A pesar de que ella está siendo cada vez más seriamente cuestionada por los hechos
En estos días los titulares de los diarios nos aportan unos hechos que podríamos clasificar en dos categorías diferentes. Son unos hechos incuestionables a la vez que fuertemente enfrentados entre sí. Y son de sumo interés porque se refieren a dos países que nos llevan muchos meses de adelanto en intentos verdaderamente serios de atajar la pandemia: Israel por un lado y China por otro. Cada uno de ellos representa un modo diferente, casi en oposición al otro, de afrontar la pandemia. Esos meses de adelanto que ambos países nos llevan son sumamente valiosos en nuestros análisis sobre lo que está pasando y lo que puede pasar en el futuro.
La ficción de la llamada inmunidad de rebaño ya está siendo abandonada por países, como es el caso de Alemania, que antes se obstinaban en ella. Y un número cada vez mayor de expertos del máximo nivel no solo cuestionan la eficacia de las vacunas sino que incluso nos vienen alertando sobre el hecho de que, al no haberse respetado los plazos de experimentación verdaderamente necesarios, a largo e incluso mediano plazo los acontecimientos pueden llevarnos a desastrosas evidencias que hoy aún no son visibles. Evidencias no sobre los ya muy frecuentes efectos adversos graves de las vacunas, sino sobre sus posibles consecuencia aún más dramáticas en el futuro y sobre la pesadilla de que el virus se replique de una manera más eficiente y se vuelva más infeccioso gracias precisamente a la vacunación.
Las citas de los párrafos que siguen a este son de fuentes nada sospechosas para quienes están instalados en la doctrina oficial. Son de la Agencia EFE el pasado 6 de julio, El País el pasado 20 de agosto y ABC el pasado 23 de agosto. En lo que se refiere a la situación en Israel, los titulares son como este: “Israel registra récord de contagios pese a la vacunación”. Y los subtítulos: “Los contagios se disparan hacia los niveles alcanzados en el pico de la pandemia”. Ya en el texto de estos artículos podemos leer cosas como estas:
“Con cerca del 60% de sus 9,3 millones habitantes inyectados con la pauta completa de Pfizer-BioNtech, los israelíes parecían haber dejado atrás la pandemia durante la pasada primavera, mientras los países occidentales daban aún los primeros pasos en la campaña de inmunización. Ya no es así. […]
El presidente del grupo de expertos que asesora al Gobierno, el médico especialista en salud pública Ran Balicer, reconoce en declaraciones al portal informativo Ynet que la velocidad de propagación de la covid en Israel es ahora ‘una de las más altas del mundo’, con cerca de 8.000 nuevos contagios diarios y una tasa de positividad de 5,5% en las pruebas de detección efectuadas el miércoles. […] ‘Son unos datos preocupantes, a la vista del centenar de casos graves contabilizados cada día, lo que supone una pesada carga para el sistema sanitario’, ha alertado. Israel registraba el miércoles un total de 603 pacientes ingresados con síntomas graves o muy graves, de los que 106 se encontraban conectados a ventiladores.”
Obsérvese que Ran Balicer se refiere a casos graves, muy graves e incluso a pacientes conectados a ventiladores. No a sencillos y no problemáticos casos de contagiados a los que la previa vacunación evitó que cayesen en situaciones graves, como se empeñan en contarnos por aquí, ya sea porque nos mienten o porque aún no se ha llegado al punto del proceso en el que ya se está en Israel. Por el contrario, en lo que se refiere a China los titulares son como este: “China lo vuelve a hacer: ahora también doblega a la variante Delta”. Y los subtítulos: “El país registra su primera jornada sin contagios de transmisión local tras el estallido en julio del mayor rebrote hasta la fecha”. Ya en el texto de estos artículos podemos leer cosas como estas:
“Una nueva victoria ante la variante Delta que demuestra la solidez de los protocolos sanitarios del gigante asiático. […]
El origen de este rebrote se remonta al 20 de julio, cuando nueve limpiadoras del aeropuerto de Lukou en la ciudad de Nanjing dieron positivo en un control rutinario. Todas ellas habían trabajado juntas en el interior de un avión procedente de Rusia diez días antes. El coronavirus logró colarse, saltando las exhaustivas medidas de prevención, pues el aeropuerto no establecía distinción entre el personal que operaba vuelos nacionales e internacionales.
Las autoridades sanitarias se pusieron en máxima alerta desde el primer momento, empezando por blindar la capital, Pekín, que cortó toda comunicación con aquellas zonas consideradas de medio y alto riesgo. También recuperaron la escrupulosidad en el rastreo por medio de servicios electrónicos, los confinamientos selectivos y los testeos masivos. Nanjing, por ejemplo, realizó hasta cuatro rondas de pruebas generalizadas entre sus nueve millones de habitantes.
Un mes después, estos esfuerzos han comenzado a dar fruto. Desde hoy, los residentes en Nanjing no necesitan presentar un test reciente para poder abandonar la ciudad. A lo largo del fin de semana las autoridades han levantado asimismo los confinamientos que todavía quedaban vigentes en algunas áreas remotas de Pekín y otras ciudades como Wuhan. China ya doblegó en mayo un primer rebrote de la variante Delta localizado en Cantón, la primera transmisión comunitaria en su territorio, saldada en aquella ocasión con 167 casos.”
China lo ha conseguido de nuevo. Y de nuevo lo determinante no ha sido ni mucho menos la vacunación, sino los protocolos y medidas que se explican en el artículo anterior. Lo que está en flagrante contradicción con el dogma que aquí es omnipresente y casi omnipotente: esto solo se para con la vacunación masiva. Por lo que mi conclusión vuelve a ser esta: la principal causa del derrumbe de Occidente es nuestra dependencia absoluta de la “información” que (no solo sobre la pandemia) nos inyectan cada día aquellos “expertos” y grandes medios a los que concedemos el supuesto saber, mientras menospreciamos a quienes en realidad saben, pero no tienen espacio en ellos.
¿Cómo puede ser que nuestros responsables sigan ciegamente empecinados en negar toda esta información y en hacer que todo el mundo se vacune? Las élites globalistas han derrotado (de momento) a la que Noam Chomsky consideraba la segunda potencia mundial: la opinión pública. Es increíble ver como cae incluso gente de gran nivel intelectual. Como ya afirmé en la presentación del libro Los cinco principios superiores, esto es mucho más que un engaño, es como un hechizo que nos ha doblegado por nuestras propias debilidades personales, por nuestra creencia en la supuesta bondad del sistema occidental y por nuestra dependencia del supuesto poder y el supuesto saber:
“Lo califico de hechizo porque se trata de algo más complejo que la mera ignorancia o desinformación. Un hechizo solo es posible por nuestras propias debilidades emocionales y espirituales, por nuestros propios sentimientos inadecuados y nuestras propias proyecciones: miedo, conformismo, pequeños intereses personales pero insuficiente interés por cuestiones verdaderamente importantes, ambición…”
El Gobierno de Israel es un gobierno que seguramente tiene menos aceptación entre sus ciudadanos que el Gobierno chino entre los suyos, por más que “nuestros” medios tengan siempre a punto el término “autoritarios” para referirse a los gobiernos (“regímenes” los llaman) de todos aquellos países que no constituyen la “comunidad internacional”. Es decir, la reducida comunidad atlantista. Las pruebas de este autoritarismo extremo se nos hacen evidentes cada día en el modo como se va acallando a cualquier voz disidente, aunque se trate, como ya vimos en otro artículo anterior, del mismo doctor Robert Malone, creador de la técnica de las actuales vacunas de ARN mensajero. De igual modo, el doctor Joseph Mercola se está viendo obligado a eliminar de su propia página artículos como el referente a las serias e importantes alertas del reconocido doctor Sucharit Bhakdi, al que dedicaré luego unos párrafos.
Curiosamente, en la “autoritaria” China no es obligatoria la vacunación. A diferencia de lo que está sucediendo en países en los que las sociedades son “libres”, como las de Israel, Francia o Italia. Y a diferencia de lo que seguramente irá sucediendo en todos aquellos otros países en los que sus dirigentes son unos “aliados” (más bien, unos sumisos servidores) de las “filantrópicas” grandes familias globalistas occidentales. Unos dirigentes que usan con gran facilidad la expresión “regímenes autoritarios” para referirse a “los otros”. En realidad, no necesitarían tal término nuevo. Podrían usar el clásico de siempre: dictaduras. Pero tienen un problema: no sería fácil incluir entre ellas a ciertas democracias “incómodas”, como la Rusia del “autoritario” Putin. Un “autoritario” dirigente con unos índices de aceptación inimaginables en ninguna de nuestras “modélicas” democracias.
En China, paralelamente a los citados protocolos, la vacunación sigue su curso. Pero, aparte de que las dosis de la vacuna Sinovac no son tan fuertes como las de AstraZeneca o Moderna (las dosis de Pfizer son, según el doctor Malone, una tercera parte de las otras dos citadas), las autoridades chinas nunca presentaron la vacunación como la gran panacea contra la pandemia. Y, sobre todo, no escatimaron recursos económicos en las decisivas medidas que se enumeran en la cita anterior y que han resultado ser tan eficaces. Ni tampoco en ayudas directas que eviten que quienes son obligados a guardar confinamiento vayan a la ruina.
Esa es la gran diferencia respecto a un Occidente que avanza de fracaso en fracaso frente a un acontecimiento tan trascendental como está siendo esta pandemia. Un Occidente que, por el contrario, dedica ingentes recursos a “rescates” bancarios o a la “democratización” de países “gamberros” mediante costosísimas y criminales campañas militares, campañas “inevitables” por “fidelidad” a la “noble” tarea a la que llaman responsabilidad de proteger. Y que ahora también dedica enormes cantidades a la compra de miles de millones de “eficaces” vacunas, a precios que se procuran ocultar a la sociedad. Al mismo tiempo que es ridícula la inversión en los rastreos, los confinamientos, los testeos masivos y las ayudas directas a los confinados. Sin hablar de algunos tratamientos que no solo no reciben financiamiento sino que incluso son boicoteados y criminalizados a pesar de que su efectividad está demostrada.
Las explicaciones que se nos dan para justificar la grave situación en Israel han sido dos: la de la pérdida de eficacia de las vacunas con el paso de los meses y la de la aparición de la variante Delta. Unas excusas que suenan muy inconsistentes en boca de unos responsables que tenían obligación de conocer las alertas de múltiples expertos sobre la alta probabilidad de que sucediese todo eso. Unos responsables que ya sabían bien que otros países (China o Nueva Zelanda) habían controlado la pandemia y no precisamente mediante la vacunación.
Aunque lo más sorprendente es la solución por la que han apostado en Israel: ¡volver a inyectar obstinadamente una tercera dosis! Una tercera dosis contra la que advierte incluso un organismo pro-vacunación como la Comisión Europea. Y tanto o más sorprendente es que otros países como Estados Unidos , que sufrió más de 500.000 víctimas mortales (según el recuento independiente de la Universidad Johns Hopkins) mientras China erradicaba totalmente la pandemia, ya estén anunciando que seguirán sus pasos. Es como un bucle mental del que no parecen poder salir. En un programa de máxima audiencia en una de las cadenas de televisión más importantes de España, una conocida neumóloga concluía: “En Nueva Zelanda han controlado los contagios pero tienen un serio problema, ya que no están inmunizados con las vacunas contra el virus”. Así que los términos se invierten totalmente: ¡¡lo importante no es evitar las infecciones sino vacunarse!!
Pero, además de lo que ya podemos ver en China e Israel, son muchos más los hechos que no solo cuestionan que la vacunación masiva sea la maravillosa panacea contra la pandemia, o la ficción de la llamada inmunidad de rebaño, o la minimización de los muchos y graves efectos adversos de las vacunas, sino que incluso parecen ir confirmando paulatinamente aquello que cada vez más expertos, incluido el doctor Malone, califican como el peor y más temido de los escenarios posibles: es precisamente la vacunación la que está provocando este peligroso repunte de la pandemia. Ya lo recogí en mi anterior artículo y lo hago ahora de nuevo, dada su extrema importancia:
“Detengan [dice Malone] la vacunación, los análisis de carga viral en sangre son en realidad más altos en los vacunados que en los no vacunados, la vacuna causa que este virus se vuelva más infeccioso de lo que sería en ausencia de vacunación, esta es la peor pesadilla de un vacunólogo, ya ha ocurrido con otros virus, y ha ocurrido prácticamente con cada uno de los programas de desarrollo de vacunas contra los coronavirus, y es lo que los vacunólogos como yo hemos estado advirtiendo desde el principio de esta apresurada campaña de vacunación, esta vacunación está causando que el virus se replique de manera más eficiente, estamos en el peor de los escenarios, tenemos que parar la campaña de vacunación, tenemos que dar un giro para acelerar todo lo posible los tratamientos farmacológicos que han sido mayoritariamente bloqueados y reprimidos…”.
Entre ese número creciente de expertos que están poniendo en jaque la doctrina impuesta por las grandes farmacéuticas, hoy me limitaré a citar al microbiólogo alemán Dr. Sucharit Bhakdi. En 1971 se incorporó al Instituto Max Planck de Inmunobiología, donde permaneció cuatro años como postdoctorando. Allí también empezó a investigar sobre inmunología. Finalmente, acabó dirigiendo el departamento de medicina, microbiología e higiene de la Universidad de Maguncia, donde trabajó durante 22 años hasta su jubilación hace nueve. Durante ese tiempo, Bhakdi también trabajó en el desarrollo de vacunas, y dice que es “ciertamente pro-vacunas con respecto a las vacunas que funcionan y que son útiles”. Como destaca el doctor Joseph Mercola:
“Gran parte de su investigación se centró en lo que se llama el sistema de complemento. Cuando se activa, el sistema de complemento acaba funcionando de tal manera que destruye en lugar de ayudar a las células. Curiosamente, el SARS-CoV-2 utiliza este mismo sistema en su beneficio, haciendo que nuestro sistema inmunitario siga un camino de autodestrucción. El mismo camino autodestructivo también parece ser activado por las inyecciones COVID, que es parte de la razón por la que Bhakdi cree que son la mayor amenaza a la que se ha enfrentado la humanidad. ‘Es nuestro deber informar enérgicamente a la gente sobre los peligros a los que se están sometiendo a sí mismos y a sus seres queridos con esta vacunación’, afirma. Junto con la doctora Karina Reiss, ha escrito dos libros sobre este tema, empezando por «¿Corona False Alarm? Facts and Figures», publicado en octubre de 2020, seguido de Corona Unmasked: New Facts and Figures.” Intentaré resumir sus tesis, con la ayuda del artículo del pasado 22 de agosto del doctor Mercola titulado “Un microbiólogo explica los efectos de la inyección COVID”:
¿Qué eficacia tienen las inyecciones COVID?
La afirmación de que las inyecciones COVID tienen una eficacia de alrededor del 95% contra la infección es falsa. Es producto de la confusión del riesgo relativo con el riesgo absoluto. Además es importante tener en cuenta que no proporcionan inmunidad. La gente no entiende que la están engañando y que la han engañado todo el tiempo. En los ensayos de Pfizer de las 20.000 personas sanas que fueron vacunadas menos del 1% del grupo vacunado contrajo COVID-19, un porcentaje similar al de las otras 20.000 que no fueron vacunadas. Hace unos meses, abandonaron el grupo de los que no habían recibido la inyección en el ensayo, así que ya no hay grupo de control. La justificación fue que la inyección era demasiado importante para negársela al grupo de control. Es sólo otra forma furtiva de eludir la notificación de todos los efectos adversos que se producen en el grupo de la inyección
Pruebas de un mayor riesgo de infección tras la inyección
En la actualidad, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades afirman que alrededor del 95% de las infecciones por el SARS-CoV-2 que acaban en hospitalización se producen entre los no vacunados. Esto también es una ficción estadística. Si observamos los datos más recientes, descubrimos que la mayoría de los casos graves y las hospitalizaciones se producen en realidad entre los que recibieron la vacuna COVID. Todo está manipulado. Y, si alguien quiere encauzar algo y está en posición de difundirlo, no hay posibilidad de analizarlo y decírselo a la gente porque no tenemos voz en este asunto. Cuando nos levantamos y le decimos a la gente esto, simplemente se dan la vuelta y dicen que no es verdad. Ya estamos empezando a ver pruebas de que la vacunación aumenta el riesgo de infección grave. De forma preocupante, ahora estamos empezando a ver los primeros indicios de la potenciación dependiente de anticuerpos (ADE), algo que preocupó a muchos científicos desde el principio. La India, por ejemplo, donde el 10% de la población ha sido «vacunada», está viendo ahora casos muy graves de COVID-19. Lo que estamos presenciando en la India, y probablemente también en Israel, es la potenciación inmunodependiente de la enfermedad.
Las personas que se están vacunando ahora tienen que tener miedo de la próxima ola de infecciones genuinas, ya sean [variantes del SARS-CoV-2] o cualquier otro coronavirus, porque todos están relacionados y todos estarán sujetos a la potenciación inmunodependiente, obviamente. La potenciación dependiente de anticuerpos (ADE), o potenciación inmunológica paradójica (PIE), se refiere a una condición en la que la vacunación resulta en todo lo contrario de lo que se busca. En lugar de proteger contra la infección, la vacuna aumenta y empeora la infección. La ADE puede producirse a través de más de un mecanismo. La potenciación se debe principalmente a la hiperreactividad de los linfocitos asesinos y a la activación secundaria del complemento, que causan daños graves.
Anticuerpos frente a linfocitos
Hay dos pilares principales de defensa contra la infección viral. Uno son los anticuerpos que, si están presentes, pueden impedir que el virus entre en las células. Se trata de los llamados anticuerpos neutralizantes, que se supone que [produce] la vacunación. Pero los anticuerpos no están en el lugar que se necesitan, que es en la superficie del epitelio de las vías respiratorias. Están en la sangre, pero no en la superficie del epitelio donde llega el virus. Entonces entra en juego el segundo brazo de la defensa inmunitaria, que son los linfocitos. Hay diferentes tipos de linfocitos y simplificaré diciendo que los linfocitos importantes son los llamados linfocitos asesinos que detectan cuando se produce un producto viral en la célula. Entonces destruyen las células que albergan el virus y así la fábrica se cierra y uno se recupera. Ese es el mecanismo por el cual podemos sobrevivir a las infecciones virales del pulmón, y esto sucede todo el tiempo. Así, los linfocitos, a diferencia de los anticuerpos, reconocen muchas, muchas partes de las proteínas. Así que, si un virus cambia un poco, no importa, porque los productos de desecho que son reconocidos por los linfocitos asesinos siguen siendo muy similares. Es por eso que todos nosotros, y esto se sabe ahora, todos nosotros tenemos linfocitos de memoria en nuestros ganglios linfáticos y órganos linfoides que están capacitados para reconocer estos coronavirus. Y si hay un mutante o no, realmente no importa, porque reconocerán un mutante o variante. Los coronavirus sólo pueden sufrir mutaciones puntuales, lo que significa que sólo se puede cambiar un nucleótido cada vez. El virus de la gripe, por su parte, puede sufrir mutaciones más radicales. Por ejemplo, un virus de la gripe puede cambiar completamente su proteína de espiga intercambiando proteínas de espiga con otro virus que esté presente simultáneamente. Este tipo de cambio no es posible con los coronavirus. Por lo tanto, nunca habrá saltos en los cambios antigénicos ni para los anticuerpos ni para los linfocitos T asesinos. Por eso la inmunidad de fondo que evoluciona durante la vida de un ser humano es muy amplia y sólida.
La inmunidad natural es muy superior a la inducida por la vacuna
Una de las más atroces falsificaciones de la verdad científica médica es la afirmación de que la «vacunación» contra la COVID confiere una protección superior en comparación con la inmunidad natural que se obtiene tras la exposición al virus y la recuperación. La realidad es que la inmunidad natural es infinitamente superior a la protección inducida por la vacuna que se obtiene con estas inyecciones, que es reducida y temporal. La vacuna COVID produce anticuerpos contra una sola de las proteínas virales, la proteína de la espiga, mientras que la inmunidad natural produce anticuerpos contra todas las partes del virus, además de células T de memoria. El mero hecho de que la Organización Mundial de la Salud haya cambiado la definición de inmunidad de rebaño… es un escándalo. No tengo palabras para describir lo ridículo que me parece todo esto, que sea aceptado por nuestros colegas. ¿Cómo pueden los médicos y científicos del mundo soportar escuchar todas estas tonterías?
Cómo causa daños la inyección COVID
Uno de los efectos secundarios más comunes de las inyecciones COVID es la coagulación anormal de la sangre, que puede dar lugar a accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Incluso los microcoágulos que no bloquean completamente el vaso sanguíneo pueden tener graves ramificaciones. Se puede comprobar la presencia de microcoágulos realizando un análisis de sangre de dímero D. Si el dímero D es elevado, hay coágulos en alguna parte del cuerpo. Cuando te pones una inyección COVID se inyectan instrucciones genéticas en tu músculo deltoide. El músculo drena hacia los ganglios linfáticos, que a su vez pueden entrar en el torrente sanguíneo. También puede haber una translocación directa desde el músculo a los vasos sanguíneos más pequeños. Los datos sobre animales presentados por Pfizer a las autoridades japonesas muestran que el ARNm apareció en la sangre en una o dos horas tras la inyección. Esta rapidez sugiere que las nanopartículas se translocan desde el músculo directamente a la sangre, sin pasar por los ganglios linfáticos. Incluso los microcoágulos que no bloquean completamente el vaso sanguíneo pueden tener graves ramificaciones. Una vez dentro de tu torrente sanguíneo, las instrucciones genéticas se entregan a las células disponibles, es decir, a tus células endoteliales. Estas son las células que recubren tus vasos sanguíneos. Estas células empiezan a producir la proteína de espiga, según las instrucciones del ARNm. Como su nombre indica, la proteína de espiga tiene el aspecto de una espiga afilada que sobresale de la pared de la célula, en el torrente sanguíneo. Como se supone que no deberían estar allí, los linfocitos asesinos se dirigen a la zona, pensando que las células están infectadas. Los linfocitos asesinos atacan las células, lo que provoca daños en la pared celular. Este daño, a su vez, provoca la formación de coágulos. Ahora estamos viendo pruebas de que las inyecciones de COVID están causando todo tipo de problemas de coagulación, desde coágulos de tamaño microscópico hasta coágulos masivos de 30 cm o más de longitud. Por supuesto, cuando un coágulo lo suficientemente grande se produce en el corazón, se termina con un ataque al corazón. En el cerebro, se produce un accidente cerebrovascular. Pero incluso los microcoágulos que no bloquean completamente el vaso sanguíneo pueden tener graves ramificaciones.
Cómo los anticuerpos inducidos por las vacunas pueden causar daños
La otra cosa que ha surgido ahora es igual de aterradora [que el problema de la coagulación]. Una o dos semanas después de la primera inyección, se empiezan a producir anticuerpos en grandes cantidades. Ahora, cuando se administra la segunda inyección, y las proteínas de espiga empiezan a proyectarse desde las paredes de los vasos hacia el torrente sanguíneo, no sólo se encuentran con los linfocitos asesinos, sino que ahora los anticuerpos también están allí y los anticuerpos activan el [sistema] de complemento. Ese fue mi primer campo de investigación. El primer sistema en cascada es el sistema de coagulación. Si se activa, la sangre se coagula. Si se activa el sistema de complemento con los anticuerpos que se unen a la pared de los vasos, entonces este sistema de complemento empezará a crear agujeros en la pared de los vasos. Las inyecciones COVID permanecen en el torrente sanguíneo durante al menos una semana y se filtran a cualquier órgano. Y cuando esas células [del órgano] empiecen a fabricar la proteína de espiga por sí mismas, los linfocitos asesinos también las buscarán y destruirán [en ese órgano, creando más daños y la subsiguiente coagulación]. Lo que estamos presenciando es uno de los experimentos más fascinantes que podría conducir a una enfermedad autoinmune masiva. Cuando ocurrirá esto, Dios lo sabe. Y a qué conducirá esto, Dios lo sabe.
La inyección COVID podría desencadenar virus latentes y cáncer
Las inyecciones COVID también pueden diezmar los ganglios linfáticos, ya que éstos están llenos de linfocitos y otras células inmunitarias. Algunos de los linfocitos morirán inmediatamente al entrar en contacto con ellos, provocando una inflamación. Las células que no mueren y toman el ARNm y comienzan a producir la proteína de espiga serán reconocidas como productoras de virus y serán atacadas por el sistema de complemento. Esencialmente se crea una guerra entre unas células inmunitarias contra otras células inmunitarias. Como resultado de este ataque, los ganglios linfáticos se hinchan y se vuelven dolorosos. Se trata de un problema grave, ya que los linfocitos de los ganglios linfáticos son centinelas de por vida que mantienen bajo control infecciones latentes como el herpes zóster. Cuando funcionan mal o se destruyen, estos virus latentes pueden activarse. Por eso estamos viendo informes de herpes zóster, lupus, herpes, Epstein-Barr, la tuberculosis y otras infecciones que surgen como efecto secundario de las inyecciones. Por supuesto, ciertos cánceres también pueden verse afectados. Como todos sabemos, todos los días se forman tumores en nuestro cuerpo, pero esas células tumorales son reconocidas por nuestros linfocitos y luego son eliminadas. Así que me preocupa mucho que se esté incitando al mundo a introducir en el cuerpo algo que va a cambiar toda la cara de la medicina.
El consentimiento informado es prácticamente imposible
Hay que detener la campaña de inyecciones COVID. Las vacunas basadas en genes son un peligro absoluto para la humanidad y su uso en la actualidad viola el código de Nuremberg, de manera que todos los que están propagando su uso deberían ser llevados ante un tribunal. Especialmente la vacunación de los menores es algo tan criminal que no tengo palabras para expresar mi horror. Estamos terriblemente preocupados porque va a haber un impacto en la fertilidad. Y esto se verá dentro de años o décadas. Y esto es potencialmente uno de los mayores crímenes imaginables. Como todos sabemos, el código de Nuremberg establece que en caso de que se realicen experimentos en seres humanos, éstos sólo pueden llevarse a cabo con el consentimiento informado. El consentimiento informado significa que la persona que va a ser vacunada tiene que ser informada de todos los riesgos, de la relación riesgo-beneficio, de los peligros potenciales y de lo que se sabe sobre los efectos secundarios. Esto no puede hacerse con los menores, porque los menores no están en condiciones de entenderlo. El consentimiento informado es prácticamente imposible incluso para los adultos, ya que sólo se les da una parte de la historia. Todos los efectos secundarios y los riesgos se censuran prácticamente en todas partes y se prohíbe hablar de ellos. El gobierno de Estados Unidos incluso está presionando para criminalizar la discusión sobre los riesgos de las inyecciones COVID.
¿A dónde vamos a partir de aquí?
Si ya te has vacunado una o dos veces, no hay nada que puedas hacer al respecto. Desde luego, no te pongas un refuerzo, ya que cada refuerzo va a magnificar sin duda el daño. Al final, predigo que vamos a ver enfermedades y muertes masivas entre personas que normalmente tendrían una vida maravillosa por delante. La pregunta que se hace la gente es: ¿se puede hacer algo para revertir el daño de estas inyecciones? Todavía no lo sabemos. Sin embargo, si han recibido una o más vacunas y desarrollan síntomas de una infección, es recomendable el tratamiento con hidroxicloroquina y/o ivermectina, como el protocolo Zelenko y el protocolo MATH+ que han demostrado su eficacia. El peróxido de hidrógeno nebulizado también puede utilizarse para la prevención y el tratamiento del COVID-19, como se detalla en el documento de casos del Dr. David Brownstein y en el libro electrónico gratuito del Dr. Thomas Levy, «Rapid Virus Recovery». Cualquiera que sea el protocolo de tratamiento que utilice, asegúrese de comenzar el tratamiento lo antes posible, preferiblemente al inicio de los síntomas.
Es sorprendente la ligereza con la que aquellos que se consideran a sí mismos los detentadores de la racionalidad frente al fanatismo de “los negacionistas”, desprecian esta grave cuestión de nuestra ignorancia respecto a esos efectos de las vacunas a medio y corto plazo. Es tal ese desprecio y, en consecuencia, es tal el descuido de las mínimas cautelas, que incluso no tienen el menor reparo en tomar decisiones innecesarias y poco claras, y sobre todo nada urgentes, como la de la vacunación de los menores. Durante muchos meses nos han estado diciendo que los plazos legales para la autorización definitiva de las vacunas no se habían respetado a causa de la urgencia exigida por una situación tan grave. Sin embargo, cualquiera mínimamente informado debería saber que la vacunación de los menores no reviste ninguna urgencia.
Según nos decían los bien informados y respetables pro-vacunas, era necesario vacunar de todos modos a los menores a fin de evitar, al menos, que ellos contagien a los adultos. Ahora ya empieza a ser claro -dicen muchos de ellos mismos- que la inmunidad de rebaño es una ficción y que todos acabaremos contagiados. Pero la conclusión de los fanáticos de la vacunación no parece tener lógica: hay que seguir vacunando a todo el mundo, incluidos los menores. O mejor sí, tiene una lógica: hay que seguir fabricando y vendiendo millones de vacunas.
Es como si desde hace demasiados meses la decisión de la vacunación masiva estuviese tomada y, día a día, se la hubiese ido justificando con argumentos continuamente cambiantes en función de las conveniencias del momento, a fin de maquillar unos hechos que cada vez cuadran menos con la doctrina oficial. La sospechosa urgencia de estas gentes me recuerda demasiado a la de los ansiosos y poco fiables vendedores de productos nada recomendables. El profesor Andrew Pollard, miembro del equipo que desarrolló la vacuna de Oxford/AstraZeneca, defiende ahora, igual que otros muchos como él, que la inmunidad de rebaño es inalcanzable. Y que, por tanto, no es necesario detectar quien está contagiado, ya que incluso los vacunados se van a contagiar. Lo dicen ahora cuando ya han vendido millones de vacunas. Cambio total de paradigma. Pero… aquí viene la inyección propagandística con la nueva variante doctrinal: ¡Hay que seguir vacunando masivamente “a fin de evitar ingresos hospitalarios”!
Dada la creciente cantidad de ingresos hospitalarios de vacunados, sobre todo de los mayores, supongo que ya deben estar trabajando en la elaboración de la futura doctrina que justifique la venta masiva de vacunas. Aunque, si la carga vírica es mayor en los vacunados que en los no vacunados, como afirma el Dr. Malone, no les va a resultar fácil acabar de formular esa nueva variante doctrinal. No les va a resultar fácil imponerla incluso a pesar de disponer de todos los grandes medios de “información” al servicio de sus intereses y sus mentiras. No les va a resultar fácil ocultar que el principal “beneficio” de esta vacunación masiva habrá sido enriquecer sin medida a las farmacéuticas. Lo mismo que acaba de afirmar el teniente coronel alemán Jurgen Rosen sobre los verdaderos “beneficios” de la invasión de Afganistán: enriquecer al complejo militar industrial.
Parece ser que más bien son estas gentes los verdaderos fanáticos y no muchos de aquellos que reciben demasiado fácilmente el calificativo de “negacionistas”. Son ellos los crédulos de las bondades de nuestro sistema. Y, en particular, de la honestidad e incluso altruismo de los dueños de las grandes farmacéuticas. Es sorprendente el empecinamiento no solo de unas sociedades absolutamente condicionadas por una “información” tendenciosa omnipresente y casi omnipotente, o el de unas elites locales totalmente sumisas, sino sobre todo el de unas élites internacionales, que se supone deberían estar mucho mejor informadas. Es tan increíble que me resulta inevitable acabar con afirmaciones tan duras como aquellas con las que ya inicié en marzo de 2020 esta serie de artículos sobre la pandemia y como aquellas frases finales del último de ellos: estamos en manos de grandes criminales.
Ya el titular mismo del primero de estos artículos era este: “Coronavirus: ¿estará nuestro mundo en manos de auténticos locos?”. La misma grave cuestión a la que dediqué las frases finales del más reciente de ellos:. “Si llega a ser imposible silenciar ciertos hechos; si los acontecimientos se desencadenan por fin; si la humanidad logra descubrir hasta qué punto de perversión son capaces de llegar unas reducidas élites en su afán de enriquecimiento, control del pensamiento y dominación mundial… podríamos estar ante una gran catarsis, ante un histórico punto de inflexión”.
Se trata de los posicionamientos de alguien que no es un especialista en estas cuestiones sanitarias y pandémicas. Pero se trata de unos posicionamientos semejantes a los de otros que sí lo son. Como la doctora Teresa Forcades, en nuestro ámbito local, que ya hace años decidió dar este título a su riguroso trabajo sobre las grandes farmacéuticas: Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas. O como los de Robert F. Kennedy, que está a punto de publicar un importante y demoledor libro titulado El verdadero Anthony Fauci. Y que tiene este subtítulo: Bill Gates, las grandes farmacéuticas, y la guerra global contra la democracia y la salud pública.
No soy ningún especialista en todo esto. Pero, al fin y al cabo, se trata del mismo tipo de actividades y comportamientos criminales que podemos comprobar en las grandes compañías mineras que están arrasando el África Central sirviéndose de auténticos genocidas como Paul Kagame. O que podemos comprobar en el complejo militar-industrial, las grandes petroleras, o las grandes eléctricas. O, sobre todo, en “los mercados” internacionales. O que empiezan a aparecer ya en el ámbito de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Porque, en definitiva, se trata de una única red de intereses estrechamente ligados entre sí. Una red en la que el poder se concentra cada día más en un núcleo cada vez más reducido. Los estrechos lazos entre Bill Gates y Paul Kagame son un ejemplo bastante revelador.
No soy especialista en estas cuestiones sanitarias y pandémicas. Pero algunos hemos tenido la “suerte” de haber sido el objetivo de perversas, importantes y ¡bien reales! conspiraciones internacionales. Es bastante alucinante ser acusado por el informe de un equipo de expertos de la ONU como el mayor financiador de las FDLR, un grupo supuestamente criminal -dicen- que hace necesaria en la RD del Congo la mayor misión de la historia de la ONU. Una misión que moviliza hasta 20.000 efectivos entre cascos azules y otros miembros de ella. Es bastante alucinante ver un día tales acusaciones en las primeras páginas de diarios tan importantes como El País o Público.
Por sí sola, esta importante experiencia ya proporciona una perspectiva tan diferente y fundamental sobre las “bondades” del sistema occidental, que condiciona seriamente nuestros análisis de los hechos. Un sistema profundamente viciado de raíz, que precisamente se sostiene por la credulidad de la gente en su incuestionable bondad. Como han sabido ver y denunciar personalidades como Daniel Ellsberg, el héroe que hizo públicos los llamados Papeles del Pentágono. Un sistema que, invocando la prevención del terrorismo (pero en realidad para proteger a Paul Kagame y sus colaboradores acusados de terrorismo en la Audiencia Nacional) es capaz de violar tus propias llamadas telefónicas y correos electrónicos, manipularlos, hacerles decir aquello que no dicen y acusarte de ser el financiador de un importante grupo terrorista.
Todo ello a fin de desactivar las cuarenta órdenes de arresto contra otros tantos estrechos colaboradores de Paul Kagame, órdenes emitidas en el proceso judicial del que nuestra Fundación fue el promotor y financiador inicial. Y todo ello con la colaboración de los últimos gobiernos de España. Gobiernos que, plegándose sumisamente a los dictados de las élites globalistas que están tanto tras los genocidios en África Central como tras las grandes farmacéuticas, se han desentendido totalmente de buscar justicia para los nueve españoles excepcionales asesinados en Ruanda y RD del Congo. Gobiernos que han acabado (por ahora) con la posibilidad de una justicia universal en la que España estaba a la vanguardia mundial.
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