¿Realmente el sionismo es el culpable de todos los desastres del mundo o es tan solo uno más de los grandes desastres originados por las poderosas familias “filantrópicas” occidentales?

La utilización perversa de la shoah por parte de los actuales sionistas suele ser relativamente fácil de detectar. Al igual que sucede con su antítesis, el negacionismo puro y duro. Pero la minimización o la banalización de la shoah son con frecuencia mucho más astutas y suelen estar directamente relacionadas con una latente fobia antijudía, digna de ser estudiada, disfrazada de un razonable y hasta justificable antisionismo.

Dejar en evidencia la utilización perversa de la shoah para justificar la masacre actual de miles de palestinos en Gaza, entre otras muchas barbaries, o para acosar legalmente cualquier disidencia supuestamente negacionista, es relativamente fácil: bastaría con escuchar a judíos que, como Norman Finkelstein, se niegan rotundamente a permitir que se masacre a palestinos invocando la shoah, en la que sus propios familiares fueron exterminados. Sin embargo, la minimización o la banalización perversas y hasta criminales de la shoah pueden ser logradas con métodos y teorizaciones falaces bastante más sutiles.

En un artículo anterior expuse diez de las muchas falacias que hacen que el conflicto palestino-israelí sea tan enrevesado. Cada una de esas diez falacias es a su vez tan enrevesada que debería ser estudiada en un artículo en exclusiva. Hoy me dedicaré a la última de ellas, que en aquel artículo resumía así:

Israel es un puro instrumento del imperialismo estadounidense. Quienes esto afirman, ¿dónde colocan, en un paradigma tan chato y unilateral, las persecuciones sufridas por los judíos en Europa desde finales del siglo XIX y, sobre todo, las espantosas imágenes de montañas de cadáveres de judíos en la Alemania nazi? ¿Seguro que todas aquellas feroces persecuciones y carnicerías nada tienen que ver con las sucesivas oleadas de judíos que llegaron a Israel desde los citados finales del siglo XIX?”

Negar el genocidio nazi no es muy recomendable, es peligroso hasta penalmente. Pero tampoco las minimizaciones y las banalizaciones burdas de la shoah son el método más eficaz de negacionismo. Por el contrario, el afirmar que la shoah fue sobre todo la excusa del sionismo, creado y financiado por las grandes familias financieras sionistas, para establecerse en Palestina, es minimizar o banalizar la shoah de un modo sutil y más peligroso. La shoah fue una terrible realidad, con suficiente entidad propia como para hablar de ella de esa manera.

Pero además, sorprendentemente, esa minimización o banalización de la terrible shoah, convertida ya tan solo en una excusa para un proyecto sionista, va dejando paso sutilmente a un nuevo paradigma que entra directamente en el ámbito de lo puramente especulativo y bastante tendencioso: el sionismo, nacido al parecer gracias a las poderosas familias financieras (que al parecer ya eran sionistas un siglo antes del nacimiento del sionismo), varias de las cuales ni tan solo son de origen judío, sionismo que además es identificado y confundido al parecer con el actual straussianismo, es el culpable de todos los males del mundo (del minuto 1:23 al 2:06).

Si todo esto no es fruto de una obsesión tendenciosa, al menos es una pura contradicción: el sionismo nació casi en el siglo XX, pero los Rothschild (que lo autorizaron y financiaron en alguna medida) ya habían creado su primer banco justamente un siglo antes. En realidad, Mayer Amschel ya había iniciado sus actividades de prestamista casi medio siglo antes. Es, por tanto, bastante fantasioso centrar en la cuestión sionista todo el proyecto de las grandes familias financieras y llegar a pensar que organizaron su enorme negocio bancario para, previendo la shoah (algunos se atreven incluso a afirmar que la provocaron), hacer posible el Estado de Israel un sigo y medio o dos siglos después.

Y todo ello eliminando de la escena a miles de judíos de a pie, verdaderos protagonistas de un movimiento con el que buscaban para sus familias un horizonte sin persecuciones, más allá de si se consideraban o no miembros del sionismo o si estaban o no conformes con la creciente agresividad de los sionistas más extremistas. La realidad tiene muchos más matices que aquel blanco o negro con el que solemos simplificarla. ¿A dónde se ha ido el sentido común de algunos analistas que parecen obsesionados con el sionismo o para los que el fenómeno religioso, fundamental en este conflicto, tan solo es “el opio de los pueblos”?

En todo caso, es radicalmente diferente decir que estas grandes familias financieras son las mayores responsables de los más perversos proyectos y los más catastróficos acontecimientos que están destruyendo el mundo (realidades como la Fed en manos privadas o como el mismo actual sionismo)… que trasladar globalmente a todo el sionismo, incluido al de los inicios históricos, la responsabilidad última de todos los males del mundo. Un sionismo en el que en su inicio se daban también un buen número de factores no solo razonables sino incluso nobles y elogiables, como el de buscar un territorio protector para las víctimas de interminables y atroces persecuciones.

Con frecuencia se califica al Estado de Israel, que ciertamente se está convirtiendo no ya en criminal sino incluso en genocida, de “ente sionista”, mientras al de Estados Unidos (con muchos y mayores genocidios a su espalda, empezando por el de sus propios pueblos indígenas) se le mantiene el calificativo de “estado”. No me explico semejante doble vara de medir más que por una latente pero bien real fobia no ya antisionista sino antijudía, muy semejante a la rusofobia de otras gentes de signo opuesto. Y no me parece justificación suficiente de tal comportamiento el hecho de que la muy discutible y hasta criminal creación del Estado de Israel, como la de la mayoría de estados, sea mucho más reciente, sea de los mismos años que la creación de otros estados de esa misma región (como Líbano en 1943 o Jordania en 1946).

Negar ese componente al que me he referido, es decir negar en el sionismo de los inicios el anhelo por proporcionar a cientos de miles de víctimas judías un hogar seguro, independientemente de que estuviese financiado por una o varias de las grandes familias “filantrópicas” e independientemente de que demasiado pronto el sionismo más criminal degenerase en limpieza étnica hacia los palestinos, es banalizar la shoah y desviar hacia el sionismo y el judaísmo la atención que debería estar centrada en esas grandes familias. Y, sobre todo, criminalizar globalmente y sin matices ese sionismo ya estigmatizado, criminalizarlo ahora hasta el punto de convertirlo en el responsable de todos los males del mundo, es banalizar absolutamente la shoah.

Es como concluir que el soberanismo catalán es una realidad perversa obra de Soros (olvidando totalmente la proclamación de la República Catalana en 1931, el fusilamiento del president Lluís Companys, el clamor masivo en favor del derecho de autodeterminación, etc.) porque posiblemente alguna organización y/o algún medio de comunicación catalanes, supuestamente soberanistas (a diferencia del presidente Puigdemont y su entorno, realmente soberanistas), han recibido alegremente alguna financiación de las ONGs de este personaje globalista tan nefasto.

Yo podría coincidir, al igual que un gran número de expertos, con ciertos puntos del análisis que los anti sionistas más extremos hacen de la génesis del sionismo. Incluso rubrico la dura afirmación de que aquellas grandes familias “filantrópicas” que lo apoyaron en mayor o menor medida son las responsables de los más perversos proyectos y los catastróficos acontecimientos que están destruyendo el mundo (realidades como la Fed en manos privadas o como el mismo sionismo actual). De hecho, yo mismo, hace ya doce años, desarrollé este tipo de análisis en el extenso libro, de más de 600 páginas, dedicado totalmente a ello y al que titulé La hora de los grandes “filántropos”. Pero ir más allá de esto, centrando absolutamente todo en el sionismo, me parece que no es solo antisionismo sino incluso antijudaísmo.

Expertos como Thierry Meyssan, con un cúmulo de información mucho mayor que la mía, vienen haciendo desde hace años análisis bastante exhaustivos del largo listado de los llamados straussianos , que ocupan multitud de puestos estratégicos en nuestro mundo anglo-occidental. Pero, a diferencia de aquellos otros expertos cuyas tesis estoy criticando, nunca ha caído en la obsesión de responsabilizar al sionismo de todos los males del mundo, ni ha identificado jamás a los straussianos con los sionistas:

“Ciertos autores antisemitas han metido en el mismo saco, erróneamente, a los strauassianos, las ‎comunidades judías de la diáspora y el Estado de Israel. Pero la ideología de Leo Strauss no ‎se discutió nunca en el mundo judío antes del 11 de septiembre de 2001. Desde un punto de vista ‎sociológico, Leo Strauss da lugar a un fenómeno sectario para nada representativo de la cultura ‎judía. Sin embargo, en 2003, los ‘sionistas revisionistas’ de Benyamin Netanyahu hicieron un pacto con los straussianos estadounidenses en presencia de otros dirigentes israelíes, aunque siempre reinó la mayor discreción sobre la existencia de esa alianza.”

Y toda esta teorización de los citados expertos se acaba de descomponer totalmente cuando viene acompañada de afirmaciones tan inflexibles como aquella de que los ignorantes respecto a la tragedia palestina también son culpables. De acuerdo. Pero, entonces, me pregunto: ¿Por qué ellos mismos parecen olvidar en la práctica que el mundo ignoró la enorme tragedia que sufrían los judíos en su momento y los abandonó totalmente a su suerte, al igual que hoy tantos prefieren ignorar la realidad de lo que sucede en Gaza y abandonan totalmente a los palestinos que son sistemáticamente masacrados?

Y si afirmamos que la shoah fue muy eficazmente ocultada por el régimen nazi, cosa bastante discutible, ¿qué mecanismos psicológicos y sociales fueron los que nos permitieron ignorar otro gran genocidio mucho más cercano a nuestros días, el de muchos cientos de miles de refugiados hutus que eran masacrados sistemáticamente a partir de octubre de 1996 en el Zaire? Algunos, con grandes esfuerzos personales, conseguimos que la comisaria europea para la Ayuda Humanitaria, la italiana Emma Bonino, viajase al Zaire acompañada de todas las cámaras de televisión que le fue posible comprometer.

Allí, tan solo en el campo de Tingi-Tingi encontró una multitud de unos 300.000 seres humanos desarrapados (en su gran mayoría niños, mujeres y ancianos) perseguidos y exterminados sistemáticamente por los ejércitos de Ruanda, Uganda y, en menor medida, Burundi. Unos ejércitos dirigidos a la perfección por la información que les proporcionaban los satélites estadounidenses. Aquel día todo el mundo pudo ver las imágenes de aquellos cuya existencia se negaba hasta entonces y que en breve serían las víctimas de otro nuevo holocausto. Una masa humana que dichos satélites no había podido ver anteriormente, ya que según se disculpó la Administración estadounidense, no estaban bien enfocados.

Cuando el mundo los ignoró y abandonó totalmente, ¿dónde estaban aquellos que hoy no perdonan a quienes ignoran lo que sucede en Gaza? Es evidente que nuestra ideología condiciona fuertemente nuestra mirada sobre la realidad. Pero, al menos, deberíamos ser consciente de ello y curarnos en humildad, intentando evitar cualquier tipo de sectarismo o dogmatismo. Y, sobre todo, estar siempre con las víctimas, con todas las víctimas.

Y estar también con todos aquellos que luchan honestamente por ellas, aunque esos luchadores no sean de “los nuestros”. No solo hay que estar con los nuestros, incluidos aquellos a los que, por ser “de los nuestros” (y ser además figuras cargadas de prestigio), se les perdonan “pecados” tan graves para un anti sionista radical como el de afirmar “que está fuera de discusión que Israel tiene derecho a tener un estado propio” o que lo del 7 de octubre fue una acción terrorista de los “locos fundamentalistas religiosos” de Hamás.

En este sentido, yo mismo también soy bien consciente –lo he afirmado repetidamente– de que son tan graves las obstrucciones que tanto Israel como Estados Unidos han levantado y seguirán levantado contra un posible Estado palestino (a pesar de que el sacrificar la mitad de Palestina a los nuevos llegados sería una solución injusta contra los palestinos), que la construcción de ese Estado palestino será una tarea casi imposible mientras Israel pueda seguir actuando con la prepotencia y contundencia con la que lo viene haciendo.

Adrián Salbuchi también lo expone contundentemente en una entrevista con Sebastián Salgado, titulada “Israel de Rothschild a Netanyahu” llena de importantes claves, contra la que tan solo tengo que objetar que ya casi al final (minuto 1:19) recae también en la inexactitud de convertir al sionismo, y no a sus patrocinadores, en el “enemigo del planeta”.

¿Pero que alternativa queda? ¿Seguro que será tan fácil acabar con el Estado de Israel sin desencadenar el Armagedón? ¿No sería mucho más razonable aceptar el entendimiento injusto de dos estados? ¿La España reconquistada y “unificada” por los Reyes Católicos, por ejemplo, y más tarde vencedora sobre la República de Cataluya y destructora totalmente de ella, es un Estado justo? ¿Queremos que el mundo entero vaya hacia un más que posible Apocalipsis porque la solución de dos estados es tan injusta como la de los centenares de soluciones injustas que a lo largo de los siglos han hecho posibles la gran mayoría de estados actuales?

En todo caso, este me parece un debate y un posicionamiento mucho más teórico que realista. Algo que también parecen creer hasta la inmensa mayoría de palestinos, que ven esa solución como la menos mala, aunque la consideren cada vez más imposible. Por más que algunos que desde aquí no se juegan sus propias vidas ni las de sus familias, como sí se las juegan ellos, se empeñen en mantener la ortodoxia doctrinal de no permitir que “el ente sionista” se salga con la suya y se quede con la mitad de Palestina. El verdadero problema, este sí nada teórico, es que Israel, con poderosísimos apoyos internacionales, no solo no cederá por propia voluntad la mitad de Palestina a un posible Estado palestino, sino que incluso parece empecinado en hacerse con todo el territorio, expulsando totalmente de él a los palestinos.

En conclusión, es fundamental conocer que, como también explica tan brillantemente el profesor Alfredo Jalife-Rahme, esas actuales y poderosísimas elites straussianas askenazis y posiblemente jázaras serían descendientes de la cúpula del imperio jázaro, establecido en el entorno del Mar Negro, que un día optó por “convertir” a todo su pueblo al judaísmo por intereses políticos. En todo caso, sean o no descendientes de jázaros, sean semitas o no, las actuales poderosas élites askenazis sionistas ahora están dando un paso más: apropiarse del judaísmo, hasta el punto de acusar de antisemitismo incluso a otros judíos originales semitas que rechazan un paradigma ideológico que ellos están utilizando perversa y criminalmente, el sionismo.

Es un paradigma que en principio no tendría por qué ser necesariamente criminal, ya que, como proclamaba Martín Buber y tantos otros sionistas, no exige ni un estado propio, ni una apropiación astuta de territorios, ni mucho menos una limpieza étnica. Son unas élites, que se están apropiando no solo de un territorio sino también de una espiritualidad en la que en realidad no creen ni, mucho menos, practican. Simplemente utilizan la gran cuestión bíblica de la elección del pueblo de Israel para fundamentar su supremacismo, despojando a esa elección divina de un elemento fundamental: no es el resultado de ningún mérito propio o superioridad alguna y, por tanto, es absolutamente incompatible con el menor germen de arrogancia. Una arrogancia que es precisamente tan característica no de los askenazis de a pie en general pero sí de esas elites supremacistas askenazis.

Del nazismo a la creación de Israel: de un exilio a otro (Serge de Sampigny)
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