Si no me hubiese ceñido a un titular razonablemente breve, habría utilizado este otro: “Breves consideraciones en torno al absurdo debate sobre si España es o no una democracia plena”. No es para nada absurdo el calificar de absurdo semejante debate, que hoy ocupa tantos titulares. La calificación de absurdo, que doy a tal debate, solo será una calificación absurda para aquellos conciudadanos que no se han preguntado jamás si la pertenencia a la Zona Euro es compatible con la democracia. Es decir, será absurda “solo” para la casi totalidad de nuestros conciudadanos. Pero es muy posible que, como decía Viktor Frankl, lo anormal dentro de la anormalidad sea normalidad.

Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, decían en mi infancia. Académicos y expertos tiene ahora el nuevo Santo Padre Neoliberalismo. Pero yo, desde mi ignorancia, creía que, en nuestras “democracias”, el acto más trascendental de cualquier legislatura era la aprobación de los presupuestos. Y creía que eso solo era posible gracias a algo previo, aún más básico: la capacidad de los estados para decidir qué cantidad de moneda se emitirá. Creía que era esa masa monetaria la que hacía posible los presupuestos. Sin unos presupuestos democráticamente aprobados, yo, en mi ignorancia, creía que no había democracia alguna. Ni plena, ni tan siquiera mejorable. Se trataría sencillamente de una democracia inexistente.

Pues bien, ahora en la Zona Euro, es el BCE (Banco Central Europeo) el que tiene el derecho exclusivo de autorizar la emisión de euros. Los estados miembros pueden emitir, pero la cantidad debe ser autorizada de antemano por el BCE. Aunque los bancos centrales nacionales de la Zona Euro imprimen y acuñan físicamente y retiran de la circulación los billetes y monedas, son la CE (Comisión Europea) y el BCE los que tienen la potestad de controlar y supervisar la emisión de euros. “Claro -dicen nuestros conciudadanos tan bien informados gracias a nuestros grande medios corporativos-, simplemente hemos transferido esa competencia a la Unión Europea”. Pero el problema es que lo dicen dando por supuesto que tal emisión de euros la deciden conjunta y democráticamente los estados miembros.

¿Cuántos conciudadanos se han preguntado por la legitimidad democrática de la misma Comisión Europea? Es una cuestión que excede ampliamente la pretensión de brevedad de este artículo. Pero quien tenga algún interés en saber si actualmente la Zona Euro es compatible con la democracia puede informarse en artículos como este de Vicenç Navarro. ¿Cuántos conciudadanos se han preguntado por qué la presidenta del BCE, Christine Lagarde, se permite comunicar las decisiones económicas más trascendentales como algo ya hecho y sin dar explicación alguna sobre quienes toman esas decisiones, cuales son los argumentos que las sustentan, etc.

Es sorprendente que los ciudadanos de la Zona Euro no sepan que, más allá de la teoría, la emisión de euros no depende realmente de la decisión de los estados sino de la decisión de una discreta élite que está por encima de los estados, de la que Christine Lagarde es solo el rostro visible. Sobre ella ya escribí en junio de 2016 un artículo del que no cambiaría ni una coma. En el inicio de esta crisis, más concretamente el pasado 13 de marzo, Christine Lagarde afirmaba que el BCE no tenía por qué estar en la primera línea frente a esta crisis. Unos días después sorprendía a todos con el anuncio de que compraría bonos públicos y privados por valor de 750.000 millones de euros. ¿Quiénes toman este tipo de decisiones tan trascendentales? ¿Con qué criterios las toman? Si pretenden que creamos que no se trata de un organismo privado, ¿cómo es que nunca dan ningún tipo de explicación de sus decisiones?

Que nuestra sociedad ignore todo esto, que ignore con qué reglas funciona la Zona Euro, es sorprendente. Pero es un absurdo que tiene una clara causa: el secuestro de la información y el secuestro de las izquierdas por las grandes familias financieras. Las izquierdas políticas que deberían haberse enfrentado a semejante desastre están desaparecidas. Los grandes medios “progresistas” sí están siempre bien activos, aunque… ¡silenciando toda esta problemática mientras flotan en una nube: la del incuestionable supuesto de que estamos en el mejor de los sistemas posibles! Una vez más viene a mi mente aquella certera observación de Ernesto Che Guevara: “Pueden [los banqueros internacionales] darse el lujo hasta de financiar una ‘izquierda controlada’ que en modo alguno ni denuncie ni ataque el corazón del Sistema: el Banco Central y los ciclos de expansión-inflación/recesión-deflación”.

Y acabo refiriéndome a la sorpresa de muchos frente a la intensidad de las revueltas de estos días. A la sorpresa de muchos de quienes participan en este debate sobre si España es o no una democracia plena. Yo más bien estaba sorprendido de que fuesen pasando los años sin que se diesen esas revueltas. Parece cierto que el millonario Henry Ford comentó un día: “Si la gente entendiese cómo funciona nuestro sistema financiero, creo que habría una revolución antes de mañana”. Parafraseando tal comentario, yo diría: “Si nuestros conciudadanos de la Zona Euro entendiesen cómo funciona nuestro sistema financiero, creo que habría una revolución antes de mañana”.

Están, ciertamente, las particularidades de la mejorable “democracia” española. Las que tienen que ver con la libertad de expresión son las que han desencadenado en estos días las revueltas y el debate sobre si España es o no una democracia plena. Y en el caso de Catalunya, se añaden tanto la gran cuestión de la autodeterminación como la de la amnistía. Estas reivindicaciones eran las que figuraban en las grandes pancartas de las concentraciones. Pero detrás de todo eso está, como también es evidente en las respuestas de los jóvenes manifestantes, la situación de agobios económicos sin salida ni futuro alguno, mientras una indecente élite cada vez tiene más dinero y poder. En todo lo cual, los responsables últimos son las cúpulas de la Unión Europea que no son depositarias de un verdadero mandato democrático para estar donde están y tomar las decisiones que toman. Por tanto, la pertenencia a la Zona Euro es incompatible con la democracia. Y en consecuencia, el debate sobre si España es o no una democracia plena es un debate que carece de sentido.