El pasado miércoles, nuestras Illes Balears eran una fiesta, eran la viva imagen de la mítica Arcadia en la que reinan la armonía y la felicidad… ¡salvo los pájaros de mal agüero que siempre nos empeñamos en deslucir la fiesta! Nuestros nuevos dirigentes estaban radiantes, habían por fin conseguido que tomase las riendas de IB3 un gran profesional del periodismo, Andreu Manresa, el delegado en Mallorca de El País, “el diario global”, el diario de referencia en todo el mundo hispanoparlante. Al igual que la moneda global, el dólar, es aún la moneda mundial de reserva y la OTAN la garantía de nuestra libertad en un mundo en el que hay que derrocar a perversos tiranos y acabar con terroristas fanáticos. 

Pero algunos enmarcamos esta fiesta en una Europa en crisis y en un mundo en guerra. Una crisis y unas guerras (aparentemente sin conexión entre ellas) que tan solo son la punta del iceberg del gran proyecto de dominación global al que me refería en mi anterior artículo. Era un artículo lleno de citas de personalidades, nada sospechosas, que nos recuerdan que se trata de un proyecto único y en el que casi todo está pautado. Quienes colocamos la fiesta del miércoles en ese sombrío marco no lo hacemos por una necesidad patológica de ir a la contra y de amargar la fiesta, sino porque El País ha jugado y sigue jugando un papel clave en el blanqueo de demasiados crímenes contra la paz, presentándolos como intervenciones humanitarias o protectoras de pueblos sometidos a indeseables déspotas. Sin hablar del sutil blanqueo mediático de la enorme operación financiera que llaman crisis.

No es casual que Juan Luís Cebrián haya sido en España durante más de un cuarto de siglo el hombre de los grandes poderes globales que van avanzando paso a paso en el terrible proyecto de supremacía mundial que está tras la desregulación financiera y la gran crisis económica que nuestra sociedad está sufriendo desde 2008, así como tras las continuas guerras de agresión que están arrasando tantos países y llevando a nuestro mundo al borde del abismo. Y El País ha sido en todo el extenso ámbito hispanoparlante el principal instrumento de tales poderes, responsables de tanto sufrimiento y sangre derramada.

Dejemos en el olvido la desagradable cuestión referente a aquellos políticos locales íntegros, líderes históricos del PSM, que a lo largo de los años fueron denigrados y calumniados por este profesional “magnífico” y “ecuánime”. Parece que, incluso para la nueva generación de MES, ahora no es el momento de hablar de estos “cadáveres” en las “cunetas”. Es el momento de mirar hacia delante y olvidar el pasado. Olvidemos también, por supuesto, tanto juego sucio de El País en la cuestión del proceso que vive Catalunya

Tampoco hablemos de África, y mucho menos de Ruanda y el Congo. En especial no asociemos los cientos de miles de violaciones de mujeres y niñas congoleñas a la figura de Paul Kagame, a quien Ban Ki-moon (o mejor, los poderosos padrinos anglosajones de este títere) otorgó (o mejor, otorgaron) la presidencia de los nobles Objetivos del Milenio junto a José Luís Rodriguez Zapatero, calificando a ambos de “héroes de la humanidad”.

Limitémonos a la actualidad: la guerra en Siria. La injusticia sufrida por políticos históricos locales no es relevante y es ya pasado -dicen aquellos para quienes hay que relativizar eso de la memoria-. Lo de Catalunya será pronto pasado -piensan muchos-, sin tan siquiera haber llegado a ser presente. Y lo de África, aunque es también de absoluta actualidad, en realidad es como si no existiese. Así que no vale la pena que gastemos nuestra energía en denunciar la gran tragedia africana ni que cansemos a los lectores con ella. Es como hacer rayas en el agua. Cada vez que avanzamos un paso en la lucha contra la impunidad en ese continente, El País ya se cuida de tumbarnos.

Hace unos meses conseguimos que fuese detenido en Londres uno de los más importantes imputados por el juez Fernando Andreu, el general Emmanuel Karake Karenzi, jefe de los Servicios de Inteligencia ruandeses. Su extradición a España y su declaración en la Audiencia Nacional habrían podido estirar la cuerda que lleva hasta Kagame y así acabar con su dictadura, con su permanente “intervención” en el Congo, con el caos que reina allí, con el pillaje del coltan y otros recursos, con las violaciones, etc. Pero a los pocos días de ser detenido este general, El País ya había pedido a uno de sus plumíferos ilustres, John Carlin, que desacreditase al “ignorante” juez en un destacado artículo.

En realidad el que es sumamente ignorante es el periodista deportivo John Carlin, por lo que no me costó demasiado dejarlo en evidencia (buscar en Google “Carlin+Ruanda”). En Londres, la esposa del criminal Toni Blair, trabajando para los mismos grandes financieros-“filántropos” para los que trabaja Juan Luís Cebrián aquí, era la abogada defensora de ese criminal. Y todo esto sucedía a la vez que El País, con el objetivo de desactivar la querella que promovimos, me había acusado a mí, en primera página, de ser el principal financiador de los terroristas-genocidas hutus en el Congo que hacen necesaria la mayor misión militar de la historia de la ONU.

Me dicen que no debería identificar a un profesional del periodismo con la línea y los interés editoriales del medio para el que trabaja y también que tendría que rebajar el tono de mi discurso. El problema, desde mi punto de vista, es que en el caso de El País no estamos hablando de la libertad de opinión o incluso, si se quiere, de la libertad de propaganda, sino de colaboración necesaria (o sea, una figura penal) en grandes crímenes. Yo no hablo de líneas editoriales, yo hablo de colaboración necesaria en el derramamiento de tanta sangre. Yo hablo de sangre y más sangre, de trozos de carne chamuscados, de cuerpos destrozados, de aullidos de dolor, de vidas destruidas, de ciudades arrasadas, de violaciones masivas… ¿Puede un verdadero profesional no enterarse de donde está metido? Quizá un simple operario de una fábrica de armamento no pueda hacerse demasiadas preguntas, pero quien ostenta en ella el cargo de delegado ¿puede pasar olímpicamente del hecho de que sus bombas (militares o mediáticas) estén arrasando países como Libia o Siria o estén, por el contrario, defendiendo a países agredidos?

Si nuestros análisis son acertados, quizá la única manera para que algunos entiendan de qué hablamos y por qué utilizamos un determinado tono consista en que sean nuestras ciudades las arrasadas y nuestros hijos los destrozados. El sufrimiento de ruandeses, congoleños o sirios  nos queda demasiado lejos. Y, por añadidura, no tenemos tiempo para investigar y comprobar que existe un gran proyecto que está detrás de todo esto, un proyecto en el que El País es un instrumento fundamental. Ojalá que nuestros nuevos gobernantes puedan ir cambiando las cosas sin que el sistema los cambie a ellos, cosa que veo muy difícil si no dedican más tiempo a acceder a una información veraz. O si, al menos, no se asesoran mejor. En todo caso creo que a otros nos toca hacer una enérgica llamada de alerta. Acabo con una cita, bien oportuna, de un artículo de Pere Sampol titulado “Republicans monàrquics” y publicado hace unos meses en AraBalears:

«En la definición del modelo de Estado que defiende el PSOE, ha jugado un papel fundamental El País, uno de los diarios de mayor tirada en lengua castellana y de referencia para la gran mayoría de españoles progresistas. De la mano de Juan Luis Cebrián, El País ha empujado al PSOE a traicionar sus principios ideológicos fundamentales. […] No debemos olvidar que Cebrián, que ha acumulado una gran fortuna gracias al salario de alto directivo de El País, es uno de los miembros natos del Club Bilderberg, el cual es considerado un gobierno mundial en la sombra que imparte directrices a los gobiernos de todo el mundo. Y no hablemos del accionariado propietario del Grupo Prisa: el 40% pertenece al Grupo Liberty Adquisiciones LLT, en el que participan Goldman Sachs, Credit Suisse, Deutsche Bank, Morgan Stanley, Bank off America …; un 20% está en manos del Banco de Santander, La Caixa y HBC; un 7% es de Telefónica; un 10% de ProuPu SL, en el que tienen participaciones personajes como Ramón Mendoza (ex presidente del Real Madrid) o Jesús de Polanco. Este es el diario que ha condicionado la política del principal partido «progresista» del Estado y que lo ha abocado a defender el neoliberalismo, el estado centralista y la monarquía. Por no hablar de las páginas de política exterior, auténtica correa de transmisión del Ministerio de Exteriores y del Departamento de Estado de EEUU. No en vano, Julian Assange pasó sus cables a otros medios informativos después de que El País no publicara algunos que demostraban la sumisión del Gobierno al estadounidense en el conflicto ruandés.

Ah! Y no olvidemos el delegado de El País en Mallorca desde el año 1990. Un personaje que fue el primer jefe de prensa del presidente Gabriel Cañellas y que, desde las páginas de El País, ha fustigado obsesivamente a la izquierda nacionalista de Mallorca.»