La decisión del papa Francisco I de crear, en alianza con los Rothschild y otros magnates con sus selectas fundaciones, el Consejo para un Capitalismo Inclusivo con el Vaticano es una noticia triste, o como mínimo ambigua, para alguien que, como es mi caso, ha escrito un voluminoso libro titulado La hora de los grandes “filántropos”. En él se expone como esas élites son las causantes de las mayores tragedias humanas habidas tras la Segunda Guerra Mundial, así como del acelerado proceso en Occidente tanto hacia una concentración cada vez mayor de riqueza y poder en sus manos como hacia unas crecientes desigualdades cada vez más abismales.

Como explico en los dos primeros párrafos de mi anterior artículo, esas élites con las que Francisco va a trabajar son también las que precisamente crearon y siguen sosteniendo al día de hoy a Paul Kagame. Sus crímenes, como los de dichas élites, no son cosa del pasado. Vamos así viendo cada vez más claramente que el modo como fue recibido este gran criminal en el Vaticano no fue un accidente en el itinerario personal de Francisco I. Más grave aún fue el hecho de que le pidiese perdón por el odio de muchos religiosos hutus, a él que es el iniciador y la personificación misma de aquel odio que desde 1990 está arrasando Ruanda y la RDC y provocando millones de víctimas mortales. Sin contar heridos, violaciones, expolios, éxodos, etc.

Ya no es fácil sostener que tales posicionamientos fueran la consecuencia de la falta de información de Francisco I sobre semejante monstruo. Después vino el sorprendente nombramiento de alguien muy cercano a Paul Kagame como primer cardenal de la historia de Ruanda. Seríamos unos ingenuos si creyésemos que estas decisiones de tanta trascendencia son simplemente resultado de la casualidad. Mantengamos la posibilidad de que a Francisco I le faltase información sobre los acontecimientos de la historia más reciente de Ruanda y Congo. Pero ¿cómo el cardenal que presidió la Conferencia Episcopal Argentina durante la sangrienta dictadura de Videla, Massera y Agosti iba a ignorar que esos “filántropos”, con los que va a trabajar, arrasan países, no tienen ningún tipo de escrúpulos y, por el momento -mientras sigan ocupando con prepotencia la cúpula del poder mundial- son irreformables? ¿Cómo iba a ignorar que fue Henry Kissinger quien, a las órdenes de David Rockefeller y las grandes familias “filantrópicas”, dirigió el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende y el Plan Cóndor que ensangrentó Argentina y toda América Latina?

¿Cómo explicar esa opción de Francisco I? No sé bien qué piensa conseguir de ellos. Pero me temo que ellos seguro que conseguirán de él todo lo que buscan. Como mínimo, que les lave y blanquee muy eficazmente su imagen. Y, lo que es más importante, que el representante de Dios en la tierra bendiga su “Gran Reinicio Económico Mundial”, posible ahora con una población mundial dispuesta a hacer sacrificios. ¿Se trata de una gran iniciativa de las élites a las que Francisco simplemente se une o por las que es captado? ¿O Francisco I la viene preparando junto a ellos desde hace ya tiempo? ¿Qué pretende? ¿Que, al igual que Zaqueo (Lucas 9, 1-10), se conviertan repentinamente, den la mitad de sus fortunas a los pobres y que a aquellos a los que perjudicaron les restituyan cuatro veces más? Algo así, buscando siempre a los ricos, es lo que hace el Opus Dei desde sus inicios. ¿Será también lo que ahora pretende Francisco? En diferentes ocasiones se ha referido a este relato evangélico.

Confieso que yo mismo me he emocionado en más de una ocasión al leer el cuento Canción de Navidad de Charles Dickens. El triunfo de la Gracia sobre la avaricia es para mí el mayor de los milagros. Será el milagro final. Pero dudo mucho que Francisco consiga tal cosa de las élites con las que va a colaborar. No creo que la figura de Zaqueo sea la más adecuada para entender todo este asunto. Creo que los paralelismos evangélicos hay más bien que buscarlos en las élites que acabaron con Jesús e intentaron, sin conseguirlo, acabar con su proyecto liberador. Desde la plegaria y el anhelo de comprensión del proyecto del Jesús histórico que nos trasmiten los evangelios, me parece que las claves para explicar semejante opción del actual papa son otras.

Creo que dichas claves más bien tendrían que ver, en primer lugar, con la estrecha relación entre los fines y los medios de todo proyecto. Es decir, tendrían que ver con el hecho de no haber tenido suficientemente en consideración la indivisibilidad entre fines y medios. La persona que he conocido con la más profunda comprensión e identificación con Jesús me hizo un día el más hondo y teológico comentario que he oído sobre las tentaciones de Jesús en el desierto (Mateo 4, 1-11; Marcos 1, 12-13; Lucas 4, 1-13). Me explicó que eran tentaciones no sobre la misión de Jesús, que él ya tenía muy clara, sino sobre los medios para llevarla a cabo. Medios de poder: el poder taumatúrgico para su propio beneficio, el reconocimiento de las gentes, el dominio “sobre todos los reinos del mundo”.  La conclusión de dicho relato es muy clara: para instaurar el Reino de Dios en la tierra… ¡no se puede trabajar con el diablo, ni adaptarse a sus medios y métodos!¡Qué difícil es entender en los grandes ámbitos de la política y economía globales la convicción de mahatma Gandhi sobre lo decisivos que son no solo los fines sino también los medios!

Lo cual nos conecta con otra de las posibles claves de la opción de Francisco I: un pragmatismo demasiado chato, que con frecuencia está alejado de los sutiles criterios que movían al crucificado-resucitado. Nos enfrentamos a la importante cuestión de lo inadecuado que es el pragmatismo ante a las grandes decisiones que marcarán la historia del cristianismo. En ellas solo vale la intuición, la fidelidad a la suave voz del Señor. Al igual que el diablo de este relato, estas astutas élites, con siglos de experiencia, saben bien que las personas “pragmáticas” son más fáciles de convencer y captar que los auténticos líderes espirituales, mucho más intuitivos e independientes frente al poder. No creo que las élites actuales sean muy diferentes de aquellas que urdieron el complot contra Jesús, utilizando a Judas, el discípulo que aspiraba a reconducir al Maestro por caminos más “sensatos”, “eficaces” y “políticamente correctos”. Incluso podrían ser consideradas como las herederas, en cierto modo, de ellas.

El preguntarnos si las decisiones y el comportamiento de los papas actuales están o no en sintonía con la praxis de Jesús de Nazaret no es, ni mucho menos, una falta de respeto. El predecesor de todos ellos, Simón Pedro, el pescador, ya tuvo que enfrentarse a ese escrutinio en diversas ocasiones. En una de ellas su Maestro fue especialmente duro con él. Pretendía aleccionar a Jesús sobre los acontecimientos futuros y las opciones de Jesús ante ellos -su muerte y fracaso-, opciones incomprensibles desde las categorías puramente humanas de Pedro: “Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás, pues eres un tropiezo para mí! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.” (Mateo. 16, 23). Más tarde fue Pablo de Tarso el que tuvo que reprender a Pedro (Gálatas 2, 11-14). ¡Qué difícil es la fidelidad al espíritu de las bienaventuranzas y las malaventuranzas (Lucas 6, 20-26), el programa de aquel Jesús histórico tan incómodo, aquel que armando un látigo expulsó a los mercaderes del templo (Juan 2, 13-25)!

Estas dos claves anteriores están estrechamente relacionadas con una tercera: la incapacidad o capacidad, absolutamente intuitiva, para detectar la hipocresía enmascarada de “grandeza” y “filantropía”. Solo los seres humanos totalmente abiertos y desinteresados, sin prejuicios ni proyecciones psicológicas propias, son capaces de detectar lo que las gentes realmente esconden en sus corazones. Jesús percibía los pensamientos de aquellas élites que acabarían con él, los conocía bien y sabía lo que escondían en su interior (Mateo 9, 4; Juan 2, 24). Y era bien consciente de sus falacias y argucias: “Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos” (Mateo 16, 11-12). Inicialmente el título de mi libro era La hora de los grandes financieros. Pero finalmente, a la luz del Evangelio, su máscara de “filantropía” me pareció que era lo más relevante a destacar. La hipocresía era la que provocaba la mayor indignación de Jesús (Mateo 23, 27-32; Marcos 12, 38-40; Lucas 11, 43 y 20, 46). ¡Qué fácil es dejarse manipular por el poder y sus trampas! ¡Qué difícil es descubrir el verdadero rostro tras las máscaras y las intenciones ocultas en los corazones!

¿Francisco I ha cometido otro gran error como el que cometió con su solemne recepción al gran criminal Paul Kagame? ¿O como el que posiblemente cometió Pio XII (si lo confrontamos al mensaje y la praxis de Jesús) no denunciando al nazismo públicamente y de modo inequívoco, por mucho que salvase calladamente a decenas de miles de judíos? ¿O como el que seguramente cometió Juan Pablo II blandiendo ante todo el mundo su dedo amenazador sobre la cabeza de Ernesto Cardenal? Solo Dios es capaz de emitir un juicio al respecto. En lo que a mi respecta, el único dedo amenazador que me importa a esta altura de mi vida -un dedo que también se moverá un día sobre muchas cabezas papales de la historia-, es este.

En todo caso -sin referirnos a otros grandes profetas y apóstoles como monseñor Romero en América o monseñor Munzihirwa en África, sino solo a papas- me parecen mucho más evangélicos papados “ineficaces” como el de Juan Pablo I. ¡Qué pesado silencio cayó sobre las circunstancias de su muerte! Un papado “ineficaz”, como “ineficaz” fue la vida de Jesús. En el momento más decisivo de su vida, frente a Poncio Pilatos, el máximo representante en Jerusalén de las poderosas élites de entonces, no cedió ni un centímetro al pragmatismo. Ni la menor transacción. Con tan solo sus treinta y tantos años, cuando aún podía hacer tantas cosas por la humanidad, se auto condenó irremediablemente: “Sí, tú lo dices, yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad” (Juan 18, 37). ¡Ojalá me equivoque y nos encontremos ante un hito histórico, ante una verdadera genialidad de Francisco I guiado por la mano de Dios! Pero la verdad es que hecho mucho a faltar las denuncias proféticas frontales del Señor crucificado-resucitado, y de tantos otros tras Él, hechas siempre desde la terrible situación que las víctimas del poder sufren siglo tras siglo.

Capitalismo inclusivo, en alianza con el Vaticano (08.12.2020)