Tras la autocontención durante meses, gracias a su posición actual de dignidad y firmeza está evitando, por el momento, un gran conflicto nuclear
No es solo en el ámbito económico en el que en estas últimas décadas se han invertido totalmente las posiciones entre el mundo supuestamente capitalista y el supuestamente comunista, como expliqué en un reciente artículo, sino también en otros ámbitos, como son el geoestratégico y el militar. Ahora ya no es Estados Unidos el que debe defenderse con toda su fuerza nuclear de un serio peligro de la misma naturaleza nuclear, como ocurrió en la famosa Crisis de los Misiles en Cuba. El comportamiento del presidente Kennedy ha sido ensalzado en Hollywood y elogiado incluso en todos los continentes. Sin embargo la instalación de misiles en Cuba no fue en absoluto una provocación más grave que la que ahora está llevando a cabo en toda regla la OTAN contra Rusia.
Es evidente que en el movimiento de la No-violencia lo que realmente se desearía es el desarme nuclear. Pero, al contrario de lo que a muchos les pueda parecer, mahatma Gandhi o Martin Luther King eran unos líderes cargados de realismo y sentido práctico, bien conscientes de que el camino de la revolución se hace paso a paso. Hablar de desarme nuclear en estos momentos críticos sería como hablar de tareas de recuperación de una vida normal durante un periodo postoperatorio en un paciente que está en paro cardiaco y al que hay que aplicarle sin demora alguna un tratamiento de shock.
Algunos expertos, como Paul Craig Roberts o Steven Cohen, consideran que los pasados meses han estado demasiado marcados por indecisiones y una imprudente autocontención por parte de Rusia frente a la implacable OTAN, a la que no se puede ni debe hacer la menor concesión. Otros expertos militares, incluso de Estados Unidos, consideran, por el contrario, que la campaña militar rusa ha sido admirable. Pero algo es cada vez es más claro: lo que parece estar frenando en este momento la arrogante y bárbara pretensión anglo-occidental de destruir Rusia es precisamente el reciente posicionamiento, ya sin dubitación ni debilidad alguna, del presidente Putin y su entorno.
Si, una vez más, Aitor Guisasola está bien informado, Laurence D. Fink, el CEO de BlackRock, habría dado instrucciones a Zelenski para que detenga la loca cabalgata bélica que estaba llevando a cabo para ellos. Se trataría de ceder ante Rusia, pero guardando las apariencias triunfales. Saber si esta importante noticia es cierta, será muy sencillo: veremos cómo se comporta Ucrania en las próximas semanas o meses, más allá de las ampulosas arengas diarias de Zelenski. Arengas de alguien que se asemeja a un autómata de discurso programado; un robot de voz fuerte y palabras rotundas de macho potente; un androide de aspecto áspero y temible. El problema es que los robots pueden ser dirigidos pero un tirano arrogante y cruel es impredecible.
Las comparaciones son a veces odiosas y siempre inexactas, pero con frecuencia reveladoras. No fue solo Kennedy (hubo todo un equipo) quien desbloqueó la peligrosísima crisis de los misiles de Cuba. Ni los hombres de Estados Unidos eran angelitos (también habían emplazado misiles en Turquía). Pero una cosa es cierta, tanto en aquel conflicto como en este actual: la instalación de misiles en Cuba en 1962 fue una decisión tan desestabilizadora y arriesgada de Nikita Kruschev como la de hacerse con Ucrania en 2014 mediante un criminal Golpe de Estado por parte de Obama, el premiado “preventivamente” con el Nobel de la Paz. El premio que se debe conceder (según el testamento de Alfred Nobel) a quienes hayan contribuido al desarme y la paz. Un premio cada vez más atlantista y desacreditado.
Retornando a la actualidad, aquella decisión de Kruschev fue tan desestabilizadora y arriesgada como la de ahora de quienes están tras BlackRock y demasiados analistas enloquecidos, como los de la Corporación Rand: Provocar a Rusia mediante la utilización como carne de cañón de Ucrania, tan sensible para Rusia, su cuna espiritual, y tan cercana a Moscú (a 5 minutos de los misiles más comunes). Provocarla convirtiendo a Ucrania en una base de hecho de la OTAN. Provocarla con todo tipo de barbaries contra los ucranianos ruso parlantes. Provocarla incluso con armas biológicas y nucleares:
“Las evidencias de que Rusia no es la invasora, cada día son conocidas con más detalle. Y documentadas incluso con videos. Hasta han aparecido en escena documentos sobre la intención de abrir paralelamente frentes en Kazajastán y Transnistria a fin de obligar a Rusia a desplegarse simultáneamente. Thierry Meyssan lo expone con gran conocimiento de todas estas últimas informaciones:
‘Estados Unidos se comprometió –en 2016– a poner en manos del gobierno ucraniano armamento suficiente como para librar y ganar una guerra contra Rusia. Con ese objetivo, el Departamento de Defensa de Estados Unidos organizó en Ucrania un programa de investigaciones biológicas con fines militares y además envió secretamente a Kiev cantidades enormes de material nuclear. Esos datos modifican radicalmente la lectura de esta guerra. No fue Moscú sino Washington quien quiso este conflicto y quien lo preparó’.”
Las élites son criminales pero no suicidas. Hasta el viejo zorro Kissinger, mucho más inteligente y experto que los actuales aprendices de brujo anglosajones, dijo de modo inequívoco que era un gran error el provocar un conflicto entre Rusia y Ucrania. Seguramente, en la contundente y coherente respuesta del presidente Putin a las amenazas OTANistas hay un factor que habrá sido fundamental para que el CEO de Black Rock amonestase a Zelenski: el ultimátum del presidente Putin está dirigido no ya hacia Kiev o incluso Bruselas sino hacia el mismo Washington, que sería alcanzado en cuestión de minutos por los potentísimos misiles rusos de destrucción masiva cinco veces más rápidos que la velocidad del sonido. El presidente Putin ha sabido de nuevo llevar la partida, en el tablero de ajedrez del fanático anti ruso Brzezinski, a un amenazador jaque tras el cual ya solo quedaría el jaque mate.
Las élites parecen haber percibido que el órdago de Putin (“Esto no es un farol”) iba en serio y que sus cartas son realmente tan potentes como para un jaque mate. Siempre cabe la posibilidad de asesinarlo, como han asesinado a tantos otros. Cada vez que “nuestros” medios se empeñan en encontrar en él signos de enfermedad, viene a mi mente el libro de Sergey Naryshkin sobre la CIA en sus 75 años de existencia. Me vienen en especial lo referente a la provocación de cánceres en los líderes sudamericanos incómodos:
“Hay referencias escalofriantes a la práctica de la CIA de usar tecnología de propagación del cáncer para eliminar a líderes latinoamericanos ‘objetables’: Kirchner de Argentina (cáncer de tiroides), Lugo de Paraguay (linfoma), Lula da Silva de Brasil (cáncer de laringe), D. Dilma Rousseff (linfoma) y, por supuesto, el venezolano Hugo Chávez (cáncer de tráquea).”
Pero el asesinato del presidente Putin no les será tan fácil como el asesinato de los Kennedy sobre territorio estadounidense. Y además saben que existen posibles sucesores más dispuestos que él a romper la baraja o dar una patada al famoso tablero de ajedrez. Sin embargo la situación seguirá siendo muy crítica “gracias” al afán anglo-occidental de encontrar la fórmula para la anhelada “Primacía Nuclear”.
Los citados misiles hipersónicos rusos son el resultado de la búsqueda para evitar dicha “Primacía Nuclear” estadounidense que acabaría con Rusia antes de que esta pudiese reaccionar. Es tal el grado de perversión de estas gentes y el irracional riesgo que están dispuestos a asumir que, paralelamente a la investigación tecnológica, seguro que se afanan en maquinar sobre cómo podrían adjudicar a Rusia el desencadenamiento de la Tercera Guerra Mundial, del mismo modo que han conseguido adjudicarle el inicio del conflicto con Ucrania. Para algo tienen, como explicaba Julian Assange, el casi millón de expertos exclusivamente dedicados a maquinar y maquinar. Así son estas gentes, mientras las sociedades occidentales duermen el sueño de la ignorancia y la ingenuidad:
«En la preparación de la ‘Operación Militar Especial’ de Rusia, este país ha estado introduciendo nuevos sistemas de armas que están específicamente diseñados para evitar la ‘Primacía Nuclear’. Entre los principales está el ICBM Sarmat, que es sin duda el arma más aterradora del mundo, porque será prácticamente imposible de detectar y rastrear, llevando docenas de enormes bombas nucleares dirigidas con precisión, imparables por cualquier tecnología existente, y teniendo un alcance de 18.000 kilómetros o más de 11.000 millas, que cubriría todo el imperio estadounidense.
Sólo unos pocos Sarmats podrían destruir todo el imperio estadounidense, todos los Estados Unidos y sus naciones vasallas (autodenominadas ‘democracias’ y ‘naciones independientes’, autodenominaciones falsas todas ellas). […]
La Tercera Guerra Mundial en nuestro tiempo se basaría en el inicio de un ataque nuclear relámpago por parte de los Estados Unidos, tal como se haría una guerra impulsada por la meta-estrategia de la Primacía Nuclear: La primacía nuclear significa una guerra para decapitar el mando central de Rusia en su primer ataque y en apenas 10 minutos, o incluso menos si el lanzamiento relámpago es desde Ucrania.
La forma en que muy probablemente se iniciaría una Tercera Guerra Mundial ha sido configurada por el objetivo del régimen estadounidense de no ser culpado de la guerra a pesar de ser el primer bando en convertirla en nuclear; y este objetivo requiere que Rusia haya iniciado la fase convencional de la guerra que habrá conducido a esa fase nuclear. Por ejemplo: si Rusia no logra su objetivo de capturar y mantener una parte suficiente de Ucrania para aumentar esas 353 millas [desde el emplazamiento de los misiles hasta Moscú] a, digamos, 1.000 millas (o lo que sea su mínimo requerido), entonces los EE.UU. podrían enviar fuerzas a Ucrania para impedir que Rusia logre ese objetivo; y, si entonces Rusia entra con las fuerzas de los EE. UU. en combate directo, los EE.UU. podrían usar eso como su excusa para invadir Rusia, y, en algún momento de esa invasión, muy repentinamente, atacar nuclearmente al Kremlin, con la excusa (por supuesto) de que ‘el régimen ruso no responde a nada más que a la fuerza militar’. Entonces, los sobrevivientes de la Tercera Guerra Mundial podrán ser propagandizados lo suficiente como para echar la culpa de la Tercera Guerra Mundial a Rusia, y esto ayudará a facilitar el éxito del régimen estadounidense en la toma de posesión del mundo entero (o lo que quede de él).»
Lo cierto es que los hechos están confirmando día a día aquello que ya afirmé en el momento mismo en el que las fuerzas armadas rusas entraron en Ucrania: Vladimir Putin no solo ha impedido la destrucción de Rusia sino que además está impidiendo que una reducida élite de perversos “filántropos” occidentales construyan un mundo de muerte y neoesclavismo.
“[…] estoy absolutamente de acuerdo con las valoraciones sobre el actual presidente ruso de un estadounidense especialmente lucido: el director de cine, coautor de del voluminoso libro Historia no oficial de Estados Unidos (a partir del cual se ha realizado toda una serie de excepcionales documentales), Oliver Stone, que realizó una serie de entrevistas a Putin entre julio de 2015 y febrero de 2017.
En septiembre de 2021 volvió a hacer unas lúcidas y valientes declaraciones sobre todas estas cuestiones: Si no fuera por Putin, Rusia ya habría sido destruida y convertida en un vasallo de Estados Unidos; el mundo y Estados Unidos solo habrían empeorado; Washington se habría vuelto más y más poderoso y se habría convertido en una tiranía; nadie debe tener demasiado poder… […].
En definitiva, Vladimir Putin está impidiendo que una reducida élite de perversos ‘filántropos’ occidentales construyan un mundo de muerte y neoesclavismo. Hasta tal punto me parecen exactas las declaraciones de Oliver Stone, que no dudo en considerar el actual liderazgo de Vladimir Putin como un acontecimiento semejante a la reciente aparición de la variante Ómicron: un acontecimiento en el que un misterioso Élan vital (cuyo origen se remonta al mismo Big Bang y las sorprendentes constantes físicas fundamentales ya en él inscritas) va obstaculizando una y otra vez el demoníaco proyecto exterminador de ‘nuestras’ diabólicas élites ‘filantrópicas’.»
A todo lo cual hay que añadir que, al contrario de lo que la propaganda OTANista se empeña en incrustar en nuestros cerebros, China no está en una posición de abstención respecto al conflicto de Ucrania. Ni, menos aún, en una posición crítica respecto al “belicismo” de Putin. Xi Jinping acaba, por el contrario, de poner en alerta al enorme ejército chino, que debe prepararse para la guerra frente al cambio de posición de Estados Unidos respecto a Taiwán. Esta enérgica decisión de China también debe haber sido tenida en cuenta por el CEO de BlackRock al optar por hacer marcha atrás en Ucrania.
En el mejor de los casos, si el presidente Putin consigue evitar el Armagedón nuclear, esta enloquecida aventura imperial anglo-occidental de quienes llaman loco al presidente Putin lo único que habrá conseguido es un inmenso desastre. Uno más de los 250 desastres que Estados Unidos ha provocado en los últimos 30 años. Un desastre especialmente para Ucrania. El desastre al que se refirió el presidente Putin. Y ¡ay de los lacayos colaboracionistas de los gobiernos europeos, ahora tan arrogantes y triunfalistas! Como concluye David Stockman en su reciente artículo, llegará el momento en el que nos encaremos con nuestros dirigentes y les increpemos: ¿En qué estabais pensando?
«En resumen, en lugar de un acuerdo diplomático que podría haberse alcanzado hace mucho tiempo, el juego final será o bien una partición más desfavorable de Ucrania, dejando a Kiev y a las regiones occidentales como un estado en bancarrota sin salida al mar y bajo la tutela de Occidente, o una escalada que implique un compromiso militar directo por parte de la OTAN y que deje al mundo al borde de la guerra nuclear.
Todo por usar a Ucrania como carne de cañón para ‘debilitar drásticamente a Rusia’ y obligar al demonizado Vlad Putin a abandonar el poder. Por el contrario, para cuando el frío y oscuro invierno de Europa esté en marcha, serán los gobiernos europeos, que cumplieron servilmente las órdenes de Washington, los que caerán como fichas de dominó. Y lo que es más importante, también será la nueva mayoría republicana en el Capitolio la que haga nuestra primera pregunta al infinitamente tonto equipo de seguridad nacional de Biden: En efecto, ¿en qué demonios estaban pensando?»
Foto: Reunión telemática de Volodímir Zelenski con Larry Fink, CEO de BlackRock.