Vivimos tiempos bien extraños. Tiempos de una impostura tal, que hasta los cambalaches locales o nacionales de los años treinta del pasado siglo XX, de los que se lamentaba Enrique Santos Discépolo en su famoso tango Cambalache, parecen ya algo naif. Ahora vivimos en un mundo globalizado, especialmente a lo que imposturas se refiere. Quienes desconocen o no tienen en cuenta las claves globales que están tras el escenario político en el que gesticulan los Obama, Clinton o Trump (escenario con el que nos distraen los medios al servicio de los verdaderos poderes en la sombra), andan perdidos frente a lo que realmente está sucediendo vertiginosamente en nuestro mundo. El pasado sábado 21 de enero, cuando aún no hacía ni veinticuatro horas que el machista Donald Trump era el nuevo presidente de Estados Unidos, cientos de miles de mujeres se manifestaban, en multitudinarias marchas, por numerosas ciudades de nuestro maravilloso Occidente, clamando contra semejante monstruo. Hasta aquí todo comprensible. Hasta admirable. El problema comienza cuando, escuchando a muchas de ellas compruebas que, en el caso de que la triunfadora hubiese sido Hillary Clinton, estas mujeres estarían marchando para festejar el triunfo de su admirada candidata, la primera mujer que en la historia de Estados Unidos habría llegado a la presidencia de la nación. De igual modo, el problema comienza cuando contemplas las fotos en la que las manifestantes jalean jubilosas, entre aplausos y gritos, al “pacífico” ciudadano John Kerry, quien, en una entrañable estampa, marchaba junto a su perro.

¿Acaso estas mujeres no han leído los cables secretos de Hillary Clinton o sobre ella ni oído la ya famosa intervención, grabada y filtrada, del secretario de Estado John Kerry, documentos en los que queda en evidencia la estrecha complicidad entre estos líderes del Partido Demócrata y el Daesh o los otros grupos terroristas semejantes? ¿Acaso no han oído nada sobre los terribles crímenes contras las mujeres cometidos por todas estas organizaciones? ¿Acaso no saben que Arabia Saudí es el principal financiador tanto de los citados terroristas como de la campaña electoral de Hillary Clinton? ¿Acaso no conocen la situación de la mujer en esta totalitaria petromonarquía? Lo que allí sucede sí es verdadero machismo y no las torpes bravuconadas de Donald Trump. ¿Acaso no han oído hablar de los centenares de miles de violaciones que se suceden inacabablemente en el Congo? ¿Acaso son tan ignorantes que no saben que los Clinton son los máximos responsables de la tragedia y el pillaje masivo del Congo? ¿Es que no les importa nada la trágica suerte de las mujeres congoleñas, libias o sirias? ¿Dónde estaban estas mujeres cuando era una cuestión de la más elemental dignidad humana el manifestarse frente a las agresiones encubiertas de Occidente a Ruanda, Congo, Libia, Siria y un largo etc.? ¿Tan manipulables han acabado siendo?

La verdad es que tanto las campañas de bombardeo mediático masivo como la infiltración y manipulación de los movimientos sociales están siendo tan poderosas, que cabe una cierta disculpa a tanta ignorancia. Sin embargo, para todos aquellos que creemos en el feminismo, es también una obligación el intentar evitar el secuestro -otro secuestro más- de este histórico y ejemplar movimiento. Este es el índice de los nueve capítulos de la Primera Parte de mi libro La hora de los grandes “filántropos”: 1 El secuestro de la democracia. 2 El secuestro de la economía. 3 El secuestro de la ética. 4 El secuestro de la razón. 5 El secuestro de las grandes ONG para los derechos humanos, la democracia y la libertad. 6 El secuestro de la información. 7 El secuestro de la educación. 8 El secuestro consentido de la dignidad y la esperanza. 9 La crisis: una oportunidad para la transformación. Es evidente que en semejante esquema se podría seguir hablando de muchos secuestros más: el de los movimientos sociales, el del legado de Alfred Nobel… Pero a partir de este momento me ceñiré al objeto de este artículo: el secuestro del movimiento feminista. Y apoyaré mi posición solo con citas de mujeres. De cuatro mujeres lúcidas, en concreto, que no se han dejado manipular por unos poderes que azuzan a los movimientos feministas mientras no les importa absolutamente nada la tragedia de millones de mujeres cuyos países han arrasado ellos mismos en estas últimas décadas.

La primera de ellas, la periodista Asra Nomani, ex colaboradora del Wall Street Journal, acaba de denunciar en un  artículo titulado “Women in the World”, publicado en el The New York Times, la estrecha relación entre los financiadores de la campaña electoral de Hillary Clinton y los patrocinadores de la Marcha de Mujeres en Washington. Asra Nomani contabiliza hasta 56 grupos que han sido organizadores de la Marcha y que al mismo tiempo están financiados por la Open Society Foundation y otras organizaciones del multimillonario George Soros. Las mismas organizaciones “filantrópicas” que están tras las llamadas revoluciones de colores que han desestabilizado país tras país en estos últimos años. Son las manifestaciones y revoluciones presentadas sistemáticamente como independientes y espontáneas por los grandes medios occidentales, aunque de tanto en tanto den voz a alguien independiente, como es el caso de Asra Nomani. George Soros no ha tenido ningún problema en reconocer que, por ejemplo, en 2014 introdujo en Ucrania una ONG que contribuyó al derrocamiento del gobierno legítimo. Lo novedoso ahora es que se trata de un intento de golpe de Estado en el mismo Estados Unidos.

Y con esta última cuestión pasamos a la segunda de nuestras mujeres de hoy, la periodista Vicky Peláez. También esta semana, escribía lo que sigue en un artículo titulado “La clase dominante, en guerra sin cuartel contra Trump”:

“La clase dominante norteamericana y sus colegas europeos, promotores de la globalización y la creación de un nuevo orden económico del 1% de los más ricos y poderosos, han considerado al presidente de EEUU, Donald Trump, como un símbolo del nacionalismo y populismo que representa un desafío a su agenda a nivel planetario. Desde su elección como presidente norteamericano, las élites mundiales se han enfrascado con todos sus medios en una lucha contra este nuevo líder de EEUU y están decididos a no permitir el proceso de desglobalización que, al parecer, quiere iniciar Donald Trump con su consigna ‘America First’ (Primero América).

Tan grande es el temor de las élites neoliberales globales al liderazgo que puede ejercer Donald Trump sobre el mundo, que desde el día de su investidura lograron promover, con la ayuda de los medios de comunicación a su servicio, protestas en Washington y muchas otras ciudades norteamericanas, utilizando inclusive a manifestantes profesionales. […] La Marcha de Mujeres en Washington fue programada el año pasado con tres demandas fundamentales: Justicia de Género, Justicia Racial y Justicia Económica. También fue reorientada ‘misteriosamente’ hacia una agenda anti-Trump. […] Resulta que este multimillonario [George Soros] neoliberal y partidario de la creación de un Gobierno global ha patrocinado a más de 213 organizaciones que participaron en la diseminación de ‘fake news’ (noticias falsas) con el propósito de desacreditar a Donald Trump.”

Nuestra tercera mujer de hoy es la intelectual feminista, profesora de filosofía y política en la New School for Social Research de Nueva York, Nancy Fraser. Su esclarecedor artículo “Trump o el fin del neoliberalismo progresista” abre nuestros ojos a las alianzas y complicidades entre Wall Street, Silicon Valley y Hollywood por una parte y por otra los nuevos movimientos sociales como el feminismo, el antirracismo, el multiculturalismo y el pro derechos LGBTQ (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero):

“La elección de Donald Trump es una más de una serie de insubordinaciones políticas espectaculares que, en conjunto, apuntan a un colapso de la hegemonía neoliberal. Entre esas insubordinaciones, podemos mencionar entre otras, el voto del Brexit en el Reino Unido, el rechazo de las reformas de Renzi en Italia, la campaña de Bernie Sanders para la nominación Demócrata en los EEUU y el apoyocreciente cosechado por el Frente Nacional en Francia.

Aun cuando difieren en ideología y objetivos, esos motines electorales comparten un blanco común: rechazan la globalización de las grandes corporaciones, el neoliberalismo y el establishment político que los respalda. En todos los casos, los votantes dicen “¡No!” a la combinación letal de austeridad, libre comercio, deuda predatoria y trabajo precario y mal pagado que caracteriza al actual capitalismo financiarizado. Sus votos son una respuesta a la crisis estructural de esta forma de capitalismo, crisis que quedó expuesta por primera vez con el casi colapso del orden financiero global en 2008.

Sin embargo, hasta hace poco, la repuesta más común a esta crisis era la protesta social: espectacular y vívida, desde luego, pero de carácter harto efímero. Los sistemas políticos, en cambio, parecían relativamente inmunes, todavía controlados por funcionarios de partido y elites del establishment, al menos en los estados capitalistas poderosos como los EEUU, el Reino Unido y Alemania. Pero ahora las ondas de choque de las elecciones reverberan por todo el planeta, incluidas las ciudadelas de las finanzas globales.

[…] No obstante, la victoria de Trump no es solamente una revuelta contra las finanzas globales. Lo que sus votantes rechazaron no fue el neoliberalismo sin más, sino el neoliberalismo progresista. Esto puede sonar como un oxímoron, pero se trata de un alineamiento, aunque perverso, muy real: es la clave para entender los resultados electorales en los EEUU y acaso también para comprender la evolución de los acontecimientos en otras partes.

[…] En la forma que ha cobrado en los EEUU, el neoliberalismo progresista es una alianza de las corrientes dominantes de los nuevos movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo y derechos LGBTQ) por un lado y, por el otro, el más alto nivel de sectores de negocios “simbólicos” y de servicios (Wall Street, Silicon Valley y Hollywood). En esta alianza, las fuerzas progresistas se han unido efectivamente con las fuerzas del capitalismo cognitivo, especialmente la financiarización. Aun sin quererlo, lo cierto es que las primeras le han aportado su carisma a las últimas. Ideales como la diversidad y el “empoderamiento”, que en principio podrían servir a diferentes propósitos, ahora dan lustre a políticas que han resultado devastadoras para la industria manufacturera y para lo que antes era la clase media.

El neoliberalismo progresista se desarrolló en los EEUU durante estas tres últimas décadas y fue ratificado por el triunfo electoral de Bill Clinton en 1992. Clinton fue el principal organizador y abanderado de los “Nuevos Demócratas”, el equivalente estadounidense del “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. […] Aun cuando el gobierno de Clinton respaldó esas ideas progresistas, también cortejó a Wall Street. Pasando el mando de la economía a Goldman Sachs, desreguló el sistema bancario y negoció tratados de libre comercio que aceleraron la desindustrialización. Lo que se perdió por el camino fue el Rust Belt (Cinturón del Óxido), otrora bastión de la democracia social del New Deal y ahora la región que ha entregado el Colegio Electoral a Donald Trump. Esa región, junto con nuevos centros industriales en el Sur, recibió un duro revés con el despliegue de la financiarización más desenfrenada durante las últimas dos décadas. Las políticas de Clinton -que fueron continuadas por sus sucesores, incluido Barak Obama- degradaron las condiciones de vida de todo el pueblo trabajador, pero especialmente de los trabajadores industriales.

[…] El resultado fue un “neoliberalismo progresista”, amalgama de truncados ideales de emancipación y formas letales de financiarización. Esa amalgama fue desechada en su totalidad por los votantes de Trump. Entre los marginados por este bravo mundo cosmopolita tienen un lugar prominente los obreros industriales, sin duda, pero también hay ejecutivos, pequeños empresarios y todos quienes dependían de la industria en el Rust Belt (Cinturón Oxidado) y en el Sur, así como las poblaciones rurales devastadas por el desempleo y la droga. Para esas poblaciones, al daño de la desindustrialización se añadió el insulto del moralismo progresista, que estaba acostumbrado a considerarlos culturalmente atrasados. Los votantes de Trump no solo rechazaron la globalización sino también el liberalismo cosmopolita identificado con ella. […] Ante sus ojos, las feministas y Wall Street eran aves de un mismo plumaje, perfectamente unidas en la persona de Hillary Clinton.

[…] A nivel personal, no derramé ninguna lágrima por la derrota del neoliberalismo progresista. Es verdad: hay mucho que temer de una administración Trump racista, antiinmigrante y antiecológica. Pero no deberíamos lamentar ni la implosión de la hegemonía neoliberal ni la demolición del clintonismo y su tenaza de hierro sobre el Partido Demócrata. […] En esta situación, no sólo hay peligros, también hay oportunidades: la posibilidad de construir una nueva Nueva Izquierda. Que ello suceda dependerá en parte de que los progresistas que apoyaron la campaña de Hillary sean capaces de hacer un serio examen de conciencia. Necesitarán librarse del mito, confortable pero falso, de que perdieron contra una ‘banda de deplorables’ (racistas, misóginos, islamófobos y homófobos) ayudados por Vladimir Putin y el FBI.”

Finalmente, nuestra cuarta mujer de hoy es la actriz Susan Sarandon. Entre tantos artistas y famosos neoliberales progresistas, destaca su voz lúcida y valiente. Seguidora, desde el inicio, de Bernie Sanders, se resistió después a votar a Hillary Clinton. Entrevistada en el programa Newsnight de la BBC, se le preguntó sobre la importancia de que una mujer fuese elegida presidenta de Estados Unidos por primera vez en la historia del país. Su sensata respuesta fue sencilla y directa: lo importante no es tener una mujer como mandataria, sino tener a la mujer correcta. El día anterior a la entrevista había hecho pública en las redes sociales una carta en la que apoyaba a la candidata del Partido Verde, Jill Stein. En la entrevista en la BBC explicó los motivos de su elección: “La razón por la cual estamos en esta situación (de crisis social, política y ambiental) es porque todos han estado votando el menor de dos males por mucho tiempo”. Estas verdaderas feministas, o las conmovedoras Thelma and Louise, a contracorriente de tanto poder machista y falsario, son las que sí arrebatan toda mi admiración.