«Socialismo o libertad», este es el lema de Isabel Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del Partido Popular a las elecciones del 4 de mayo. Este eslogan, copiado de un partido de extrema derecha, racista y xenófobo, Alternativa para Alemania, es una muestra más de la perversión de las palabras en política. Democracia, solidaridad, libertad… ya han perdido su sentido liberador o revolucionario de tan usarlas ligeramente o, incluso, de emplearlas para objetivos contrarios a lo que verdaderamente significan. Pero, sin duda, el intento de apropiación de la libertad por parte de la derecha es la más grave profanación de la idea por la que ha luchado la humanidad a lo largo de la historia, precisamente luchando contra los que serían los equivalentes históricos del Partido Popular, Vox y Ciudadanos.
Sí, los tres partidos de la derecha española, quienes se hicieron juntos la famosa foto de la plaza Colón de Madrid, ahora pugnan por apropiarse de la libertad. Un particular concepto de libertad deben tener aquellos que nunca han condenado el franquismo, sino que lo han defendido y alabado abiertamente, «sin complejos».
Ahora son los abanderados de la libertad, pero siempre han estado contra las libertades individuales: están en contra de la libertad de religión, como estuvieron en contra del divorcio (aunque algunos se apuntaron personalmente a él de manera entusiasta), o están en contra de la libertad de las mujeres de abortar… La última, están en contra de la ley que regula la libertad de las personas sin curación posible a morir dignamente, negándoles el derecho a terminar con un sufrimiento inhumano.
Gritan libertad, pero están en contra de la libertad de expresión: condenan a años de cárcel a los raperos que hacen canciones criticando a la monarquía. Eso sí, defienden la libertad de los monarcas a cobrar comisiones, a tener dinero en el extranjero y a no tributar a Hacienda. Incluso, creo que defenderían la libertad de los monarcas a ejercer el derecho de pernada, si algún día les place.
Y es que tienen un particular concepto de la libertad individual, ya que anteponen el placer de beber una cerveza a las restricciones a causa de la pandemia. Parece que beber una cerveza en un bar es una seña de identidad de los madrileños, como si a todos no nos gustara salir y alternar en bares y restaurantes. Lo que pasa es que nuestro sentido de responsabilidad, y el de nuestros gobernantes, ha salvado miles de vidas (Baleares, 20 muertes por cada 100.000 habitantes; Comunidad de Madrid, 127 muertes por cada 100.000 habitantes). Que cada uno ponga el calificativo que quiera a esta gestión política.
También están en contra de las libertades colectivas: hacen bandera de la Constitución española, pero reniegan del artículo que dice «la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección». Para ellas, las derechas, en lugar de respeto, odio; en lugar de protección, persecución.
Odian a los inmigrantes … pobres. Si son ricos no son moros, son árabes, con los que puede alternar la jet set en Marbella.
También odian a los pobres, «mantenidos subvencionados» en palabras de Ayuso. Tal falta de empatía con los que lo han perdido todo es doblemente obscena en una gente que siempre ha vivido del erario público, ya sea en el partido o «enchufados» en las administraciones públicas.
Finalmente, se llaman liberales porque propugnan la rebaja de los impuestos y la privatización de los servicios públicos. Lo que no dicen es que sus rebajas sólo benefician a los ricos, el resto sólo perdemos el deterioro de los servicios públicos.
Eso sí, ¡en nombre de la libertad!