Versión algo ampliada de mi intervención en la reunión número 18 de la Coalición Internacional por la Paz
Ya que la cuestión central de nuestra reunión de hoy, así como también de la semana anterior, está siendo la Propuesta de los cuatro expertos alemanes a favor de una solución negociada en Ucrania, voy a intentar sintetizar en cinco minutos mis convicciones sobre la cuestión de las negociaciones para la paz en general. Son unas convicciones fraguadas a lo largo de medio siglo de pertenencia al movimiento de la no violencia.
Mi principal convicción es esta: en cualquiera de estas negociaciones lo fundamental no son tanto las cuestiones técnicas como la capacidad de discernimiento, la capacidad o incapacidad (seguramente no solo psicológica sino también intuitiva o espiritual) de discernir quién es aquel que tenemos enfrente, la capacidad o incapacidad de detectar si se trata de un auténtico psicópata, traidor y chantajista.
En diciembre de 1996 estábamos en Roma, a punto de iniciar una segunda marcha a pie hasta la sede de la ONU en Ginebra, esta vez desde Asís, por la paz y el fin del genocidio en el África de los Grandes Lagos. Ya habían sido bombardeados con armas pesadas los campos de refugiados que, bajo la bandera de la ONU, estaban enclavados en el este del Zaire, hoy RD del Congo. Ya había comenzado la cacería del refugiado, cacería en la que desaparecerían cientos de miles de mujeres, niños y ancianos indefensos, “gracias” a la incalificable inacción de la “comunidad internacional”.
Ya también, nuestras denuncias habían sido firmadas por un amplio número de premios Nobel. En Roma, mi esposa, Susana, y yo mismo tuvimos a lo largo de tres días una serie de encuentros con superiores de algunas congregaciones religiosas que trabajan en aquella región africana, con altos responsables de la Comisión Pontificia Justicia y Paz y también con los dos miembros de la comunidad de San Egidio que habían actuado como negociadores en diversos conflictos y que seguían haciéndolo en Burundi, el padre Matteo Zuppi y su compañero Roberto.
Durante dos días fuimos atendidos muy amablemente por los miembros de la comunidad, pudimos participar de su preciosa liturgia y hablar durante bastantes horas con ambos. Nadie podía entonces imaginar que el padre Matteo acabaría siendo el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y mediador del Vaticano para el conflicto de Ucrania. Lo cierto es que la cuestión de las negociaciones fue central en tales encuentros. Y aquello de lo que nosotros ya entonces éramos conscientes y defendíamos ante el padre Matteo y Roberto, no ha dejado de ir confirmándose con el paso de los años.
Se trata de la certeza de que sin la citada capacidad intuitiva de discernimiento, las negociaciones no solo no llegarán a nada positivo sino que incluso constituirán un gravísimo peligro. De hecho, las negociaciones de Arusha anteriores al 6 de abril de 1994 fueron fundamentales para la conquista de Ruanda, aún a costa de provocar el mayor genocidio tras la Segunda Guerra Mundial. Es extremadamente chocante: no se trata de que tal genocidio haya sido posible a pesar de las negociaciones, sino precisamente gracias sobre todo a las negociaciones.
Quien se resista a semejante afirmación, tan solo debe considerar un hecho: el Falcon 50 presidencial que fue derribado en Kigali al atardecer de aquel infausto 6 de abril (acabando con la vida de los presidentes hutus de Ruanda y Burundi, el Alto Mando ruandés y los tres franceses que lo pilotaban y provocando el inicio del genocidio), volvía de Dar es-Salam, tras la participación de ambos presidentes en las negociaciones-trampa (mortal) en las que habían acordado crear las instituciones de transición previstas en los Acuerdos de Arusha. Unos presidentes que se resistían al proyecto anglo-occidental de convertir a ambos pequeños países en plataforma militar, junto a Uganda, para la conquista del enorme y riquísimo Zaire. Semejante historia tan terrible ha sido posible por la gran indiferencia que siente hacia África nuestro mundo “civilizado” y sus “magníficos” medios de comunicación.
Ahora podemos referirnos ya a las hipotéticas negociaciones para el cese de la guerra en Ucrania. Lo mismo que en el caso de Arusha, podemos calificar de trampa mortal tanto las promesas de no expandir la OTAN hacia el este como las conversaciones de Minsk. En el Kremlin lo tienen ahora claro. Se acabó la ingenuidad que tanto mal ha hecho. Por eso me parece fundamental que en la reunión de la semana anterior (en la que no pude participar, pero cuyo informe he leído detenidamente), el profesor Joseph Boyd Barrett recogiese la cita en la que el señor Lavrov afirmaba que no hay margen para la negociación.
Mi convicción es la misma que la que expresó Johan Ajata, también en la reunión de la semana anterior: la Propuesta no tendrá efecto. Estoy convencido de que, al igual que Adolf Hitler y su camarilla, estas recalcitrantes gentes serán irreductibles hasta su última hora. En el Kremlin lo saben y no se detendrán hasta cumplir los dos objetivos de la operación especial iniciada en febrero de 2022. Frente a sí misma, en una irreal mesa de negociaciones, Rusia tan solo tendría psicópatas arrogantes y perversos que han perdido el sentido de realidad.
Entonces, ¿qué nos queda?, ¿tan solo la escalada nuclear? En mi opinión hay alternativas importantes e intermedias: trabajar (como también apuntaba Johan Ajata) contra la rusofobia reinante y la criminalización del presidente Putin; apoyarlo en su estrategia de autocontención (frente a quienes en Rusia parecen apostar por una escalada nuclear); contribuir tanto en la tarea de dejar en evidencia la perversión de la camarilla que se esconde tras Biden como en su próxima caída política…
Y sobre todo, no recaer en la ingenuidad. Ese apoyo a la moderación del presidente Putin frente a las irracionales y crecientes provocaciones, apoyo que considero una alternativa intermedia, no está en contradicción con los principios de la no violencia. Como expliqué en mi último artículo, Jesús de Nazaret, el referente último de los líderes de este movimiento, como son mahatma Gandhi o Martin Luther King, jamás hubiese esperado que Adolf Hitler detuviera sus guerras de agresión, tal y como ingenuamente le solicitó mahatma Gandhi en su famosa carta en la que también le decía que no creía que fuese el monstruo descrito por sus oponentes.
Se equivocó totalmente, Adolf Hitler era un verdadero monstruo. Como lo son las gentes que ahora están dispuestas a seguir provocando a la mayor potencia nuclear mundial, aún a riesgo de desatar el Holocausto nuclear. La profunda penetración que tenía Jesús de lo que los corazones escondían (Lucas 6, 8 y 9, 47 o Mateo 9, 4) es el arma más poderosa de la no violencia. Acabo ya refiriéndome al hecho de que muchos de los análisis y propuestas de los cuatro expertos alemanes me parecen irreales. Citaré solo tres porque ya me he excedido en el tiempo:
- Rusia jamás aceptará la intromisión de unas fuerzas de la ONU para el mantenimiento de la paz, fuerzas que han demostrado reiteradamente que son un instrumento anglo-occidental. En la conquista de Ruanda, dirigidas por el traidor general canadiense Romeo Dallaire, fueron fundamentales para el triunfo del FPR. Como lo han sido posteriormente para asegurar el expolio del Zaire – RD del Congo. Mientras, la misma ONU se dedica a criminalizarnos a quienes promovimos una querella criminal que, por ahora, ha acabado en cuarenta órdenes de arresto de otros tantos altos colaboradores del gran criminal Paul Kagame, íntimo compinche del general Dallaire
- Rusia jamás se retirará a las fronteras del 23 de febrero del 2022.
- Rusia jamás aceptará la invalidez de los referendos en los que, por una mayoría aplastante, tanto Crimea como los nuevos territorios manifestaron su adhesión a Rusia.
Foto: Paul Kagame y otros integrantes del Frente Patriótico Ruandés durante la firma de los Acuerdos de Arusha en 1993.
Putin: Occidente ha perdido el sentido de la realidad (JP, 06.10.2023)