El instinto de supervivencia es una poderosa fuerza que debería llevar a estas élites anglo-occidentales a no jugar al peligroso juego que están jugando. Pero, como muy bien analizó el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, las élites occidentales se han habituado tanto a la impunidad, que han perdido el instinto de supervivencia o sentido de autoconservación. Como concluiré al final de este artículo, el creer que se puede negociar con estas elites arrogantes y perversas, y seguramente luciferinas, sin ser engañado de nuevo por ellas, sería un gravísimo error. Esa ingenuidad, en la que cayó tanto la Unión Soviética cuando pensó que respetarían los acuerdos de no expansión de la OTAN como Rusia en el momento de los acuerdos de Minsk, entrañaría altísimos riesgos. Es la ingenuidad en la que cayó el pueblo de Ruanda y que llevó al enorme genocidio sufrido por ello. Gracias a Dios, el presidente Putin y su entorno de confianza parecen haber aprendido la lección.

Si al debilitamiento de dicho instinto (habituados a violar impunemente las líneas rojas proclamadas por el Kremlin, sin que este llegue a reaccionar con contundencia nuclear) añadimos las medidas de todo tipo que están tomando para no ser víctimas del holocausto nuclear que ellos mismos provocarán (medidas como la construcción de refugios en la Patagonia argentina o en Nueva Zelanda); añadimos su profundo maltusianismo (que aplica siempre a “los otros” la necesidad de “despoblar” el planeta); añadimos su arrogancia y sensación de impunidad (que les harían capaces de cometer la imprudencia de iniciar un ataque nuclear “preventivo”); añadimos su creencia de que, debido a las características de las nuevas armas nucleares, estaría ya obsoleta la doctrina de la disuasión nuclear (disuasión lograda durante décadas gracias al hecho de que la destrucción mutua estaría garantizada); … entonces ¡nos encontramos ante la tormenta perfecta!

Está llegando a su término La hora de los grandes “filántropos”. Al igual que le sucedió a la camarilla de Adolf Hitler, estas gentes, que se creen por encima del bien y del mal, están siendo obligadas por la realidad (su derrota en Ucrania, la creciente pujanza de los BRICS, etc.) a enfrentarse a sus propios delirios de dominación y de auto divinización. La misma auto divinización de tantos antiguos emperadores que acabaron enloquecidos.

La cuestión está en saber si también ellos se obstinarán, al igual que la camarilla nazi, en llegar hasta el final y hundirse totalmente en el infierno de su propia auto ficción maligna (“Podemos controlar una guerra termonuclear…”) o si, escuchando a algunos de los suyos no tan enloquecidos, serán capaces de renunciar a su afán de dominar el mundo. O, dicho de otro modo, la cuestión está en saber si entre estas élites anglosajonas acabarán ganando los componentes de dicha camarilla o aquellos que aún conservan cierto realismo.

Marcelo Ramírez lo explicó magistralmente en su programa del pasado 24 de septiembre titulado “Ucrania derrotada. ¿Está el mundo al borde de un conflicto nuclear?” (desde el minuto 19 hasta el 1:41:20). Lo cierto es que la torrentada de los acontecimientos actuales es de enorme trascendencia y avanza cada vez más aceleradamente. De ahí que yo considere este artículo (tan solo un comentario del importante análisis de Marcelo Ramírez) como el fin de otro ciclo. Ya no creo poder ayudar a quienes aún no hayan abierto los ojos para ver que lo que estamos viviendo en estos últimos años es una nueva mentira, la más descomunal mentira, del Imperio de la Mentira.

Efectivamente, la derrota de la OTAN en Ucrania es ya un hecho incuestionable reconocido hasta por esas mismas elites. Pero ahora se abre una nueva etapa, que, por desgracia, parece que no será de negociaciones y pacificación, sino de nuevas escaladas. Unas escaladas cada vez más peligrosas. Creo que yo no exageraba cuando, hace ya muchos meses, calificaba los actuales conflictos como “las batallas iniciales de una Tercera Guerra Mundial”, al igual que lo hacían otros expertos que me meren gran respeto.

Rusia no ha estado luchando contra Ucrania sino contra todo el Occidente colectivo, una treintena de miembros de la OTAN y otra veintena de aliados. Pero se trata de un Occidente que ya está agotando sus posibilidades militares no nucleares. Por tanto, ahora ya no es posible seguir luchando con armas convencionales. Las posibilidades son dos: rendición, más o menos disfrazada a fin de evitar un shock en nuestras sociedades teleidiotizadas, o escalada termonuclear.

Marcelo Ramírez comienza su intervención refiriéndose a Tucker Carlson. Con 240 millones de seguidores, y con un acceso a fuentes de información que no están al alcance de cualquiera, este comentarista político apuesta su casa a que Biden va a llevar al mundo a una guerra nuclear contra Rusia. Me siento bastante identificado con semejante salida de tono que tenía la pretensión de abrir los ojos de sus televidentes.

Desde hace más de medio siglo, en mi afán de aportar lo poco que esté en mi mano para desterrar la guerra de la faz de la tierra, siempre me he adelantado con decisiones y acciones vanguardistas (con todo lo desagradable que eso es), pero el tiempo me ha dado la razón. Ahora, en esta hora tan crítica para todos aquellos que amo y para toda la humanidad, me permito esta salida de tono “personalista” y me atrevo a jugarme mi prestigio (ya que no soy propietario de ninguna casa). Me lo juego a que, si no sucede de nuevo algo providencial, como tantas otras veces desde el Big Bang, Tucker Carlson tendrá razón.

Marcelo Ramírez continúa sus lúcidos análisis con varias cuestiones, todas ellas de gran interés. Recojo solo algunas:

  • Esta gente no está propiamente loca. Quizá se podría decir que son psicópatas. Pero en realidad deberíamos recurrir a categorías metafísicas como la de la maldad. Esa era la tesis central de mi artículo anterior.
  • Tras la derrota de la OTAN, sería necesario un gigantesco mea culpa por parte de los medios de comunicación, clases políticas, intelectuales, etc. Pero la realidad es otra: insisten con lo mismo.
  • No hay teléfono rojo entre Washington y Moscú, como lo hubo en décadas pasadas. Actualmente no habría modo de detener un error que desatase la hecatombe termonuclear.
  • La construcción de refugios en ciudades como Sebastopol podría ser un indicador de que Rusia prevé un conflicto cada vez mayor.
  • La OTAN está estudiando seriamente una peligrosísima alternativa: la participación directa de tropas suyas en la guerra de Ucrania, si es que no existe ya dicha participación. En tal caso, a Rusia no le quedaría otra alternativa que la del uso de armas nucleares tácticas.
  • Con el envío de unas decenas de misiles ATACMS, de gran precisión y que alcanzan fácilmente los 300km, la OTAN estaría ya testeando la “conveniencia” de un envío masivo de ellos más adelante. Podrían estar dotados de bombas de racimo e incluso ojivas nucleares y alcanzar una docena de ciudades rusas importantes.
  • Están además los misiles TAURUS alemanes, de características parecidas, pero que pueden alcanzar una distancia de 500km.
  • El silencio actual de los medios, a pesar de las 50.000 o 70.000 víctimas mortales del ejército ucraniano durante la llamada contraofensiva, tan solo indica que no hay ninguna noticia favorable para Occidente.
  • Si lo que pretenden es provocar una sublevación que derribe al presidente Putin, lo que están consiguiendo es en realidad lo contrario: Putin está siendo presionado cada vez más a actuar de modo totalmente contundente, a pesar de que él parece estar esperando que la victoria de Trump evite la gran catástrofe.
  • Se están realizando simulaciones de un ataque nuclear contra Rusia. A ellas se ha referido el señor Lavrov, alertando a la vez por las múltiples actividades, sin precedentes desde la guerra fría, por parte de un Occidente al que el presidente Putin calificó con toda razón como el Imperio de la Mentira. Aquí yo recordaría los simulacros que precedieron en unos meses a la pandemia. Una pandemia que llegó con las mismas exactas características que habían estado presentes en tales simulacros.
  • Marcelo Ramírez expresa aquí su desconcierto debido a la sensación de estar clamando en el desierto. Concretamente, dice no entender que no se escuche al señor Lavrov, una voz autorizada como pocas en el mundo, uno de los diplomáticos más brillantes de nuestro mundo, que está alertando sobre la gravedad de la situación.
  • Con el gradual aporte a Ucrania de misiles de cada vez más largo alcance, Rusia se está viendo obligada a tomar la iniciativa con los suyos, mucho más eficaces (hipersónicos a pesar de no estar instalados cerca de Estados Unidos) y destructivos, antes de sufrir ella misma el temido ataque masivo “preventivo” de la OTAN. Se está viendo obligada a atacar, como mínimo, los centros de aprovisionamiento que están en países miembros de la OTAN.
  • Los actuales misiles de una gran precisión, mayor eficiencia y una destrucción más limitada al objetivo atacado, hacen más cercana y “tentadora” la posibilidad de un ataque.
  • De todos modos, el invierno nuclear, que es el que podría causar enormes hambrunas y más de 5.000 millones de víctimas mortales, será siempre un probable escenario.

Finalmente concluye expresando su convicción de que todo esto, junto al cálculo de que los 2.000 millones de supervivientes serían más que suficientes para reiniciar un mundo “nuevo”, más “verde” y, sobre todo, más controlable, es realmente el modelo que quiere implementar este sector más maltusiano de las elites, el poderoso sector que está llevando hasta el límite la provocación a Rusia y buscando la excusa para atacarla masiva y definitivamente.

En el Kremlin son bien conscientes de estos delirantes cálculos (recordemos aquel “Nosotros sabemos y ellos saben que sabemos” que un día expresó el presidente Putin), y existen también sectores que estarían dispuestos a tomar ellos la iniciativa antes de ser destruidos. El presidente Putin espera arreglar la situación sin llegar a esto, pero el problema es si lo van a dejar. Mientras, a la elite que va a por ello no le vale un holocausto a medias, en el que puedan sobrevivir los estados, por ejemplo. El modelo es el de destrucción total.

Esto es lo que deberíamos estar ya enfrentando en vez de tantas cosas sin trascendencia alguna en las que nos ocupamos. Aquellos que se ponen tantas banderitas solidarias con Ucrania deberían darse cuenta de que con la trampa de ayudar a Ucrania están planificando un genocidio que será incomparablemente mayor que todos los genocidios de la historia sumados. Especialmente dañino es el papel de quienes en los medios hacen campaña por esta causa.

Por mi parte, concluyo este artículo exponiendo mi convicción de que esta lúcida mirada de Marcelo Ramírez es la que hoy necesita nuestro mundo. Suelo citar y hacer propias las palabras de Martin Luther King en la recepción del Premio Nobel de la Paz: Jesucristo me aportó el espíritu, mahatma Gandhi el método. Sin embargo mi referente último, incluso en el ámbito del método político, solo es Jesucristo. Su profunda penetración de lo que los corazones escondían (Lucas 6, 8 y 9, 47 o Mateo 9, 4) es el arma más poderosa de la No violencia. El arma más poderosa para dar a luz “La Tierra-Sin-Males: un mundo sin mentira ni engaño“. Su magisterio es total: “Sed sencillos como palomas y astutos como serpientes” (Mateo 10, 16).

Estoy convencido de que Él jamás hubiese esperado que Adolf Hitler detuviera sus guerras de agresión, tal y como ingenuamente le solicitó mahatma Gandhi en su famosa carta en la que también le decía que no creía que fuese el monstruo descrito por sus oponentes. Se equivocó totalmente, Adolf Hitler era un verdadero monstruo. Como lo son las gentes que ahora están dispuestas a seguir provocando a la mayor potencia nuclear mundial, aún a riesgo de desatar el Holocausto nuclear. No hay que esperar nada de ellas. Son traidoras patológicas. Ya engañaron tanto la Unión Soviética cuando pensó que respetarían los acuerdos de no expansión de la OTAN como a Rusia en el momento de los acuerdos de Minsk.

En su noble preocupación por la paz en Ucrania en unas circunstancias mundiales cada vez más explosivas, el Instituto Schiller ha hecho público su apoyo  a  la Propuesta de negociación del Profesor Dr. Peter Brandt, Profesor Dr. Hajo Funke, general retirado D. Harald Kujat y el Profesor Dr. h. C. Horst Teltschik titulada “Poner fin a la guerra con una paz negociada” . En la posición de alguien que pretende una equidistancia que permita el inicio de negociaciones, sería comprensible el desafortunado inicio de la Propuesta:Desde el inicio de la guerra de agresión rusa el 24 de febrero de 2022, Ucrania ha estado librando una guerra defensiva legítima que afecta a su supervivencia como Estado, su independencia nacional y su seguridad”. El problema serio aparece en cuanto los autores exponen la posición de Ucrania frente a esas hipotéticas negociaciones:

  • Las negociaciones sólo se llevarán a cabo después de la retirada de las tropas rusas del territorio ucraniano o después de la liberación de todas las zonas ocupadas por Rusia.
  • Obligación de Rusia de asumir los costes de la reconstrucción.
  • Condena a los dirigentes rusos responsables del ataque.
  • Pertenencia a la OTAN tras el fin de la guerra.

Estoy convencido de que frente a estas elites malignas solo existen dos opciones: una derrota, como la lograda por Rusia y los Aliados frente un nazismo que hasta el último día persistió en sus desvaríos, o una auto inmolación como pacíficos corderos en una opción mística parecida a la de los primeros mártires cristianos. Ambas opciones deberían ser consideradas compatibles con el mensaje evangélico. Son las opciones que aparecen en la famosa película La misión. Es cuestión de descubrir la propia misión en esta vida. Lo que ciertamente no es compatible con el mensaje evangélico es una ingenuidad sin discernimiento, realismo e incluso astucia. En el postfacio del libro de Emmanuel Neretse titulado Ils ont tué la République rwandaise – Histoire d’un retour à la féodalité tutsi destaqué esta cuestión:

“En particular, [Emmanuel] acentúa, o eso me parece a mí (probablemente porque yo también lo pienso), la ingenuidad de los miembros del régimen frente a la falsedad y la hipocresía de los actores clave del conflicto, como el presidente Museveni y los mediadores de la llamada ‘comunidad internacional’. Esta ingenuidad no les permitió ver, entre otras cosas, que para el FPR y sus poderosos patrocinadores, las negociaciones de Arusha no eran más que una farsa, mientras se producían avances militares.

Seguramente no estaban familiarizados con la estrategia de ‘talks and attack’ tan típico de la gran potencia estadounidense. Esta miopía les llevó, entre otros muchos errores, a aceptar las inaceptables circunstancias de la reunión de Dar es Salaam del 6 de abril de 1994 [la que se utilizó para el  doble magnicio que acabó con los  presidentes hutus de Ruanda y Burundi]. Y de ahí, Emmanuel Neretse extrae conclusiones que van más allá del análisis histórico para convertirse en recomendaciones para un futuro diferente. Conclusiones que superan no sólo el marco temporal sino también el espacial de la pequeña Ruanda:

‘Sin embargo, la realidad era que la oposición interna estaba aliada con el FPR y, a menudo, su extensión en el interior del país; esto significaba que el FPR se llevaría 2/3 del pastel a repartir. Es lo que ocurrió con la firma, el 4 de agosto de 1993, del leonino Acuerdo de Arusha, que el FPR sólo vio como una etapa en su conquista del país por la fuerza de las armas y no como el final de la guerra, como ingenuamente creían los políticos del interior, de todas las tendencias. Es en este juego del escondite y de la negación de la realidad donde debemos buscar las causas del fracaso de la resolución del conflicto ruandés a través de las llamadas negociaciones. Esto debería servir de lección para la resolución de otros conflictos armados en la región’.”

Ya en  diciembre de 1996, en Roma, expuse este punto de vista a quien entonces era el sacerdote de la comunidad de San Egidio,  Matteo Zuppi, hoy presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y mediador del Vaticano en el conflicto de Ucrania. Por entonces ya había sido mediador en Burundi. Las consecuencias de tanta ingenuidad estaban siendo ya entonces y siguen siendo ahora terribles no solo para Ruanda sino también para el Zaire (actual RD del Congo). Intenté explicarlo en el artículo de enero de 2005 titulado “Dios verdad” con el que la revista de los Jesuitas Sal Terrae quería abrir un ciclo anual dedicando cada mes a diferentes nombres de Dios:

“Estábamos a punto de iniciar desde Asís una segunda marcha a pie de casi 1.000 kilómetros hasta la sede de la ONU, en Ginebra, por la paz y el fin del genocidio en el África de los Grandes Lagos. Ya habían sido bombardeados con armas pesadas los campos de refugiados que, bajo la bandera de la ONU, estaban enclavados en el este del Zaire, hoy RD del Congo. Ya había comenzado la cacería del refugiado, cacería en la que desaparecerían cientos de miles de mujeres, niños y ancianos indefensos.

[…] me siento en la obligación de denunciar que las negociaciones de Arusha, aun suponiendo que lleguen a algún tipo de resultados, de poco van a servir a los millones de congoleños víctimas, sobre todo, de los intereses mineros internacionales y de la barbarie del Frente Patriótico Ruandés. Y que en las de Lusaka no existe por parte de los dos grandes invasores, Ruanda y Uganda, la menor voluntad de retornar a sus fronteras. Y que tampoco existe, por parte de las grandes potencias y los poderosos lobbies internacionales que sostienen a estos invasores, la menor voluntad de presionarles hacia ese retorno, sino todo lo contrario, existe el proyecto de seguir expoliando los recursos del Kivu. Y finalmente, estoy obligado a gritar, una vez más, que cada mes están muriendo ¡y de que manera! un promedio de 70.000 hermanos nuestros en la RD del Congo.”

Ucrania derrotada: ¿Está el mundo al borde de un conflicto nuclear? (Marcelo Ramírez, 24.09.2023, desde el minuto 19 hasta el 1:41:20)