Continuando mis reflexiones sobre los directivos de las cuatro instituciones que, tras haber secuestrado los procesos democráticos en Europa, toman por todos nosotros las grandes decisiones, hoy toca el turno al Fondo Monetario Internacional. Son instituciones creadas y controladas por los grandes poderes financieros anglosajones y dirigidas por personas sin escrúpulos. Personas sumisas respecto a los poderes económicos para los que trabajan (a los que, desde sus decisivos cargos, se cuidan de proporcionar favores tan de agradecer como el de la impunidad fiscal) pero crueles con la ciudadanía que sufre la dura austeridad que estos directivos son los encargados de imponer. Son personas insensibles hacia el sufrimiento ajeno, por más que, como escenificó públicamente el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (luxemburgués miembro del Partido Popular Social ¡“Cristiano”!), se emocionen hasta las lágrimas al hablar de los refugiados. 

El estudio del currículo de la actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional, la francesa Christine Lagarde, evidencia además la colonización de la economía europea por parte de las grandes familias financieras anglosajonas. Es un hecho incuestionable que esta francesa, ministra de Economía en 2007 con el Gobierno de Nicolas Sarkozy, hizo carrera en Estados Unidos defendiendo los intereses del Complejo Militar-Industrial estadounidense.  El mismo Complejo Militar Industrial contra el que incluso el presidente Dwight David Eisenhower tuvo que alertar públicamente en el histórico discurso del 17 de enero de 1961:

“En los asuntos del Gobierno, debemos protegernos de la indebida influencia, solicitada o no, de este Complejo Militar-Industrial. Existe la posibilidad de un desastroso crecimiento del poder extraviado de este Complejo. No podemos permitir que el peso de esta combinación amenace las libertades de nuestro proceso democrático. No debemos confiar en nada. Solo una ciudadanía alerta e informada puede enfrentarse al engranaje de la vasta maquinaria militar-industrial de forma que la seguridad del país y sus libertades puedan prosperar juntas.”

Ya el 29 de junio de 2005, en un artículo titulado “Con Christine Lagarde, la industria estadounidense entra en el Gobierno francés”, la Red Voltaire alertaba de que la nueva ministra de Comercio Exterior, Christine Lagarde, muy cercana a Dick Cheney y Zbigniew Brzezinski y responsable del Center for Strategic & International Studies (CSIS), el think tank del lobby petrolero en Estados Unidos, representaba los intereses de la industria estadounidense en el seno mismo del Gobierno francés. En su condición de abogada del bufete Baker & McKenzie, Christine Lagarde trabajaba a favor de los intereses de Boeing y Lockheed-Martin.

En el seno de dicho think tank, copresidía junto a Zbigniew Brzezinski la Comisión Action USA/UE/Polonia y se ocupaba en particular del grupo de trabajo Industrias de Defensa USA-Polonia. En 2003, Christine Lagarde se convirtió además en miembro, también en el seno del CSIS, de la Comisión para la Ampliación de la Comunidad Euro-Atlántica junto a su amigo Brzezinski y otras personalidades. El hombre que desempeñaba un papel central en el seno de cada una de esas comisiones era Bruce P. Jackson, fundador del Comité Estadounidense para la Expansión de la OTAN y, a la vez, vicepresidente de la empresa fabricante de aviones Lockheed-Martin. Gracias a las relaciones establecidas dentro de las comisiones que presidía Christine Lagarde, Jackson montó el contrato del siglo: la venta, en abril de 2003, de 48 cazas F-16 Lockheed-Martin a Polonia por 3500 millones de dólares.

La transacción provocó consternación en Europa ya que el Gobierno polaco pagaba la compra con los fondos de la Unión Europea destinados a la preservación de su sector agrícola. Aquel contrato no tenía nada que ver con las necesidades reales de Polonia. El contrato estaba indisolublemente ligado a la incorporación de Polonia a la colonización de Irak junto a Estados Unidos, el Reino Unido y Australia. Jackson era, además, el principal proveedor de fondos del Comité para la Liberación de Irak (Committee for the Liberation of Irak). Después de aquella transacción, la Comisión Euroatlántica de Christine Lagarde se encargó de ayudar a las empresas polacas a mejorar sus capacidades para convertirse en subcontratistas de empresas (en su mayoría estadounidenses) que obtuvieron mercados en Irak y Afganistán, así como para la modernización del sistema polaco de defensa.

Pero la entrega de un cargo ministerial tan importante a una mujer tan opuesta a los intereses de su propio país y de Europa no debería extrañarnos: es el mismo Nicolas Sarkozy el que es una criatura de estos poderosos lobbies. Baste recordar que quien se convirtió en el nuevo marido de su madrastra, Frank Wisner Junior, llegaría a convertirse en el sucesor de Paul Wolfowitz en el Departamento de Defensa. Y que el hermanastro de Nicolas, Pierre-Olivier, fue nombrado por Frank Carlucci (quien fuera el número dos de la CIA, luego de ser reclutado por Frank Wisner Senior) director de un nuevo fondo de inversiones del Carlyle Group (la sociedad que ha gestionado simultáneamente las carteras de acciones de la familia Bush y de la familia Bin Laden). Convertido en el quinto a nivel mundial, ha llegado a administrar las principales cuentas de los fondos soberanos de Kuwait y Singapur. Nicolas, que se mantendría muy cerca de su madrastra y sus hermanastros, comenzó a volverse hacia Estados Unidos, donde participó en programas de formación que organizaba el Departamento de Estado. Durante este mismo período se unió al Partido Gaullista. Frank Wisner Junior y sus colegas de la CIA planificaron la destrucción de la corriente gaullista y el final ya es más conocido:  el ascenso de Nicolas Sarkozy a la presidencia de Francia (un país sumamente estratégico para las grandes familias financieras anglosajonas).

Todo ello fue ampliamente documentado por Thierry Meyssan  en su extenso artículo “Operación Sarkozy: cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa”. Así que cuando el anterior director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn (que se había atrevido a actuar con excesiva autonomía respecto a sus padrinos, que parecía estar dispuesto a impulsar reformas en el Fondo Monetario Internacional y a poner en marcha una nueva moneda de reserva internacional que desplazaría al dólar), es detenido por los Servicios de Seguridad estadounidenses el día 15 de mayo de 2011, inmediatamente antes de la cumbre del G-8 en Dauville (Francia), cumbre que trataría sobre la citada nueva moneda de reserva…. llegó la entronización anunciada en el Fondo Monetario Internacional de la ministra francesa Christine Lagarde.

Como recordó a su vez Michel Chossudovsky, el fiscal de distrito de Manhattan, en el que fue detenido Dominique Strauss-Kahn y que le cargó con escasas pruebas con siete delitos, era Cyrus Vance Junior, hijo del secretario de Estado en la Administración Carter, cuyo secretario de Estado adjunto no era otro que… el padrastro de Nicolas Sarkozy. Las familias Vance y Wisner tenían estrechos vínculos personales. También vale la pena señalar que Frank Wisner Senior fue el cerebro del golpe de Estado patrocinado por la CIA que derrocó al Gobierno de Mohammed Mossadegh en Irán en 1953 así como el administrador de la Fundación Rockefeller Brothers. Para rizar el rizo, este dossier está directamente ligado a la agresión a Libia, la cual tenía un papel clave en la creación de esta nueva moneda. El dinar libio era la moneda del mundo con su valor garantizado en oro y en Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional. El fondo soberano de Libia era uno de los más ricos del mundo, incluso más que el de Rusia. Es muy probable que si aquel 26 de mayo de 2011 se hubiese celebrado la Cumbre de Deauville bajo la presidencia de Dominique Strauss-Kahn, el dólar como moneda de referencia hubiese entrado en serio peligro. 

Es a esta gran corrupción globalizada a la que, más allá de la corrupción local y nacional, se enfrentarán a partir de la próxima semana todas las confluencias electorales que se han forjado en torno a Podemos. Es una corrupción instaurada por los grandes poderes económicos occidentales que, desde hace ya décadas, controlan a la clase política española. Las nuevas coaliciones se enfrentarán a ellos, en primer lugar, intentando formar gobierno. Y, posteriormente, lo harán seguramente desde la oposición. O desde el nuevo gobierno que salga de las urnas, en el caso poco probable de que el PSOE se decida a facilitar tantos cambios en esta España en la que la deuda soberana ha alcanzado el 100% del PIB. Cambios que, en todo caso, no parece ser que lleguen a convertirse en una revolución.