El paisaje económico de Baleares tras el confinamiento es desolador: más parados que en ningún otro territorio del Estado, la temporada turística casi perdida, el comercio y la restauración que no saben cómo sobrevivir y miles de trabajadores autónomos que no saben si podrán continuar su actividad. El Gobierno de las Islas Baleares ha anunciado que trabaja en un Plan de relanzamiento de la economía, mientras distintos sectores vuelven a hablar de diversificar la economía y cambiar el modelo actual de monocultivo turístico… Ahora se dice cuando llevamos décadas construyendo decenas de miles de plazas turísticas enfocadas al turismo de masas de sol y playa, mientras que las industrias tradicionales casi han desaparecido.

Sin embargo, esta crisis nos ha revelado algunas oportunidades. Una de ellas es la de los productos agroalimentarios. Los productores han hecho de la necesidad virtud descubriendo el mundo del servicio a domicilio: frutas y verduras, carne de cordero, lácteos, vinos… han compensado la bajada de ventas en la hostelería y restauración mediante la venta domiciliaria. Algunos agricultores han vendido más que nunca aprovechando los pedidos en red, asociándose entre ellos para incrementar su oferta y, lo más importante, haciendo visibles unos productos de proximidad y de más calidad. Si continúan la experiencia, mejorando las redes de distribución, por primera vez en muchos años se augura un futuro esperanzador para el sector primario de nuestras islas.

Otro sector que está abriendo mercado, lo que parecía imposible, es el de las telecomunicaciones. Gracias a la instalación de fibra óptica, empresas de capital isleño están compitiendo con las grandes compañías multinacionales. Y con la progresiva implantación del teletrabajo, este sector es uno de los que tiene más futuro.

Lo mismo ocurre con empresas de suministro eléctrico que ofrecen precios competitivos, en parte gracias a la compraventa de energía limpia, ya más competitiva que la proveniente de los combustibles fósiles. Este es otro campo, el de las energías renovables, donde se nos abren grandes oportunidades de creación de empresas y puestos de trabajo.

Puede que sea en estos sectores que muestran más dinamismo donde nuestras instituciones deberían enviar prioritariamente los estímulos económicos. Sería un error querer resucitar la masificación turística. Sin embargo, los expertos dicen que el nuevo turista buscará la seguridad, y no sólo la sanitaria, sino también la alimentaria, la medio ambiental… Por suerte, la terrible pandemia que padecemos nos ha abierto los ojos sobre nuestra fragilidad. Y la naturaleza nos ha mostrado cómo nos ha agradecido de manera vertiginosa el descanso que le hemos dado, aunque fuera por obligación.

En definitiva, buena parte de nuestros hoteles y segundas residencias seguro que se adaptarán a las exigencias que requerirá el nuevo turismo. Pero muchas de las plazas existentes tendrán que cerrar, ya sea por falta de mercado o por la imposibilidad de hacer las inversiones necesarias. Y aquí es donde será más necesaria la intervención de las administraciones, inventariando los edificios que han quedado obsoletos para la explotación turística y buscando un nuevo uso, de acuerdo con los propietarios, o, directamente, utilizar su espacio para el esponjamiento de las zonas más saturadas.

Quizá perderemos turistas, pero lo podemos compensar potenciando el mercado interior, las energías limpias, la gestión medioambiental, la rehabilitación de edificios obsoletos… Puede que no vivamos tan vertiginosamente, pero viviremos mejor. ¡Que así sea!