Parece claro que las antiguas guerrillas y revoluciones armadas son casi imposibles en nuestro actual Occidente, en el que el verdadero poder está tan concentrado en unas pocas manos y tan alejado de la base social. Se trata de una reducidísima elite que dispone del monopolio de la violencia “legal”, incluidas sus muchas y poderosas armas de destrucción masiva. Pero lo que hoy deseo explicar es que tampoco los nuevos espiritualismos pacifistas parecen ser capaces de generar tales revoluciones.
Sí, son necesarias y posibles unas revoluciones auténticas y perdurables
El título de este artículo contiene en sí mismo dos supuestos. El primero es el de que las revoluciones liberadoras son aún necesarias. En mi anterior artículo expuse que tan solo en el pasado rescate bancario de 2008 se entregaron incondicionalmente a unas entidades profundamente corruptas unas cantidades exorbitantes. Unas cantidades que estarían entre más de 16 billones (según la auditoría a la Fed) y más de 32 billones de dólares. Cantidades que son entre casi 400 o casi 800 veces la cantidad que bastaría para acabar con el hambre en el mundo. Se les entregaron incondicionalmente tales cantidades a unas entidades que, además, se sabía que seguirían actuando del mismo modo que aquel con el que se provocó la crisis.
Seguramente, la mayoría de personas que constituyen la “respetable” y enorme masa silenciosa de la “gente buena” considera que el hablar de la necesidad de rebeliones es vivir en un pasado romántico, pasado en el que la icónica imagen del Che Guevara presidía tantos dormitorios juveniles. ¿Qué decirles? Francamente, no lo sé. Si no les indigna y rebela la realidad de Occidente que acabo de exponer, una realidad tan desquiciada e injusta (incluso sin haberme referido a tantas y tan terribles guerras de agresión internacional llevadas a cabo por el atlantismo)… ya se enfrentarán en su última hora a la gran farsa colectiva en la que vivieron.
Y el segundo supuesto es el de que no solo son necesarias unas revoluciones (mundiales, regionales o nacionales) auténticas y perdurables, sino también posibles. Son posibles unas revoluciones no falsas, como falsas han sido las llamadas revoluciones de colores, unas “revoluciones” sistemáticamente estudiadas, planificadas y financiadas por “nuestras” elites. Y son posibles unas revoluciones que, además de auténticas, no sean efímeras, como efímeras han sido todas aquellas que no han apuntado a las verdaderas causas profundas de las situaciones contra las que se ha dado la sublevación. Unas revoluciones que, por tanto, no han llegado a afectar a los verdaderos poderes en las sombras. O como efímeras han sido todas aquellas que ha sido realizadas por personas con pulsiones internas no demasiado diferentes de las ambiciones de aquellos a quienes derrocaron. Unas revoluciones realizadas por personas que en un breve periodo se convirtieron en los nuevos opresores.
Las revoluciones que en unas décadas han transformado China o Rusia
Seguramente podríamos considerar que, a pesar de tanta propaganda con la que se logra obnubilar las mentes de los nuestros, la reciente revolución social más destacable ha sido la llevada a cabo en el trascurso de las últimas décadas en China. Ha logrado ser la actual primera potencia económica mundial, tras sacar de la pobreza a 800 millones de personas. A diferencia de nuestro Occidente en el que cada vez son más abismales las diferencias entre el 0,01% de la población y la inmensa mayoría de ella. Y la segunda gran revolución reciente sería la lograda en Rusia también en las últimas décadas. Tras la disolución catastrófica de la URSS y tras ser despreciada por Occidente, la Rusia liderada por Vladímir Putin ya es ahora la cuarta potencia económica mundial. Además de la mayor potencia militar, lo que la hace casi inmune actualmente a tantas agresiones como ha sufrido a lo largo de su historia.
Pero hoy no es mi intención el analizar los factores y procesos que han hecho posibles algunas grandes revoluciones históricas o que pueden volver a hacer posibles en el futuro otras revoluciones semejantes. Creo que por hoy serán más que suficientes dos cosas. Una primera, a la que me referiré brevemente y dejaré para otro día. Y una segunda que constituirá el principal contenido de este artículo. La primera, a la que me referiré brevemente, es el hecho revelador de que, para originar y llevar a “buen” fin numerosas revoluciones de colores, ciertos “grandes” expertos como Gene Sharp hayan cubierto su rostro criminal e imperialista con la máscara de la no violencia liberadora y antiimperialista practicada por mahatma Gandhi o Martin Luther King. Si “nuestras” elites financian abundantemente a tales expertos es, ciertamente, porque la teoría y la praxis del Movimiento de la no-violencia funciona realmente.
La no violencia y las llamadas revoluciones de colores
Gene Sharp utiliza los métodos gandhianos no violentos de resistencia civil no para liberar a los pueblos del Imperio, como hizo mahatma Gandhi, sino para provocar inacabables y sangrientas “revoluciones” de colores y derrocar gobiernos legítimos. En el artículo del 19 de marzo de 2022 (cuyo subtítulo aclaratorio era este: “Análisis sobre la intención encubierta de la cúpula de la OTAN de ‘romper a Rusia’, incluso con un primer ataque nuclear ‘preventivo’ si es necesario, y sobre las diferentes propuestas de solución de la peligrosísima crisis actual”) me refería extensamente a muchos de los trabajos sucios de quienes en España, bajo la apariencia de respetables expertos, estaban siendo financiados por organismos como la USAID. Y en él hacía algunas breves alusiones a Gene Sharp, alusiones como esta:
“Finalmente, ¿Cómo se puede pensar que el derecho a la legítima defensa es siempre una trampa? Quienes eso afirman ¿serían capaces de decírselo cara a cara a europeos como Espartaco, los héroes de la Resistencia francesa o los del sitio de Stalingrado. O a sudamericanos como el Che Guevara y Salvador Allende. O a africanos como Patrice Lumumba y Nelson Mandela, que pasó casi tres décadas en prisión por negarse a firmar en un papelito su renuncia a la lucha armada?
No es esa mi no violencia. Será la de Gene Sharp. La mía no es la que niega a los pueblos el derecho a la legítima defensa. Creo que ni tampoco era la del mismo mahatma Gandhi. Basta leer sus escritos en profundidad. Mi no violencia es la de dar yo mismo mi propia vida pero no la de exigirles a los demás que se dejen asesinar tras ver como violaban y asesinaban antes a sus hijas. Eso no es no violencia, eso es la cobardía que tanto rechazaba Gandhi. Eso es la estupidez y la arrogancia de intelectuales burgueses europeos de salón y café que nunca pasaron por trances tan terribles.”
Actualmente la espiritualidad sin análisis geopolítico es solo espiritualismo
Y, en segundo lugar, será suficiente por hoy el intentar identificar los motivos por los que creo que con los nuevos espiritualismos pacifistas no será posible lograr tales revoluciones. Para ello, antes que nada quiero destacar lo principal: unas verdaderas revoluciones serán absolutamente imposibles sin unos previos análisis geoestratégicos realistas y certeros, análisis que las nuevas espiritualidades “superiores” no duales parecen incapaces de hacer o no parecen interesadas en hacer.
Sería algo tan imposible como lo sería un tratamiento médico eficaz sin un adecuado sistema de diagnosis. Es una grave irresponsabilidad por parte de los espirituales el hablar sobre la Paz, o incluso casi jugar el papel de analistas geopolíticos, sin haber dedicado un tiempo suficiente a informarse fidedignamente sobre los acontecimientos que se atreven a valorar. Al igual que sería una grave irresponsabilidad el aconsejar a un enfermo algún tratamiento, o incluso inducirlo a él, sin antes haber tratado de encontrar un diagnóstico serio.
Uno se queda atónito cuando escucha ciertas afirmaciones de personas espirituales que, pretendiendo buscar la Paz, solo consiguen reforzar uno de los mayores peligros actuales para la humanidad: la rusofobia. Reforzar, en particular, la criminalización sistemática iniciada contra el presidente Putin desde que en 2003 se negó a unirse a la “comunidad internacional” que había decidido “liberar” a Irak del tirano. Rusofobia fomentada por unas elites occidentales, en buena medida neonazis, poseídas por un odio incontenible hacia todo lo ruso. No puede ser casual el alto porcentaje de dirigentes europeos con padres y/o abuelos nazis (derrotados por Rusia en la Segunda Guerra Mundial), empezando por la máxima “autoridad” europea Ursula Von der Leyen.
¡Maestros espirituales cayendo en la peligrosa trampa de la rusofobia!
Me refiero a afirmaciones como aquella de que la clave principal de la guerra de Ucrania es el resentimiento no resuelto del propio Putin y de los rusos en general, resentimiento debido a la no aceptación del fracaso de la URSS. ¡Qué triste que personas que entregan su vida a una espiritualidad no dualista, supuestamente superior, caigan en la trampa de la propaganda atlantista rusofóbica!
O afirmaciones como aquella otra de que son muchas las similitudes entre el resentimiento de Putin y el de Hitler (por causa de un padre despótico). Resentimiento que les llevó a hacer lo que hicieron. Así como son muchas las similitudes –dicen– entre el actual resentimiento de los rusos y el de los alemanes de aquella terrible época en la que, maltratados tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, iniciaron decididamente la Segunda Guerra Mundial.
Increíble inversión de la realidad: la Rusia agredida por unas elites profundamente rusófobas resentidas se convierte en agresora resentida. ¡Qué triste que personas que entregan su vida a una espiritualidad no dualista, supuestamente superior, caigan en la trampa de una propaganda atlantista obsesionada en la falsaria tesis de que la agresión de Rusia a Ucrania fue una agresión no provocada!
Algunos ya hemos vivido todo esto en el caso de Ruanda. Vladímir Putin y el presidente hutu Habyarimana (asesinado junto a su homólogo el presidente de Burundi, también hutu) son dos figuras de líderes criminalizados a pesar de que su moderación evitó antes y evita hoy el caos más sangriento. Caos que estalló en Ruanda una vez asesinado el presidente Habyarimana. Denigrar hoy al presidente Putin es la peor contribución que podemos hacer a la Paz (minuto 24). O, mejor, es la gran contribución que podemos hacer a quienes buscan incansablemente la dominación unipolar a pesar del consiguiente Armagedón.
Increíbles valoraciones sin prueba alguna de que el presidente Putin haya sufrido ningún maltrato infantil. Increíbles valoraciones sobre un pueblo ruso que en absoluto se caracteriza por el resentimiento, a pesar de haber sufrido 27 millones de víctimas mortales en la última agresión que padeció. Increíbles valoraciones en boca de personas que, al mismo tiempo, afirman que, siguiendo las enseñanzas de Jesús, aquel que tan solo hable mal de su hermano ya lo está matando.
La arrogancia de los espiritualismos
Uno queda atónito frente a otras afirmaciones como aquella de que lo más importante para la Paz es que cada uno de nosotros reconozcamos el Putin o el Hitler que todos llevamos dentro y nos reconciliemos con él. Un Putin, tan cegado por el resentimiento –dicen–, que es incapaz de ver el gran sufrimiento que provoca a los ucranianos su injustificable agresión bélica. Increíble atrevimiento de unas personas espirituales, que osan difamar a un cristiano auténtico como es el presidente Putin, calificándolo de “agresor resentido”. Que osan difamar a un cristiano al que la humanidad debe una enorme gratitud por no haber caído en las cada vez más graves provocaciones llevadas a cabo por los “nuestros”, “los buenos”. Provocaciones que, sin la prudencia y sabiduría del presidente Putin, ya nos hubiesen llevado a un Armagedón nuclear.
Pero estos desvaríos no son tan solo el resultado de una gran pobreza de análisis geopolítico. Son también el resultado de la arrogancia propia de las “espiritualidades superiores”. Son el resultado del exceso de autoafirmación de quienes creen tener unas claves espirituales tan elevadas y decisivas que ya “no es necesario perder mucho tiempo” en ese nivel mundano e inferior en el que existen la geopolítica, la economía, etc. Nos encontramos así con generalistas que se extralimitan jugando el papel de especialistas sin haberse formado suficientemente en esa especialidad, tan decisiva en esta hora crítica, como es la geopolítica.
Es el efecto Dunning-Kruger (minuto 23). Es el sesgo cognitivo por el que algunas personas, dotadas de capacidades relativamente limitadas en áreas concretas, tienden, precisamente debido a esas limitaciones, a sobreestimar su capacidad y desempeño reales en tales áreas. Se trata de un fenómeno cada vez más peligroso en un mundo como el nuestro que margina a los verdaderos expertos. Un fenómeno que puede llevar a las personas a tomar malas decisiones o a actuar de forma peligrosa para ellas mismas o para los demás. También puede impedir que los afectados se enfrenten a sus propias limitaciones y se mejoren a sí mismos.
El más peligroso error metodológico del espiritualismo
Son unas espiritualidades “superiores” en las que se suele dar casi siempre un peligroso error metodológico: según ellas, ni tan solo deberíamos hablar de esta gran cuestión que es la Paz (la principal causa en un mundo al borde del precipicio nuclear) si antes no nos hemos “trabajado” a nosotros mismos. Ese es de hecho el reproche público que me dirigió hace años la responsable de un grupo espiritual en el momento en el que yo finalizaba una conferencia a la que asistían unas setenta personas. Es como afirmar que un enfermo no debe ser operado hasta que no se encuentre en un estado mental/espiritual “superior”. ¿Cómo estas personas no ven que es absolutamente necesario el conjugar armónicamente todo a la vez?
Es un error metodológico que delata que, en realidad, las terribles guerras que asolan el mundo les quedan demasiado lejanas a estos místicos del advaita y que el sufrimiento de las víctimas de esas guerras no cala en sus mentes y corazones. ¿Pero qué padre que viese como sus hijas van a ser violadas y asesinadas (como les sucede actualmente a centenares de miles de niñas y mujeres en el este de la RD del Congo), osaría pensar que aún no ha realizado suficiente trabajo interior personal como para poder tomar la decisión de defenderlas de sus agresores?
Dietrich Bonhoeffer supo integrar una espiritualidad siempre en un proceso de maduración (una espiritualidad tan incompleta como la de cualquier gurú supuestamente “iluminado”) y una participación cotidiana en la resistencia contra el satanista régimen nazi. ¿Acaso la no-dualidad en el advaita hindú no es la unidad en las diferencias? ¿Acaso los maestros zen no afirman que no hay vacío sin forma?
Perdidos en unas espiritualidades “superiores” que no hacen pie en la realidad
Y es que el corazón y la intuición son las que dan profundidad a nuestra mirada, las que iluminan las mentes y las hacen penetrantes y certeras. Sin ellas, las espiritualidades suelen moverse en una esfera demasiado mental que no hace pie en la realidad. Entre los cristianos, el racionalismo y los prejuicios con los que suele venir acompañado no solo afectan seriamente a nuestras interpretaciones de los textos evangélicos (descartando todo aquello que no somos capaces de entender, como las apariciones tangibles del Señor resucitado o los muchos otros prodigios en ellos relatados), sino que también afectan incluso a nuestra percepción de la realidad cotidiana.
El racionalismo nos deja en la superficie de la espiritualidad y de la realidad a la vez. En estos ambientes espirituales o espiritualistas se suele citar a maestros orientales como Thich Nhat Hang, a otros que han buscado una síntesis oriental/cristiana como Raimon Panikkar o también al mismo Jesús de Nazaret. El problema es que tan solo se suele ofrecer una versión reduccionista del pensamiento y la vida de ellos.
No podemos fundamentar el espiritualismo en figuras como la de Thich Nhat Hahn
Se suele citar su poema “Llámame por mis verdaderos nombres”, en el que la no dualidad toma formas maravillosamente poéticas:
“Soy una rana que nada feliz
en el agua clara de un estanque,
y soy la culebra que se acerca
sigilosa para alimentarse de la rana.
Soy el niño de Uganda, todo piel y huesos,
con piernas delgadas como cañas de bambú,
y soy el comerciante de armas
que vende armas mortales a Uganda.
Soy la niña de 12 años
refugiada en un pequeño bote,
que se arroja al mar
tras haber sido violada por un pirata,
y soy el pirata
cuyo corazón es incapaz de amar.
Soy el miembro del Politburó
con todo el poder en mis manos,
y soy el hombre que ha de pagar su deuda de sangre
a mi pueblo, muriendo lentamente
en un campo de concentración.”
Pero, para no caer de nuevo en el espiritualismo, cuando se leen tan poéticas y profundas palabras, sería bueno no dejar de recordar que, durante sus estancias de estudios en Princeton y Columbia, Thich Nhat Hahn fue un activista por la Paz en Vietnam. O que acuñó el término “budismo comprometido” para referirse a un budismo que se involucra activamente en los problemas sociales y busca soluciones pacíficas a los conflictos. En 1965, escribió una carta a Martin Luther King instándolo a oponerse públicamente a la guerra. Y en 1966 se reunió con él. Poco después King lo presentó al Premio Nobel de la Paz de 1967.
No podemos fundamentar el espiritualismo en figuras como la de Raimon Panikkar
En cuanto a Raimon Panikkar, cuando se citan formulaciones suyas que hay que considerar propias del advaita no dual, tampoco deberíamos desligarlas de aquellas otras que manifiestan que en su no dualidad no están excluidas las diferencias propias de la realidad dual. Lo sé por propia experiencia. Si Raimon no hubiese sido consciente de que es fundamental un lúcido análisis geopolítico, jamás hubiese dirigido al Instituto Nobel esta carta:
“Apreciados Señores:
Me complace mucho dirigirme a ustedes para expresar mi apoyo más decidido a la candidatura de Juan Carrero Saralegui para el premio Nobel de la Paz del año 2000. No puedo sino manifestar mi reconocimiento entusiasta por todo el trabajo y por todos los esfuerzos realizados durante todos estos años por el señor Carrero en defensa de las personas más desfavorecidas. Querría expresar también mi convicción de que la voluntad de oponerse a la injusticia, por grande y humillante que sea, con métodos no-violentos es una actitud ejemplar que merece un reconocimiento lo más generoso posible. Esta actitud que caracteriza la vida del señor Carrero es un signo de la transformación espiritual que reclama nuestro mundo, marcado de una manera tan profunda por una injusticia y por una desigualdad crecientes.
Aprovecho la ocasión para saludarles muy cordialmente y desearles el éxito que su tarea merece.
Atentamente,
Raimon Panikkar
Tavertet, 23 de mayo de 2000”
No podemos fundamentar el espiritualismo en figuras como la de Jesús de Nazaret
De igual modo no creo que sea correcto olvidar tantas y tan durísimas palabras de Jesús contra la hipocresía de los poderosos o contra las injusticias contra los más pequeños e indefensos y, al mismo tiempo, citar frecuentemente aquellas palabras suyas, ya clavado en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. No creo que sea correcto el utilizarlas para fundamentar la visión orientalista de que no existe la maldad (la pulsión de muerte de Freud), sino solo ignorancia. O no creo que sea correcto el presentar a Jesús única y exclusivamente como el manso cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
En el libro ¿La humanidad va hacia el Armagedón? ¿O hacia la plenitud del Punto Omega?, más concretamente, en el apartado 6 del capítulo primero, me extendí sobre la cuestión “Jesús y el imperio”. He aquí algunos párrafos:
“En ámbitos cristianos espiritualistas se suele afirmar que ‘Jesús no se metió en política’. Ciertamente su misión no fue directa o explícitamente política. Sin embargo, tenía una lúcida percepción de los acontecimientos geopolíticos de su tiempo. Y tal lucidez condicionó totalmente su posición frente a las realidades y fenómenos sociales que le tocó vivir en el Israel de hace dos milenios. Condicionó incluso su propia misión en esta tierra. La condicionó hasta el punto de que sin esa lucidez geopolítica no hubiese podido llevarla a cabo.
La profundidad de la mirada de Jesús sobre los acontecimientos y personas era tal que supo discernir magistralmente (en realidad, divinamente) como debía actuar en cada situación y momento para provocar los profundos cambios, al mismo tiempo personales y colectivos (e incluso históricos), que su Padre le había encomendado. Un discernimiento e integración de opuestos (lo individual y lo colectivo) que tanto ha faltado, a todo lo largo de la historia, ya sea en muchas revoluciones (tan despiadadas con los individuos, que han provocado grandes mortandades) o ya sea en muchos espiritualismos individualistas.
[…]
En conclusión, la posición frente al Imperio Romano por parte de los seguidores de un judío marginal, Jesús de Nazaret, así como los acontecimientos históricos en los siglos posteriores a su asesinato, son la evidencia de que el coraje y la audacia de personas socialmente insignificantes, y sin poder militar alguno, pueden ser un factor decisivo en el derrumbe del actual Imperio de la Mentira. Un imperio con pies de barro, como el del sueño del rey Nabucodonosor, que el profeta Daniel interpretó tan certeramente.
Efectivamente, la misión de Jesús no fue directa o explícitamente política, como esperaban sus discípulos. Sin embargo, la lúcida percepción de los acontecimientos geopolíticos de su tiempo condicionó totalmente su posición frente a las realidades y fenómenos sociales que le tocó vivir en el Israel de hace dos milenios. Condicionó incluso su propia misión en esta tierra. La condicionó hasta el punto de que, sin esa lucidez geopolítica, no la hubiese podido llevar a cabo. Es una lección que debería tener muy en cuenta cualquiera que se considere cristiano.”
Conclusión
Voy a concluir ya con algunos argumentos que expuse en las primeras líneas del prólogo del citado libro:
“El más decisivo reto para la teología y para el futuro del cristianismo es el de integrar, en un paradigma coherente y consistente, tanto unos análisis geopolíticos sólidos, cada vez más imprescindibles, como las certezas que nacen del kerigma evangélico en el que se fundamenta nuestra fe: Dios, que intervino decisivamente en la Historia resucitando a Jesús, sigue actuando en ella. Este es ahora el más decisivo reto para el cristianismo en un mundo globalizado, en el que está en juego la misma supervivencia de la humanidad.
Nuestro más decisivo reto no creo que haya sido nunca el de unificar ciencia y Dios. Para los cristianos, este es ciertamente un reto fundamental e ineludible. Y para grandes científicos como Albert Einstein, un reto posible y hasta necesario. Pero, por una parte, ¿para qué nos serviría el llegar a la magnífica conclusión de que nuestro sorprendente Universo fue creado por Dios, si tras una gesta tan maravillosa permanece en su esfera inaccesible, alejado de toda la injusticia y dolor que atraviesan la Historia? ¿Para qué nos servirá el Dios del deísmo?
[…]
Más allá de la chatura intelectual observable en tantos espiritualistas que no respetan la realidad y autonomía de los procesos históricos (y que pretenden vivir sus pulcras vidas sin ‘ensuciarse’ en ‘niveles inferiores’, como el de la política) u observable también en tantos políticos profesionales provincianos (que aún parecen incapaces de darse cuenta de que todo lo local e incluso todo lo nacional está absolutamente condicionado por lo global)… ¡unos análisis geopolíticos lúcidos son hoy absolutamente imprescindibles para no ser engañados por tanta y tan poderosa propaganda, para no ser derrotados por el Imperio de la Mentira (que ha envenenado las mentes de los nuestros) y poder lograr la victoria de la Justicia y la Paz en el mundo!
Proponer como la más importante unificación para los cristianos la integración de geopolítica y espiritualidad evangélica es sencillamente algo de sentido común: sin realismo, nada serio o importante es posible. Y en un mundo tan globalizado como este en el que ya vivimos, el realismo es incompatible tanto con el espiritualismo como con los nacionalismos provincianos. Hablar hoy de realismo es hablar necesariamente de geopolítica.”
Foto: Martin Luther King y Thich Nhat Hahn
Norman Finkelstein: ”Lo que Gandhi dice sobre la no violencia, la resistencia y el valor" (Democracy Now, 2012)