Con estas contundentes palabras, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, cerró su intervención en el Congreso con motivo de un debate sobre las políticas de vivienda. Se dirigía a los diputados del Partido Popular basándose en los papeles de Bárcenas, los cuales muestran que en la caja B del PP figuran grandes constructoras, empresas inmobiliarias y fondos buitres como los principales financiadores del partido, quienes pagaron la sede del partido en Madrid y los sobresueldos de los altos cargos del PP, empezando por el enigmático M. Rajoy.
Pero, también espetó a los grandes poderes mediáticos el «todos ustedes están comprados»: el grupo Mediaset, el grupo Atresmedia y el Grupo Prisa, también todos en manos de los mismos propietarios.
Pocas veces se habrán sentido en el Congreso unas palabras tan osadas, desafiando al Poder real, el Poder de verdad. Palabras que se han de agradecer porque ponen el dedo en la llaga del principal problema que afecta al Estado español. Porque, no basta que los dirigentes de los partidos que se dicen constitucionalistas clamen que España es una democracia plena, ejemplar… ¿Como un Estado puede ser plenamente democrático si los principales partidos están comprados por grandes empresas y los primeros grupos mediáticos pertenecen a estos mismos grupos económicos?
Y digo que este es el principal problema que tiene España porque, éste, no sólo tiene repercusiones éticas y estéticas (o delictivas) que ensucian a la democracia «plena», sino que tiene gravísimas consecuencias sociales y económicas, tales como el empobrecimiento de la población, el enriquecimiento ilícito de unos pocos, la pérdida progresiva de libertades individuales y colectivas, el crecimiento del fascismo con todas sus derivadas: machismo, homofobia, racismo, supremacismo…
La pregunta es: ¿qué alternativas tenemos los ciudadanos ante fuerzas tan poderosas que manipulan la opinión pública y secuestran la voluntad popular corrompiendo a los partidos políticos? Sin duda, el discurso de Pablo Iglesias y muchas de las propuestas de Podemos son una de ellas, especialmente en los territorios donde no tienen alternativas políticas para elegir.
Aún más efectivo, al dejar al descubierto las carencias democráticas del Estado español, ha sido el movimiento soberanista catalán: las porras contra personas que querían votar, el encarcelamiento de líderes políticos (ni más ni menos que una presidenta de un Parlamento) y la internacionalización de la represión política promovida por los exiliados catalanes ha dejado en evidencia, ante el mundo, la democracia española. Y la mayoría absoluta de las fuerzas independentistas ha sido la respuesta de la ciudadanía.
Finalmente, la semana pasada una veintena de asociaciones y fundaciones de organizaciones políticas y sindicales de Euskalerria, de Andalucía, de Galicia y de los Países Catalanes constituyeron el Foro Soberanista, presidido por el mallorquín Miquel Rosselló, para «articular alternativas políticas y sociales ante el llamado «régimen del 78″». El objetivo de los organizadores es «cooperar para tener más fuerza e influencia en la defensa de los derechos de los pueblos y de las políticas verdaderamente de izquierdas ante un Estado que sigue gobernando de espaldas a la realidad plural de los diferentes pueblos y naciones, incapaz de detener la deriva autoritaria de ciertos sectores de la judicatura o de defender los valores republicanos ante la corrupción de la monarquía».
Sin duda, el reto es colosal, pero consuela saber que existen y se plantean propuestas políticas que le hacen frente.
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