Este artículo, que me ha parecido oportuno escribir en este momento en el que Barack Obama abandona la presidencia de Estados Unidos, podría también titularse “Acaba la Operación Obama”. Me habría referido así a la genial operación con la que las grandes familias financieras crearon y llevaron por primera vez a la cúpula del poder estadounidense a un elegante, inteligente y seductor hombre de color. Un hombre que superó con creces el refinado “carisma” de otras criaturas “progresistas” de estas “filantrópicas” familias: Jimmy Carter, Bill Clinton, Toni Blair… Obama trasmite más convicción que cualquiera de ellos. Cuando se lo ve hasta emocionarse con sus propios mítines, uno piensa que es posible que incluso se crea sus propias mentiras, por ese extraño proceso de racionalización tan propio de la especie humana. Sin embargo, es un africano, el astuto y cínico Paul Kagame, el que ocupa el lugar superior en el ranking de los grandes mentirosos. Podría dar lecciones a todos estos presidentes sobre cómo decir las mayores falsedades sin que se le mueva ni una pestaña. No hay máquina de la verdad que detecte la menor perturbación de este personaje: el mismo es una máquina de mentir y matar. Clinton, Blair u Obama tan solo lo han superado en “simpatía”.
¿Estoy haciendo un relato fantástico sobre ocultas e increíbles operaciones diseñadas desde un supuesto poder en las sombras? Que se lo pregunte a los bróker y otras trajeadas gentes de Wall Street que el día de la victoria de Obama se burlaban de las manifestaciones de júbilo de los crédulos votantes progresistas y gritaban a aquellos ingenuos desde las ventanas de sus lujosos despachos: “Tontos, no tenéis ni idea de lo que ha pasado”. El candidato que iba a poner límite a los excesos de Wall Street, según prometía en su campaña electoral, favoreció hasta el descaro a la gran banca e hizo posible que los ingresos del 1% de los más ricos aumentasen más del 30% en cada uno de sus dos mandatos. El candidato que fue galardonado preventivamente con el Nobel de la Paz, desplegó un belicismo que no imaginaron ninguno de cuantos creyeron en sus falaces promesas. Hasta preparaba ya entonces, junto a Hillary Clinton, la destrucción del Estado libio con la ayuda de los herederos de los muyahidines creados por su mentor Zbigniew Brzezinski.
Ha sido esa magistral Operación Obama la que ha permitido al Establishment estadounidense el profundizar durante ocho años más tanto en la concentración del poder financiero como, guerra tras guerra, en el proyecto de dominación de lo que ellos llaman el espectro total. El progresismo mundial, verdaderamente obnubilado (a excepción de algunos lúcidos movimientos minoritarios que han sabido desengancharse de los canales convencionales de “información” y que se han regido por informaciones veraces e independientes como las de WikiLeaks), ha tolerado a este “magnífico” primer presidente de color multitud de espantosos crímenes que jamás habría tolerado a los gobiernos conservadores. La estrategia del Establishment financiero ha dado unos resultados extraordinarios. Es una estrategia que podríamos calificar así: “Progresismo en todo mientras se controla -con la ayuda de los grandes medios- lo esencial: la concentración del poder y la dominación militar”.
Algunos expertos ya habían alertado contra el candidato. El historiador Webster Tarpley era categórico, advertía sobre el enorme peligro que encerraba su posible elección, y con ella la activación del plan Brzezinski: llegar a someter o a “integrar” a Rusia y China para permitir que la supremacía mundial de Estados Unidos y Reino Unido continúe durante otros cien años. Se trata de un proyecto incomparablemente más ambicioso, agresivo, militarista e incluso catastrófico -afirmaba Webster Tarpley- que cualquier política de los neocon, incluido su proyecto de atacar Irán. Es una marioneta de la Comisión Trilateral y, en particular, de Zbigniew Brzezinski. Este grupo ha creado otra marioneta, esta vez con mayor preparación que Jimmy Carter. Se trata de un demagogo de izquierda que promete “esperanza” y “cambio”, pero que en realidad representa políticas cualitativamente peores y más destructivas.
Webster Tarpley ha explicado reiteradamente como Barack Obama fue reclutado por Zbigniew Brzezinski entre 1981 y 1983 y cómo, por tanto, al convertirse en presidente llevaba más de veinticinco años bajo su adoctrinamiento directo, por lo que puede por ello ser considerado su criatura política. Ha insistido también en la supeditación de Barack Obama a los círculos preocupados por los retrocesos de Estados Unidos en el liderazgo global y por replantear toda la política estadounidense. Círculos representados por las diversas figuras que estarían tras su candidatura: Zbigniew Brzezinski, Joseph S. Nye (como representante del Club Bilderberg y como director para América del Norte de la Comisión Trilateral), el conocido inversionista y especulador financiero George Soros y otros partidarios de la doctrina del Nuevo Realismo. Círculos en los que estarían, por ejemplo, el Consejo de Relaciones Exteriores, la Fundación Ford o la Escuela Económica de Chicago.
Este artículo mío de hoy podría también titularse “Obama, el padre de Nadia y nosotros”. En este caso el subtítulo o el destacado podría ser este: “¿Qué extraños mecanismos emocionales y mentales permiten que unos seductores sicópatas como el padre de Nadia o Barack Obama logren nuestra entusiasta adhesión?”. ¿Cómo puede ser que hasta un analista tan lúcido en cuestiones nacionales como es Iñaki Gabilondo tan solo contraponga las formas civilizadas de Barack Obama con las burdas maneras de Donald Trump sin profundizar en el fondo de lo que ambos representan? Parece ser verdad lo que he oído con frecuencia en boca de mi esposa y otros profesionales de la psicología: somos bastante analfabetos en todo lo que tiene que ver con la psicopatología. No hay manera de que, por ejemplo, la gente tome conciencia de la estrecha relación entre la psicopatía y la seducción o la demagogia. Francamente, me fio más del imprevisible Trump, con sus provincianos modales, que de cualquiera de estos fríos y astutos psicópatas.
Por otra parte, yendo ya más allá de la cuestión de la personalidad de estas gentes, hay demasiados analistas que se consideran progresistas pero que aún no se han dado cuenta de que no es por azar el que muchos republicanos estén mucho más cerca de los demócratas Barack Obama y Hillary Clinton (bastantes de ellos declararon que votarían a Hillary) que de su correligionario Trump (y no están lejos de él principalmente por sus excentricidades). Hay demasiados analistas que se consideran incluso de izquierdas que aún no se han dado cuenta de que la más importante fractura no es la que existe entre republicanos y demócratas sino entre quienes están al servicio de las grandes familias financieras y quienes no surgen desde el poderoso sistema económico-político-mediático que estas han creado. En todo caso, seguro que alguien se preguntará sobre porqué o cómo me atrevo a hacer unas valoraciones tan duras sobre un personaje tan idealizado como Barack Obama. Respondo a mi vez con otra pregunta: ¿Cómo ha sido posible que el verdadero y oscuro historial familiar y personal de Barack Obama no haya llegado a salir nunca a la luz? Veamos los primeros párrafos del extenso apartado titulado precisamente “El fraude Obama” que escribí ya en 2011 para mi libro La hora de los grandes “filántropos”:
“El 31 de agosto de 2010, el periodista e investigador Wayne Madsen [Exfuncionario de la National Security Agency (NSA)] publicó una investigación a la que tituló La biografía oculta de los Obama: una familia al servicio de la CIA. En ella compiló varios archivos de la CIA que demuestran los vínculos de esa agencia de espionaje con instituciones y personas estrechamente ligadas a Barack Obama, así como a sus padres, su padrastro y su abuela materna. De esta forma, queda destruida una visión ingenua que nos presentaba el fenómeno Obama como algo espontáneo que surgió desde fuera del Establishment. Wayne Madsen es alguien que merece el respeto y agradecimiento de todos aquellos a quienes nos duele la tragedia que vive el África de los Grandes Lagos, ya que respecto a ella ha sido uno de los más lúcidos investigadores estadounidenses.
En la primera parte de este trabajo, Wayne Madsen subraya la participación de Barack Obama padre en las acciones de la CIA en Kenia, operaciones destinadas a obstaculizar que el comunismo ganara terreno en ese país gracias a la influencia de China y de la Unión Soviética en los medios estudiantiles. Las operaciones de la CIA en Kenia tenían también como objetivo evitar el surgimiento de líderes africanos no alineados. En la segunda, Wayne Madsen aborda la biografía de la madre del presidente Barack Obama, Ann Dunham, y de su padrastro, Lolo Soetoro. Sigue la trayectoria de ambos como agentes de la CIA: primeramente en la Universidad de Hawái, en la que se elaboran algunos de los más oscuros proyectos de la CIA; y posteriormente en Indonesia, en los momentos en que Estados Unidos preparaba una enorme masacre de simpatizantes comunistas.
Las carreras de la madre de Obama y de su padrastro forman parte del periodo que rodeó el comienzo de la globalización en Asia y en el resto del mundo. Ambos estaban muy estrechamente vinculados a las actividades de la CIA que tenían por objetivo el neutralizar la influencia chino-soviética en Indonesia. Lolo Soetoro había conocido a Ann Dunham en 1965, en la Universidad de Hawái, cuando el joven Barack tenía solo 4 años. Barack y su madre se instalaron en Yakarta en 1967. En 1965, el general Suharto había llamado a Lolo Soetoro para que se incorporara al Alto Mando militar y ayudara a la planificación, con ayuda de la CIA, del genocidio de indonesios y de chino-indonesios procomunistas a través de todo el país. Llegó a ser promovido al grado de coronel.
Así que Lolo Soetoro viajó hacia Yakarta el 20 de julio de 1965, tres meses antes del golpe de Estado de la CIA y Suharto contra Sukarno. Todos estos oscuros episodios provocaron un millón de víctimas civiles. Una nota desclasificada de la CIA, fechada el 6 de octubre de 1966, demuestra la extensión del control y de la supervisión que ejerció la CIA durante el golpe contra Sukarno. Ann Dunham, por su parte, trabajó para la Fundación Ford, el Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo, el Banco Rakyat (el banco público indonesio perteneciente al Gobierno) y para la USAID durante su estancia en Indonesia, y posteriormente en Pakistán. La USAID estuvo implicada en varias operaciones secretas de la CIA en el sudeste asiático.
En 1971 Ann Dunham se quedó en Indonesia y el joven Barack Obama regresó a Hawái, quedando a cargo de su abuela materna, Madelyn Dunham. Esta última fue la primera mujer que ocupó el cargo de vicepresidente del Banco de Hawái en Honolulu. La CIA utilizaba por entonces el Banco de Hawái para lavar el dinero y transferir fondos a sus dictadores amigos en la región Asia-Pacífico: el presidente de Filipinas Ferdinand Marcos, el presidente de Vietnam del Sur Nguyen Van Thieu y el general Suharto, presidente de Indonesia. En Honolulu, una de las sociedades bancarias más utilizadas por la CIA para el lavado de dinero era la BBRDW (Bishop, Baldwin, Rewald, Dillingham & Wong), que estaba ampliamente implicada en el financiamiento de las actividades secretas de la CIA en toda Asia: el espionaje industrial en Japón, la venta de armas a las guerrillas anticomunistas de los muyahidines afganos o las actividades en Taiwán. La abuela de Barack Obama administraba las cuentas enmascaradas de la CIA.”