Si la situación es tan extrema como nos la presentan muchos de aquellos analistas que más credibilidad me merecen; es decir, si “nuestras” elites “filantrópicas” están tan firmemente decididas a asumir los mayores y más peligrosos riesgos para lograr un dominio absoluto de la humanidad y si, sobre todo, la opinión pública occidental (Noam Chomsky la llamaba la segunda superpotencia) está ya tan totalmente derrotada y sometida… difícilmente la humanidad sobrevivirá, tal y como la conocemos, gracias solo a los esfuerzos de la pequeña minoría de seres humanos a la que vengo refiriéndome últimamente.

Si, al mismo tiempo, nos mantenemos firmemente arraigados en la promesa de que todo acabará bien (Lucas 21, 28 y muchos otros textos), quizá solo nos quede una alternativa: debe suceder “algo” decisivo, “algo” que esté más allá de nuestro control y que trastoque los proyectos de los poderosos (Lucas 1, 52 y muchos otros textos). “Algo” que, sobre todo, haga salir a nuestras sociedades de su actual inconsciencia. ¿Estará próxima la llegada de uno más de aquellos eventos extraordinarios, o incluso de uno de aquellos grandes cataclismos, que han hecho posible el Universo, la aparición de la Vida y la evolución hacia la Conciencia? Pero ¿qué magnitud deberá tener tal acontecimiento -me pregunto- para que entre en razón una humanidad que ni tan solo con la Segunda Guerra Mundial aprendió las lecciones necesarias para su supervivencia?

Este modo de plantear las cosas no está en contradicción con mi profunda convicción de que hasta el más pequeño puede cambiar el curso de la historia. Más bien se trata de dos visiones complementarias. Místicos como san Agustín lo formulaban así: Hemos de actuar como si todo dependiese de nosotros mismos mientras confiamos en Dios como si todo estuviese en sus manos. En la historia de la evolución emergió un factor que no podemos dejar de tener en cuenta sin caer en el reduccionismo: la libertad de los seres humanos.

Así que ahora la Providencia y la libertad son inseparables. Y, más allá de todo intento racionalista de comprensión, ambas se necesitan para el advenimiento de una conciencia humana mucho más plena que la que conocemos. Si fuese cierta la llegada de un tal evento, de lo que se trataría (lo que correspondería de nuestra parte) es de estar alerta, despiertos, en el momento de su llegada. Es algo muy semejante a aquello a lo que se refieren precisamente los textos litúrgicos de hoy, primer domingo de Adviento (Mateo 24, 42-44), y a lo que se han venido refiriendo los de las pasadas semanas, las últimas del año litúrgico (Lucas 21, 11-28).

Ya que considero que el gran engaño en el que vivimos es el elemento fundamental que nos podría llevar al Apocalipsis Final, empecemos por el artículo titulado “La supresión de la libertad de expresión tiene un apoyo casi mayoritario en Estados Unidos. La supresión de la verdad es el camino a la tiranía«, en el que Paul Craig Roberts expresa su gran pesimismo ante el punto de estupidización y sumisión al que se ha llegado en Estados Unidos y en todo Occidente en general. La cuestión es tan grave y el artículo tan lúcido, que merece ser recogido casi íntegro:

Casi cada minuto de cada día veo pruebas abrumadoras del colapso de Estados Unidos como país libre. Elon Musk realizó una encuesta sobre si Twitter debería permitir al presidente Trump utilizar la plataforma de medios sociales. Quince millones de personas respondieron.  El 51,8% de los encuestados dijo ‘sí’, pero casi un número igual, el 48,2%, dijo ‘no’.  En otras palabras, casi la mitad de los 15 millones de usuarios de medios sociales que respondieron a la encuesta se oponen a la libertad de expresión de un ex presidente de los Estados Unidos.

Sin duda, estando tan adoctrinados como están, ven a Trump como un ‘agarrador de coños’, un agente ruso y un insurrecto y consideran que cancelar su derecho a la Primera Enmienda es un castigo.

En el caso de Julian Assange, el fundador de Wikileaks que publicó la información filtrada que documenta los crímenes de guerra y las mentiras de Estados Unidos a sus aliados, mi titular se queda corto. Una gran mayoría de estadounidenses, tanto demócratas como republicanos en porcentajes prácticamente iguales, desean que Assange sea procesado por hacer lo que se supone que deben hacer los periodistas. El presidente Trump y su secretario de Estado Pompeo denunciaron a Assange con la misma intensidad que Nancy Pelosi.

Miembros de ambos partidos políticos creen que la libertad de expresión que desafía las narrativas oficiales debe ser suprimida. Y lo que es más sorprendente, casi el 100% de los periodistas estadounidenses de prensa y televisión quieren que se procese a Assange.  Aquí tenemos a la totalidad de los medios de comunicación impresos y televisivos estadounidenses renunciando a su propia profesión.

Los que se oponen a la libertad de expresión del presidente Trump probablemente se consideran virtuosos, la sal de la tierra.  En realidad, son estúpidos, personas con el cerebro lavado y fácilmente adoctrinadas que están tan mal educadas que no entienden que la libertad de expresión es esencial para la preservación de la libertad.  Son tan absolutamente estúpidos que no entienden el significado que tiene para sus propias vidas el hecho de que la élite gobernante esté haciendo todo lo posible para censurar a todo aquel, por muy distinguido y experto que sea, que disienta de las mentiras que componen las narrativas oficiales.

En todo el mundo occidental la verdad está siendo rápidamente clausurada. Periodistas honestos, como Glenn Greenwald y Matt Taibbi son desalojados de los medios de comunicación impresos y televisivos.  A los médicos que salvaron vidas tratando a los pacientes de Covid con Ivermectina y HCQ en lugar de seguir el protocolo asesino impuesto que los dejaba morir en lugar de admitir que había curas, lo que habría amenazado los beneficios de las vacunas, se les confiscan sus licencias médicas como si hubieran cometido un crimen médico al salvar vidas.  […] Las elecciones pueden ser robadas a la vista de todos, y a nadie se le permite decirlo. Las incidencias de las supresiones no son simplemente unos pocos casos aislados que pueden ser desestimados como anomalías.  Son generalizadas.

Los llamados medios de comunicación hablan con una sola voz y todo es mentira. Las fuentes de noticias rusas e iraníes que no se adhieren a las explicaciones oficiales de Occidente están prohibidas en el Mundo Occidental o son obligadas a registrarse como ‘agentes extranjeros’.

En otras palabras, el Mundo Occidental lo tiene arreglado para que todo lo que no sea propaganda y mentira al servicio de las narrativas oficiales se defina como ‘desinformación’. El establishment gobernante ha creado ‘verificadores de hechos’ cuya función es representar las narrativas oficiales como las únicas explicaciones correctas. Muchos estadounidenses son tan estúpidos que creen que alguien que se autodenomina ‘verificador de hechos’ lo es.  Se ha llegado a un punto en el que cualquier estadounidense que esté a favor de la libertad de expresión, como Elon Musk, es susceptible de ser investigado como agente extranjero.

La supresión de la verdad es el camino a la tiranía, y el 48,2% de los usuarios de Twitter están a favor de ella. Los estadounidenses de hoy viven en una matriz de mentiras. Sus creencias son el resultado de la ósmosis en mentiras constantemente repetidas.  La información veraz es difícil de encontrar y se está cerrando allí donde existe. El mundo occidental está viviendo en el 1984 de George Orwell, con la única diferencia de que la élite gobernante tiene hoy mecanismos de espionaje y castigo mucho más poderosos. Y cada día son más fuertes.”

Tal desinformación es cada día más sofisticada y científica. Cuenta ya con la ayuda de tácticas cada vez más coercitivas, aunque disimuladas, de control mental y lavado de cerebro. Las amenazas de pérdidas económicas, el ostracismo social y el ridículo, entre otras cosas, son poderosas coerciones sin apariencia alguna de presión intencionada.

Y lo que agrava hasta el extremo la actual situación es que tal tiranía, que está siendo posible por esa propaganda y desinformación masivas, sistemáticas y exitosas, no es una tiranía cualquiera. No se trata de una tiranía en un país tercermundista ejercida por el sátrapa de turno, paternalista pero no “demasiado” criminal. Se trata de la tiranía de las más poderosas elites del mundo, dueñas del dinero, que imprimen ellas mismas, y dueñas también de un gran arsenal nuclear. Un arsenal que cada día están más dispuestas a utilizar “preventivamente” contra cualquier otra potencia nuclear con tal de mantener su hegemonía absoluta frente a una multipolaridad que cada día emerge con más fuerza.

Aunque yo me atrevo a decir que tales elites están dispuestas a mucho más que a seguir imponiendo su decrépita unipolaridad frente a la emergente multipolaridad cada vez más pujante: pretenden el control total de un futuro mundo transhumanista, sin estados nación y con una masa poblacional acorde a lo que ellos consideren “sostenible”. Y lo que es peor, se trata de unas élites auténticamente luciferinas, cosa de la que cada vez estoy más convencido, al igual que otros lúcidos analistas como Joaquin Hagopian.

Pero, aun dejando de lado ese hipotético satanismo (al que me referiré en la segunda parte de este artículo) como causa y explicación última de cuantas tragedias está viviendo últimamente la humanidad, dejando de lado el ámbito más profundo de todos, el espiritual, al que muchos no consideran real… limitémonos a los hechos, que revelan por sí solos la peligrosidad extrema de este momento crítico de la historia. Así, solo a título de ejemplo, podríamos referirnos a algunos de estos hechos:

  • Estados Unidos está adelantando ya su despliegue de misiles nucleares de alcance intermedio en toda Europa cerca de Rusia, además de las nuevas bombas nucleares B61-12. Lo que, en medio de una inquietante ignorancia generalizada, nos está sumergiendo en una situación mucho más peligrosa que la de la Guerra Fría. Es una situación que produce escalofríos en quienes sabemos que la doctrina estadounidense de un ataque nuclear preventivo debe ser tomada en serio. Incluso aunque solo se tratase de un ataque masivo terrestre con armas convencionales, para el cual las grandes compañías armamentistas ya se preparan y tienen la autorización del Congreso, Rusia jamás permitirá ser destruida. Y no se trata solo de acabar con Rusia, ya se atreven incluso a apuntar a China.
  • Algunos de los más enloquecidos y perversos de quienes controlan las peligrosísimas armas de desinformación masiva, trabajando al unísono con sus pares neonazis ucranianos, están empeñados en implicar definitivamente a la OTAN en un enfrentamiento con Rusia. Un enfrentamiento no ya oculto pero real como es ahora, sino directamente público, masivo y frontal. Han sido ya muchos los ataques realizados por Ucrania a países de la OTAN con la intención de que les sean adjudicados a Rusia, ataques que significarían la entrada en vigor los artículos 4 y 5 referentes a la obligación de defensa mutua. El último, el del ataque con un misil que ocasionó dos víctimas mortales sobre territorio polaco, ha llevado al mundo al borde del abismo nuclear.
  • El liderazgo político europeo es ya un territorio absolutamente infectado de gentes a las órdenes de las grandes familias financieras. Lo cual no solo está ocasionando unos costos económicos brutales en nuestras inermes y desinformadas sociedades (desinformadas sobre todo del engaño existente tras la fijación de precios de la energía, tras la guerra de Ucrania, tras las sanciones a Rusia, etc.), sino que mantiene a Europa al borde de la catástrofe nuclear que en cualquier momento puedan decidir unas elites que están lejos y a salvo aparentemente de ella. ¿Cuándo tomarán conciencia las sociedades europeas de que la OTAN no es la Alianza que pretende ser sino una Ocupación sutil, pero a la vez pura y dura? En su excepcional libro Wall Street, los bancos y la política exterior norteamericana, Murray Rothbard levanta un acta absolutamente notarial de la estrecha relación de dependencia de la práctica totalidad de los políticos estadounidenses de las elites financieras hasta la Administración Reagan. En Occidente, a esa simbiosis o endogamia entre el poder económico y la política, o mejor al secuestro de esta por el primero, lo llamamos pomposamente democracia. En realidad, el gran mérito de estas elites es el de haber conseguido darle y mantener la apariencia de democracia a un sistema absolutamente mafioso. Anthony Gregory acaba así su introducción a tan extraordinario libro: “Pero sería genial ver algo como una secuela de Wall Street, los bancos y la política exterior norteamericana, una historia completa y detallada, pero concisa, que comenzase donde Rothbard la dejó, durante la Administración Reagan, y nos pusiera al día hasta hoy. Hasta entonces, podemos quedar satisfechos leyendo esta maravillosa obra de Historia Económica revisionista, análisis de clases y periodismo contra la guerra, todo en uno. Para entender a la América moderna, los amos de la banca y los belicistas que han dirigido el espectáculo durante más de un siglo deben ser denunciados. Hasta hoy, nadie lo ha hecho tan bien como Rothbard”.
  • Y todo ello sin referirme en este artículo a la COVID, tan estrechamente relacionada a todos estos acontecimientos que juntos configuran el proyecto del Gran Reinicio. Ni a las partes más oscuras de tal proyecto esencialmente maltusiano: la de la “solución final” para la “gente inútil” y la del infernal mecanismo de control poblacional, como hemos visto en artículos anteriores. Ni al control digital de la población restante. Ni tampoco a la utilización cada vez más descarada del problema del calentamiento global.

Foto: Fotograma de la película 1984 (1956) de Michael Anderson, basada en la novela homónima de George Orwell. «Guerra es paz, libertad es esclavitud e ignorancia es fuerza» es el lema del Partido Ingsoc, que impera en Oceanía (Reino Unido, Irlanda, América, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África), una de las tres superpotencias del mundo.