¿Hasta dónde están dispuestos a llegar “los buenos” para preservar su criminal dominación mundial?, ¿hasta qué grado de locura destructiva han llegado?
Los acontecimientos van tan acelerados que me han obligado a modificar el esquema de este texto. Lo que era una perturbadora posibilidad, al parecer cercana pero no inmediata, el ataque de Ucrania a Crimea, ha llegado ya: Rusia ha repelido un ataque masivo con drones a la península. No se ha tratado aún de un mortífero ataque con los prometidos misiles de largo alcance. Por ello, seguramente, Rusia no está reaccionando con la fuerza demoledora que aseguró que utilizaría en el caso de que Crimea fuese atacada.
Un delirio cada día más grave y peligroso para toda la humanidad
En todo caso, el hecho incuestionable es la evidente voluntad OTANista de atacar Crimea. El excomandante general el ejército estadounidense en Europa, Ben Hodges, tuiteó hace unos días que cree que Ucrania puede recuperar Crimea derribando Sebastopol y la Flota del Mar Negro de Rusia con misiles de largo alcance. ¿Cuál será entonces la próxima provocación: un ataque a gran escala con misiles de largo alcance, concretamente a Sebastopol, en donde se estableció en 1804 la importante base militar rusa, sede de la Flota del Mar Negro?
Si atacar una importantísima base “enemiga”, que debe ser rusa hasta 2042, según los acuerdos con Ucrania, es ejercer la “responsabilidad de proteger” a los pueblos oprimidos… y si, por el contrario, luchar por algo que es propio desde hace mucho más de dos siglos es expansionismo imperialista, entonces debe ser que Putin es el demonio reencarnado que ya entonces llevaba a cabo sus grandes crímenes imperialistas. O, sencillamente, soy incapaz de entender este lío de nuestros hollywoodienses héroes.
Para “nuestros” cínicos líderes, parece que es necesario “liberar” urgentemente a la población de la península. Una población mayoritariamente de etnia rusa, que, enfrentada a la terrible realidad del régimen radicalmente rusófobo instaurado en Kiev tras el Golpe de estado del Euromaidán, decidió, de modo masivo (más de un 95%) pero erróneo (según nos dicen “nuestros” doctos expertos), integrarse en Rusia. Kurt Nimmo concluye así el artículo en el que analiza todo esto:
“Biden, Blinken, Sullivan y Ben Hodges deberían leer la Declaración de Independencia [de los Estados Unidos]. Habla del derecho a separarse de un gobierno tiránico. Pero supongo que a nuestros ‘servidores públicos’ no les interesan esas cosas hoy en día. De hecho, muchos de ellos creen que pretender la separación de un gobierno abusivo y depredador es terrorismo doméstico.”
Me pregunto, ¿qué haría Escocia si Rusia lograse instaurar en Londres un régimen neonazi y asesino? Y no se trata de preguntas retóricas. La naturaleza neonazi del régimen de Kiev es tan evidente que no voy a dedicar a ello ni una línea. Y las más de 14.000 víctimas mortales provocadas por él en el Donbass en los 8 años posteriores, cifras reconocidas hasta por la ONU pero inexistentes para nuestras sociedades “informadas” y “democráticas”, son la prueba de que los habitantes de Crimea sabían muy bien lo que estaba sucediendo y lo que les esperaba. Pero el ataque a Crimea no es ni mucho menos la única provocación posible. ¿Se tratará de la desestabilización de Transnistria?, ¿o de la peligrosa entrega a Ucrania de aviones de combate?…
Paralelamente, las advertencias de Rusia frente a tantas provocaciones son cada vez más inequívocas. El ex presidente ruso Dmitri Medvédev, actual vicepresidente del Consejo de Seguridad ha afirmado que la entrega de aviones de la OTAN a Ucrania significará el ingreso directo de esta en la guerra. Un par de días después, sus declaraciones han sido aún más duras: seguir armando a Ucrania conducirá a un apocalipsis, habrá que olvidarse de la anterior vida durante siglos hasta que los humeantes escombros dejen de emitir radiación, Rusia no permitirá que los acontecimientos tomen ese rumbo, no está sola en este afán, los países occidentales y sus satélites suman solo el 15 por ciento de la población del planeta, los demás somos muchos más y mucho más fuertes…
Y China da pruebas cada vez más explícitas de hastío frente a las inacabables y crecientes manipulaciones del Imperio de la Mentira. La cínica Bestia, que está volcando en Ucrania ingentes recursos militares, económicos y de todo tipo, la empieza a acusar reiteradamente de estar evaluando la “intolerable” posibilidad de apoyar decididamente a Rusia. No, esto no es una broma. Es que “nosotros” somos los buenos. “Nuestras” decenas de sangrientos golpes de estado y de grandes crímenes contra la paz son intervenciones liberadoras. A diferencia del ilegal y no provocado ataque de Rusia a Ucrania, que no es otra cosa que una sangrienta invasión imperialista.
Estamos en una situación absolutamente única en la historia, una situación absolutamente límite
Por tanto, la cuestión inevitable e inquietante es esta: ¿hasta cuándo mantendrá Rusia la calma ante tanta violación de lo que viene calificando como infranqueables líneas rojas?; ¿hasta cuándo se frenará a sí misma, a pesar de que en cuestión de minutos puede arrasar con misiles nucleares tácticos a decenas de miles de miembros de las fuerzas ucranianas u OTANistas que actúan en Ucrania?; ¿mantendrá su autocontención, una autolimitación que algunos expertos, como Craig Roberts, califican de gran error, un error tan grave que nos llevará al único desenlace que restará posible, el del Armagedón nuclear?; ¿tendrá razón Craig Roberts cuando afirma que Washington está decidido a llegar hasta final, ya que está convencido de que Putin no será capaz de tomar la definitiva decisión nuclear?
¿O tendrá razón David Sant cuando en su documentado y lúcido análisis concluye que es muy posible que estemos efectivamente a 60 o 90 días de la Gran Catástrofe, ya que sería Rusia la que se avanzaría a un previsible ataque total OTANista, al igual que el 24 de febrero de 2022 se avanzó al inminente gran ataque al Donbass por parte del régimen de Kiev, ataque que estaban ya preparando incrementando notablemente sus bombardeos sobre él? Y, como también confirma Scott Ritter, está plenamente capacitada para ello:
“Rusia está muy por delante de Occidente en tecnología de armas, tanto ofensivas como defensivas, […] si Rusia decidiera lanzar armas nucleares contra ciudades occidentales, no hay nada en el arsenal militar defensivo de EE. UU. que pudiera impedir que esos misiles alcanzaran los objetivos previstos.
Peor aún, explica que Rusia ya tiene desplegados los sistemas de misiles Sarmat-II, y estos misiles –que llevan hasta 15 dispositivos nucleares de reentrada cada uno– pueden lanzarse en una trayectoria sobre el Polo Sur, llevándolos a los Estados Unidos desde una dirección para la que las fuerzas de defensa nacional de EE. UU. no están preparadas.
[…] EE. UU. enfoca sus sistemas de interdicción y seguimiento de misiles en la región del Polo Norte, ya que esa es obviamente la distancia más corta entre Rusia y los Estados Unidos continentales. Pero los misiles de Rusia tienen el alcance para ir en sentido contrario y viajar sobre el Polo Sur del planeta.”
Es evidente la infernal voluntad anglo-occidental de provocar ahora en Rusia el mismo derrumbe y desintegración que antes sufrió la Unión Soviética. A la arrogancia luciferina de unas elites que se sienten con derecho y capacidad para prolongar e incluso fortalecer por cualquier medio la dominación unipolar que han disfrutado desde hace tantas décadas, se suman unas sociedades adoctrinadas y rusofóbicas que en su inmensa mayoría (un 85% de estadounidenses, al parecer) están por la guerra contra la inexistente Unión Soviética (¡qué fuertes las inercias emocionales, capaces incluso de impedirnos ver la realidad!). Y no parecen tener en cuenta que ir a por la primera potencia nuclear no es como ir a por Afganistán.
Pero, de la otra parte hay una realidad igualmente incuestionable. Dmitri Medvédev la dejó muy clara: “Rusia corre el riesgo de ser destrozada si detiene la operación militar especial (SMO) antes de que se logre la victoria”. A la vez, la inmensa mayoría de ciudadanos rusos (más del 80%, al parecer) son conscientes de que en esta guerra está en juego la existencia misma de Rusia y apoyan decididamente al Gobierno de Vladimir Putin. Así que estamos en una situación absolutamente única en la historia, una situación absolutamente límite.
La próxima derrota de Ucrania no será el desenlace final, al contrario: nos acercará más al desesperado y feroz zarpazo último de la Bestia… pero en el Kremlin lo saben y harán lo que sea necesario para no llegar a sufrir el ataque nuclear “preventivo” OTANista
Los imperios no suelen pasar con sensatez el relevo a sus competidores. Más bien suelen derrumbarse a sangre y fuego, dejando tras de sí el caos y la desolación. Pero esta vez no se tratará del caos y la desolación provocados tras la caída del Imperio Romano. Mike Whitney no se anda con rodeos ni con generalizaciones abstractas, como aquella de referirse a “armas de destrucción masiva”, sino que apunta directamente a la “solución” nuclear: “En pocas palabras: la economía de China está superando a la de EE. UU. y nada menos que una guerra nuclear puede revertir esa situación«.
La derrota de Ucrania está ya más cercana, como muestra el demoledor informe del Mossad al que ya me referí en la tercera parte de este artículo. Pero probablemente también esté más cerca, por tanto, la siguiente y más grave provocación y/o escalada del conflicto por parte de la Bestia. Veamos el análisis de esta derrota de Occidente que hace, con un final feliz para la humanidad, Roberto Freeman:
“Puedes proseguir una guerra solo por un tiempo determinado con la fuerza del humo y los espejos, los engaños y las ilusiones, las mentiras y los comunicados de prensa. Eventualmente, sin embargo, la realidad te alcanza. […].
En la primera semana de la guerra, Rusia había destruido la fuerza aérea y las defensas aéreas de Ucrania. Para la segunda semana, había eliminado la mayoría de los arsenales y depósitos de armas de Ucrania. Durante las siguientes semanas y meses, destruyó sistemáticamente la artillería enviada desde los países de Europa del Este que formaban parte del antiguo Pacto de Varsovia, ahora miembros de la OTAN. Desmanteló los sistemas de transporte y suministro de combustible del país. Recientemente ha eliminado la mayor parte de la infraestructura eléctrica del país.
El ejército ucraniano ha perdido aproximadamente 150.000 soldados, un ritmo más de 140 veces superior al de las pérdidas estadounidenses en Vietnam. Esto, en un momento en que 10 millones de sus anteriormente 36 millones de habitantes han huido del país. Los militares se dedican a reclutar a niños de 16 años y hombres de 60 para que vigilen las barricadas. No puede obtener munición de reemplazo. Rusia ha eliminado alrededor del 90% de los drones de Ucrania, dejándolos en gran parte ciegos. Los plazos de entrega de los tanques que son el esperado ‘cambio de juego’ se prolongan en meses y años. No es que eso importe.
¿Recuerdas todos los otros ‘cambios de juego’ fallidos? ¿Los obuses M777 y los vehículos blindados de combate Stryker? ¿Los lanzacohetes múltiples HIMARS y los sistemas de defensa aérea PATRIOT? Todos iban a cambiar el rumbo al mismo tiempo. Todos han demostrado ser impotentes para evitar que Rusia se apodere del 20% del territorio de Ucrania y lo anexione junto con su gente a Rusia.
Estados Unidos también perdió la guerra económica. ¿Recuerda la predicción delirante de Joe Biden de que Estados Unidos vería que ‘el rublo se reduciría a escombros’? ¿Y que ‘el régimen de sanciones más estricto de la historia’ iba a ‘debilitar’ a Rusia, tal vez incluso conduciendo al derrocamiento de Putin? El tiro salió por la culata. El año pasado, el rublo alcanzó su tasa de cambio más alta de la historia. El superávit comercial de Rusia en 2022 de 227 mil millones de dólares aumentó un 86% desde 2021. El déficit comercial de los EE. UU. durante el mismo período aumentó un 12,2% y se acerca a 1 billón de dólares.
Como resultado de todo lo anterior y más, la marea de la opinión interna se ha vuelto en contra de la guerra. Altos funcionarios en Europa están hablando abiertamente sobre cómo las pérdidas son insostenibles y necesitan volver a las arquitecturas de seguridad que prevalecieron antes del golpe envenenado apoyado por la CIA en Maidan en 2014. […].
La Corporación Rand, uno de los susurradores estratégicos mejor conectados de los EE. UU., acaba de publicar un informe que afirma que ‘las consecuencias de una guerra larga superan con creces los beneficios’. Establece explícitamente que EE. UU. necesita administrar sus recursos para su próximo conflicto más importante con China. Newsweek tituló que ‘Joe Biden le ofreció a Vladímir Putin el 20 por ciento de Ucrania para poner fin a la guerra’. También reveló que ‘casi el 90 por ciento del mundo no nos sigue en Ucrania‘. Grandes sectores de América Latina, África y Asia se niegan a apoyar a Estados Unidos en su demanda de sanciones contra Rusia.
[…] Estados Unidos abusó de su unción providencial como nación excepcional. Ese abuso ha sido reconocido, denunciado y ahora está siendo combatido por la mayoría de las otras naciones del mundo. El futuro será muy diferente para EE. UU. de lo que ha sido durante los últimos 80 años, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando sobresalía sobre el resto del mundo como un gigante entre pigmeos. Ucrania demostrará haber sido el punto de inflexión en esta transformación […].”
Ante hechos tan contundentes, me pregunto: ¿con qué retorcidos silogismos intentarán salvar su honra y ocultar su mezquindad y sus desvergüenzas los presstitutos que llevan un año contándonos un cúmulo insoportable de falsedades sobre «el indiscutible desenlace triunfal ucraniano» en la “invasión no provocada de Rusia”? Pero la prueba de que seguramente no se trate de los clásicos «tontos útiles», sino incluso de verdaderos mercenarios canallas, está en el cúmulo inacabable de bulos y gravísimas falsedades sobre crímenes inexistentes, crímenes a los que han cambiado la autoría o crímenes que fueron ya planificados desde su inicio como eventos de falsa bandera.
La lista es larga. Basta citar algunos ejemplos: la reeducación e incluso secuestro de niños ucranianos, la matanza de Bucha, el ataque con misiles contra Kramatorsk, las violaciones en masa por parte de los militares rusos, el ataque con misiles a Polonia, los auto bombardeos contra la central nuclear de Zaporiyia…
Al igual que en Irak y tantos otros grandes crímenes contra la paz, los presstitutos han sido unos instrumentos necesarios para causar tanta muerte y desolación. Pero me temo que, de nuevo, nuestros “progresistas” intelectuales y analistas de salón, en breve volverán a fundamentar sus análisis en el argumento de autoridad. Es decir, en los importantes expertos y grandes medios de “reconocido prestigio”. Como ya ocurrió entonces: en un breve periodo tras la resaca, ya volvían a citar al New York Times o a Amnistía Internacional como serios y sólidos referentes. Es increíblemente poderoso y casi inexplicable el mecanismo psicológico de “depositación de autoridad” en aquellos a los que previamente se les concede el “supuesto saber”.
Pero despreciando y olvidando a estos miserables presstitutos, del mismo modo que durante un año ellos han despreciado y negado los datos objetivos (engañando mortalmente al pueblo ucraniano, haciendo posible una gran crisis en toda Europa e incluso poniéndola en gravísimo peligro), lo que ahora nos interesa es esto: como afirman personalidades con tanta información como la doctora Helen Caldicott o David Sant, ¿”nuestras” elites ya lo han decidido, van a por Rusia hasta el final… antes de ir a por China?
¿Estaremos efectivamente a 60 o 90 días de la Gran Catástrofe?
En el artículo al que ya me referí más arriba, David Sant hacía un análisis especialmente lúcido del reciente e importante discurso del presidente Putin. Análisis que iniciaba así: “Lo que dijo Putin, leído desde la óptica del derecho internacional, debería ser escalofriante para Occidente. Haríamos bien en recordar que Putin se especializó en Derecho Internacional. Su discurso fue un alegato jurídico contra la OTAN”. Y continuaba así:
“En medio de todo esto había una afirmación importante:
‘Esto significa que planean acabar con nosotros de una vez por todas. En otras palabras, planean convertir un conflicto local en una confrontación global. Así lo entendemos y responderemos en consecuencia, porque esto representa una amenaza existencial para nuestro país.’
La elección de palabras de Putin es extremadamente significativa a la luz de la doctrina nuclear rusa, que establece que las armas nucleares podrían ser utilizadas por Rusia ‘en respuesta al uso de armas nucleares y otros tipos de armas de destrucción masiva contra ella o sus aliados, y también en caso de agresión contra Rusia con el uso de armas convencionales cuando se vea amenazada la existencia misma del Estado’.
Entre los 30 puntos de pruebas de la guerra estadounidense contra Rusia, el Sr. Putin enumeró varios casos de uso estadounidense de armas convencionales contra el territorio ruso a través de Ucrania como apoderado apenas velado, y declaró que esto representa una ‘amenaza existencial para [el Estado ruso]’.
Lo que el Sr. Putin acaba de decirnos es que el Kremlin considera ahora que la condición nº 2 de uso nuclear es cierta, a día de hoy.
Esta declaración fue acompañada de dos acciones relacionadas. El día anterior al discurso, Rusia probó un misil balístico intercontinental (ICBM) Sarmat II. Y al final del discurso, el Sr. Putin anunció que Rusia se retirará inmediatamente del tratado START II, que limita el número y el alcance de sus misiles nucleares.
El conjunto de estas tres declaraciones y acontecimientos debería indicar al Occidente colectivo que Rusia acaba de decir «¡Fuera de mi porche!», y ha amartillado el cuarenta y cinco.
Esto no significa que Rusia vaya a atacar a Estados Unidos mañana por la mañana. Pero, definitivamente ahora nos estamos tambaleando al borde del precipicio de la guerra nuclear.
El Sr. Putin ha dicho anteriormente que nadie puede ganar una guerra nuclear, y que es una guerra que nunca debería librarse. Sin embargo, entre bastidores Rusia se ha estado preparando furiosamente para sobrevivir precisamente a una guerra de este tipo, que espera evitar.»
Tras una documentada y detallada exposición del tipo de armas, instalaciones, etc. que poseen las dos grandes potencias nucleares, concluye así su artículo:
“Rusia tiene actualmente una ventana de superioridad tanto en ataque como en defensa nuclear que la OTAN está intentando cerrar rápidamente. A Rusia no le interesa permitir que la OTAN cierre la brecha tecnológica en defensa aérea y ataque con misiles balísticos intercontinentales.
El mundo está ahora en el umbral de la guerra nuclear. Rusia sigue advirtiendo a Occidente. Occidente sigue ignorando las advertencias y redoblando la apuesta. El objeto inamovible se enfrenta a la fuerza imparable.
Desde la Guerra Fría han cambiado tres cosas importantes que han modificado la probabilidad de un intercambio nuclear:
1. La proliferación nuclear significa que la MAD (destrucción mutua asegurada) puede eludirse si la identidad del primer atacante es incierta para el objetivo. Un misil que aparece desde una dirección inesperada puede no haber sido lanzado por el sospechoso más obvio.
2. La MAD depende de que ambas partes sean actores racionales. Occidente dejó de ser racional cuando destruyó el Nordstream.
3. Rusia puede tener ahora un escudo antimisiles eficaz, mientras que la OTAN no lo tiene.
Al igual que en diciembre de 2021, cuando Rusia pidió a la OTAN garantías de seguridad, Rusia sigue la letra de la ley y el procedimiento. Le dieron a la OTAN la oportunidad de retroceder o negociar. Cuando fueron desairados, Rusia intervino militarmente en Ucrania, unos 70 días después de la demanda inicial de negociación con la OTAN.
Siguiendo el mismo método, en 2023 Rusia acaba de presentar el caso legal de que los Estados Unidos y la OTAN están en guerra con Rusia y representan una amenaza existencial para la existencia de Rusia.
Me parece probable que en las próximas semanas el aliado de Rusia, China, ofrezca un acuerdo de paz que congele el conflicto de Ucrania dentro de las actuales líneas de contacto, es decir, que Ucrania conceda a Rusia el territorio perdido.
Si Occidente rechaza la oferta de paz, lo que parece bastante probable, se darán todas las condiciones para una guerra nuclear. Bastará una nueva provocación de la OTAN para que Rusia lance un primer ataque. O peor aún, si ambas partes se dan cuenta de que este es el caso, ambas tendrán el incentivo para atacar primero.
En los próximos 360 días corremos un peligro de intercambio nuclear entre Rusia y la OTAN mayor que nunca. Queda una ventana de 60 a 90 días para evitar este desenlace. Oremos para que Dios aparte los corazones de los líderes occidentales de la locura suicida que han abrazado.”
“Nuestras” elites luciferinas están, al parecer, decididas a dar un paso de impensable maldad, un paso inimaginable para unas sociedades infantilizadas e incapaces de reconocer tanta perversión
Con el titular de este último apartado voy anticipando ya el contenido de la Quinta Parte de este artículo, que llevará este subtítulo: “Uno de nuestros más peligrosos errores es el de creer que la perversión y la arrogancia luciferinas de las élites nazis son irrepetibles entre nosotros ‘los buenos’.” Instructores, mercenarios, yihadistas, tanques, misiles de largo alcance… ¿y hasta un ataque nuclear de falsa bandera? Cientos de “contratistas” intocables… ¿para, finalmente, llegar a la declaración de zona de exclusión aérea y a la intervención directa de tropas de la OTAN?
Todo ello sin referirme a algo seguramente más importante aún, aunque permanezca siempre en la sombra: toda la valiosa y detallada información proporcionada por la OTAN a Kiev en tiempo real gracias a los satélites y otros muchos sistemas de inteligencia o reconocimiento territorial. Son los mismos satélites de “los buenos” que a principios de 1997 proporcionaban al gran criminal Paul Kagame la posición exacta de las enormes masas de cientos de miles de refugiados hutus (en su gran mayoría ancianos, mujeres y niños) que vagaban por el este del Zaire y que en su huida eran masacrados sistemáticamente. Eran los mismos refugiados que nosotros intentábamos salvar con un ayuno que llegó a los 42 días y que atrajo la simpatía y el apoyo de una veintena de premios Nobel y de los grupos políticos del Parlamento Europeo.
La historia de Ucrania de estos últimos años es la de una sucesión de malignos y delirantes pasos para provocar el derrumbe y desmembramiento de Rusia, aunque ello ponga en grave riesgo a la humanidad misma. Veamos en este último apartado la grave cuestión de los misiles de largo alcance en los análisis de Andre Damon del pasado 7 de febrero:
“La Casa Blanca anunció el viernes el envío a Ucrania de misiles de largo alcance capaces de alcanzar casi 160 kilómetros en territorio ruso, en una de las escaladas más significativas de la participación de Estados Unidos en la guerra con Rusia hasta la fecha.
Siguiendo la tradición de Washington del ‘volcado de noticias de los viernes por la tarde’, el anuncio se programó de manera que atrajera la menor atención pública posible.
Los dóciles medios estadounidenses apoyaron el objetivo de la administración Biden de evitar que el público estadounidense comprendiera las consecuencias de esta acción. Esta escalada masiva de la guerra contra Rusia no recibió efectivamente cobertura mediática. No apareció en las portadas del New York Times, Wall Street Journal o Washington Post, y no se informó en los programas de noticias de la noche.
El sistema de armas, conocido como bomba de pequeño diámetro lanzada desde tierra, es una bomba deslizante maniobrable lanzada desde un cohete con el doble del alcance de los misiles HIMARS que Washington ya ha proporcionado. […]
El anuncio esperado de las nuevas armas de largo alcance se produce cuando los informes de prensa indican que la administración Biden está discutiendo respaldar abiertamente un ataque ucraniano en la península de Crimea, predominantemente de habla rusa […].
Si bien la administración Biden respaldó la Plataforma de Crimea del gobierno de Zelenski en 2021 , que implica la ‘recuperación de Crimea’, desde la invasión de Ucrania por Rusia, Washington había atenuado su respaldo explícito al objetivo oficial de guerra del gobierno de Zelenski para ocultar el carácter masivamente escalador de su participación en la guerra.
Ahora, sin embargo, el New York Times informa, ‘(L)a administración de Biden finalmente está comenzando a admitir que Kiev puede necesitar el poder de atacar el santuario ruso, incluso si tal movimiento aumenta el riesgo de escalada’.
El Times escribe que ‘la administración Biden está considerando lo que sería uno de sus movimientos más audaces hasta el momento, ayudar a Ucrania a atacar la península’.
En un artículo para la revista de expertos Foreign Affairs , titulado ‘Lo que Ucrania necesita para liberar Crimea’, el teniente coronel del ejército de los Estados Unidos, Alexander Vindman, declaró: ‘Washington debería dar a Ucrania las armas y la asistencia que necesita para ganar rápida y decisivamente’. Vindman es el ex director de asuntos europeos del Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU. En el artículo, Vindman explicó cómo procedería una ofensiva ucraniana respaldada por la OTAN contra Crimea:
‘El primer paso sería precisar las fuerzas de Rusia en las regiones de Jersón y Lugansk y en la parte norte de Donetsk. A continuación, Ucrania liberaría el resto de la provincia de Zaporiyia y atravesaría el sur de Donetsk para llegar al Mar de Azov, cortando el puente terrestre de Rusia hacia Ucrania. Las fuerzas ucranianas también tendrían que destruir el puente del estrecho de Kerch, que conecta a Rusia con la península de Crimea y permite a Moscú reabastecer a sus tropas por carretera y ferrocarril.’
Sin embargo, lo que ninguno de los planificadores de esta ofensiva admite es que su implementación requerirá una expansión masiva de la participación de la OTAN en la guerra, incluido no solo el despliegue de sistemas de armas avanzados, sino también el despliegue directo de tropas de la OTAN.
La semana pasada, al explicar el despliegue de los tanques M1 Abrams en Ucrania, WSWS describió cómo podría desarrollarse tal escenario:
‘La importancia del anuncio de Biden radica menos en el impacto de los tanques en el campo de batalla que en las consecuencias de desplegarlos. Los tanques Abrams impulsados por turbinas requerirán una red logística masiva dentro de Ucrania, que involucrará a un gran número de contratistas estadounidenses especializados. Los ataques a estas redes de suministro y al personal estadounidense que presta servicio a los tanques se utilizarán para presionar por la implementación de una ‘zona de exclusión aérea’ y el despliegue de tropas estadounidenses y de la OTAN en Ucrania.’
Apenas una semana después de escritas estas palabras, ya se están poniendo en marcha las etapas iniciales de este escenario.
El viernes, Politico informó que ‘un grupo de ex oficiales militares y donantes privados está recaudando dinero para enviar mecánicos occidentales cerca del frente ucraniano, donde repararán armas y vehículos donados dañados por la batalla que han estado inundando el país’.
El artículo continuó: ‘El plan es encontrar de 100 a 200 contratistas experimentados que viajarían a Ucrania y se incorporarían a pequeñas unidades cerca de las líneas del frente. En el marco del proyecto, llamado Trident Support, esos contratistas a su vez enseñarían a las tropas ucranianas cómo arreglar su equipo sobre la marcha’.
La afirmación de que esta iniciativa está siendo liderada por oficiales ‘retirados’ es simplemente un pretexto fraudulento que distancia a la administración Biden de este despliegue. Si bien el despliegue de los contratistas puede ser ‘voluntario’, las amenazas a la seguridad de los cientos de miembros del personal estadounidense en el frente que mantienen vehículos estadounidenses podrían servir como pretexto para la escalada de la guerra por parte de EE. UU.”
Foto: Barcos de guerra rusos durante un ensayo de desfilada naval en el puerto de Sebastopol, en Crimea.
¿Qué tan impenetrable es la última línea defensiva ucraniana del Donbass? Fragmento de una entrevista a Juan Antonio Aguilar, militar en la reserva y director del Instituto Español de Geopolítica (Miguel Ruiz Calvo, 05.03.2023)