Una cosa fue dividir y debilitar a la Unión Soviética, forzando numerosos referéndums en sus repúblicas o en Yugoslavia, su aliada, y otra cosa es permitir ahora la reunificación de Rusia
Imaginemos que la CIA no hubiese conseguido revocar la salida de Francia de la OTAN. Salida que Charles De Gaulle se atrevió a llevar a cabo en marzo de 1966, cuando aún el control de Europa por las grandes familias “filantrópicas” anglo-occidentales no era tan absoluto y agobiante como lo es ahora. Imaginemos que el presidente francés Nicolas Sarkozy, un títere creado por la CIA, no hubiese anunciado oficialmente el retorno de Francia al mando militar de la OTAN después de 43 años de ausencia. Pero antes de seguir imaginando tal escenario, fundamentemos un poco esta última afirmación, que a muchos les podrá parecer fantasiosa. Lo fundamenté extensamente en el libro La hora de los grandes “filántropos” y me referí a ello más brevemente en diversos artículos, como el titulado “Cómo hemos podido llegar hasta aquí? [II]”:
“Pero la entrega [por el presidente Sarkozy] de un cargo ministerial tan importante a [Christine Lagarde] una mujer tan opuesta a los intereses de su propio país y de Europa no debería extrañarnos: es el mismo Nicolas Sarkozy el que es una criatura de estos poderosos lobbies. Baste recordar que quien se convirtió en el nuevo marido de su madrastra, Frank Wisner Junior, llegaría a convertirse en el sucesor de Paul Wolfowitz en el Departamento de Defensa. Y que el hermanastro de Nicolas, Pierre-Olivier, fue nombrado por Frank Carlucci (quien fuera el número dos de la CIA, luego de ser reclutado por Frank Wisner Senior) director de un nuevo fondo de inversiones del Carlyle Group (la sociedad que ha gestionado simultáneamente las carteras de acciones de la familia Bush y de la familia Bin Laden). Convertido en el quinto a nivel mundial, ha llegado a administrar las principales cuentas de los fondos soberanos de Kuwait y Singapur. Nicolas, que se mantendría muy cerca de su madrastra y sus hermanastros, comenzó a volverse hacia Estados Unidos, donde participó en programas de formación que organizaba el Departamento de Estado. Durante este mismo período se unió al Partido Gaullista. Frank Wisner Junior y sus colegas de la CIA planificaron la destrucción de la corriente gaullista y el final ya es más conocido: el ascenso de Nicolas Sarkozy a la presidencia de Francia (un país sumamente estratégico para las grandes familias financieras anglosajonas).
Todo ello fue ampliamente documentado por Thierry Meyssan en su extenso artículo ‘Operación Sarkozy: cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa’. […].
Como recordó a su vez Michel Chossudovsky, el fiscal de distrito de Manhattan, en el que fue detenido Dominique Strauss-Kahn y que le cargó con escasas pruebas con siete delitos, era Cyrus Vance Junior, hijo del secretario de Estado en la Administración Carter, cuyo secretario de Estado adjunto no era otro que… el padrastro de Nicolas Sarkozy. Las familias Vance y Wisner tenían estrechos vínculos personales. También vale la pena señalar que Frank Wisner Senior fue el cerebro del golpe de Estado patrocinado por la CIA que derrocó al Gobierno de Mohammed Mossadegh en Irán en 1953 así como el administrador de la Fundación Rockefeller Brothers. Para rizar el rizo, este dossier está directamente ligado a la agresión a Libia, la cual tenía un papel clave en la creación de esta nueva moneda. El dinar libio era la moneda del mundo con su valor garantizado en oro y en Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional. El fondo soberano de Libia era uno de los más ricos del mundo, incluso más que el de Rusia. Es muy probable que si aquel 26 de mayo de 2011 se hubiese celebrado la Cumbre de Deauville bajo la presidencia de Dominique Strauss-Kahn, el dólar como moneda de referencia hubiese entrado en serio peligro.”
Ahora volvamos a la ficción. Imaginemos la situación que existiría en la España monárquica tras ocho años de la instauración de una feroz dictadura, lograda por Estados Unidos gracias a todo tipo de operaciones criminales, más o menos encubiertas, que acabaron en un cruento Golpe de Estado. Operaciones mucho más sangrientas que aquellas que en su momento llevó a cabo para tutelar la Transición española. Una dictadura en España, pero que tenía como objetivo último la sumisión de la díscola Francia. Una dictadura que no solo no hubiese respetado los acuerdos firmados con las autonomías de Catalunya y Euskadi, que históricamente formaban parte de Francia, sino que hubiese prohibido totalmente el uso en ellas de sus propias lenguas.
Una dictadura que hubiese dejado campar a sus anchas allí a los más feroces y criminales grupos nazis. Una dictadura que en esas autonomías hubiese asesinado impunemente a 14.000 personas, incluso bombardeándolas con armas pesadas, en medio de la más absoluta indiferencia de “la comunidad internacional”. Una dictadura que apareciese ante el mundo como una democracia consolidada, por el solo hecho de que en el conjunto del Estado español fuesen algo más mayoritarios los votantes que estaban a gusto en esta situación de terrible opresión de Catalunya y Euskadi.
Continuemos imaginando que, en medio de semejante infierno, ambas autonomías hubiesen solicitado ayuda a la vecina República de Francia, incluso suplicado integrarse de nuevo en ella, pero que Francia no hubiese podido o querido enfrentarse a la totalitaria vecina del sur de los Pirineos. Imaginemos que Francia no pudo enfrentarse entonces a España porque sabía que el poderoso Imperio estadounidense estaba detrás, utilizando a Cataluña y Euskadi para provocar, desestabilizar y someter a una Francia a la que Charles De Gaulle había osado sacar de la OTAN. Y porque también sabía que aún no estaba militarmente preparada para enfrentarse al Imperio.
Imaginemos finalmente que los servicios secretos de Francia descubrieran que en breve Catalunya y Euskadi iban a ser atacadas definitivamente por un enorme ejército español, que ya habían sido instalados en ellas decenas de laboratorios para la guerra biológica, que habían sido trasportadas allí toneladas de materiales nucleares y que pronto iban a ser emplazados misiles nucleares en la misma frontera con Francia. La intervención finalmente de esta con una operación militar especial en ambas autonomías, ¿podía ser considerada una agresión internacional? Este relato, que nos parece una total ficción, es la exacta descripción de los acontecimientos reales sucedidos en el Donbass ucraniano en los últimos ocho años.
Quienes afirman o creen que fue Putin quien inició esta guerra, o mienten o están equivocados. Aunque sea el mismo papa Francisco, que acaba de pedir directamente al presidente Putin que pare la guerra. Ni aún la equidistancia me parece de recibo ante el inminente proyecto de atacar a Rusia hasta su misma destrucción. Como comenta Sputnik sobre un artículo del periodista italiano Marco Politi: “El Vaticano ha calculado que al presidente ucraniano le gustaría inscribir al papa en su narrativa […], en la que Kiev aparece únicamente como víctima de la hostilidad rusa y Putin figura como una bestia metafísica demoniaca. […] El periodista italiano consideró que […] la narrativa impulsada por Kiev, y de la que Zelenski querría persuadir a Francisco, consiste en ignorar los antecedentes del conflicto ruso ucraniano y los movimientos geopolíticos que condujeron a la operación militar especial. El papa Francisco […] no comparte este punto de vista, se aleja del coro occidental, como hacen la mayoría de países del planeta, que no están dispuestos a declararse en favor de uno u otro de las dos partes en conflicto”. Muy bien, “No a la guerra”, como proclaman las pancartas de las manifestaciones pacifistas, y como muchos se posicionaron inicialmente frente a Hitler, ¿entonces volvemos a dejar que la OTAN siga avanzando sin obstáculo alguno en su proyecto de aniquilar a Rusia?, ¿y por qué no reaccionaron del mismo modo en 2014?
Pero, claro está, de toda esta tragedia que duraba ya ocho años nosotros no sabíamos nada. Ni tan siquiera sabían nada la mayoría de los soberanistas catalanes y vascos. Lo cual es ya sumamente deprimente. No nos habíamos enterado porque, en realidad, no nos importaba. Y por eso nos dejamos envenenar por los medios de manipulación masiva, a los que prestamos tanta atención. Incluidos los medios catalanes y vascos que conceden espacios al soberanismo, pero que en cuestiones internacionales parecen ser tan sumisos o más a las élites globalistas que los grandes medios nacionales. Como tampoco nos importa nada en absoluto que decenas de miles de seres humanos, sobre todo niños, vuelvan a morir en estos días en Somalia de una “enfermedad” muy “difícil de tratar”, el hambre, mientras no hay el menor gesto de rebeldía social frente a la obscena subida de “nuestros” presupuestos militares. Una impresionante subida necesaria, claro está. Porque hay en juego muchas vidas, nuestra democracia y nuestra libertad frente al “enloquecido sátrapa” Putin.
Es el nuevo “capitalismo inclusivo” de las élites “filantrópicas” con el que el papa Francisco parece que quiere colaborar para lograr un mundo más justo. La decadencia de Occidente ha llegado a un punto de no retorno. Hasta los referentes éticos y espirituales más influyentes han sucumbido a la infiltración de las grandes familias “filantrópicas”. Ayer el Instituto Nobel volvió a participar muy activamente en el acoso a Rusia mediante el instrumento, aún poderoso pero cada vez menos, del Premio Nobel de la Mentira. Y el papa Francisco parece que no ha sido capaz de liberarse de las coordenadas mentales atlantistas y de la hipnótica creencia de que “nosotros somos los buenos”, como tampoco fue capaz de ello el visceralmente anticomunista Juan Pablo II. Aunque, dada su historia personal en la sufrida Polonia, su comportamiento es más comprensible que el del papa Francisco. Si Francisco no es masón (minuto 28 del video), al menos se comporta como tal. No disimula en absoluto sus simpatías hacia los círculos “filantrópicos” globalistas.
Ahora, por fin, se les ha dado a los pueblos de Jerson, Zaporozhie Donetsk y Lugansk la oportunidad de volver a expresar el profundo rechazo que sienten hacia el despótico Régimen de Kiev y su anhelo de integración en la patria única rusa. Rusia ha participado en la organización de unos referéndums que, por mucho que se critique su realización en una situación de emergencia como la que existe ahora en esos territorios, son, como mínimo, la definitiva confirmación de lo que esos pueblos sienten desde hace muchos años. Y lo que dos de ellos ya decidieron de modo aplastante en los referéndums de mayo de 2014, en unas condiciones mucho menos traumáticas que las actuales. Algo que no parecen tener en cuenta quienes ahora critican lo que califican como apresuramiento. De hecho, Donetsk y Lugansk se consideraban ya repúblicas, visto no solo el sistemático incumplimiento de los acuerdos de Minsk sino incluso el absoluto desprecio hacia ellos por parte del régimen de Kiev.
Pero para la “noble” y “magnífica” “comunidad internacional” los recientes referéndums solo son una farsa que únicamente merece desprecio. Las élites anglo-occidentales saben que han conseguido sumir a nuestras sociedades en la ignorancia y que, por tanto, nadie se acordará de los numerosos referéndums que ellos mismos han forzado en las últimas décadas: Letonia, Lituania, Estonia, Osetia del Sur, Abjasia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Croacia y Macedonia. Checoslovaquia fue dividida en la República Federal Checa y Eslovaquia por decisión de las élites políticas, incluso sin referéndum alguno.
Pero una cosa fue dividir y desintegrar a la Unión Soviética, forzando numerosos referéndums en sus repúblicas o en Yugoslavia, su aliada, y otra cosa totalmente diferente es permitir ahora la reunificación de Rusia. Aunque se haya hecho mediante unos referéndums limpios y transparentes, que han manifestado la inequívoca voluntad de estos pueblos, como testifican observadores rusos, como Víctor Ternovsky, o internacionales, como el español Fernando Moragón. Unos observadores tan despreciados por “los buenos” como los mismos referéndums.
Siempre ha habido vías para conocer realmente los hechos y entender la realidad. Lo que ha faltado no es información sino auténtico anhelo de Verdad. Creíamos que todos estos acontecimientos nos quedaban muy lejos, pero lo que ahora sucede nos está demostrando que nos equivocábamos. Está demostrando que es bien real aquello que llamé el primero de Los cinco principios superiores: todo está mucho más interrelacionado y es mucho más interdependiente de lo que pensamos. Ahora, sobre los cuatro referéndums hay información tan buena como la que nos proporciona Jacques Baud en su reciente artículo titulado “Jarkov y movilización: victoria táctica de Ucrania, victoria estratégica de Rusia”:
“Entre el 23 y el 27 de septiembre hubo cuatro referéndums en curso, y las poblaciones locales debían responder diferentes preguntas según su región. En las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, que son oficialmente independientes, la pregunta es si la población quiere unirse a Rusia. En los oblasts de Jersón y Zaporozhie, que todavía son oficialmente parte de Ucrania, la pregunta es si la población quiere permanecer dentro de Ucrania, si quiere ser independiente o si quiere ser parte de Rusia. […].
En primer lugar, desde 2014, las minorías lingüísticas en Ucrania han estado sujetas a restricciones que las han convertido en ciudadanos de segunda clase. Como resultado, la política ucraniana ha provocado que los ciudadanos de habla rusa ya no se sientan ucranianos. Esto incluso fue enfatizado por la Ley sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas en julio de 2021, que es algo equivalente a las Leyes de Nuremberg de 1935, que otorgan diferentes derechos a los ciudadanos según su origen étnico. Es por eso que Vladimir Putin escribió un artículo el 12 de julio de 2021 en el que pedía a Ucrania que considerara a los hablantes de ruso como parte de la nación ucraniana y que no los discriminara como propone la nueva ley.
Por supuesto, ningún país occidental protestó contra esta ley, que es una continuación de la abolición de la ley sobre los idiomas oficiales en febrero de 2014, que fue el motivo de la secesión de Crimea y Donbass.
En segundo lugar, en su lucha contra la secesión de Donbass, los ucranianos nunca intentaron ganarse los ‘corazones y las mentes’ de los insurgentes. Al contrario, han hecho de todo para alejarlos más: bombardeándolos, minando sus caminos, cortándoles el agua potable, suspendiendo el pago de pensiones y salarios, o paralizando todos los servicios bancarios. Esto es exactamente lo contrario de una estrategia eficaz de contrainsurgencia.
Por último, los ataques con artillería y misiles contra la población de Donetsk y otras ciudades de la región de Zaporozhie y Jersón para intimidar a la población y evitar que vayan a las urnas aleja aún más a la población local de Kiev. Hoy, la población de habla rusa teme las represalias de Ucrania si no se aceptan los referéndums.
Entonces, tenemos una situación en la que los países occidentales anuncian que no reconocerán estos referéndums, pero por otro lado no han hecho absolutamente nada para alentar a Ucrania a tener una política más inclusiva con sus minorías. En última instancia, lo que estos referendos podrían revelar es que nunca ha habido realmente una nación ucraniana inclusiva.
Además, estos referendos congelarán una situación y harán irreversibles las conquistas de Rusia. Curiosamente, si Occidente hubiera dejado que Zelenski continuara con la propuesta que le hizo a Rusia a fines de marzo de 2022, Ucrania mantendría más o menos su configuración anterior a febrero de 2022. Como recordatorio, Zelenski había hecho una primera solicitud de negociación el 25 de febrero, que los rusos habían aceptado, pero que la Unión Europea rechazó proporcionando un primer paquete de 450 millones de euros en armas. En marzo, Zelenski hizo otra oferta que Rusia acogió con beneplácito y estaba lista para discutir, pero la Unión Europea volvió a impedirlo con un segundo paquete de 500 millones de euros para armas.
Como explica Ukraïnskaya Pravda, Boris Johnson llamó a Zelenski el 2 de abril y le pidió que retirara su propuesta, de lo contrario Occidente dejaría de apoyarlo. Luego, el 9 de abril, durante su visita a Kiev, “BoJo” le repitió lo mismo al presidente ucraniano. Por lo tanto, Ucrania estaba lista para negociar con Rusia, pero Occidente no quiere negociaciones, como volvió a dejar claro “BoJo” en su última visita a Ucrania en agosto.
Sin duda, es la perspectiva de que no habrá negociaciones lo que ha llevado a Rusia a participar en referéndums. Cabe recordar que, hasta ahora, Vladimir Putin siempre había rechazado la idea de integrar los territorios del sur de Ucrania a Rusia.
También hay que recordar que si Occidente estuviera tan comprometido con Ucrania y su integridad territorial, Francia y Alemania ciertamente habrían cumplido con sus obligaciones en virtud de los Acuerdos de Minsk antes de febrero de 2022. Además, habrían dejado que Zelenski continuara con su propuesta de acuerdo con Rusia, en marzo de 2022. El problema es que Occidente no busca el interés de Ucrania, sino debilitar a Rusia.
Respecto al anuncio de Vladimir Putin de una movilización parcial, cabe recordar que Rusia ha intervenido en Ucrania con bastante menos tropas de las que Occidente considera necesarias para llevar a cabo una campaña ofensiva. Hay dos razones para esto. Primero, los rusos confían en su dominio del ‘arte operativo’ y juegan con sus módulos operativos en el teatro de operaciones como un jugador de ajedrez. Esto es lo que les permite ser efectivos con mano de obra reducida. En otras palabras, saben cómo realizar operaciones de manera eficiente.
La segunda razón que nuestros medios ignoran deliberadamente es que la gran mayoría de las acciones de combate en Ucrania las llevan a cabo las milicias de Donbass. En lugar de decir ‘los rusos’, deberían (si fueran honestos) decir ‘la coalición rusa’ o ‘la coalición de habla rusa’. En otras palabras, el número de tropas rusas en Ucrania es relativamente pequeño. Además, la práctica rusa es mantener tropas solo por un período limitado en el área de operaciones. Esto significa que tienden a rotar tropas con más frecuencia que Occidente.
A estas consideraciones generales se suman las posibles consecuencias de los referendos en el sur de Ucrania, que probablemente amplíen la frontera rusa en casi 1000 kilómetros. Esto requerirá capacidades adicionales para construir un sistema de defensa más robusto, construir instalaciones para tropas, etc. En ese sentido, esta movilización parcial es una buena idea. En este sentido, esta movilización parcial es una consecuencia lógica de lo que hemos visto anteriormente.
Mucho se ha hablado en Occidente sobre aquellos que han tratado de abandonar Rusia para evitar la movilización. ¡Ciertamente existen, como los miles de ucranianos que intentaron escapar del servicio militar obligatorio y se los puede ver en las calles de Bruselas conduciendo poderosos y costosos autos deportivos alemanes! ¡Mucha menos publicidad se ha dado a las largas colas de jóvenes frente a las oficinas de reclutamiento militar y a las manifestaciones populares a favor de la decisión de movilizarse!»
Las gentes sin conciencia ni dignidad que toman por nosotros tantas decisiones trascendentales –“lideres” políticos los llamamos-, todos ellos tan sumisos a las directrices de los grandes familias criminales que dirigen la autodenominada “comunidad internacional”, no tendrán ya jamás mi voto. No quiero ser cómplice de tanto delirio criminal. Y, en lo que me reste de vida, seguiré haciendo lo poco que esté en mi mano para denunciar tanta desvergüenza y obscenidad. Cuando llegue mi hora quiero irme con la paz y el consuelo de haber levantado mi pequeña voz frente a una maldad infernal que cada vez se asemeja más a la nazi. Así es, aunque nos neguemos a reconocerlo, como la sociedad alemana no quiso reconocer cuanto sucedía muy cerca de sus ciudades.
Pero una cosa es absolutamente cierta, y ella es la que sostiene mi vida y mi lucha, una lucha no-violenta pero enérgica y frontal: antes o después se hará justicia, antes o después la desnuda verdad brillará de luz vestida. Sin justicia nada se sostiene, nada tiene sentido, solo queda el absurdo. Todos lo sabemos en lo más profundo de nuestro ser. Y por eso quedamos fascinados ante las historias sobre el derrumbe del mal y el triunfo del bien. Estas gentes, todas ellas, desaparecerán un día, como se disipa un espejismo. Estas certezas no son un mecanismo psicológico defensivo para poder sobrellevar el sinsentido de la realidad y de los acontecimientos. La intuición de nuestro corazón profundo no fallará.
Jesús de Nazaret, aquel que con frecuencia iniciaba sus afirmaciones con aquel extraño “En verdad en verdad os digo” pleno de una sorprendente autoridad, lo proclamó una y otra vez con sus palabras y su vida: un “día” Dios hará justicia, aquel “día” saldrán a la luz hasta las intenciones más ocultas que anidan en lo profundo de los corazones. Y esta es la constatación a la que el mahatma Gandhi se aferraba en los momentos de desánimo: “Cuando desespero recuerdo que, a lo largo de la historia, siempre han triunfado la verdad y el amor. Ha habido tiranos y asesinos que durante un momento pueden parecer invencibles, pero, al final, siempre caen. Tenedlo presente. Siempre.” Por eso, navegando en un horizonte sempiterno, mi primer libro, África, la madre ultrajada, comienza con este breve poema del mallorquín Miquel Ferrá:
“Un buf d´aire esfondrà
els castells de la mentida
i la nua veritat
brillarà de llum vestida.
Un soplo de aire derrumbará /los castillos de la mentira /y la desnuda verdad /brillará de luz vestida.
Gandhi hablaba de hechos, no de místicas fantasiosas: La soberbia del poder lleva en sí misma el germen de la corrupción, la decadencia y la autodestrucción. Los imperios acaban siempre derrumbándose. Aunque duren más de un siglo, como el actual Imperio anglo-occidental, que vio la luz aquel fin de diciembre de 1913, cuando con nocturnidad y alevosía las élites “filantrópicas” se hicieron con la Reserva Federal. Por eso mismo creo que también el presidente Putin será reconocido un día como un líder mundial de enorme lucidez, tenacidad y fortaleza.
Nuevamente un discurso suyo, el más reciente, el del día en que decretó la anexión de las cuatro regiones, dejará para la historia la evidencia de que se trata de alguien que no solo fue un gran estadista sino que incluso supo ver la decadencia moral y espiritual de Occidente. Una decadencia que es evidente, (en este momento en que escribo, en las noticias de una importante TV se comenta lo preocupante que es el creciente consumo de pornografía violenta por menores de 12 años), evidente más allá de que se pueda discutir sobre cuál es la frontera entre los comportamientos indiscutiblemente perversos y las imposiciones morales excesivamente represivas, entre lo decadente y lo autoritario. El presidente Putin será reconocido como alguien capaz de integrar en un discurso histórico el más brillante análisis de geopolítica con la atrevida afirmación de que aquello de lo que él habla es de una verdadera visión y opción espiritual.
“Repito: la dictadura de las élites occidentales está dirigida contra todas las sociedades, incluidos los propios ciudadanos occidentales. Es un reto para todos. Esta negación tan integral del hombre, ese derribo de la fe y de los valores tradicionales, esa supresión de la libertad, tiene todos los rasgos de una religión falsa: es satanismo descarnado. En el Sermón de la Montaña, Jesucristo denuncia a los profetas falsos y dice: ‘Los conoceréis por sus frutos’. Y estos frutos venenosos ya son evidentes para todos, no sólo en nuestro país sino también en el resto de países, e incluso para muchos occidentales.
Hoy luchamos por un camino justo y libre, primeramente para nosotros mismos, para Rusia, para que la hegemonía y el despotismo queden para siempre en el pasado. Estoy convencido de que los países y los pueblos entienden que una política basada en excluir al otro, en suprimir a las otras culturas y pueblos, es intrínsecamente criminal, y por eso debemos pasar de una vez esta página vergonzosa. El colapso de la hegemonía occidental ya ha comenzado y es irreversible. Y, repito: nada será lo mismo que antes.
El campo de batalla al que nos ha llamado el destino y la historia es el de nuestro pueblo, de la gran Rusia histórica. Para la gran Rusia histórica, para las generaciones futuras, para nuestros hijos, nietos y bisnietos: habrá que protegerlos de la esclavitud, de los experimentos monstruosos que tienen el objetivo de dañar su conciencia y su alma.
Hoy luchamos para que a nadie se le ocurra nunca que Rusia, nuestro pueblo, nuestra lengua y nuestra cultura pueden ser borrados de la historia. Hoy necesitamos consolidar nuestra sociedad, y sólo se puede construir a partir de la soberanía, la libertad, la creación y la justicia. Nuestros valores son la humanidad, la misericordia y la compasión.”
Por todo esto, me siento mucho más cerca del modo como el patriarca de Moscú Kiril I ve y valora los trágicos acontecimientos actuales, y en especial la figura del presidente Putin, que como lo hace el papa Francisco. Durante la celebración litúrgica de hace unos días en Moscú, el patriarca acabó rezando por “el triunfo de la justicia, porque sin justicia no puede haber una paz duradera, restaurando la comunión fraterna y superando todo lo que se ha acumulado a lo largo de los años y que finalmente ha llevado a este conflicto sangriento”. Un patriarca al que el papa Francisco, en una actitud inapropiada, fuera de lugar y nuevamente de un atlantismo arrogante y miope, se permitió amonestar diciéndole que no debía convertirse en el monaguillo de Putin.
Un papa que nunca debió haber pronunciado tan despreciativas palabras y menos aún debería haber revelado públicamente esa crítica al patriarca, que había sido hecha en una conversación privada. Se ve que, además de saberse papa, se siente, como buen occidental que es, en el ombligo del mundo y en posesión de la verdad suprema. Incluso cuando no define nada ex cátedra, revestido de la infalibilidad pontificia. Pero seguro que el Señor resucitado pondrá un día a cada uno de sus discípulos en su lugar, en el que verdaderamente nos corresponda.