La arrogancia de Borrell al pretender ir a Moscú a dar lecciones sobre derechos humanos es la verdadera ofensa. Sergei Lavrov ha hecho bien en no dar importancia a este intento de humillación.

Como dice el viejo refrán, una semana es mucho tiempo en política. Lo que significa que muchas cosas pueden cambiar en un corto espacio de tiempo. La semana pasada, el jefe de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, estuvo en Moscú en lo que parecía ser una reunión cordial y de negocios con su homólogo ruso, Sergei Lavrov.

Una semana más tarde, en el Parlamento Europeo se clama por la dimisión de Borrell y se amenaza con más sanciones económicas contra Rusia. Por su parte, Moscú advierte que puede romper los lazos con la Unión Europea si el club sigue adelante con las amenazas de poner en peligro la economía rusa.

¿Qué demonios ha pasado? El Kremlin sostiene que la reunión entre Lavrov y Borrell en Moscú fue buena; no demasiado amistosa, pero sí un intercambio útil y franco de opiniones sobre diversos temas. Por lo que mostraron las cámaras en una rueda de prensa conjunta, ese parecía ser el caso.

Sí, en un momento dado Lavrov dijo en la rueda de prensa que la UE estaba actuando como un «socio poco fiable» que a menudo se comportaba como si fuera Estados Unidos en la conducción de sus relaciones con Rusia en lugar de ser un club supuestamente independiente. Y sí, mientras Borrell estaba en Moscú, el Kremlin anunció la expulsión de tres diplomáticos de Alemania, Suecia y Polonia por haber asistido a protestas no autorizadas en apoyo del malversador encarcelado Alexei Navalny. Es una prerrogativa de Rusia.

Desde el regreso de Borrell se ha desatado el furor en Bruselas. Se acusa a Rusia de «humillar» a la Unión Europea y a su principal diplomático. Los parlamentarios de derechas, especialmente los de los países bálticos antirrusos, exigen su dimisión por ser un supuesto pelele al que Lavrov «engañó». El propio Borrell pareció endurecer su actitud tras el suceso, quejándose de que Rusia no está interesada en mantener relaciones bilaterales con la UE y advirtiendo de que en un futuro próximo podría haber más sanciones en la agenda.

Pero, ¿quién humilla a quién? Borrell llegó a Moscú dando por hecho que tenía derecho a decir a las autoridades rusas que liberaran inmediatamente a Navalny de la cárcel y a dar lecciones a sus homólogos rusos sobre la represión de las concentraciones públicas no autorizadas.

Toda la saga de Navalny huele a una elaborada provocación orquestada por las agencias de inteligencia occidentales y el autodenominado activista anticorrupción que afirma haber sido envenenado bajo las órdenes del presidente Vladimir Putin. Nunca se han presentado pruebas de una acusación tan extravagante y provocadora. En cualquier caso, Navalny es un condenado por malversación de fondos que violó la libertad condicional al escaparse a Alemania durante cinco meses para llevar a cabo su campaña de propaganda. Su encarcelamiento es un asunto de los tribunales rusos.

¿Qué le da a Borrell o a cualquier otra figura política occidental el derecho a exigir algo a Rusia en relación con Navalny? ¿Cómo pueden ungir a este agente provocador profesional patrocinado por el extranjero como un santo de los derechos humanos?

La arrogancia de Borrell al pretender ir a Moscú a dar lecciones sobre derechos humanos es la verdadera ofensa. Sergei Lavrov ha hecho muy bien en no dar importancia a este intento de humillación y en hacer saber al representante europeo que su club es «poco fiable» en sus incesantes giros para apaciguar la política de hostilidad antirrusa de Washington.

La cuestión de la «falta de fiabilidad» queda subrayada por el abyecto comportamiento posterior del propio Borrell. Tan pronto como regresó a Bruselas en medio de los abucheos de los parlamentarios rusófobos, el diplomático cambió rápidamente su tono para parecer que estaba siendo duro con Moscú.

El barril (barrel), o más bien dicho Borrell, es una forma adecuada de describir la irresponsabilidad de la Unión Europea, que no tiene nada que hacer. Es impotente en su aquiescencia con el imperialismo estadounidense y el belicismo de éste hacia Rusia. Es débil en su contemporización con los rabiosos rusófobos dentro de su propio parlamento, que preferirían imponer al resto de Europa un gas estadounidense mucho más caro en lugar de un suministro ruso económico a través del Nord Stream 2.

La irracionalidad de los políticos europeos de derechas y su servilismo al imperialismo estadounidense es algo que hay que considerar. Sin exagerar, prefieren iniciar una guerra en Europa en nombre de los estadounidenses que coexistir pacíficamente con Rusia. Preferirían exponer a las poblaciones a una pandemia de coronavirus debido al chapucero programa de vacunas de la UE que aprovechar la probada vacuna rusa Sputnik V: tal es su mentalidad antirrusa (si se profundiza, la colaboración histórica, la culpa, la vergüenza y las simpatías fascistas latentes con la Alemania nazi forman parte de esta perversa patología).

Dada esta patética falta de independencia e incoherencia, dada su efímera arrogancia e hipocresía, ¿es de extrañar que Rusia considere a la UE poco fiable? Tiene todo el derecho a decirlo.

Lo único que sorprende es que Rusia se haya mostrado tan tolerante ante la insultante insolencia europea. Sin embargo, tal y como está insinuando Lavrov, esa estoica tolerancia rusa puede estar llegando a su fin, en cuyo caso los europeos pueden ir a embocar su gasoducto Nord Stream en su Báltico.

Los políticos europeos títeres no paran de hacer ruido con el títere occidental Navalny y su misión de cambio de régimen, mientras que su silencio es ensordecedor en el caso de Julian Assange, que está siendo torturado en una mazmorra británica sin haber sido condenado por nada. ¿Un socio fiable? ¡La UE es un «Borrell de risa»!

Fuente: Strategic Culture Foundation

Parlamento Europeo: Crítica de Toni Comín a Josep Borrell después de su viaje a Moscú (11.02.2021)