¿Negociaciones falsarias para avanzar con las armas hacia la total opresión criminal o lucha a muerte para avanzar en el camino negociado de la liberación?
Un titular como es este muestra ya a las claras un posicionamiento, un rechazo enérgico de la pulcra equidistancia de los Ni-Ni. Y para colocarse en esa posición, en ese “lugar”, no es necesario estar físicamente entre las ruinas de Gaza, es suficiente con sumergirse de todo corazón en las terribles imágenes de tanta desolación. No hablo de víctimas, que siempre se dan en ambas partes de todo conflicto. Hablo de ciudades enteras arrasadas, del lanzamiento de 6.000 misiles en 6 días en un espacio tan reducido como es el de Gaza (frente a los 30 o 40 lanzados diariamente en la enorme Ucrania), de masacres masivas e indiscriminadas de civiles, de impunidad y prepotencia.
Como acaba de expresar Seymour Hersh, sin necesidad de internarse en esas ruinas ni de utilizar armas termonucleares tan cerca de su propio territorio, Israel lleva camino de dejar Gaza tan arrasada como Hiroshima. Y a “nuestros” honorables líderes les parece bien. Por el contrario, algunos consideran que todo israelí (no solo los belicosos y supremacistas colonos ilegales) es corresponsable de semejante barbarie, así como del criminal sometimiento de los palestinos durante décadas, sometimiento que, como era de esperar, ha provocado finalmente la reacción de Hamás el sábado 7 de octubre. Pero desde mi punto de vista la responsabilidad de “nuestros” líderes es mucho mayor que la de cualquier ciudadano israelí ordinario. La pregunta es: ¿Y quién ha hecho posible con su voto que “nuestros” líderes ocupen unos cargos que les permiten un colaboracionismo tan grave y criminal?
A no ser que alguna de las partes decida dar una patada nuclear definitiva al tablero mundial y todos desparezcamos de él, en algún momento, se tomen los caminos que se tomen, habrá que sentarse frente al enemigo. Si esto es ciertamente así, el perverso “talk and fire” anglosajón, con el que han acabado con tantos ingenuos líderes y países, tendrá que ser usado en sentido inverso: las negociaciones falsarias para avanzar con las armas hacia la total opresión criminal deben convertirse en lucha a muerte para avanzar en el camino negociado de la liberación. Por desgracia, será una lucha sucia por ambas partes. Por mucho que los belicistas desprecien la no violencia, ¡eso es la guerra! ¿En qué guerra se han respetado las convenciones internacionales sobre las leyes de guerra?
Como afirman expertos militares, muy probablemente hasta en el hospital recientemente bombardeado se habría protegido combatientes de Hamás. Pero, ¿desde cuando “los buenos” aceptamos que arrasar el lugar en el que “los malos” tienen secuestrados a sus rehenes, sea un método posible de “rescate”? Aunque, claro, ¿qué más da?, los cientos de civiles que perdieron la vida en dicho hospital no eran israelís. Peor aún, cualquier habitante de Gaza forma parte de “los malos” por el solo hecho de vivir allí. Y, ¿desde donde son lanzados los cohetes? Sin embargo, “los buenos” deberían aceptar que Israel ha llegado a acosar de tal manera a los palestinos que es la responsable última de esta situación tan espantosa e irresoluble.
Esas carnicerías de rehenes solo deberían tolerarse en la salvaje África. De hecho, excepto la comisaria europea para la Ayuda humanitaria, la italiana Emma Bonino, nadie importante en las instituciones internacionales levantó con energía su voz en 1996-1997 frente al exterminio de muchos cientos de miles de refugiados hutus en el Zaire (en su gran mayoría mujeres, ancianos y niños) entre los que, según nos decían, había algunos cientos o miles de genocidas. Por eso Médicos sin Fronteras, siguiendo las “sensatas” directrices de “la comunidad internacional” los abandonó, argumentando que no quería cuidar a genocidas. Y fue por ello galardonada con el Nobel de la Paz en 1999, el mismo año en el que miles de instituciones y personalidades internacionales apoyaron una potente candidatura a ese mismo premio de un tal Juan Carrero Saralegui que se desvivía denunciando semejante genocidio.
No parece haber muchas alternativas: aniquilamiento total de solo una de las partes (algo que me parece bastante improbable), aniquilamiento total de ambas partes (algo que me parece mucho más probable), la vía de los dos estados (algo que me parece muy difícil), un Estado único (algo que me parece mucho más difícil aún) o la continuidad en el actual impasse (“situación de difícil o imposible resolución, o en la que no se produce ningún avance”, impasse que ahora, tras la enorme crisis actual, tampoco parece que se pueda prolongar más en el tiempo). Así que veamos dos de esas cinco posibilidades, las dos en la que todos podríamos hacer alguna aportación, por pequeña que esta sea.
Cuando personalidades como el ministro Lavrov o el presidente Putin, de tanto peso intelectual y tan poco sospechosas de colaboracionismo con el actual Imperio anglo-occidental, no ven otra salida que la de los dos estados, tal posible solución no debe ser tan sospechosa. Han sido Israel y Estados Unidos los que siempre han boicoteado esa posible salida hacia la paz. De hecho, hasta Hamás aceptó el 1 de mayo de 2017 la creación de un Estado palestino con fronteras en la Línea Verde, la línea de demarcación que se estableció en el armisticio árabe-israelí de 1949, firmado entre Israel y varios de sus oponentes árabes (Egipto, Siria y Transjordania) al finalizar la guerra árabe-israelí de 1948.
Son las líneas existentes antes de que se produjese un verdadero punto de inflexión en el conflicto tras el atentado terrorista contra el Hotel King David, el fin del Mandato británico y la posterior propuesta se la Asamblea General de las Naciones Unidas de dividir Palestina en dos estados. Y creo que todos tenemos claro, o deberíamos tener claro, que solo Hamás es el dueño de sus propias decisiones y de las modificaciones de ellas que considere oportunas en el futuro. En cuanto a la vía de un solo estado, Mohamed Hassan afirma:
“Israel se ha asegurado de que no haya un Estado palestino. Hoy en día, dos Estados uno al lado del otro son imposibles [véase el capítulo 19]. El único resultado posible será la creación de un Estado único abierto a todos, donde todos serán iguales.
La evolución de la lucha obligará a todos a formar un Estado único. En primer lugar, si quieren luchar como es debido, Hamás, Fatah y el FPLP tendrán que unirse contra el sionismo. Y esta lucha acabará por hacer reaccionar a la población israelí. Los israelíes no se dejarán apartar por sus dirigentes.
Ocurrirá como en Sudáfrica: cuando la lucha sea muy intensa, el aparato del Estado israelí se resquebrajará y la sociedad israelí se dividirá entre las clases que se benefician del colonialismo y las demás. Los israelíes progresistas querrán negociar. En ese momento, el corazón del poder, el ejército y los servicios secretos, se volverá también contra los demás judíos. Algunos abandonarán el país, otros negociarán. Y la única solución será un Estado abierto a todos y respetuoso con todos.”
¿Estamos hablando de realpolitik o de anhelos profundos? ¿De verdad que Israel se verá obligado tan fácilmente un día a aceptar el retorno de los 6 millones de palestinos exiliados o refugiados y convocar elecciones a continuación, unas elecciones en las que el número de palestinos sería mayor que el de los israelís? En todo caso, cuando alguien no especializado en este conflicto, como es mi caso, se decanta por la vía de dos estados, una vía cada día más lejana y casi utópica, lo que en el fondo está afirmando es que, dada la realidad existente actualmente sobre el terreno, no es posible hacer desaparecer a ninguna de las dos partes, ya sea expulsándola o eliminándola. Lo cual no excluye la vía de un solo estado, algo muy difícil de imaginar para muchos, entre los que me incluyo.
Y ese reconocimiento final, legal y pleno, de dos estados, se tiene que iniciar necesariamente con un mínimo reconocimiento mutuo. Lo que implica en primer lugar, y sobre todo, el reconocimiento sin ambigüedad alguna del derecho de los palestinos a tener su propio Estado en los territorios que ocupaban antes de 1947. Y en segundo lugar un reconocimiento de la realidad del Estado de Israel, una realidad bastante diferente de un mero “ente sionista” ocupante en unos territorios en los que tan solo viven sionistas genocidas. Si no aceptamos tal cosa, ni tan solo será posible utilizar la expresión conflicto palestino-israelí. De ahí que, en mi artículo anterior, ya me refiriese a la importancia, para alcanzar la paz, de las palabras y términos utilizados.
Foto: Gran parte de la zona de al-Zahraa, en el centro de Gaza, ha quedado completamente arrasada (Reuters, 20.10.2023).
Carlos Canales: Las raíces del conflicto arabo-israelí – Del fin del Imperio Otomano al Protectorado (Bellumartis Historia Militar, 19.10.2023)