Los grandes medios de comunicación nos han presentado el resultado del referéndum celebrado en el Reino Unido como una victoria de las fuerzas más conservadoras y reaccionarias, un triunfo del miedo ante el progresismo de los partidarios de continuar en la Unión Europea. Y, evidentemente, en gran parte ha sido así, pero esconde que buena parte de los que han votado para salir de la UE lo han hecho por disconformidad con el rumbo que están siguiendo los dirigentes que la gobiernan. Esta visión es compartida por cada vez más ciudadanos europeos.

Es el caso de un grupo de intelectuales franceses que han publicado un manifiesto en el que reclaman amplias reformas en la Unión europea. Interpretan que el pueblo británico ha manifestado de manera soberana la voluntad de mantener el control sobre las decisiones que le afectan. Pero, contrariamente al intento de instrumentalizar el Brexit que hace la extrema derecha francesa, la cual propone seguir los pasos del Reino Unido y también salir de la UE, los intelectuales franceses ven una oportunidad en el voto británico. Afirman que buena parte de los ciudadanos europeos ya no aceptan ser gobernados por instancias no elegidas, que funcionan con opacidad. En este sentido, proponen la celebración de una conferencia a partir del modelo de la conferencia de Mesina de 1955, que permitió superar las diferencias entre los países fundadores de la UE y aprobar el Tratado de Roma. Esta conferencia debería servir para renegociar los tratados en tres cuestiones fundamentales: la democracia, la prosperidad y la independencia estratégica.

Así, proponen retornar a la soberanía y a la democracia en una Europa confederal fruto de la cooperación entre las naciones para reorganizar las competencias y la forma de designación de las instituciones europeas (Consejo, Comisión, Parlamento, Tribunal de Justicia, Banco Central Europeo).

También apuestan por devolver a la economía europea las claves de la prosperidad, revisando las reglas actuales en política económica y monetaria, huyendo del paradigma neoliberal y del modelo mercantilista alemán.

Y, finalmente, pretenden dotar a Europa de la capacidad estratégica que nunca ha ejercido, restablecer el diálogo con Rusia, país europeo imprescindible para el establecimiento de políticas de seguridad comunes, y definir políticas de co-desarrollo respecto África y Oriente Medio.

Piensan, este grupo de intelectuales, que Francia debe liderar esta propuesta e invitan a todos los ciudadanos europeos a impulsar estas reformas y volver al espíritu de los fundadores de la Unión Europea.

Y es que, poco a poco, las instituciones europeas han caído en manos de neoliberales seguidores de la doctrina de la Escuela de Chicago. En las propuestas para salir de la crisis económica han sido más papistas que el Papa, imponiendo unas medidas de austeridad que ni la propia Reserva Federal de Estados Unidos siguió. En cuanto a la política exterior, los dirigentes europeos han hecho seguidismo de la política belicista de la OTAN, participante del golpe de estado en Ucrania, que ha llevado a los neonazis al gobierno y ha desestabilizado la frontera con Rusia, lo que ha supuesto graves perjuicios económicos a la propia Unión europea.

En definitiva, tres grandes fuerzas pugnan por el futuro de Europa: el conservadurismo de los actuales dirigentes, que hacen seguidismo de los Estados Unidos; la extrema derecha, que agita los fantasmas de la inmigración y la miseria fomentando los nacionalismos de estado, y los que propugnan una Europa que lidere los valores de la democracia, la prosperidad y la cooperación internacional. ¿A cual nos apuntamos?