Lo ocurrido durante los últimos meses en Cataluña retrata la gloria y las miserias de la política. 

Por los motivos que sea (digo esto porque algunos ven básicamente intereses personales y de partido) Mas es la persona que, espoleado por la sociedad civil, ha hecho que Convergencia apostase por el derecho a decidir y por la independencia (algo impensable hace pocos años ), ha plantado cara a Madrid, ha puesto las urnas dos veces, se ha presentado a unas elecciones renunciando a las siglas propias (cosa muy difícil en muchos partidos políticos), ha sumado (Junts pel Sí congrega a nuevos grupos políticos) y ha encabezado un proceso político muy complicado.

Ayer tuvimos una prueba más que la altura de mira de Mas es muy superior a la mayoría de políticos y partidos, contando evidentemente a la CUP.

Junts pel Sí, con más de sesenta diputados y un millón y medio de votos, ha renunciado a su candidato, frente a diez diputados de la CUP. ¿Por qué? Porque alguno de los dos partidos debía actuar con responsabilidad, alguno de los dos partidos debía ser consciente de que no podían llevar a Cataluña a unas nuevas elecciones, algunos de los dos partidos debía actuar con sensatez para no romper por completo el proceso soberanista.

Junts pel Sí había dicho siempre que Mas sería el candidato; la CUP no dijo en su programa que no investirían a Mas. ¿Qué ha negociado la CUP durante tres meses? ¿Qué ha aportado la CUP al futuro de Cataluña, en el proceso? ¿La paralización de la acción gubernamental? Junts pel Sí estaban dispuestos a renunciar a su candidato; la CUP, fruto de una animadversión personal, estaba dispuesta a todo si Mas era el candidato.

La actitud de la CUP ha sido ridícula. Divididos internamente, divisiones que han acabado con la dimisión del cabeza de lista, con repetidas votaciones esperpénticas para, finalmente, hacer que la gran fiesta de la participación y la asamblea mundial acabara en una votación de unos pocos en el Consejo político. La diferencia entre volar, el populismo, el infantilismo y la crítica fácil, y gobernar o tomar decisiones son las que marcan la mayoría de edad de los partidos. La CUP parece estar en la fase infantil de «nosotros somos inmaculados, vírgenes y exentos de todo pecado». Esperemos que, a partir de ahora, la actitud de la CUP en el Parlamento de Cataluña sea mucho más constructiva para Cataluña y el proceso.

Mas, por mucho que a alguien le caiga mejor o peor, ha dado un paso modélico y ha demostrado un sentido de país que ya me gustaría ver en muchas otras latitudes.

Esperemos que los 62 diputados de Junts pel Sí y el millón y medio de votos no se sientan traicionados por Mas y humillados por la CUP. Parece que muchos han tenido mucha facilidad para olvidar que Mas tenía un amplio apoyo social y en el Parlamento de Cataluña. Lo que ha pasado en Cataluña (que un partido vete a un candidato en concreto) ha sido un hecho insólito y, sobre todo, ha sido un error en un proceso donde lo que se necesita es sumar, sumar y sumar.