Caminando sonámbulos hacia el Armagedón
Caminando sonámbulos hacia el Armagedón es el título del último libro de la doctora Helen Caldicott. Es una evaluación aterradora pero necesaria de la amenaza que suponen las armas nucleares en el siglo XXI, la mayor amenaza a la que se enfrenta la humanidad. En él reúne a los principales científicos nucleares y pensadores del mundo para evaluar las dimensiones políticas y científicas de la amenaza de una guerra nuclear en la actualidad. Los capítulos abordan el tamaño y la distribución del actual arsenal nuclear mundial, la historia y la política de las armas nucleares, la cultura de los laboratorios de armamento modernos, la militarización del espacio y los peligros de combinar la inteligencia artificial con el armamento nuclear, así como un informe sobre la situación del uranio enriquecido y un análisis estremecedor del gasto en armas nucleares a lo largo de los años. Esencial y aterrador a la vez, este libro se convertirá sin duda en la nueva biblia del movimiento antinuclear, para despertarnos de nuestra complacencia e instarnos a la acción.
Considerada por muchos la más importante activista antinuclear, la doctora Caldicott ha recibido al menos 12 doctorados honoris causa. Fue propuesta para el Premio Nobel por el físico Linus Pauling y nombrada por el Smithsonian una de las mujeres más influyentes del siglo XX. Sus charlas públicas describiendo los horrores de la guerra nuclear desde una perspectiva médica despertaron la conciencia de una generación. Cree que la realidad de la destrucción de toda la vida del planeta ha desaparecido de la conciencia pública, lo que hace más probable el día del Apocalipsis. Estas son algunas de sus respuestas a la entrevista que se le realizó el pasado 25 de enero:
“Creo que […] la guerra nuclear podría ocurrir esta noche, por accidente o por diseño. Está muy claro para mí, en realidad, que Estados Unidos va a la guerra con Rusia. Y eso significa, casi con toda seguridad, una guerra nuclear, y eso significa el fin de casi toda la vida en la Tierra.
[…] Estados Unidos tiene armas nucleares en países europeos, listas para ser lanzadas contra Rusia. ¿Cómo cree que se siente Rusia, un poco paranoica? Imagínese que el Pacto de Varsovia se trasladara a Canadá, a lo largo de toda la frontera norte de Estados Unidos, y colocara misiles a lo largo de toda la frontera norte. ¿Qué haría EE.UU.? Probablemente volaría el planeta como casi hizo con la crisis de los misiles cubanos. Quiero decir, es tan extraordinariamente unilateral en el pensamiento, no ponernos en la mente del pueblo ruso.
[…] el Pentágono está dirigido por esta gente arrogante que gana millones vendiendo armas. Casi la totalidad del presupuesto estadounidense se destina a matar y asesinar, en lugar de a la atención sanitaria y la educación y a los niños de Yemen, que son millones los que se mueren de hambre. Tenemos el dinero para arreglar todo en la Tierra, y también para alimentar el mundo con energías renovables. El dinero está ahí. Se está destinando a matar y asesinar en lugar de a la vida.”
Chucky Zelenski, el muñeco diabólico sin cicatrices
Pocas cosas, entre las muchas que estamos viendo últimamente, me han parecido tan esperpénticas, repugnantes y penosas como las recientes escenas de las recepciones del comediante psicópata y asesino Zelenski en las cúpulas del poder político europeo. Escenas esperpénticas, porque jamás se vio que sea el muñeco el que dé las órdenes al ventrílocuo. Escenas repugnantes, porque aquello sobre lo que nuestros cínicos dirigentes políticos estaban tratando con increíble y alegre ligereza era nada menos que la extinción de la especie humana. El entusiasmo maniaco de nuestros dirigentes políticos (en especial la emoción de la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, tras las “inspiradoras” palabras del héroe) ha superado al que se vivió antes del ataque “liberador” de Irak (por solo citar el más más evidente, o al menos el más reconocido, de los últimos grandes crímenes anglo-occidentales contra la paz). O, pasando de lo colectivo a lo individual, tal entusiasmo maniaco ha superado a la sorprendente fruición con la que Hilary Clinton miraba el sádico y sangriento linchamiento del presidente Gadafi. Escenas penosas, porque han logrado llevar a cabo semejantes rituales luciferinos a cara descubierta y ante millones de televidentes sin que nuestras hechizadas sociedades sean capaces de reaccionar.
Cuando veo como aquellos que han creado semejante muñeco y le dan a todas horas las directrices a seguir, lo colman de elogios y agasajos como si fuese un heroico ser autónomo, viene inevitablemente a mi mente la imagen de Chucky, el muñeco diabólico. Sus poses ante él son como una adoración del ídolo luciferino que ellos mismos han creado. Pero, para que semejante farsa pueda colar en centenares de millones de mentes, han hecho todo lo contrario de lo que hicieron los autores de Chucky: ellos le crearon unas terribles cicatrices en el rostro para que provocase miedo y “los nuestros”, para que no dé miedo, han disimulado sus terribles heridas morales (como la de haber traicionado y destruido a su propio país al haber hecho irreversible la rotura de los consensos y la convivencia entre las dos comunidades, la pro europea y la pro rusa).
¿Estoy utilizando adjetivos y valoraciones demasiado subidas de tono? Pero ¿qué puedo decir de una persona que, despreciando los delicados equilibrios existentes entre los ucranianos pro rusos y pro europeos y dinamitando la neutralidad de Ucrania, llevó a su país a la autodestrucción?, ¿qué puedo decir de una persona que no deja de mentir cada vez que abre la boca, de mentir en cuestiones que afectan gravemente a la supervivencia misma de su país e incluso de la especie humana; de mentir, por ejemplo, generando sin cesar falsas y fatales esperanzas de victoria? Cuando veo a “nuestros” dirigentes políticos asentir con energía al oír como Chucky Zelenski proclama que su propio régimen neonazi es el “muro entre la libertad y la esclavitud”, me quedo perplejo mientras me resisto a creer que estas gentes estén todas locas.
Llevan décadas engañándonos. O mejor: llevamos décadas dejándonos engañar plácida e incluso conscientemente. Podríamos preguntarnos: ¿en que porcentaje se ha tratado de un engaño o más bien de un apático consentimiento cómplice? El investigador Edward Curtin acaba de dedicar un artículo a esta cuestión: parece que la mayoría de la gente quisiera ser engañada.
Llevamos demasiadas décadas viviendo en el engaño, pero esto se acaba
Lo cierto es que llevamos décadas viviendo en el engaño. Pero ahora ya están llegando las consecuencias que nos merecemos. Como la sociedad alemana se mereció el espantoso derrumbe de sus dioses nazis y, con ellos, de todo su propio plácido mundo. Cuando una persona miente, es que tiene algún problema. Pero cuando nos dejamos engañar una y otra vez en cuestiones tan terribles como la destrucción de países enteros (Vietnam, Irak, Ruanda-Congo, Somalia, Afganistán, Libia, Siria, Yemen… y ahora Ucrania) es que somos nosotros mismos los que tenemos un gravísimo problema. Y quizá no tardemos demasiado en recoger los frutos que hemos sembrado con nuestra indiferencia o incluso colaboracionismo. Es bien cierto que, si no se tratase de una enorme tragedia, la delirante relación de nuestros dirigentes políticos con su muñeco sería bien cómica. También Drago Bosnic se ha dado cuenta de ello:
“Casi cualquier persona con una capacidad básica para procesar información ha notado un patrón en la relación entre el Occidente político y su régimen títere neonazi favorito: Kiev pide algo, Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN ‘niegan categóricamente’ que alguna vez entregarían tales armas con el fin de ‘evitar el antagonismo de Rusia’ y luego, unas semanas más tarde (como máximo) hay un ‘cambio repentino de corazón’.
Este ir y venir bastante cómico comenzó incluso antes de que Rusia lanzara su contraofensiva, cuando la OTAN proporcionó miles de ATGM (misiles guiados antitanque) y MANPADS (sistemas portátiles de defensa aérea) a Kiev. Desde entonces, el alcance de la llamada “ayuda letal” se ha expandido dramáticamente.
[…] la maquinaria de propaganda dominante está una vez más preparando a sus audiencias para la eventual entrega de aviones de combate avanzados al régimen de Kiev. Por ejemplo, The Hill admitió que ‘los aviones de combate occidentales y las unidades de artillería de mayor alcance, que permitirían a Ucrania atacar a las fuerzas rusas más profundamente en el territorio ocupado, probablemente serán el próximo debate para la OTAN’. Si el patrón antes mencionado continúa, este será otro paso más hacia una escalada incontrolable y el conflicto de poder se convertirá en una guerra en toda regla. […]
‘No querían darnos artillería pesada, entonces lo hicieron. No querían darnos sistemas HIMARS, entonces lo hicieron. No querían darnos tanques, ahora nos están dando tanques’, se jactó Sak, y agregó: ‘Si los conseguimos, las ventajas en el campo de batalla serán inmensas. No son solo los F-16: aviones de cuarta generación, esto es lo que queremos… Aparte de las armas nucleares, no queda nada que no consigamos’.
Dado el patrón de escalada incesante, las observaciones finales de Yuriy Sak son bastante alarmantes y podrían indicar que el régimen de Kiev nunca se dio por vencido en su búsqueda de adquirir WMD (armas de destrucción masiva) . Dada la magnitud de la rusofobia clínica de la junta neonazi, avivada hasta un odio de proporciones genocidas en este punto , cualquier declaración de este tipo seguramente será tomada muy en serio en Moscú. A pesar de estos comentarios psicóticamente perturbadores, el Occidente político continúa ampliando su apoyo a tales regímenes títeres extremistas.”
¿Cuántas nuevas provocaciones y escaladas del conflicto soportará Rusia sin dar un golpe sobre el tablero?
Esta cuestión puede ser formulada de otro modo, sería la cara opuesta de una misma moneda: ¿Hasta dónde estarán dispuestas a llegar las elites anglo-occidentales? Lo cual conlleva otro interrogante: ¿Hasta dónde estarán dispuestos a someterse a ellas nuestros dirigentes políticos? Acabo de referirme a unas espantosas escenas de veneración colectiva del muñeco diabólico Chucky Zelenski, escenas que son la peor de las respuestas posibles a la última pregunta que acabo de formular: la práctica totalidad de nuestros dirigentes políticos no son otra cosa que vasallos sin dignidad. La pregunta sobre cuánto estará dispuesta a soportar Rusia también tiene una respuesta clara: desde el Kremlin no se andan con rodeos, se están refiriendo desde hace tiempo a ciertas líneas rojas, como la de un posible ataque a Crimea, línea roja a la que ya me referí en artículos anteriores.
Y sabemos que las gentes del Kremlin cumplen lo que dicen. No viven en la burbuja de falsedades miserables en las que vivimos aquí. La trascendental decisión de poner en marcha la actual operación para desnazificar y desmilitarizar Ucrania es la prueba de que cumplen lo que dicen. El 23 de enero, el vicecanciller ruso, Serguéi Riabkov, dijo a Sputnik que las declaraciones de EEUU sobre la posibilidad de suministrar a Kiev misiles de largo alcance para lanzar ataques a Crimea llevaría a una escalada de consecuencias impredecibles. De modo semejante, la Cancillería rusa viene advirtiendo que los países de la Alianza Atlantista están «jugando con fuego» al suministrar armas a Ucrania. También el ex presidente Medvedev acaba de afirmar que Kiev debería comprender que esas acciones serían respondidas por “una reacción inevitable utilizando cualquier armamento”. Así que la cuestión decisiva es esta: ¿Hasta dónde estarán dispuestas a llegar las elites anglo-occidentales?
El ataque a Crimea parece ser la línea roja que puede ser violada en breve. Otras, como la entrada oficial de Ucrania en la OTAN no parecen ser inminentes. No hay prisa, Ucrania es ya miembro de facto. Pero lo que en realidad nos vienen diciendo los dirigentes rusos es que ya se han despreciado y sobrepasado todas las líneas rojas. Dirigiéndose a los legisladores en la Duma Estatal de Rusia, el miércoles 15 de febrero, el ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, afirmó que Washington tiene un “deseo maníaco de revivir el orden mundial unipolar neocolonial” y busca “la transformación de la fraterna Ucrania en un bastión militar rusofóbico”. De modo que “En los últimos años, esta línea de Washington y sus satélites europeos ha llegado al punto de no retorno”.
El día anterior, en una entrevista con Newsweek, el enviado de Rusia ante la ONU, Dmitri Polianski, argumentó: “Todas las líneas rojas ya han sido cruzadas por los países occidentales. Ya hay una participación semidirecta de la OTAN en el conflicto porque no es solo armamento sino inteligencia, […] los objetivos de ciertos sistemas de artillería, en particular HIMARS, […] solo pueden ser alcanzados con la coordinación con Washington. […] la OTAN no solo proporciona armas, sino que también elige los objetivos para los ataques ucranianos”. Y sobre la participación directa de personal militar no ucraniano afirmó: «Lo sabemos por las personas que capturamos y por los cuerpos que vemos en el campo de batalla».
Atención a la maligna bruja incendiaria Victoria Nuland
Si intentamos encontrar respuestas a la pregunta sobre hasta dónde estarán dispuestas a llegar las elites anglo-occidentales, y si de momento dejamos de lado el cada vez más probable ataque nuclear de falsa bandera, nos encontramos inevitablemente, de nuevo, a la maligna bruja Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, azuzando al mundo hacia el Armagedón. En un discurso pronunciado el 16 de febrero en un acto virtual del Carnegie Center, calificó las instalaciones militares rusas en Crimea de «objetivos legítimos» para Ucrania. Curioso este afán estadounidense de luchar por la democracia y la libertad en el mundo: bombardeando a una Crimea en la que más del 95% de sus habitantes optaron por formar parte de Rusia en el referéndum del 16 de marzo de 2014, celebrado tras el Golpe de Estado del Euromaidán a finales de 2013, golpe que derribó el Gobierno legítimo de Víktor Yanukóvich, que mantenía los consensos entre los pro europeos y los pro rusos, así como la neutralidad internacional de Ucrania y su no entrada en la OTAN.
Como también afirmó el secretario de prensa de la embajada rusa en Washington, Ígor Guirenko, tras las incendiarias proclamas de Nuland, lo más importante es que no se trata solo de retórica de Washington, sino de acciones concretas. Estados Unidos está suministrando activamente a Kiev modernos complejos que se utilizan para derrotar a las regiones rusas. Están asesorando a los líderes militares ucranianos. De hecho, planifican operaciones junto con ellos. Participan en la selección de los objetivos de las armas, lo que ha sido reconocido abiertamente por expertos estadounidenses. De acuerdo con el diario estadounidense The New York Times, la Administración del presidente Joe Biden está considerando proveer a Ucrania con las armas necesarias para atacar la península de Crimea.
Al parecer, la lumbrera Biden considera que la posición de Kiev en las negociaciones futuras mejorará si elEjército ucraniano puede amenazar el control de Crimea por parte de Rusia, aunque tal medida puede incrementar el riesgo de escalada del conflicto. No es extraño que el 2 de febrero, el presidente Putin afirmase que el nazismo en su forma moderna representa una amenaza para Rusia, que una vez más tiene que luchar contra el Occidente colectivo. Esta consideración del actual Occidente colectivo como la nueva forma moderna del nazismo es tan grave e importante que merecerá por sí sola uno o varios apartados posteriores de este artículo.
Atención a todos aquellos que, sin importarles nada las gentes de Crimea y afirmando que quieren liberarlas, han decidido que atacarla es la mejor manera de provocar la gran reacción de Rusia
Pero, evidentemente, el problema no reside en el senil presidente Biden. Sino que, como recuerda Kurt Nimmo en su artículo “Crimea y la Guerra Final”, reside en “El Gobierno de Su Majestad, el Pentágono, la Open Society Foundation, Twitter, Facebook, Google, Palantir, los mercaderes de la muerte (Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, Northrop Grumman ), banqueros (JP Morgan, Bank of America, BlackRock) y la Fundación Rockefeller”, entre otros. En enero, Foreign Affairs , el órgano portavoz del Consejo de Relaciones Exteriores, publicó un artículo con un titular absolutamente explícito: “El caso de la toma de Crimea: por qué Ucrania puede, y debe, liberar la provincia”.
Kurt Nimmo continúa: “Andriy Zagorodnyuk, presidente del Centro de Estrategias de Defensa, ex ministro de ‘defensa’, ‘compañero distinguido’ en el Centro Eurasia del Consejo Atlántico” promueve “el regreso a la política arriesgada de la Guerra Fría y la hostilidad fabricada hacia los competidores”. Entre los comentarios de Kurt Nimmo a muchas frases de estas gentes, frases que revelan que una supuesta reconquista de Crimea es algo verdaderamente delirante, hace referencia a una en especial: “Washington y sus aliados deberían desarrollar una estrategia de defensa capaz de disuadir y, si es necesario, derrotar a Rusia y China al mismo tiempo”. Tesis a la que califica de “una de las citas más irracionales y eminentemente peligrosas que salen del consejo de guerra de este multimillonario”. Y concluye: “La élite oligárquica está engañada por sus propias mentiras, propaganda y mitos egoístas, sobre todo el de la arrogante afirmación de que […] Estados Unidos es una ‘nación excepcional’ solitaria, un faro de la democracia”.
Pero, desde mi punto de vista, lo más escalofriante es que para provocar el Armagedón nuclear no es necesaria una decisión consensuada del Gobierno de Estados Unidos: basta con que un perversa bruja luciferina como Victoria Nuland induzca de nuevo un incidente, como el que ya incitó en 2014, el Golpe de Estado del Euromaidán, que desestabilizó totalmente Ucrania al provocar el enfrentamiento civil entre el nuevo gobierno golpista y neonazi de Kiev y los millones de ucranianos de etnia rusa que no estaban dispuestos a someterse a sus arbitrariedades y crímenes. Todos sabemos que tan solo es necesario la locura y/o maldad de un pirómano para provocar la chispa que arrase un país entero.
Una lista ya demasiado larga de boicots a cualquier negociación, de criminales provocaciones y de peligrosas escaladas en el conflicto
Nuevas revelaciones han dejado en evidencia como las negociaciones para detener la guerra fueron boicoteadas por Occidente. Fue infame, en especial, el papel del impresentable Boris Jonhson. Y las provocaciones a Rusia y las escaladas en el conflicto han sido ya tantas que tan solo enumerarlas nos llevaría demasiado tiempo. Basten, por tanto, unos datos para tomar conciencia del alto grado de implicación de la OTAN en la guerra y, por tanto, de hasta qué punto han escalado el conflicto: un reciente estudio afirma que además de los 157.00 ucranianos muertos, los 234.000 heridos y los 17.230 hechos prisioneros, han muerto 234 entrenadores militares de la OTAN (de Estados Unidos y el Reino Unido), 2.458 soldados de la OTAN (alemanes, polacos y lituanos sobre todo) y 5.360 mercenarios.
Y quizá habría que volver a recordar que Rusia se vio obligado a tomar la decisión de iniciar esta intervención militar tras haberla demorado durante ocho años (desde el Golpe de Estado de Euromaidán y el comienzo del acoso institucionalizado a los ucranianos pro rusos); tras hacerse insoportable la situación de las poblaciones pro rusas del Donbass; tras estar segura de que era inminente una gran operación militar contra ellas; tras los informes sobre las intenciones atlantistas de poner en marcha el acoso final a Rusia y de hacer lo que fuese necesario para detener el creciente liderazgo de ésta; tras llegar a la conclusión de que su propia existencia estaba reamente en juego; etc.
Las revelaciones del ex primer ministro israelí Naftalí Bennett
De hecho, Rusia se vio obligada a ello tras el “extraño” comportamiento del Occidente colectivo durante un plazo aún más prolongado: durante los últimos quince años. Un comportamiento del que no está ausente también el proyecto de frenar de una vez por todas el creciente liderazgo chino. Veámoslo, esta vez siguiendo los análisis de Jonathan Cook, un gran experto en Israel y, por tanto, alguien bien consciente de la importancia de las revelaciones del ex primer ministro israelí Naftalí Bennett:
“El motivo de alarma, nuevamente no reconocido por los líderes occidentales y los medios occidentales, es que Rusia tiene razones muy sólidas, desde su perspectiva, para creer que su lucha actual es existencial. Nunca iba a permitir que Ucrania se convirtiera en una base militar avanzada para la OTAN a la vuelta de la esquina, con el temor de que los misiles nucleares occidentales pudieran estar estacionados allí.
Los nuevos fragmentos de información que surgen de lo que ha estado sucediendo entre bastidores tienden a reforzar la narrativa de Rusia, no la de la OTAN. Esta semana, el ex primer ministro israelí, Naftalí Bennett,dijo que los esfuerzos de mediación entre Moscú y Kiev que él había liderado al comienzo de la guerra, que aparentemente estaban progresando, fueron ‘bloqueados’ por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.
Cuantas más armas envíen EE. UU. y Europa a Ucrania, y cuanto más se nieguen a entablar conversaciones, más convencido estará Moscú de que fue correcto luchar y de que debe seguir luchando. Ignorar ese hecho, como lo hizo Occidente en la preparación para la invasión de Rusia y continúa haciéndolo ahora, no lo hace menos cierto.
[…] El New York Times informó con total naturalidad en noviembre pasado que los militares occidentales, especialmente los EE. UU., ven cada vez más a Ucrania como un campo de pruebas para nuevas tecnologías militares.
Según el Times, Ucrania ha estado sirviendo como laboratorio para ‘sistemas de información y armas de última generación, y nuevas formas de usarlos, que los funcionarios políticos occidentales y los comandantes militares predicen que podrían dar forma a la guerra en las generaciones venideras’. Estas pruebas se consideran vitales para prepararse para una futura confrontación con China.
[…] Pero Ucrania no es el único jugador importante que pierde el control de los acontecimientos. Cuanto más Rusia se vea obligada a ver su lucha en Ucrania en términos existenciales, a medida que las armas y el dinero de la OTAN lleguen a raudales, más líderes europeos deberían preocuparse por los peligros existenciales que se avecinan, y no solo porque la amenaza de una guerra nuclear se cierne cada vez más a las puertas de Europa.
[…] Todo lo que los líderes estadounidenses y europeos han hecho en los últimos 15 años, […] parece como si estuviera, y está, diseñado para echar por tierra cualquier esperanza de un marco de seguridad regional capaz de abrazar a Rusia. El objetivo ha sido mantener a Moscú excluida, inferior y amargada. Por esa razón, la guerra actual se parece más a la culminación de la planificación posterior a la Guerra Fría […].
El regreso de una mentalidad de asedio geopolítico tendrá el mismo propósito que las demandas de austeridad y ajuste del cinturón: justificará la redistribución de la riqueza de las poblaciones occidentales a sus élites gobernantes.
Escribiendo en 2015, siete años antes de la invasión, ya estaba claro para el académico británico Richard Sakwa que una OTAN dominada por Estados Unidos estaba usando a Ucrania como una forma de profundizar, en lugar de resolver, las tensiones entre Europa y Rusia. ‘En lugar de una visión que abarca todo el continente, [la Unión Europea] se ha convertido en poco más que el ala civil de la alianza de seguridad del Atlántico’, escribió.
O como un escritor resumió una de las conclusiones clave de Sakwa: ‘La perspectiva de una mayor independencia europea preocupaba a los principales responsables de la toma de decisiones en Washington, y el papel de la OTAN ha sido, en parte, mantener la primacía de Estados Unidos sobre la política exterior de Europa’.
Ese enfoque cínico se resumió en un comentario conciso de Victoria Nuland, la perenne entrometida de Washington en la política ucraniana, durante una conversación grabada en secreto con el embajador de Estados Unidos en Kiev. Poco antes de que las protestas respaldadas por Estados Unidos derrocaran al presidente de Ucrania, que simpatizaba con Rusia, declaró : ‘¡A la mierda con la UE!’.
El temor de Washington era, y es, que una Europa que no dependa enteramente militar y económicamente de EE. UU., especialmente la potencia industrial de Alemania, podría desviarse de su compromiso con un mundo unipolar en el que EE. UU. reina de forma suprema.
Ahora que la autonomía europea está suficientemente debilitada, Washington parece más confiado en poder reunir a sus aliados de la OTAN, una vez que Rusia esté aislada, para otro enfrentamiento de gran potencia contra China.
A medida que avanza la guerra, no sólo Ucrania, sino también Europa, pagarán un alto precio por la arrogancia de Washington.”