Gabriel Bibiloni, lingüista y profesor de la Universidad de las Islas Baleares, acaba de hacer público un estudio sobre la fonética del personal de radio y televisión de IB3. El estudio incluye a un total de 164 trabajadores, entre los que se han constatado cuatro defectos: el más común es el betacismo (sustitución de la v por la b), que afecta a 100 locutores, el 61%; el segundo es la ele alveolar o articulada a la castellana, 78 locutores, el 47,5%; el tercero es el yeísmo (sustitución de la ll por y (lluna por iuna), 52 locutores, el 31,7%, y el cuarto es el segundo yeísmo (agent por ayent, junts por iunts), 28 locutores, el 17% .

Estos datos son estremecedores, impensables en cualquier medio de comunicación público o privado de cualquier país. Y sorprendentes, porque constatan que el dominio correcto de la lengua propia de esta tierra no es ningún requisito a la hora de seleccionar a los locutores. Ni tampoco podemos suponer que el ente público ponga a disposición de su personal los medios formativos para corregir los errores de su pronunciación.

El hecho es particularmente grave porque, especialmente en España donde las lenguas no castellanas han sido históricamente perseguidas, la principal función de una radio y televisión autonómicas es la contribución a la normalización del uso de la lengua propia. Ésta es su razón de ser, más importante que la información de proximidad, la cual pueden ofrecer otros medios en castellano.

También hemos observado que algunos de los locutores que hacen entrevistas en la calle cambian de lengua cuando el entrevistado es castellanohablante, aunque confiese que lleva años o toda la vida viviendo en nuestras islas. En lugar de potenciar el bilingüismo pasivo, esto es que cada persona habla con la lengua que le resulta más cómoda, se potencia la subordinación de nuestra lengua al castellano, fomentando así el supremacismo lingüístico de los castellanohablantes.

En definitiva, IB3 no sólo no es la herramienta principal que facilite la plena normalización de nuestra lengua, después de siglos de persecución, sino que contribuye a su degradación, a la introducción de castellanismos y a la sumisión lingüística de quienes todavía la hablan. Por no hablar del provincianismo a la hora de informar de la presencia de cualquier famoso que aterriza en nuestro país, sean políticos, artistas o personal de la farándula española en general. Como ilustración sirva que a principios de este año el informativo de IB3 televisión dio con alegría la noticia de que en junio el cantante Rafael actuaría en Mallorca. También, cada vez más, se invita a expertos castellanohablantes para opinar sobre cualquier temática, periodistas, sanitarios… como si en Baleares no se encontraran con igual preparación. La excusa que hemos escuchado a menudo es que los medios de comunicación deben reflejar la realidad de la calle, olvidando que esta realidad ha estado condicionada o manipulada por regímenes políticos autoritarios que han fomentado nuestra colonización cultural.

Tal vez, todavía, estamos a tiempo de dar un golpe de timón, ahora que parece que se jubila el actual director. Quienes lo nombraron deberían entonar el mea culpa y, sobre todo, elegir a una persona más sensible a la realidad de retroceso de nuestra lengua y que, al frente de nuestra radio y televisión públicas, tenga por prioridad el correcto uso de la lengua catalana, propia de las Islas Baleares, como dice el Estatuto de Autonomía, y el estímulo de su uso entre oyentes y espectadores. Ya está bien de tirar piedras contra nuestro tejado.