Algunos no hemos votado en este 28M ni votaremos más hasta que llegue una nueva generación de políticos que se propongan en serio la salida de España de la OTAN y la refundación de esta UE, instrumentos criminales de las elites globalistas

Hay arreglos en los edificios que son importantes. Pero es una auténtica estupidez no hacer otra cosa que preocuparse por tales arreglos cuando un incendio se ha declarado en nuestro edificio europeo y amenaza seriamente con colapsarlo e incluso derruirlo. La guerra no está en Ucrania. Europa entera está en guerra: (conclusión final, desde el minuto 3:16 hasta el 3:23). Y algunos ya no estamos para votar programas y partidos estúpidos, supuestamente progresistas y ecologistas.

Después de haber visto lo nunca visto, un gobierno de izquierdas financiando a criminales neonazis que asesinan a comunistas, todo este progresismo y ecologismo tan solo me parece colaboracionismo cobarde y traidor. Al igual que un soberanismo que parece que coincide al 100%, ¡¡horror!!, con el “señor” Borrell en alimentar el incendio en el edificio europeo. ¿O es que sus adalides son tan ignorantes que aún no se enteran del totalitarismo que se viene?: (desde el minuto 12:40 hasta el 26).

Muchos amigos se sorprenden de que a esta altura de mi vida haya decidido no votar en este 28M. Siguen convencidos de que votando pueden contribuir a remediar las cosas en nuestro, cada vez más pequeño, mundo occidental. ¡Ojo que viene el lobo Vox!, les dicen. Por mi parte, ya hace tiempo que estoy convencido de que sin un acontecimiento o conjunto de acontecimientos providenciales, que somos incapaces de prever, la humanidad se autodestruirá. Acontecimientos tan providenciales como todas aquellas constantes físicas fundamentales inherentes ya en el mismo Big Bang y aquellos acontecimientos (con frecuencia catastróficos) que, sorprendentemente, han ido “conspirando” para que surgiesen la vida y la conciencia.

En todo caso, la salvación no vendrá desde dentro de este perverso y putrefacto sistema anglo-occidental. Vendrá de fuera de esta cada vez más pequeña y patética “comunidad internacional”. Remedando el título que Pere Sampol dio a su libro, Espanya no té remei, creo que este Occidente no tiene remedio. Lo cual considero que es mucho más grave aún. Porque pienso que, aunque los soberanistas no parecen querer darse cuenta, el mayor problema para ellos no es Madrid sino Bruselas.

Si fuese ciudadano de Estados Unidos, sí votaría en las próximas elecciones. A Robert F. Kennedy Jr. Aunque seguramente colaboraría así a que se ejecutase su sentencia a muerte. Pero aquí la palabra estadista ha desaparecido del diccionario. Los jóvenes europeos deben creer que se trata de un fantástico ente de la Mitología. Solo conocen a los Sánchez (capaz de perseguir por los pasillos al títere principal del actual esperpento occidental), los Scholz (capaz de escuchar impertérrito a ese mismo títere principal amenazando con destruir los gasoductos que aseguran la buena marcha de la economía alemana), etc.

Solo veo lacayos ignorantes y mediocres convertidos en líderes honorables por unos grandes medios al servicio del Imperio de la mentira: (desde el minuto 2:09 hasta el 2:12). Unos medios capaces de convertir al sanguinario muñeco Zelenski en un gran líder mundial (desde el minuto 2:26 hasta el 2:55). Y de presentar como un déspota loco y sanguinario al único estadista europeo actual, el presidente Putin: (desde el minuto 2:55 hasta el 3:16).

¿Para qué votar, si ya sé que los triunfadores electorales, sean del color que digan ser, tan solo solo se dedicarán, como han hecho hasta ahora, a ejecutar las directrices que las elites financieras anglo-occidental les impongan? Unas directrices que han sido y seguirán siendo belicistas, opresoras, criminales y hasta genocidas. ¿Cómo podría traicionar los valores que han guiado todo mi vida: la dignidad, la justicia, la no colaboración con cualquier tipo de opresión, la rebelión frente a cualquier abuso de los más indefensos…?

Además sería un estúpido más que vive en el “maravilloso” Reino de la Babia de lo políticamente correcto mientras se hunde el Titanic anglo-occidental. Junto con su arrogante y despiadada elite dedicada a apropiarse de los botes salvavidas que los llevarán a sus refugios nucleares. Una élite que durante estas últimas décadas ha conducido a Occidente a una locura insostenible e insuperable de 2.000 billones de dólares en derivados y al delirio de unas guerras sin fin.

Unas gentes extremadamente perversas que saben que Ucrania ya ha perdido la guerra y que se encamina hacia una sociedad totalmente diezmada e incluso hacia su posible desaparición como nación soberana (si es que era soberana desde el Golpe del Euromaidan en 2.014). Pero que, a pesar de ello, están empeñadas en alargar el conflicto por todos los medios, sin detener el flujo armamentístico criminal que ya va por 250.000 millones de dólares. Empeñadas en alargarlo, aun sacrificando a toda Europa.

Porque la derrota de Ucrania no solo será un serio “inconveniente” para el complejo militar industrial sino incluso la humillante derrota de la “invencible” OTAN y el derrumbe de la hegemonía anglo-occidental junto al de su dios Dólar, el Zeus del Olimpo al que adoran como la global moneda única de reserva. El mundo vive un duelo en el que están en juego dos necesidades totalmente existenciales: la de la supervivencia misma de Rusia o la de la prolongación de la hegemonía anglo-occidental sustentada en el dólar: (desde el minuto 1:40 hasta el 2:02). Europa y el mundo están en una situación límite como nunca en la historia. Y el gran problema es que este Occidente arrogante y criminal no tiene remedio.

Hace casi tres décadas, algunos de nosotros, conscientes de que no existía una masa crítica social suficiente para detener las masacres masivas de cientos de miles de refugiados hutus en el Zaire, intentamos suplir tal déficit con acciones que, aunque minoritarias, fuesen radicales. Como un ayuno que llegó a ser de cuarenta y dos días. De este modo conseguimos el apoyo de una veintena de premiados con el Nobel o de los grupos políticos del Parlamento Europeo. Así como un considerable apoyo mediático.

Pero, por desgracia, el panorama fue cambiando radicalmente. Como todos sabemos, en el Parlamento Europeo la corrupción es galopante. El legado de Alfred Nobel ha sido traicionado. Y los medios occidentales han sido comprados por las grandes empresas de inversión, como Black Rock o Vanguard, propiedad de las élites globalistas. Hace más de una década, los títulos de los diferentes apartados del primer capítulo de mi segundo libro, La hora de los grandes “filántropos”, no iban muy errados: El secuestro de la democracia; El secuestro de la economía; El secuestro de la información; El secuestro de la educación; El secuestro de las grandes ONG para los derechos humanos, la democracia y la libertad; etc.

Más tarde lo intentamos por la vía judicial. La Audiencia Nacional de España estaba a la vanguardia mundial de la llamada Justicia universal. Conseguimos algo insólito, dada nuestra pequeñez: el juez Fernando Andreu Merelles emitió cuarenta órdenes internacionales de arresto contra la cúpula del actual gobierno “liberador” de Ruanda, en realidad una camarilla genocida y terrorista instrumentalizada por esas elites globalistas y sus títeres como Bill Clinton y Toni Blair. Pero entonces le llegó el momentos a la justicia: en un complot, sacado a la luz por cinco cables de Wikileaks, fue ella esta vez la secuestrada. Usando a la ONU como arma, consiguieron criminalizarnos y desactivar –por ahora– la querella que habíamos promovido.

Tras nuestras experiencias de estas décadas, hemos llegado a la conclusión de que estas elites de auténticos psicópatas desprecian las manifestaciones. Por multitudinarias que sean. Como las que se dieron en Barcelona contra la invasión de Irak. Y desprecian más aún los papeles: manifiestos y firmas. Hemos llegado a la conclusión de que en Occidente la jurisdicción universal es ahora más un problema para la paz que una vía para ella. Pero también hemos llegado a la conclusión de que hay algo nuestro que no deben tener nunca más: el voto a sus títeres políticos.

Es, ante todo, una cuestión de dignidad personal. Si somos pocos, no es nuestra responsabilidad. León Tolstói, Mahatma Gandhi y tantos otros sabían muy bien que la verdad no es cuestión de mayorías. Y Martin Luther King tenía claro que un verdadero líder no se somete a los consensos sino que los crea. Pero, ¿seguro que son pocos aquellos que se dan cuenta de que la OTAN y la actual Unión Europea son unos verdaderos instrumentos criminales?

¿Seguro que la creciente desafección política no se debe, en una cierta medida, a estas cuestiones, aparentemente alejadas de nuestras preocupaciones cotidianas pero cuyos efectos desastrosos son más evidentes cada día en nuestras vidas? Y en cuanto a las nuevas tecnologías para la información y la comunicación entre nosotros, ¿por qué al “gran maestro” de la geoestrategia, Zbigniew Brzezinski, le preocupaba tanto que el despertar político, por ellas favorecido, pudiese ser el gran obstáculo para su proyecto de dominación anglo-occidental?

Aquellos que dicen recibir su autoridad del mandato del pueblo, seguro que se empezarán a preocupar en serio si empieza a hacerse realidad ese gran Movimiento Mundial por la Paz, por el que claman cada vez más voces. Un movimiento integrado por todos aquellos que sean conscientes de que, en este mundo globalizado y nuclearizado, la Paz es la prioridad absoluta.

Foto: Activistas por la paz en el Reino Unido se manifiestan contra la expansión de la OTAN.

Es capaz Estados Unidos de cambiar antes de desatar una guerra nuclear? (EIR, 19.05.2023)