La mayoría social española parece tener una mirada y una conciencia tan superficiales que solo es capaz de observar y entender los significativos acontecimientos actuales -revueltas en Francia y otros países, brexit, procés catalán…- como hechos aislados que no tienen relación alguna entre sí. Es como si alguien olvidase que nuestras Illes Balears son tan solo los emergentes de una plataforma común. Es cierto que los omnipresentes grandes medios nos presentan tales acontecimientos del modo que conviene a las grandes corporaciones propietarias de ellos. Pero no lo es menos que existe una grave responsabilidad personal. La que Antonio Gramsci calificaba como conformismo, consentimiento y sumisión que hacen posible la hegemonía y la dominación. Al parecer es demasiado esfuerzo sacar tiempo para buscar fuentes independientes de información.

Sin embargo no haría falta demasiado esfuerzo para darse cuenta de que bajo los tres acontecimientos que dan título a este artículo -y bajo otros muchos- existe una raíz común: la rebelión contra la creciente desigualdad o, lo que es lo mismo, contra el acelerado proceso de concentración del dinero y centralización del poder. Concentración y centralización que Albert Einstein calificó ya en su época como “el mayor de los males”. Concentración y centralización en una Fed (Reserva Federal) que hace y deshace a su antojo sin ningún control político. Concentración y centralización en una troika europea (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) que no ha sido elegida por ninguno de los manifestantes con chalecos amarillos, ni por ninguno de los británicos que votaron a favor del brexit, ni por ninguno de nosotros -aunque nos olvidemos o incluso no seamos conscientes de ello-. No han sido votados por ningún europeo pero imponen su voluntad y sus condiciones a todos nuestros estados. Concentración y centralización en Madrid, desde donde, fieles a los dictados de Bruselas y a su propia cerrazón, los «democráticos» y «magníficos» partidos constitucionalistas han tumbado todas las medidas progresistas y sociales que el «golpista» Parlament catalán había aprobado.

Es verdad que ninguno de los grandes medios nos explica cómo en 1913, violando la constitución estadounidense, la Fed pasó a manos privadas en una magistral pero perversa operación. Ni que tras la “crisis” de 2008, se le logró hacer, por primera y única vez, una auditoría. Sobre ella el senador Bernie Sanders afirmó: “la primera auditoría integral de la Reserva Federal sacó a la luz impresionantes nuevos detalles sobre cómo Estados Unidos suministró unos colosales 16 billones de dólares en préstamos secretos para rescatar bancos y negocios estadounidenses y extranjeros durante la peor crisis desde la Gran Depresión”. Y eso es solo lo que se ha conseguido documentar. El prestigioso investigador James Felkerson (con el que colaboran economistas como Joseph Stiglitz o Paul Krugman), asegura que deberíamos estar hablando de casi el doble. Los grandes medios lo callan, pero para conocer semejante latrocinio, realizado en algo más de dos años, bastaría con leer un poco, leer alguna documentación honesta y seria. Y para tomar conciencia de la magnitud de semejante expolio bastaría con recordar que, por ejemplo, el ingente despilfarro armamentístico anual mundial se ha disparado en estos últimos años a tan “solo” 1,73 billones de dólares. Es igualmente verdad que tampoco nos explican nada sobre esos elitistas poderes que campan a sus anchas desde Bruselas. Pero tampoco hacen falta grandes esfuerzos para conocer quiénes son esas gentes y para saber a quienes obedecen.

Aunque lo que sucede en España es tan primitivo, tan revestido de un patrioterismo ignorante de los grandes intereses que se esconden tras la máscara de la defensa de la “sacrosanta” unidad patria, que ya llegué hace tiempo a una triste conclusión: no vale la pena cansarse exponiendo argumentos. No vale la pena, porque “Espanya no té remei”. Creo que con este tremendo título de un clarividente libro, Pere Sampol lo resumió magistralmente. Yo no soy capaz de explicarlo mejor ni con un largo párrafo. Cuando la catalanofobia, atizada por los grandes medios, llega a convertirse en la principal clave para decidir las elecciones andaluzas, de nada valen ya ni el raciocinio ni las palabras. Es la hora de las pasiones irracionales. Es la hora de una nueva cruzada en la que, a medio o largo plazo, muy probablemente los nuevos cruzados acabarán como los anteriores: perdidos en sus propias contradicciones. Y a nivel mundial, la élite globalista occidental se siente, al parecer, intocable. Pero se equivoca de lleno. Olvida una constante histórica: no hay ninguna Bastilla que no pueda ser tomada.