Cada vez es más probable que el “autócrata” Putin no pueda resistir más tiempo instalado en su moderación. Que no pueda resistirse más a las presiones de quienes en su entorno afirman que hay que declarar sin más demora una Guerra Total a la OTAN, puesto que ella ya la ha iniciado de hecho. Y la ha iniciado recurriendo una vez más a nazis. Como viene haciendo desde hace demasiado tiempo. A diferencia de la Unión Soviética, que expropió todas las empresas y todos los bienes de las familias que financiaron el nazismo, los Aliados, que deberían haber hecho lo mismo, las protegieron, a la vez que dejaban libres a cientos de miles de criminales nazis. Ello sin hablar de las grandes familias anglosajonas que también financiaron el nazismo.

Pero volvamos a la cuestión que ahora nos interesa: ¿Entendemos lo que significaría esa declaración de Guerra Total o somos tan insensatos y estúpidos como la sociedad alemana a partir de 1934? Pues es muy fácil de entender: esa declaración “tan solo” significaría el Apocalipsis final, al menos en Europa. Algo que en la eternidad tendremos tiempo de agradecer infinitamente a quienes, como nuestro camaleónico presidente Sánchez, nos han metido en todo esto sin consultar a nadie sobre unas opciones tan trascendentales para España, la de las bases de Rota o Morón. Supongo que sí habrá consultado con su almohada sobre todo esto, a la vez que sobre el modo de escalar en el escalafón del poder, la sumisión, el colaboracionismo, etc.

¿Cuántos agravios OTANistas más tolerará Rusia, agravios tan graves como el hundimiento del Moskva, buque insignia ruso en el Mar Negro, hundimiento del que el Pentágono acaba de presumir? Ante semejantes dilemas, ¿seremos capaces de entender una cosa tan sencilla como esta: la seguridad de Ucrania y de Europa (seguridad que a las élites financieras anglosajonas no les importa en absoluto) reside en algo también tan sencillo como es la neutralidad que Ucrania tenía hasta que esas élites llevaron al límite su provocación a Rusia?

Pero hoy quiero preguntarme especialmente sobre “nuestros” profesionales de la información. ¿Qué les está pasando? Estoy convencido de que, en Occidente, en la cúpula de esa importante y noble profesión ha sido instalada una repugnante minoría de presstitutos (como los califica Paul Craig Roberts). Pero me resisto a creer que la mayoría de tales profesionales puedan ser calificados así, aun reconociendo que esa misma mayoría parece estar absolutamente perdida en su percepción de los actuales acontecimientos.

Como ya estuvo antes perdida toda la prensa anglófona frente al gravísimo crimen de agresión internacional que fue el ataque a Irak. Y si eran conscientes de lo que pasaba, lo cierto es que no lo denunciaron. Sin citar las otras agresiones posteriores igualmente graves pero aún hoy encubiertas por la propaganda más criminal. Propaganda como la que antes ya encubrió la verdadera realidad de los enormes genocidios en Ruanda y la RD del Congo.

De hecho, han sido bastantes los profesionales que en las pasadas décadas han tratado con honestidad, e incluso con valentía, tanto las causas que nosotros defendemos como a nosotros mismos. Pero todo ha ido cambiando cada vez más aceleradamente. A partir de las agresiones a Libia o a Siria, y sobre todo con motivo de la COVID y la guerra de Ucrania, los medios de información masiva occidentales no son otra cosa que medios masivos de manipulación, propiedad de una élite perversa y/o enloquecida. Por eso, estupefacto una y otra vez frente a lo que oigo en todos los medios sin excepción, no puedo evitar el preguntarme: ¿Son conscientes estos profesionales de la gravedad de lo que están haciendo y de las terribles consecuencias de su sumisión y complicidad?

Debo confesar que el presente artículo surgió en mi interior tan solo como marco que resaltase una excepcional e increíble entrevista en la que quedan en evidencia el rol y la impresionante decadencia de tales profesionales. El entrevistado por un importante profesional de la “gran” CNN no es otro que Roger Waters, el líder de la mítica banda Pink Floyd.

Es la paradoja total: es el entrevistado el que debe instar reiteradamente al entrevistador a que lea más y se informe mejor. Pero aún es más grave y reveladora otra de las acusaciones de Roger Waters: estos profesionales que, por un motivo u otro, motivos difíciles de evaluar y juzgar, se han convertido en verdaderos engranajes de un sistema de manipulación tan perverso y tan poderoso como para provocar el Apocalipsis final… ¡han llegado a creerse su propia propaganda!

Hace tiempo que he renunciado a que muchos de los seres queridos de mi propio entorno dediquen algo de tiempo (el día tiene nada menos que 24 horas) a conocer y entender un poco mejor aquellos acontecimientos internacionales que pueden arrasar en breve todo aquello que conforma su propia vida. Muchos de ellos creen estar informados, sin necesidad de leer nada “complicado”, escuchando las televisiones, las radios o los breves vídeos de youtube. Incluso leyendo algo: los titulares o los destacados de los diarios. Y hasta algún artículo. No tienen ni idea de qué es Black Rock, por ejemplo, ni sobre quienes ostenta la propiedad de tales medios.

Pero, ¿cómo es posible que sean los mismos profesionales de la información los que no lean, los que no busquen otras fuentes que las tres o cuatro grandes agencias de prensa anglo-occidentales, que son propiedad de las mismas élites y controlan totalmente la información en Occidente? ¿O es que, conscientemente o no, prefieren no saber y no enfrentarse al íntimo conflicto laboral o ético que tales informaciones les provocarían? Y lo que es peor aún: ¿Cómo es posible que tampoco lean sobre estas cuestiones la práctica totalidad de aquellos políticos progresistas y soberanistas que hasta hace unos años yo consideraba como mi propia familia política y que un día deberán rendir cuentas a aquella sociedad que, por causa de todas estas perversiones y crímenes, está sufriendo una enorme crisis y que quizá sufra daños aún más espantosos?

Uno de mis últimos artículos concluía con un canto a la Paz. Argumentaba que la Guerra es un monstruo tan grande y terrible que cuando aparece, todos nuestros problemas, preocupaciones, cuitas y afanes pasan a un segundo término. Y que, por ello mismo, cuando llegue nuestra hora final ninguna satisfacción será tan profunda como la de saber que hemos hecho por la Paz aquello, poco o mucho, que estaba en nuestra mano. Es la sexta de las ocho bienaventuranzas proclamadas un día por Jesús, el de Nazaret: “Bienaventurados los pacíficos, los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5, 9)”.

Pero hoy daría un paso más: Es la fidelidad a la voz interior en los momentos críticos, en los que se juega todo; en los momentos en los que te quedas solo y te dejan al margen por no haber traicionado ni a la verdad ni a la dignidad; en los momentos en los que te tratan de extremista exaltado (hiperventilado, dicen ahora); en los momentos en los que te expulsan de las nuevas sinagogas, los foros mediáticos (desde 1996, algo sé sobre lo que son los vetos en los medios)… en definitiva, es esa fidelidad tenaz la que en nuestra última hora será la más valiosa joya de nuestra historia personal, la que nos proporcionará la más sublime de las satisfacciones.

Personalmente, he recibido la gracia de que, desde joven, Aquel que un día afirmó ser la Luz, el Camino, la Verdad y la Vida… iluminase mi corazón, mi mente y mis pasos con todas estas certezas. La certeza de unas pruebas ya anunciadas: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios (Juan 16, 2)”. O aquellas que Él proclamó en las dos últimas bienaventuranzas:

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mateo 5, 10-12)”.

Entrevista de Michael Smerconish, de la CNN, a Roger Waters (07.08.2022)