En los ambientes de un cierto  nivel de cultura política existe la creencia casi general de que las guerras e invasiones de Estados Unidos son las que más enriquecen a sus élites mediante la apropiación de los recursos naturales ajenos, algunos tan estratégicos como el petróleo. Y existe también la creencia, también generalizada, de que el gasto militar es el mayor culpable de que falte dinero para cubrir las necesidades sociales. El mismo Martin L. King lamentó un día: «Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual».

Sin embargo, creo que, en este momento de la historia, para las élites financieras atlantistas que dicen anhelar una globalización sin nacionalismos ni guerras son aún más importantes los rescates económicos en el ámbito interno (así llaman a sus oscuras y descomunales operaciones de acumulación de poder) que las guerras de agresión contra terceros países (intervenciones humanitarias o protectoras de los pueblos oprimidos, las llaman). Como expliqué en el cuarto artículo de esta serie sobre el coronavirus, necesitan el soporte de un Estado (Estados Unidos) o de un conjunto de estados (Occidente) como motor de cualquier avance imperial. La mayor importancia de los rescates queda perfectamente reflejada en la magnitud muy superior de dólares, decenas de billones creados desde la nada por la Fed para llevar a cabo tales rescates, que en la “moderada” cantidad del presupuesto anual militar estadounidense, en torno al billón.

Además, no hay que olvidar una faceta muy importante de muchas de las guerras de agresión: dividir, debilitar e incluso destruir a cualquier potencia emergente o a cualquier estado simplemente “molesto”. Si esta pandemia, surgida en el gran competidor de Estados Unidos, China, a la vez que en su gran aliado Irán y en sus nuevos aliados, Italia y Corea del Sur (que hasta hace poco lo eran, por el contrario, de Estados Unidos), fuese efectivamente una guerra biológica, habría que catalogarla como una guerra de este tipo. Pero esta pandemia es mucho más que una muy probable guerra biológica. El espectro de los múltiples efectos “logrados” gracias a ella es de una gran amplitud. En primer lugar está ciertamente el hecho de que rápidamente se ha convertido en una gran crisis económica global que necesitará unos nuevos descomunales rescates. Rescates de los que seguramente, una vez más, por un extraño y sigiloso proceso, la verdadera beneficiada será la gran banca.

Así que, seguramente, sea cual sea el origen de esta pandemia, tanto ella misma -que parece ser, cada vez más, una guerra biológica- como el gran rescate que se seguirá conllevarán más concentración del dinero y del poder de decisión -ya casi en régimen de monopolio en Occidente-, conllevará más desigualdades y pobreza. Por tanto, quienes dicen ser unos entusiastas defensores del gran dogma liberal, el de la libertad de mercado, son en realidad unos obsesos monopolistas, adictos insaciables al poder, que en estos momentos se apropiarían, por ejemplo, de todas las empresas estratégicas españolas, si el Gobierno de coalición no lo hubiese impedido mediante el Real Decreto del 17 de marzo. Se apropiarían de todo gracias a la competencia desleal lograda mediante ese instrumento extraordinario, único y perverso que es la Fed, una Fed en manos privadas.

Pero hay muchas más consecuencias que las económicas. ¿Qué sucede, por ejemplo, con las personas de más edad en nuestras sociedades? Que estas élites necesiten de los estados y, por tanto, de las sociedades a las que estos representan, no significa que tengan en cuenta a aquellos que son más una “carga” (para ellos solo cuenta el dinero) que otra cosa. Las élites necesitan de la fuerza laboral de la sociedad, pero para ellas los jubilados son más bien un problema. Necesitan también consumidores. Pero, a una cierta edad, la atención sanitaria y de todo tipo que estas personas de edad demandan deja un saldo negativo en relación al consumo que puedan aportar. ¿Y qué sucede con los pueblos empobrecidos, como tantos africanos? No hay problema. Una gran mortandad en ellos sería más bien otro “gran efecto beneficioso” de esta “brillante operación”. Es bien conocida otra de las obsesiones de estos globalistas ecologistas: la que gira en torno a lo que ellos llaman “la superpoblación del planeta”.

Las consecuencias de esta pandemia son de un espectro tan amplio, que van desde la dañina crisis sanitaria desencadenada simultáneamente en cuatro países “díscolos” (o “canallas”, como también los calificaban) al crac económico general (tan beneficioso para el J P Morgan, el Black Rock, etc. que disponen de la inagotable producción de billones de dólares por parte de su Fed), pasando por la “desaparición” de jubilados improductivos, por los “ajustes” en la superpoblación excesiva que se da en países como los africanos, o por la “necesidad incuestionable” de un mayor control social. Control ya sea para neutralizar o incluso descabezar toda la “falsa” información generada por los países “terroristas” y por los “desaprensivos” antisistema; ya sea para ilegalizar las “falsarias” medicinas alternativas -no olvidemos que el Complejo Farmacéutico Asegurador es tanto o más poderoso que el Complejo Militar Industrial -; ya sea para evitar el cash -con lo que se detectaría hasta la más pequeña operación económica-, dado que los billetes son portadores del virus; ya sea para geolocalizar a las personas, y evitar así que los contagiados se desplacen a su antojo…

Si esta amplitud de espectro de las consecuencias de la pandemia, si esta gran diversidad de sus secuelas, ha sido casual y no planificada, efectivamente estas élites deben estar bendecidas por Dios. ¡O guiadas por el diablo! Porque ¡era casi imposible planificar una operación con unos resultados más completos y más acordes a la meta que estas gentes se han propuesto desde hace muchas décadas, una meta que vienen proclamando desde hace años cada vez con más descaro: alcanzar un Poder Global en un mundo en el que los estados-nación sean cada vez más irrelevantes! O según la seductora proclama de David Rockefeller, “construir una estructura global, política y económica más integrada”. Aunque, como ya aclaré en la primera página de mi libro La hora de los grandes “filántropos”, “otras veces, ni sus propias formulaciones ni las de sus subordinados han sido tan sutiles como lo es la de ese párrafo de su autobiografía”.

En esta serie de artículos sobre el coronavirus, he dedicado ya muchas páginas a la cuestión del origen de la pandemia. Todo lo anterior se completa con los dos últimos artículos de Larry Romanoff: https://l-hora.org/?p=13880&lang=es  y https://l-hora.org/?p=13941&lang=es, artículos realmente demoledores para la versión oficial que ha sido impuesta en Occidente. En el primero expone los muchos documentos oficiales, que duermen en las estanterías nunca visitadas por los profesionales de la “información”, en los que la Administración de Estados Unidos reconoce que el Ejército y la CIA realizaron durante setenta años multitud de “experimentos” biológicos, químicos y de radiación en millones de sus propios ciudadanos y de otras naciones. En el segundo pide una investigación criminal sobre el COVID-19, ya que existen demasiadas evidencias incompatibles con la versión dominante en nuestros medios, como la de que la propagación de la enfermedad entre los seres humanos se produjo entre el 13 de septiembre y el 7 de diciembre de 2019 en Estados Unidos, mucho antes de que se identificara en China.

Sobre los “rescates” económicos, iniciados a partir de grandes crisis como la actual, también he escrito muchas páginas, ya que desde mi punto de vista son la más profunda clave para entender lo que está sucediendo en Occidente desde hace décadas, para entender cómo se va avanzando hacia ese mundo maravilloso, “más integrado”, de David Rockefeller. Ahora trataré más brevemente cada una de las otras secuelas de la pandemia a las que acabo de referirme.

En torno al asunto de los ancianos como víctimas, recordemos que ya en 2012 Christine Lagarde, presidenta entonces del FMI, publicó un informe en el que alertaba sobre el grave peligro que son nuestros mayores para la economía global: “Las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado son muy grandes. Si el promedio de vida aumentara para el año 2050 tres años más de lo previsto hoy, los costos del envejecimiento -que ya son enormes- aumentarían un 50%. El riesgo de longevidad es un tema que exige más atención ya, en vista de la magnitud de su impacto financiero y de que las medidas eficaces de mitigación tardan años en dar fruto.” No olvidemos que Lagarde es uno más de los fieles subordinados que la élite financiera occidental han emplazado en cargos sumamente estratégicos. De modo que su exhortación, a modo de conclusión de dicho informe, a tomar medidas enérgicas para hacer frente a este problema, es un posicionamiento serio y peligroso, sus avalistas son muy poderosos. Por eso no me extraña que el 7 de febrero de 2020, en uno de sus lúcidos artículos, este titulado “Un coronavirus para hackear el sistema mundial”,[1] José Negrón, tras referirse a las citadas declaraciones de Lagarde, concluyese así:

“ […] ¡hay que tomar medidas!, casi escucho decir en alguna tertulia del célebre Club Bilderberg. Pero además hay que entender, apoyándose en el escritor Howard Zinn, que ‘nadie es neutral en un mundo que se despedaza’. La tendencia a imponer gobiernos desde Washington no es un problema solo de Venezuela o Bolivia, las matanzas que genera la extracción de coltán no es un asunto nada más del Congo, la destrucción de los Estados nación no es algo que le atañe exclusivamente a Libia o Siria. Se tratan todos de fenómenos que hablan sobre una lógica y una intencionalidad para con el planeta. Esa es la gran e ineludible premisa inicial que debe guiar cualquier esfuerzo de investigación y lucha. La respuesta a este gran acertijo que llamamos crisis global será colectiva o no será.”

Respecto al tema del control de la población, revestido de New Deal Verde y convertido ahora en el valiente movimiento “espontáneo” de eco-guerreros liderado por la sueca de 16 años Greta Thunberg o la estadounidense de 17 años Jamie Margolin, sería suficiente con leer el artículo de Matthew Ehret del 10 de agosto de 2019 titulado «Los banqueros misántropos detrás del New Deal Verde»: https://l-hora.org/?p=11500&lang=es. Aconsejo ver el breve video que lo acompaña, en el que el mismo David Rockefeller en persona fijaba el año 2020 como aquel en el que la humanidad alcanzará la “insoportable” cifra de 8.000 millones de personas. Y lo hacía ya en el año 1994. A todo lo largo del artículo y en especial en el tercer y último apartado, titulado “El problema siempre ha sido el control de la población”, Matthew Ehret muestra cómo tras el “New Deal Verde” están “las mismas fuerzas que han hecho estragos en el mundo durante el último medio siglo”:

“Sólo unos años más tarde, Huxley cofundaría el Fondo Mundial para la Naturaleza junto con el Príncipe Philip Mountbatten y el Príncipe Bernhardt de los Países Bajos. Los tres estuvieron presentes en la reunión fundacional por parte de Bernhardt del grupo Bilderberg en 1954 para promover esta gran conversión de la sociedad [….] en 1970, los otros dos oligarcas cofundaron el 1001 Nature Trust junto con otros 999 misántropos ricos para financiar el floreciente movimiento ambiental. Estas fuerzas también estuvieron detrás del golpe de Estado en Estados Unidos que puso en el poder a la Comisión Trilateral bajo Jimmy Carter y desencadenó la “desintegración controlada de la economía estadounidense” de 1978-1982 (este será el tema de otro estudio). Esta agrupación, liderada por Zbigniew Brzezinski, […] estableció un programa de reducción de la población a través de la promoción de fuentes de energía verde mucho antes de que fuera popular.

Los oligarcas que actualmente están tratando de reformar a la humanidad hoy en día no se preocupan por el medio ambiente. Se ha escrito que el príncipe Philip y Bernhardt han matado más especies en peligro de extinción en safaris que la mayoría de las personas matando mosquitos. Simplemente no les gusta la gente. Especialmente la gente que piensa, personas que se preguntan cómo y por qué se aplican reglas arbitrarias para justificar guerras, pobreza y oligarquismo que destruyen vidas tanto ahora como en el futuro.”

En cuanto a la cuestión del control social por parte de los grandes poderes financieros bastaría referirse únicamente al libro Entre dos edades: El papel de EE.UU. en la era tecnotrónica de Zbigniew Brzezinski, quien, junto a su mentor y jefe David Rockefeller, es el verdadero hilo conductor de mi libro La hora de los grandes “filántropos”. En él expone ampliamente la tesis de que “la era tecnotrónica irá diseñando paulatinamente una sociedad cada vez más controlada. Esa sociedad será dominada por una elite de personas libres de valores tradicionales, que no dudarán en realizar sus objetivos mediante técnicas depuradas con las que influirán en el comportamiento del pueblo, y controlarán y vigilarán con todo detalle a la sociedad, hasta el punto en que llegará a ser posible establecer una vigilancia casi permanente sobre cada uno de los ciudadanos del planeta”.

¿Tanta diferencia existe entre la cosmovisión nazi de una raza superior y la que utiliza estas otras insoportables categorías de “elite de personas libres de valores tradicionales” (en otras ocasiones se refiere a una élite de intelectuales, científicos y banqueros) frente a la gente del “pueblo”? Y seguro que Zbigniew Brezinski pensaba que la plebe es tan torpe que no será capaz de darse cuenta de que estos no son simples análisis sobre el mundo que vendrá por sí solo, como llegan las borrascas o los anticiclones, sino un auténtico programa para lograr el mundo que están construyendo las gentes para las que él mismo trabajó hasta su fallecimiento en mayo de 2017, solo dos meses después del de David Rockefeller.

La pregunta que quedaría pendiente sería esta: dado que las élites más belicistas de ese gran gigante militar en decadencia económica que es Estados Unidos, están convencidas, como sabemos por documentos diversos, de que su nación sería la única triunfadora posible en un gran conflicto militar mundial… ¿se atreverán a iniciarlo? ¿Caerán en la tentación de resetear la situación mundial mediante un evento de gran magnitud? ¿Pensarán salir así del enorme endeudamiento en el que se encuentra inmerso Estados Unidos -tras imprimir una y otra vez billones de dólares desde la Fed- y empezar así nuevamente desde cero?[2] ¿O habrá aprendido las últimas lecciones de la historia, lecciones que deberían haberles hecho entender que ya no es posible la dominación global por la vía militar?

En un reciente artículo del 3 de abril, titulado “Al borde del precipicio de la Ley Marcial”,[3] Matthew Ehret analiza las similitudes de la actual situación tanto con el importante intento de golpe de estado financiado por Wall Street en 1933-34 contra Franklin Delano Roosevelt como con el que acabó con John F. Kennedy:

“El peligro de una guerra mundial y de un golpe militar volvió a surgir durante la corta administración de John F. Kennedy, que se vio atrapado en una lucha a vida o muerte, no con Rusia, sino con el Complejo Industrial Militar que había llegado a estar dominado por los muchos Dr. Strangeloves del Estado Mayor Conjunto y de la CIA, que creían fanáticamente que Estados Unidos podía ganar una guerra nuclear con Rusia […].

Al igual que en 1933, el actual colapso financiero amenaza con hacer trizas el tejido social y económico de Estados Unidos, y al igual que en 1963 un poderoso complejo industrial-militar y un sistema bancario privado gestiona una red de poder que se dedica a anular las elecciones de 2016 (y la revolución de 1776) por cualquier medio. La mayor diferencia hoy en día es que una pandemia mundial de coronavirus amenaza con ser el catalizador utilizado para justificar la dictadura militar en Estados Unidos y una confrontación nuclear más amplia con Rusia y China.

Después de haber pasado silenciosamente por debajo del radar hace cuatro semanas, el Gobierno de los Estados Unidos aprobó un nuevo protocolo de emergencia que amplía enormemente las facultades y procedimientos de la Ley Marcial en el marco de la ‘Continuidad del Gobierno’, que debe tomarse muy en serio. Estos nuevos protocolos tratan en profundidad el desencadenamiento de la Ley Marcial en caso de que la nación se vuelva ingobernable a través de una variedad de escenarios previsibles que el COVID-19 ha desatado, como la ‘violencia no deseada’ causada por ‘la escasez de alimentos, el caos financiero’ o también si el presidente, el vicepresidente y el secretario de Estado quedan incapacitados por cualquier motivo.”

El 12 de marzo, en un nuevo artículo,[4] José Negrón escribía lo siguiente

“El portal de análisis estratégico TopWar, señala que la historia ha demostrado que las guerras mundiales se han desatado para lograr un reacomodo del sistema geopolítico, pero también para resolver de forma ‘maltusiana’ graves problemas sociales como sobrepoblación e incluso estancamiento de las economías internas, una ‘renovación a través de la destrucción’. […]

Sin embargo, la élite guerrerista occidental luego de aprender del fracaso de Vietnam, entendió que muchas veces la respuesta no está en la guerra convencional. Mucho menos, cuando se intenta golpear a enemigos estratégicos, léase China e Irán, que tienen capacidad de respuesta nuclear o de alta capacidad de resistencia. Un dato interesante es que el coronavirus no es una pandemia dirigida a causar estragos poblacionales, sino otro tipo de efectos como la reingeniería social y económica del mundo. Y todo, sin lanzar una bomba. […]

Nunca olvidar que el proyecto es la destrucción de los Estados nación [el destacado en negrilla es del mismo autor] […]

La tasa de mortalidad, no de contagio, dictamina si estamos ante un experimento social o ante la primera fase de un Armagedón: Hace 10 años, murió el físico Samuel Cohen quien creó la bomba de neutrones, mejor conocida como Bomba N. Era el arma que hacía concebible la posibilidad de una guerra nuclear, ya que podía destruir a los seres vivos sin afectar la estructura crítica.

Cohen elogiaba su invento diciendo que era la bomba ‘más sana y moral jamás diseñada porque, cuando la guerra termine, el mundo seguirá intacto’. Un coronavirus con mayor letalidad, podría ser considerada una verdadera arma del día del juicio final. Si construyeron, financiaron y están aguardando en almacenes, las bombas N, ¿qué nos hace pensar que no lo hagan con un arma biológica? Mantengamos vigilancia en la letalidad, no en el pánico. Pero además, así como nos preocupamos por el desarme nuclear, deberíamos preguntarnos dónde y quiénes están en estos momentos experimentando con cepas potencialmente peligrosas.

Noam Chomsky explicaba en sus 10 estrategias de manipulación mediática que para la élite, un elemento esencial es la estrategia de distracción, es decir, ‘desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes’. Ya, al parecer, la televisión basura ha fracasado en su misión de adormecer. Ahora, la apuesta debe ser mayor. Pero ¿para distraer de qué?

El analista Joan Benach, escribe con profunda convicción que el coronavirus intenta ocultar el ruido que hará el estrepitoso crac económico que se aproxima. ‘Como han señalado diversos economistas críticos, como Alejandro Nadal, Eric Toussaint o Michael Roberts, aunque los mercados bursátiles son imprevisibles, todos los factores de una nueva crisis financiera están presentes desde al menos 2017. El coronavirus sería tan solo la chispa de una explosión financiera, pero no su principal causa. Además, no debe menospreciarse el papel de los gigantes accionistas [fondos de inversión como BlackRock y Vanguard, grandes bancos, empresas industriales, y megamillonarios] en la desestabilización bursátil vivida en las últimas semanas. Estos agentes recogerían así los beneficios de los últimos años y evitarían pérdidas, invirtiendo en los más seguros aunque menos rentables títulos de deuda pública, y exigiendo a los gobiernos que una vez más echen mano de los recursos públicos para paliar pérdidas económicas, afirma Benach”.

Finalmente, en su último artículo, el del 1 de abril titulado “El Club Bilderberg y la muerte de la distopía”,[5] José Negrón volvía a escribir:

“En un artículo anterior titulado ‘Un coronavirus para hackear el sistema mundial’, recordábamos al sociólogo Edgardo Lander, quien hace quince años alertaba que era muy probable que, ante un suceso de gran conmoción mundial, la élite avanzaría en un plan de control total. En aquel momento, parecía arriesgado hablar de ello en círculos académicos. Sin embargo, tomando en cuenta las serias dudas que posee China en cuanto a la procedencia del virus, así como su posible utilización como arma biológica contra la nación asiática, no parece ya descabellado considerar que esta pandemia abre una brecha ideal para ciertas agendas no solo políticas o económicas, sino de carácter civilizatorio.

Entre el 30 de mayo y el 2 de junio del año pasado, apenas unos meses antes de que se desatara la pandemia del coronavirus, el Club Bílderberg realizó su encuentro anual. Lo que ocurre puertas adentro es confidencial, excepto la agenda de los asuntos abordados. En su portal web figuran los 11 aspectos evaluados por los hombres más ricos e influyentes de las potencias asociadas a la OTAN y otras organizaciones de alcance global: 1. Un orden estratégico estable, 2. ¿Qué sigue para Europa?, 3. Cambio climático y sostenibilidad, 4. China, 5. Rusia, 6. El futuro del capitalismo, 7. Brexit, 8. La ética de la inteligencia artificial, 9. La armamentización de las redes sociales, 10. La importancia del espacio, 11. Amenazas cibernéticas.

Si para algo nos sirve el listado, es para entender cuál será el mapa que occidente ha planteado como ejes para mantener una cada vez más agónica hegemonía. Para el que tenga dudas, bastarán las declaraciones del ex primer ministro del Reino Unido Gordon Brown quien sin ningún tipo de tapujos ha instado a los líderes mundiales a crear ‘de forma temporal un Gobierno global’ para manejar la crisis del coronavirus. ‘Esto no es algo que se pueda tratar en un país’, afirmó Brown, según reseña The Guardian. Dicha ‘respuesta coordinada’ involucraría a líderes mundiales, científicos expertos en salud, organismos multilaterales y contaría con ‘poderes ejecutivos’ para tomar decisiones de carácter transfronterizo.

Esta Fuerza de Trabajo a juicio de Brown, estaría centrada tanto en encontrar una vacuna, como en gobernar sobre la economía de cada país, a través del control de sus bancos centrales. La influyente revista del MIT, Technology Review, se hace eco de un informe del Imperial College de Londres que parece apoyar los esfuerzos del político británico por conjurar la opinión pública en torno a la necesidad de un gobierno mundial. Con el sugestivo título de ‘aceptémoslo, el estilo de vida que conocíamos no va a volver nunca’, la revista lanza algunas afirmaciones como la siguiente: ‘Esto [el cambio en los estilos de vida producto de la pandemia, específicamente el alejamiento social y la cuarentena] no es una alteración temporal. Se trata del inicio de una forma de vida completamente diferente’.

En dicha forma de ‘vida diferente’, a la cual nos ‘terminamos acostumbrando de un modo u otro’, existen dos circunstancias que serán cada vez más evidentes. La primera, es que los más pobres serán una ‘población de riesgo’ […]. El segundo aspecto se trata de una nueva política de seguimiento en tiempo real de los ciudadanos, con la excusa de evaluar los riesgos de contagio de un virus, que según los especialistas, se mantendrá como amenaza mientras no aparezca una cura. Este ‘capitalismo de vigilancia’, tal y como lo define Shoshana Zuboff, impondrá un masivo control sobre la población a través de la captura masiva de datos, la implantación de circuitos microelectrónicos en los individuos, y el rastreo permanente a través de sus celulares.”

Y si esas élites belicistas no llegasen a desencadenar una gran guerra mundial, ¿caerán al menos en la tentación de desplegar operaciones militares aisladas de gran envergadura, tanto para aprovechar esta caótica situación de aguas revueltas como para distraer en alguna medida a la opinión pública de la gran crisis sanitaria en la que se encuentra inmerso Estados Unidos? Operaciones como la que parece que ahora quieren desplegar en el Caribe, para acabar militarmente con Nicolás Maduro, con la ayuda de Francia y el Reino Unido, los grandes “escuderos” que ya acabaron en su momento con Muhamar el Gadafi, llevando el terror, el caos y la desolación a Libia.[6]

Y por último, deberíamos preguntarnos: ¿hay o habrá acuerdo entre estas elites más belicistas y la élite de las élites, las grandes familias financieras, que también podrían estar interesadas en esta nueva “destrucción creativa”, ya que, como vimos en artículos anteriores, sus bancos, “los bancos ‘demasiado grandes para caer’ (JP Morgan Chase, Citigroup y Goldman Sachs… ) están sentados sobre una bomba de 1.500 billones de dólares de derivados”? José Negrón concluye así su citado artículo del 12 de marzo:

“La mejor vacuna que puede haber para esta pandemia, es entender no solo su naturaleza biológica, sino sus efectos en el modelaje social y psicológico en los grandes grupos poblacionales. Es una amenaza, pero también una inmensa oportunidad para dejar en evidencia que el capitalismo se ha obstinado por desmontar las capacidades que permiten a los estados hacer frente a las necesidades humanas de forma colectiva. Frente al avance para quebrar los vínculos que nos unen, y mantenernos aterrados ante nuestros otros [seres humanos] cercanos, debemos generar una nueva filosofía de la coexistencia y del propio futuro, y dejar de abonar la desesperanzadora sentencia de que el hombre es un lobo para el hombre. Repliquemos la idea de que la única y definitiva cura para esta crisis global es hacer viral la solidaridad.”

Larry Romanoff, a su vez, acaba así el suyo último, el titulado “Un cambio de paradigma – El COVID-19 requiere una investigación criminal”: “Creo que todavía hay muchas verdades sobre el COVID-19 (y muchas otras epidemias) que aún no han surgido. Tal vez una de las muchas personas con conocimiento personal de la fuente y el método de distribución será lo suficientemente valiente como para presentarse, tal vez otro Edward Snowden o Chelsea Manning.” La importancia de la verdad y de la información como las mejores vacunas contra todas las guerras y pandemias creadas por seres humanos enfermos de ambición y adictos al poder será el tema de mi próximo artículo, que llevará este título: “Coronavirus VII: La verdad os hará libres”. En este título, a diferencia de los seis anteriores, no habrá signo alguno de interrogación. Es la expresión de la certeza con la que culmina esta larga serie de interrogantes.

Notas

[1] https://mundo.sputniknews.com/firmas/202002071090391737-nadie-puede-ser-neutral-en-un-mundo-que-se-despedaza-como-el-capitalismo-mercadea-su-decadencia/

[2] “A través de la historia, las crisis siempre han servido de pretexto a quienes tratan de explotar el ‎argumento de la «urgencia» para modificar el poder sin que la opinión pública tenga tiempo de ‎reflexionar.” Thierry Meyssan, https://www.voltairenet.org/article209571.html

[3] https://l-hora.org/?p=13711&lang=es

[4] https://mundo.sputniknews.com/firmas/202003121090760470-un-coronavirus-para-hackear-el-sistema-mundial/

[5] https://mundo.sputniknews.com/firmas/202004011090968050-el-club-bilderberg-y-la-muerte-de-la-distopia/

[6] https://www.voltairenet.org/article209655.html

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