesinado al día siguiente en el balcón de su motel. Charles Kelly/Associated Press