Tan solo en una semana he tenido noticia del fallecimiento tras la vacunación de dos mujeres más. Eran conocidas de amigas nuestras. Estas forman parte del reducido círculo de personas con las que tenemos contacto. Son, por tanto, tan solo una pequeñísima muestra de lo que debe estar ocurriendo a escala mundial. Quienes han fallecido o han sufrido efectos adversos graves tras la vacunación deben ser centenares de miles. La segunda fallecida, de 28 años, sin dolencias conocidas, murió solo unas horas después de ser vacunada. Realizaba trabajos domésticos. Su patrona, totalmente condicionada por la tendenciosa, fanática y peligrosa propaganda mediática masiva, le había exigido que se vacunase si quería seguir trabajando para ella. Por supuesto, nada de esto lo podrá leer usted en los diarios. Ni mucho menos, ver en las televisiones. Por lo que los ciudadanos son privados sistemáticamente de una información absolutamente necesaria para decidir si vacunarse o no.
Ahora la última moda consiste en mostrarnos a algunos negacionistas ingresados en las UCIs. Por el contrario, aquellos que han fallecido o sufrido efectos adversos graves tras la vacunación no existen. En el Olimpo de nuestro mundo globalizado, los dioses han decidido que su número es tan insignificante que no hay que perder tiempo en estadísticas. Es aleccionador el hecho de que en Israel, el país que ha alcanzado en menos tiempo una tasa de vacunación muy superior a la del resto de países del mundo, se haya tenido que constituir un comité no gubernamental para investigar la altísima tasa de fallecimientos y efectos adversos graves tras la vacunación. Altísima tasa que el Gobierno de Israel, la farmacéutica Pfizer y los medios de comunicación están ocultando sistemáticamente. Aun así, y a pesar de sus limitados medios y campo de investigación, dicho comité ha podido confirmar miles de casos de mortalidad o de graves efectos adversos.
¿Y qué decir del silencio de las agencias reguladoras? Ayer mismo se podía leer en la página de Children’s Health Defense de Robert F. Kennedy Jr., consagrada a la defensa de la salud de los niños, un artículo con este titular: “Nunca hemos visto lesiones por vacunas a esta escala – ¿Por qué las agencias reguladoras están ocultando las señales de seguridad de la vacuna COVID?”. Y debajo del título aparecía este destacado: “En menos de un año, se han reportado al VAERS más de 500.000 lesiones posteriores a la vacuna contra el COVID […] sin embargo, las agencias reguladoras permanecen en silencio”. Por su parte, Médicos por la Ética de la Covid, emitía un comunicado del pasado 1 de agosto titulado “Las ‘vacunas’ basadas en genes están matando a la gente. Los gobiernos de todo el mundo están mintiendo al pueblo, a las poblaciones a las que supuestamente sirven” En él, tras sumar las cifras publicadas por los diversos organismos oficiales (EudraVigilance, MHRA y VAERS), concluía:
“TOTAL para la UE/Reino Unido/Estados Unidos: 34.052 muertes relacionadas con la inyección Covid-19 y más de 5,46 millones de lesiones notificadas a 1 de agosto de 2021.
Comentario: Es importante ser consciente de que las cifras oficiales anteriores (comunicadas a las autoridades sanitarias) no son más que un pequeño porcentaje de las cifras reales. Además, cada día que pasa siguen muriendo personas (y sufriendo lesiones) a causa de las inyecciones.
Hay que tener en cuenta que las cifras oficiales son obviamente más elevadas en el momento de escribir este artículo (1 de agosto de 2021) que en las fechas límite indicadas anteriormente, es decir, el 21 de julio de 2021 (Reino Unido), el 23 de julio de 2021 (Estados Unidos) y el 31 de julio de 2021 (UE/EEE/Suiza).
Esta situación catastrófica no ha sido difundida por los principales medios de comunicación, a pesar de que las cifras oficiales arriba indicadas son de dominio público.
La señal de daño es ahora indiscutiblemente abrumadora y, de acuerdo con las normas éticas universalmente aceptadas para los ensayos clínicos, Médicos por la Ética de la Covid exige que se detenga inmediatamente el programa de la vacuna ‘Covid’.
La continuación del programa, a sabiendas de los graves daños y muertes que se están produciendo tanto en adultos como en niños, constituye un Crimen contra la Humanidad/Genocidio del que los responsables o cómplices tendrán que responder personalmente.”
Así pues, todo parece indicar que en todo Occidente se está minimizando escandalosamente el número de estragos causados por la vacuna al mismo tiempo que se abulta exageradamente el de las víctimas de la pandemia (esto último sería por sí mismo toda una temática para otro artículo). Sorprende semejante homogeneidad de actuaciones. Homogeneidad que tan solo parece ser posible “gracias” a una coordinación centralizada más o menos tolerada o aceptada gustosamente por las élites de los diferentes países occidentales.
Que alguien denunciase el fallecimiento de un familiar tras la vacunación sería la peor de las noticias para todos aquellos negacionistas institucionales y políticamente correctos que llaman negacionista a cualquiera que tenga conciencia de la complejidad de este acontecimiento pandémico que la humanidad está sufriendo. Complejidad que estas gentes se empeñan en encorsetar en unos enunciados reduccionistas, tendenciosos e insostenibles. Que alguien diese aquel primer paso que podría poner en marcha una cascada de denuncias posteriores sería la peor noticia para todos aquellos que recurren a ese calificativo calumnioso de “negacionista”, con una ligereza hasta denunciable, mientras ellos mismos imponen como verdad total y absoluta aquello que es tan solo una parte de la verdad. La sabiduría popular ya lo dice: Las peores mentiras son las medias verdades.
Sabemos que, gracias al colaboracionismo criminal de las instituciones políticas supranacionales, las más poderosas y corruptas farmacéuticas pretenden gozar de la más absoluta impunidad legal frente a sus responsabilidades en la muerte o los efectos adversos de millones de inyectados. Las fuerzas y presiones de todo tipo desplegadas para lograr dicha impunidad han sido tan impresionantes y desconocidas como las que también han desplegado para lograr el control casi absoluto de la información, control del que ya también disfrutan. Por tanto, denunciar la muerte de un familiar no será tarea fácil.
No será fácil no solo legalmente: las resistencias internas propias por causa de una agobiante presión social omnipresente o de nuestras propias debilidades son demasiado fuertes. Tan fuertes que incluso llegan a bloquearnos hasta el punto de no querer ver relación alguna entre la vacunación y el fallecimiento pocas horas o días después. Pero es con coraje como se ha progresado siempre en la historia. La última prueba de ello es la dimisión en estos días del poderoso gobernador de New York, Andrew Cuomo. En diciembre de 2020 una exasesora del gobernador fue la primera en denunciar públicamente que la había acosado sexualmente durante años. A esta primera denunciante se fueron añadiendo más de una decena de otras. Las Madres de Plaza de Mayo no tenían, frente a la Dictadura argentina, vía legal alguna para denunciar la desaparición de sus hijos, pero fueron capaces de encontrar otras vías alternativas de denuncia.
Son muchas las supuestas inmunidades de las élites corruptas que a lo largo de la historia se han desmoronado como castillos de arena al impacto de una gran ola. En todo caso, es innegable la responsabilidad de aquellos políticos que han concedido a las grandes farmacéuticas semejante estatus de impune inmunidad. Sería un gran hito el lograr que aquellos políticos que, como Emmanuel Macron o Mario Draghi, son unos auténticos lacayos de estos oscuros intereses globalistas empezasen a tomar conciencia de que las decisiones que tan alegremente han tomado sobre la obligatoriedad de la vacunación les pueden resultar mucho más caras de lo que jamás imaginaron. Que empezasen a tener miedo al futuro que se les pueda venir encima por causa del gran desparpajo con el que se han atrevido a imponer la obligatoriedad de la vacunación.
Una vacunación que es mucho más peligrosa de lo que nos dicen (por sus frecuentes y serios efectos adversos); que no va a lograr los “extraordinarios” (fantasiosos) resultados que proclaman; y que incluso, como ya alertan voces sumamente autorizadas, empieza a evidenciar no solo ineficacia a medio plazo sino hasta potenciación de la pandemia. Así de impresionante parece ser la realidad. Se han silenciado decenas de miles de fallecimientos y efectos adversos graves causados por la vacunación con la “noble” excusa de que era necesario hacerlo así para que la población no cuestionase el beneficio incomparablemente mayor que es la vacunación masiva y se negase a ser inyectada. Pero ahora resulta que el fundamento de ese argumento, con el que ellos decidieron por todos nosotros, tampoco parece ser cierto.
Y aunque la “novedad” de que la vacunación masiva no es la panacea universal prometida sería toda una temática para otro artículo, la frase que resume brevemente mi percepción de esta catastrófica situación podría ser formulada así: Lo que está sucediendo es solo posible “gracias” a los descomunales y perversos intereses (económicos o del tipo que sean) que hay tras la campaña de vacunación masiva y solo es comprensible si se es consciente de que son tales intereses los que determinan todo. Aunque ahora la pregunta que me importa es esta: ¿Hasta cuándo podrán silenciar la realidad de los hechos y la multitud de autorizadas voces, como las del doctor Robert Malone, autor de la técnica esencial de las vacunas ARN (la lipofección con ARNm) y que ha dedicado toda su vida a las vacunas? Con su autoridad científica y moral acaba de clamar:
Detengan la vacunación, los análisis de carga viral en sangre son en realidad más altos en los vacunados que en los no vacunados, la vacuna causa que este virus se vuelva más infeccioso de lo que sería en ausencia de vacunación, esta es la peor pesadilla de un vacunólogo, ya ha ocurrido con otros virus, y ha ocurrido prácticamente con cada uno de los programas de desarrollo de vacunas contra los coronavirus, y es lo que los vacunólogos como yo hemos estado advirtiendo desde el principio de esta apresurada campaña de vacunación, esta vacunación está causando que el virus se replique de manera más eficiente, estamos en el peor de los escenarios, tenemos que parar la campaña de vacunación, tenemos que dar un giro para acelerar todo lo posible los tratamientos farmacológicos que han sido mayoritariamente bloqueados y reprimidos…
Es probable que, una vez más, el imponente castillo que creen haber construido las élites globalistas sea tan frágil como un simple decorado. Y quizá se derrumbe, mucho antes de lo que piensan, al primer viento un poco fuerte que impacte en él. Como proclama aquella cita atribuida unas veces a Abraham Lincoln y otras a John Fitzgerald Kennedy, “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y se puede engañar a todos durante algún tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”. Precisamente el último apartado del citado artículo de la página de Robert F. Kennedy Jr. se titula: «La implosión de la narrativa de seguridad”. En él se puede leer:
“Dado que las lesiones provocadas por las vacunas COVID se producen a una escala sin precedentes –y que médicos y científicos creíbles emiten advertencias urgentes sobre los daños a corto y largo plazo–, puede resultar cada vez más difícil para el establishment de las vacunas esconder sus problemas bajo la alfombra estadística.
[…] sin el apoyo de los medios de comunicación corporativos, muchas personas y organizaciones están poniendo en evidencia a los funcionarios gubernamentales poco éticos y a los ejecutivos de las empresas que se aprovechan.
Reconocen, como señaló recientemente la organización sin ánimo de lucro Stand for Health Freedom, que la cuestión de los datos no es intrascendente: ‘La pandemia de COVID se basa en los datos’, y los datos están impulsando políticas que están ‘cambiando la estructura de nuestra sociedad’.”
Acabo ya con unas consideraciones en torno a la necesidad de esa resistencia al engaño. He oído algunas veces cómo se trataba en los medios la cuestión de si la pandemia nos iba a hacer mejores, más solidarios, más sabios. Es un debate muy interesante. Pero siempre ha sido hecho desde el punto de vista políticamente correcto sobre todo lo referente a la pandemia. En especial desde la incuestionable verdad de que la vacunación masiva es la única solución. Yo lo plantearía desde un punto de vista diferente: Si llega a ser imposible silenciar ciertos hechos; si los acontecimientos se desencadenan por fin; si la humanidad logra descubrir hasta qué punto de perversión son capaces de llegar unas reducidas élites en su afán de enriquecimiento, control del pensamiento y dominación mundial… podríamos estar ante una gran catarsis, ante un histórico punto de inflexión.
La vacuna hace que el coronavirus sea más peligroso – Dr. Robert Malone en War Room Pandemic (29.07.2021)