Los políticos, “expertos”, académicos y grandes medios que están en la nómina de Paul Kagame y de sus poderosos padrinos conocen siempre al instante la autoría de tantos terribles crímenes que se dan en torno a este personaje de pesadilla. Es como si tuviesen aquel don al que se le suele llamar ciencia infusa. Y debo empezar por aclarar que se equivocan quienes crean que ciertos “grandes” políticos, como Tony Blair (que espero que un día se siente en el banquillo, acusado de crímenes contra la humanidad), son padrinos protectores de Paul Kagame. No. Son más bien lacayos a su servicio.

En un artículo titulado “El dictador que nos engañó”, que lleva el subtítulo “El juicio del héroe de Hotel Ruanda debe ser una llamada de atención a Occidente”, publicado el pasado 23 de febrero, el autor Ian Birrell expresa su extrañeza frente a la sorprendente impunidad internacional de la que goza Paul Kagame. Es la misma extrañeza, y sobre todo indignación, que una vez más expreso también yo ante un nuevo crimen atroz: el del embajador italiano en la República Democrática del Congo, Luca Attanasio, y sus dos acompañantes. Sobre estos “ilustres” lacayos de Paul Kagame, Ian Birrell recoge en su artículo algunas sustanciosas anécdotas:

“¿Por qué, me preguntó hace diez años [Paul Rusesabagina], estaba Gran Bretaña apuntalando a este déspota con grandes dosis de ayuda cuando su democracia era una farsa tan obvia? […]. Kagame está enviando un mensaje claro a sus críticos con este secuestro y juicio: nadie está a salvo de su alcance, sean quienes sean y vivan donde vivan. Sólo el pasado domingo, otro destacado miembro de la oposición murió en Ciudad del Cabo en un tiroteo que lleva todas las características de un asesinato selectivo. […] la presencia de Rusesabagina en el tribunal de Kigali nos recuerda de nuevo la validez de sus palabras cuando hablamos hace una década: ¿por qué Gran Bretaña apoya esta figura bárbara? Incluso ahora, incluso hoy. […] No debería haber dudas ahora sobre la verdadera naturaleza del régimen de Kagame. […] Cada vez más antiguos leales se han pronunciado consternados por el descenso de su nación a la oscuridad.

[…] Gran Bretaña inyecta enormes sumas en esta pequeña nación centroafricana -111 millones de libras esterlinas sólo en los últimos dos años- mientras que su presidente gasta 30 millones de libras esterlinas patrocinando al Arsenal FC, su club de fútbol favorito. Nuestros funcionarios elaboran informes patéticos que hablan de ‘construir instituciones gubernamentales eficaces’ y ‘desarrollo de una sociedad abierta e inclusiva’, mientras que Kagame mata a sus críticos, anula los límites de las penas, encarcela a los enemigos políticos, aplasta la libertad de expresión y cierra el más mínimo espacio para la sociedad civil.

Sólo la semana pasada le dijo a la CNN que ‘Occidente no es el que define lo que es la democracia’ […] Ahora se prepara para recibir a miembros de la realeza, presidentes y primeros ministros de todo el mundo, después de haber recibido la reunión bianual de jefes de gobierno de la Commonwealth, que se celebrará en Kigali en junio.

Sin embargo, ¿por qué a este monstruoso dictador se le ha dado un acontecimiento tan prestigioso cuando, por ejemplo, nunca ha ido a Ghana, a pesar de sus lazos mucho más estrechos con Gran Bretaña, su genuina democracia y su significado simbólico como la primera nación africana en obtener la independencia?

Incluso si Ruanda fuera un éxito desbocado, no habría excusa para la persistente intromisión de Kagame en los estados vecinos y la salvaje represión. Sin embargo, los políticos de todo el espectro político han caído a los pies del hombre fuerte. Tony Blair llamó a Kagame un ‘visionario’, lo felicitó por una victoria electoral falsa, tomó prestado su jet privado, defendió su intervención en la RDC y utilizó su vínculo con el presidente para ayudar a construir un imperio dedicado al asesoramiento.

Bill Clinton llamó a Kagame uno de los ‘líderes más grandes de nuestro tiempo’. David Cameron afirmó que Ruanda era ‘una historia de éxito’ y ‘un modelo a seguir para el desarrollo’. Su ex ministro de desarrollo Andrew Mitchell sigue siendo un animador constante y, casualmente, recauda 39.600 libras esterlinas por nueve días de trabajo al año asesorando a un banco en Kigali dirigido por el ex ministro de Finanzas. Mientras tanto, las grandes organizaciones benéficas de desarrollo apaciguan a este brutal régimen con su silencio para mantener el flujo de sus cuantiosos ingresos.

[…]

En Do Not Disturb, un próximo libro de la periodista Michela Wrong que investiga el descarado asesinato del ex jefe de inteligencia y rival político de Kagame Patrick Karegeya en Johannesburgo, hay una cita de Kagame que parece muy acertada para explicar su enfoque imperturbable para eliminar a los enemigos: ‘Esos wazungus [blancos] hacen ruido, pero con el tiempo lo olvidan’. Su régimen se ha vuelto tan arrogante que ahora apenas oculta sus acciones. ‘Cuando eliges ser un perro, mueres como un perro, y los encargados de la limpieza limpiarán la basura para que no apeste’, dijo el ministro de Defensa de Kagame después de ese asesinato. Su presidente, en la entrevista con la CNN, afirma absurdamente que a Rusesabagina ‘más o menos se lo trajo’ a Kigali.

[…] algunos desertores prominentes afirman que el presidente se burla en privado de sus partidarios occidentales. ‘Llama mis chiflados a esos políticos británicos que cantan sus alabanzas todo el tiempo’, dijo David Himbara, quien pasó seis años trabajando con Kagame como su jefe de política y secretario privado principal. Agregó que a espaldas de Blair, Kagame se ríe de cómo despliega a un ex primer ministro de Gran Bretaña como su halagador a bajo precio.”

Sí, así es de sorprendente: Tony Blair es un lacayo que le sale barato a Paul Kagame. Lo mismo se podría decir de su esposa Cherie, abogada defensora del general Karenzi Karake, detenido en Londres en junio de 2015 en virtud del mandato de arresto emitido por el juez Fernando Andreu. Y lo mismo que digo del clan Blair se podría decir del clan Clinton, del clan Michel, etc. Para aquellos que no sepan quienes son los miembros de este último clan, lo aclararé brevemente: el actual presidente del Consejo Europeo y exprimer ministro belga, Charles Michel, es el hijo de Louis Michel, gran encubridor de los crímenes de Paul Kagame, exministro belga de Asuntos Exteriores y excomisario europeo de Desarrollo y Ayuda humanitaria.

La explicación de esta sorprendente impunidad de Paul Kagame y encubrimiento de todos sus crímenes no creo que sea, de ningún modo, la que apunta Ian Birrell: “la culpa por el fracaso del mundo en detener el genocidio”. Es un argumento demasiado gastado ya. Estas gentes no saben lo que es el sentimiento de culpa. Muchos de ellos saben muy bien que el genocidio no es algo que ellos no fueron capaces de detener, sino que sencillamente lo permitieron bien conscientemente para no interferir el avance del FPR hacia Kigali. Incluso saben, que deberían tener mayor culpa aún por haber permitido que Paul Kagame provocase un número incomparablemente mayor de víctimas que las víctimas tutsis de la primavera de 1994. ¿Por qué no deberían tener culpas también por permitir a Paul Kagame todos estos inacabables crímenes?

Desde mi punto de vista la explicación de tanto encubrimiento es otra. Desde hace años, para las poderosas “familias” financieras anglosajonas que concentran realmente el poder de decisión en Occidente (y que pretenden un unilateralismo mundial ya imposible) Paul Kagame es muy importante, probablemente más importante que estos “grandes” políticos que están a su servicio. Hace ya años que lo comprendí. Lo expliqué hace una década en el voluminoso libro La hora de los grandes “filántropos”. Semejante estado de cosas es tan desolador, la sensación de impotencia que se apoderaba de los oyentes de mis conferencias era tal, que me vi obligado a escribir un tercer libro: Los cinco principios superiores.

¿Cuáles son esos cinco principios inexorablemente más poderosos que el dinero, la fuerza de las armas o el control de la información?: el primero es la profunda interrelación e interdependencia entre todo cuanto existe, el segundo es la impermanencia de todo, etc. En relación a ese segundo principio superior a veces vienen a mi mente “extrañas” preguntas: ¿cómo habrá sido el encuentro post mortem tanto de David Rockefeller como de su gran colaborador Zbigniew Brzezinski con los millones de seres humanos cuya pasión y muerte fue el resultado de sus grandes estrategias de dominación global?, ¿cómo será el encuentro post mortem de Paul Kagame con todos aquellos seres humanos de cuyo asesinato es responsables.

Así, tan radicalmente, ha cambiado el status de Paul Kagame desde que aquel desconocido descendiente de la aristocracia feudal tutsi ruandesa exiliada en Uganda fuese seleccionado por los servicios secretos estadounidenses para ser formado militarmente en Fort Leavenworth y fuese reenviado a África para liderar la conquista del riquísimo Zaire desde la Ruanda previamente “liberada”. La calaña criminal de Paul Kagame fue puesta en evidencia en la Audiencia Nacional española por diversos testigos conocedores cercanos de ella. Lo expliqué en el 2009 en el apartado titulado “Paul Kagame: un nombre maldito” del libro África, la madre ultrajada.

Tras el asesinato de Fred Rwigyema, comandante general del FPR y viceministro ugandés de Defensa (que no quería causar daños innecesarios a la población civil y que no era suficientemente pro anglosajón) y el de los comandantes Peter Bayingana y Chris Bunyenyezi (los dos obstáculos en la cadena de mando para que Paul Kagame tomase el control del FPR), entra en la escena el monstruo Kagame. Sin embargo, incluso ya antes, Paul Kagame era detestado hasta por sus propios hombres. A causa de sus torturas, sus crueles métodos y sus asesinatos de inocentes en la dirección del DMI (Directorate of Military Intelligence) de la Uganda de Yoweri Museveni era llamado Pilatos.

Paul Kagame es alguien movido por una arrogancia, un rencor y una crueldad extremos, que solo me resultan comparables a los de Adolf Hitler. Estoy seguro de que si este verdadero monstruo hubiese aparecido en un país más poderoso, hubiese conducido al mundo a un holocausto como el de la Segunda Guerra Mundial. Lo que es incuestionable es que su “gesta” contra los “genocidas hutus” y contra las decenas de “etnias inferiores” que componen la población del “primitivo” Zaire, actual RDC (República Democrática del Congo), nada tiene que envidiar al genocidio nazi en cuanto a magnitud, perversidad y delirio. Pero este factor humano, la personalidad desquiciada y perversa de Paul Kagame, imprescindible para entender el dossier Ruanda-Congo, al igual que lo es la personalidad de Adolf Hitler para entender la Segunda Guerra Mundial, quedará para la segunda parte de este artículo. Es muy probable que también sea imprescindible para entender el asesinato del embajador y sus dos acompañantes.

El hecho es que tal conjunto de lacayos-propagandistas de este Frankenstein, creado por el actual imperio global ya en decadencia, parecen tener preparadas las informaciones sobre la autoría de sus continuos crímenes, a fin de proclamarla no en cuestión de días sino de tan solo horas. Así ocurrió en el caso del asesinato de los tres miembros españoles de Médicos del Mundo el 18 de enero de 1997, que viví muy en directo. Era el noveno días de mi ayuno a las puertas del Consilium europeo en la rotonda Schuman de Bruselas. Todos quienes intentábamos detener la carnicería de refugiados hutus en Zaire, incluida la comisaria Emma Bonino, quedamos conmocionados. Pero tanto o más impactante que el asesinato en sí mismo fue la mentira terrible, descarada, impúdica: el mismo día, todos los titulares del mundo adjudicaban el triple crimen a “los hutus”. Así lo escribí en el prólogo de la versión española del perturbador y valiente libro testimonio Huir o morir en el Zaire, escrito por una refugiada, Marie-Béatrice Umutesi:

«[…] eran los amargos días en que conocíamos el asesinato en Ruanda de los tres cooperantes españoles miembros de Médicos del Mundo, Flors, Manolo y Luis. Los días en que, con sorprendente ligereza, sin ningún tipo de contraste informativo ni sentido crítico, la práctica totalidad de los medios de comunicación daba por buena la versión, surgida de oscuras fuentes, que adjudicaba este triple crimen, como siempre, a los interahamwe. Los días en que esas mismas turbias fuentes se esforzaban por convencer al mundo de que ya no quedaban refugiados en Zaire, que todos habían retornado, felices, a la nueva Ruanda. Los días en que tantos otros expertos y ONG daban tan fácilmente por buena esa ‘farsa internacional’, como la calificó la comisaria Bonino. Los días, en definitiva, en que Marie-Béatrice y sus compañeros se sentían abandonados por la comunidad internacional, huían aterrorizados, morían o perdían a sus seres queridos sin entender por qué eran tratados como genocidas, por qué eran abandonados por todos como si de apestados se tratase, por qué se negaba incluso que existiesen.»

Aunque, como afirma Ian Birrell, la arrogancia de Paul Kagame es tal que ahora ya ni se preocupa de adjudicar a los otro sus propios crímenes. Esta vez han sido sus lacayos congoleños los que, en cuestión de horas, han adjudicado el triple crimen a “los hutus”, los ruandeses de las FDLR. Acusaciones tan a la ligera que han obligado al viceprimer ministro de Interior de la RDC, Innocent Bokele, a suspender de sus funciones al director adjunto de su gabinete, Bulakali Aristide. Por el contrario, nosotros, cuando nos atrevemos a exponer una hipótesis sólidamente fundada, como la que apunto en el título mismo de este artículo, lo hacemos basándonos en un gran conjunto de indicios y antecedentes que, acumulados durante décadas, nos llevan siempre, inexorablemente, al mismo perverso personaje.

En primer lugar, refiriéndome ya a la autoría del asesinato del embajador italiano en la RDC, Luca Attanasio, junto a sus dos acompañantes, una cosa es clara: como sabemos bien los que realmente estamos interesados en la gran tragedia que se vive en el este de la RDC fronterizo con Ruanda (el Kivu Norte y el Kivu Sur) y como acaba de manifestar la ONU en su reciente informe del día 23 del pasado diciembre, esas ricas provincias están de facto ocupadas ya por Ruanda. Y la historia nos dice que en toda región controlada por Paul Kagame, nada que tenga alguna importancia, y menos aún el asesinato de todo un embajador europeo, se lleva a cabo sin que sea una decisión personal suya y de su entorno inmediato. Es lo que, tras muchos años de investigaciones, queda meridianamente claro en el auto del juez Fernando Andreu sobre la autoría de todos y cada uno de los asesinatos de nueve conciudadanos españoles (cinco en Ruanda y cuatro en Kivu Sur).

Existen además bastantes indicios de dicha autoría, que han sido expuestos en diversos artículos anteriores: la lengua kinyarwanda en el que se expresaban los atacantes, la imposibilidad de que se tratase de “genocidas hutus” dada la gran proximidad del lugar del atentado a las posiciones y recintos militares tanto de las fuerzas armadas ruandesas como congoleñas, etc. Fuerzas aliadas desde hace tiempo “para acabar con los grupos rebeldes criminales [supuestamente todos ellos hutus y enfrentados al régimen ruandés] que operan en dicha zona”. En este sentido, cabe destacar, entre otros, los lúcidos artículos de Emmanuel Neretse en The Rwandan.

En cuanto a las posible motivaciones de este crimen tendré que extenderme un poco más. Se trata de una cuestión clave. En estos mismos días, con motivo del asesinato del embajador , el periodista Victor Ternosky me acaba de realizar una entrevista para la radio de la Federación Rusa Sputnik. Su ruego inicial fue propio de un gran profesional: “Le ruego, señor Carrero, que, sin distraernos en cuestiones secundarias, me intente explicar el núcleo de este problema. Es decir, que me ayude a comprender qué está pasando en esa región. Porque, francamente, muchos profesionales de la información no logramos entenderlo”.

Muy buena pregunta, que me facilitó el centrarme en lo esencial. Y hacerlo desde la experiencia, no desde teorizaciones académicas. Teorizaciones desde un mundo académico en el que los “grandes” profesores están tan perdidos como los profesionales del periodismo. Mundos ambos en los que campea aquello que los maestros zen llaman la ignorancia venenosa. Esta se diferencia de la simple ignorancia en que los afectados por ella no solo no saben sino que, además, ignoran que no saben; creen saber sobre aquello que en realidad no saben nada.

Así pues le expliqué la confidencia que, hace ya años, me había hecho un relevante miembro de la oposición al régimen totalitario y criminal de Paul Kagame: un alto cargo de la Administración de Estados Unidos le había propuesto llevarlo a los más importantes posiciones del poder político en Ruanda si, a cambio, colaboraba con ellos en la operación de anexión del este de la RDC. A partir de aquí, podemos ir colocando el resto de piezas de este complejo, tremendo y sanguinario puzzle. Otra de las más contundentes confirmaciones de la existencia de este proyecto es la carta que Paul Kagame dirigió a Jean Baptiste Bagaza el 10 de agosto de 1994. En ella se refiere, además, a aquello que ahora me interesa tratar: el gran obstáculo que para dicho plan representa cualquier observador internacional, y más aún todo un embajador europeo.

En el año 2009, Christopher Black, abogado de la defensa en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, nos hizo llegar a diversas personas una carta que su ayudante había encontrado entre las decenas de miles de documentos “perdidos” en los archivos del Tribunal Penal Internacional para Ruanda. A pesar de que muchos de estos documentos son muy importantes, como es el caso del Informe Gersony, no habían sido tenidos jamás en cuenta por quienes toman las decisiones en este alto tribunal de la ONU, un tribunal totalmente manipulado por Estados Unidos y Gran Bretaña (como denunció públicamente quien fue la fiscal de él, la suiza Carla del Ponte). Se trataba de una carta personal de Paul Kagame, ya entonces líder del FPR, a su amigo el también extremista tutsi y dictador burundés Jean Baptiste Bagaza. Se trataba de una carta en la que daba detalles sobre su “plan sobre el Zaire”; una carta en la que afirmaba que la presencia de los refugiados hutus en el Zaire, y, sobre todo, la presencia de la comunidad internacional junto a ellos, podría hacer fracasar dicho plan; una carta en la que se refería también a las tareas que sus aliados estadounidenses, británicos y belgas estaban realizando para que tal proyecto llegase a buen término; una carta que recogí en mi libro África, la madre ultrajada:

“Esté seguro de que nuestro plan continuará tal y como lo acordamos tras nuestra última reunión en Kampala. La semana pasada me puse en contacto con nuestro gran hermano Yoweri Museveni y hemos decidido llevar a cabo algunas modificaciones sobre el plan. En efecto, como usted constató, la toma de Kigali provocó enseguida el pánico entre los hutus, que tomaron la ruta hacia Goma y Bukavu. Nos ha parecido que la presencia de un gran número de refugiados ruandeses en Goma y, sobre todo, de la comunidad internacional, puede hacer fracasar nuestro plan sobre Zaire. Sólo podremos ocuparnos de Zaire tras el retorno de los hutus. Se han utilizado todos los medios para que vuelvan lo antes posible. No obstante, nuestros servicios externos de información continúan rastrillando el este de Zaire y nuestros colaboradores belgas, británicos y norteamericanos el resto del país. Los informes sobre estas actividades serán revisados en los próximos días.

En lo que concierne al Plan Burundi, estamos muy contentos del trabajo realizado por ustedes con el fin de hacer fracasar la política del FRODEBU.[1] Hay que continuar paralizando el poder del FRODEBU hasta que se pudra totalmente la situación, para así poder justificar las acciones de ustedes, que no deberán fallar el objetivo. Nuestros soldados serán desplegados, en esta ocasión, no solamente en Bujumbura sino también en los lugares que usted considere estratégicos. Nuestros elementos estacionados en Bugesera están listos para intervenir en cualquier momento. El plan para Burundi debe ser ejecutado con rapidez, antes de que los hutus de Ruanda se organicen.”

Sabemos que precisamente por ese motivo se asesinó a los misioneros y humanitarios españoles. Pero además, en la adjudicación de tales crímenes a “los genocidas hutus” podemos encontrar otra motivación, que complementa la anterior, para el reciente triple asesinato: la justificación de la permanente intervención de Ruanda en la RDC con la excusa de la estabilización y la seguridad. Desde octubre de 1996 siempre han utilizado dicha mentira para justificar sus agresiones continuadas al país vecino. La han utilizado incluso para lograr objetivos en Europa. Fue la excusa utilizada por el equipo de expertos de la ONU, bajo la dirección de Rakiya Omaar, agente al servicio de Paul Kagame, para desactivar las cuarenta órdenes de arresto emitidas por el juez Fernando Andreu: acusar a nuestra Fundación, y a mí en particular, de ser la financiadora de las FDLR.

El objetivo oficial del viaje del embajador es también una importante información para determinar cuales podrían ser las motivaciones de su asesinato. Según consta en la Nota oficial enviada por la Embajada de Italia al Ministerio de asuntos Exteriores de la RDC, el motivo del viaje era “la visita a la comunidad italiana de Goma y Bukavu”. En cuanto recibí la copia de dicha solicitud, empecé a atar los cabos sueltos de este dossier: la visita a los misioneros Javerianos italianos en los Kivus seguro que sería parte fundamental de dicho viaje. Con su compromiso evangélico hacia los más pobres, son tan molestos para Kagame como lo somos nosotros mismos. Por eso en el informe de la ONU de 2009 fueron acusados junto a nosotros de ser los principales apoyos de los “terroristas genocidas hutus” de las FDLR. Nosotros como sus financiadores, ellos como sus cómplices allí sobre el terreno.

Dos días después encontraba la confirmación de mis temores. Los tres últimos días de su vida, el altruista y generoso Luca Attanasio los había vivido en la comunidad de los Javerianos. Con su “sensible” cargo diplomático, se estaba convirtiendo en alguien muy peligroso para la Gran Mentira que Kagame-Occidente han creado y mantienen desde hace décadas. Estos acontecimientos merecen ser analizados más ampliamente en la segunda parte de este artículo.

Nota

[1] Frente para la Democracia en Burundi, legalizado en 1992. Como ya hemos visto, su candidato, Melchior Ndadaye, logró la presidencia pero fue asesinado en octubre de 1993, a los cuatro meses de su toma de posesión.

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