“El mal que [ahora] reside en Washington no tiene precedentes en la historia de la humanidad”

La situación a la que se enfrenta en este momento la humanidad es tan extrema que considero que las categorías míticas o mitológicas, y no los puros análisis de las ciencias sociales, son las más adecuadas para enfrentarnos a semejante realidad. Y como las mitologías y filosofías clásicas están prácticamente arrinconadas, ya que no interesan al Establishment atlantista que nos está llevando a esta gravísima e impredecible situación, he elegido como subtítulo una afirmación de Paul Craig Roberts con evocaciones a otras mitologías más recientes. Mitologías que a nuestra gente joven seguro que sí les llegarán, como son las de “El señor de los anillos” y otras parecidas. Y quizá también a los no tan jóvenes. De hecho, los criminales de los grupos neonazis de Ucrania y la propaganda criminal atlantista tiene el cinismo de llamar orcos a las tropas rusas.

Ciertamente es provocativa la afirmación de Paul Craig Roberts. Este antiguo secretario adjunto del Tesoro para Política Económica, editor asociado del Wall Street Journal y columnista en diversos medios, se concentra actualmente en la publicación de sus artículos en su propia página y en sus libros. Aunque el título es tanto o más provocativo, al menos por su autor: Vladimir Putin. Soy muy consciente de ello. Pero creo que ya se acabaron los tiempos de ser contemporizadores con quienes están llevando a la humanidad hacia El Abismo, volviendo a usar terminologías propias de John R R Tolkien. Ya no hay tiempo para tanta condescendencia. Por eso mismo hoy me voy a centrar en el provocativo artículo de Paul Craig Roberts del pasado 1 de abril.

Todo el mundo occidental vive en The Matrix

Sus análisis suelen ser lúcidos como pocos, pero en este expone la más acertada breve síntesis que he leído sobre la guerra de Ucrania, su contexto histórico, sus implicaciones globales y su enorme significado para toda la humanidad. Animo a su lectura completa. Seguramente serán diez minutos de lectura muy bien utilizados por aquellos que estén preocupados e interesados en comprender qué es lo que está pasando en nuestro mundo más allá del asombroso dominio absoluto de la propaganda sobre las mentes de nuestros conciudadanos. En todo caso no me resisto a citar textualmente su primer párrafo:

“Así como todo lo que le dijeron sobre la Covid los medios de comunicación y los funcionarios de salud y del gobierno era falso, también lo es todo lo que le han dicho los mismos mentirosos propagandísticos sobre Ucrania. Los estadounidenses no han tenido más que mentiras desde el asesinato del presidente de los EE. UU. John F. Kennedy, de su hermano, el senador de los EE. UU. Robert Kennedy, presidente en espera, Martin Luther King, la guerra de Vietnam, el 11 de septiembre, las inexistentes “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein, el “uso de armas químicas” de al-Ásad, las armas nucleares iraníes, las mentiras extraordinarias sobre Gadafi, la pandemia de Covid, las invasiones rusas. Todo el mundo occidental vive en The Matrix, un mundo creado por la propaganda. La gran mayoría de las personas en Occidente no tienen ni idea de la realidad en la que viven. Esto los hace impotentes y completamente incapaces de proteger su libertad.”

Efectivamente, como más adelante también escribirá él en ese mismo artículo, no estamos frente a un conflicto entre el Occidente libre y el resto del mundo, infectado al parecer de gobernantes autócratas. Eso es solo lo que nos dice la indecente y poderosísima propaganda atlantista. Se trata en realidad de un conflicto entre la humanidad y unas reducidísimas élites atlantistas, increíblemente poseídas por un delirante afán de dominación mundial y una pretensión más delirante aún de ser quienes tienen el derecho a reducir la población mundial a la que ellos consideran la justa medida. Son las grandes familias financieras que en la actualidad controlan prácticamente la totalidad de los grandes medios occidentales, en especial las grandes cadenas de televisión, mediante sus fondos de inversión: Black Rock, Vanguard, etc. Al igual que controlan los bancos centrales, las acciones de las grandes farmacéuticas, de las compañías armamentistas, de los grandes bancos y prácticamente todo lo que de estratégico existe en Occidente. Sin olvidar el control férreo que ejercen sobre los gobiernos y, por tanto, de los medios de comunicación oficiales.

Un sorprendente desconocimiento de unos acontecimientos históricos fundamentales

Todo lo cual matiza en una pequeña medida las formulaciones de Paul Craig Roberts: no es tanto en Washington donde reside el Mal, ya que la Administración estadounidense está absolutamente controlada por estas élites desde hace demasiadas décadas. Pero lo que sí es cierto y quiero destacar es que fue precisamente el asesinato de John F. Kennedy el hecho histórico que, hace ya más de una década, yo también identifiqué como el punto de inflexión en el que las grandes familias “filantrópicas”, asesinando al presidente que había comenzado a emitir nuevos dólares que acabarían desplazando a los de la Fed, dieron un giro decisivo a la historia mundial. Con la impresionante barbarie que ejecutaron en Dallas, mantuvieron su dominio sobre la Fed, la impresión del dólar y el control absoluto de la economía. Esto es algo de lo mucho que escribí al respecto hace ya años:

“Al extraño desconocimiento de lo que es la Reserva Federal se añade otro. No conozco a casi nadie que sea consciente de que todos aquellos presidentes estadounidenses que, al igual que Theodore Roosevelt, se enfrentaron enérgicamente (antes o después de él) a esos grandes monopolios, especialmente al monopolio del dólar, fueron asesinados o sufrieron, como él, intentos de asesinato: Andrew Jackson (1767-1845, séptimo presidente, al que se intentó asesinar), Abraham Lincoln (1809-1865, decimosexto presidente, asesinado a los cinco meses de iniciado su segundo mandato), James A. Garfield (1831-1881, vigésimo presidente, asesinado seis meses después de iniciar su presidencia), John F. Kennedy (1917-1963, trigésimo quinto presidente, asesinado a la mitad de su mandato aproximadamente)… Y ello sin contar ni a aquellos presidentes que ‘desaparecieron’ de la escena de manera menos violenta ni a las muchas otras personalidades políticas que sufrieron toda clase de serios problemas por causa de su enfrentamiento a tales monopolios.

Digámoslo con toda claridad: el hecho de que menos de un centenar de personas posean la misma riqueza que media humanidad, 3500 millones de personas, es una locura, es la evidencia de la radical perversión de nuestro Sistema occidental. Lo cual es, por añadidura, tan solo la punta visible del iceberg. Los verdaderamente poderosos no están en las listas de la revista Forbes sobre las personas más ricas. Y, lo que es aún peor, el poder mundial no solo se va concentrando aceleradamente en un número cada vez más reducido de ‘familias’ sino que se trata de unas ‘familias’ cuyos crímenes vienen de lejos; que no saben lo que es la empatía ni tampoco los escrúpulos; que se creen superiores y más capaces que el resto de los mortales; que creen que el poder y el derecho a decidir por todos nosotros les corresponde como un patrimonio irrenunciable y que así lo proclaman ‘sin complejos’ de un modo cada vez más público y descarado.

[…]

La noche del 14 de octubre de 1912, mientras se preparaba para realizar un discurso electoral en Milwaukee, Theodore Roosevelt fue víctima de un atentado: recibió un balazo en el pecho que le rompió una costilla. Con la bala alojada en su pecho, insistió en dar su discurso de una hora antes de permitir que lo trasladaran al hospital. En el prefacio ya me referí a sus tremendas batallas legales contra los grandes monopolios de estas ‘familias’. Curiosamente, todos aquellos presidentes estadounidenses que, al igual que Theodore Roosevelt, se enfrentaron enérgicamente (antes o después de él) a la creación de un banco central controlado por bancos privados, fueron asesinados o sufrieron intentos de asesinato. Y ello sin contar a aquellos que ‘desaparecieron’ de la escena de manera menos violenta:

– Andrew Jackson. Sufrió un intento de asesinato. Este presidente, nacido en el seno de una muy humilde familia de emigrantes y el primero elegido por sufragio universal, estaba decidido a acabar con el poder de los banqueros centrales. En 1832 hizo de esta cuestión el centro del programa electoral para su reelección, programa que giró en torno a la polémica sobre la renovación de la concesión del Poder Federal al Second Bank of the United States. Los actos de la campaña reunían a verdaderas multitudes que lo consideraban su defensor frente a las elites. En 1836, ya reelegido, vetó el intento de renovar el estatuto del Second Bank of the United States, aprobado por el Congreso. Recojo una sola de sus denuncias: ‘Si el pueblo norteamericano alguna vez permite a los bancos privados controlar la emisión de su moneda […] privarán al pueblo de toda propiedad hasta que sus hijos se despertarán sin techo en el continente que sus padres conquistaron’.

– Abraham Lincoln. Durante la Guerra Civil (1861-1865), tuvo que recurrir al crédito de la familia Rothschild, al igual que los Confederados del Sur, con un interés del 25% y hasta del 36%. En 1773 el alemán Mayer A. Rothschild (1744-1812) había afirmado: ‘Las guerras tienen que ser dirigidas en forma tal que las naciones implicadas se hundan todavía más en sus deudas y queden entonces bajo nuestro poder’. En 1865, el mismo año en el que fue asesinado, Abraham Lincoln se había negado a pagar a los banqueros los intereses de la deuda y, gracias a su Ley de Moneda de Curso Legal de 1862, había hecho que el Tesoro emitiese 449.338.902 dólares propios. Fue asesinado en 1865 y su ley inmediatamente derogada.

Durante la Guerra Civil, había afirmado: ‘Tengo dos grandes enemigos: el Ejército del Sur frente a mí y los banqueros detrás. De los dos, el que está atrás es mi mayor enemigo’. Y también: ‘Los poderes del dinero se alimentan de la nación en tiempos de paz y conspiran contra ella en tiempos de adversidad. Son más despóticos que un monarca, más insolentes que la autocracia y más egoístas que la burocracia. Denuncian como enemigos públicos a todos los que cuestionan sus métodos o sacan a la luz sus crímenes’.

Ya en aquel lejano conflicto, estas grandes ‘familias’ utilizaban los medios de comunicación para secuestrar la democracia. En un editorial titulado ‘Los Greenbacks [así se llamó a los nuevos billetes] de Lincoln’, del diario londinense The Times, se podía leer: ‘Si esta malvada política financiera, consistente en la creación de dinero por el Estado, que se está llevando a cabo en la República Norteamericana continúa en vigor, al fin podrá emitir su propio dinero sin costarle nada. Tendrá todo el dinero necesario para llevar a cabo su comercio. Pagará todas sus deudas y nunca más las contraerá. Norteamérica se convertirá en el país más próspero del mundo, más aún, su prosperidad no tendrá parangón con nada visto hasta hoy. Este gobierno debe ser destruido, o nos destruirá a nosotros’. En 1876, el canciller alemán Otto von Bismarck también se refirió a Abraham Lincoln: ‘Obtuvo por el Congreso el poder de tomar préstamos del mismo pueblo, con la emisión de dinero y títulos. El Estado y la Nación huyeron de las maquinaciones de los banqueros. Ellos entendieron de inmediato que Estados Unidos se habría librado de sus garras. Esto decidió la muerte de Lincoln’.

– James A. Garfield. Fue asesinado el 19 de setiembre de 1881, medio año después de haber asumido la presidencia. Había también afirmado: ‘Cualquiera que en su país controle el volumen del dinero es el amo de la industria y del comercio’. Pocos días antes de su asesinato, en un discurso en el Congreso, había denunciado el dominio de los banqueros sobre el gobierno.

– John F. Kennedy. El 4 de junio de 1963, medio año antes de ser asesinado, había despojado a la Reserva Federal de su prerrogativa de emitir en exclusiva el dólar. Había firmado la Orden Ejecutiva N º 11110 que devolvió al Gobierno la facultad de emitir moneda, sin tener que pedirlo prestado a la Reserva Federal. Inició la emisión de dólares por parte del Tesoro, con la pretensión de sustituir totalmente los de la Reserva Federal. Se dio la orden de emitir unos 4.293.000.000 dólares, a los que se llamó los United States Notes, que tendrían la garantía del Estado. Inmediatamente después del magnicidio, su sucesor, Lyndon B. Johnson (1908-1973, trigésimo sexto presidente), decidía la retirada de todos los que estaban en circulación.

Y este es solo el listado de presidentes. Se podrían citar otras muchas personalidades que tuvieron posicionamientos parecidos y que sufrieron también problemas semejantes como consecuencia de ellos. Me referiré solo al banquero y político pacifista estadounidense Louis T. McFadden (1876-1936). Un estudio de 1964 titulado Money Facts, realizado por el Subcomité de Finanzas domésticas del Comité de Banca y Moneda, dijo de él que ‘jamás ningún hombre hizo más para denunciar el poder de la Reserva Federal’. Sufrió varios intentos de asesinato por sus oposición frontal a esos grandes financieros y a su Reserva Federal privada que la Constitución prohibía explícitamente: el primero un ataque con arma de fuego; más tarde un envenenamiento, del que lo salvó la rápida intervención de un médico que estaba presente; y, finalmente, falleció repentinamente en circunstancias nada claras por causa de un ‘ataque al corazón’ en un viaje a New York.

En febrero de 1927 había conseguido que el Gobierno aprobase la McFadden Act., que tenía por objetivo impedir la concentración de poder bancario, favoreciendo la competición entre los bancos y prohibiendo específicamente la creación de filiales bancarias en otros estados. En 1932 había iniciado un proceso de impeachment contra el presidente Herbert Hoover y había introducido ante la Cámara una resolución acusando de conspiración al consejo de gobernadores de la Reserva Federal. En 1932, había iniciado la resolución nº 158 de la Cámara, con la que se ponía en marcha otro proceso de impeachment contra el secretario del Tesoro, el consejo de gobernadores de la Reserva Federal y otros funcionarios y directores de bancos.”

No es por tanto extraño que personalidades tan bien informadas como Matthew Ehret consideren el asesinato de los hermanos Kennedy, junto al de Martin L. King, como un decisivo Golpe de Estado mundial. Para una información más detallada sobre todo esto se puede leer el magnífico artículo “Los secretos sucios del templo: de cómo la Reserva Federal de USA y los bancos manejan el mundo” del estadounidense ex analista de mercados Stephen Lendman.

La estúpida pretensión de las presstitutas de los medios y de los políticos de prostituir la Verdad

Misión imposible. Porque la Verdad es la Realidad misma, inconmovible y eterna. Mientras que, por el contrario, la Mentira solo es, como recuerda Adolfo Pérez Esquivel, la Madre de todas las violencias. Llegando a la cuestión referente a los motivos de la intervención militar de Rusia, Paul Craig Roberts recuerda uno de los datos imposibles de encontrar en la burbuja propagandística en la que vive Occidente: “Fue el despliegue de una fuerza ucraniana de 100.000 soldados o más en las fronteras reducidas de Donbás para una invasión de reconquista del territorio, lo que provocó la intervención rusa”. A lo que añade: “La negativa de Washington a dar al Kremlin una garantía de seguridad fue una segunda razón de la intervención militar rusa. Rusia le dijo a Washington en un lenguaje completamente claro que no permitiría que Ucrania fuera miembro de la OTAN. Sin embargo, Washington persistió en su provocación.”

A continuación se refiere a la razón de la “lentitud” de la guerra de Putin: “[…] descarta el uso de armas pesadas en áreas civiles. Los civiles son rusos y, como dijo Putin, ‘entramos para liberar a esta gente, no para matarla’.” Y no ahorra calificativos extremadamente duros con periodistas y políticos: “Las presstitutas de los medios de comunicación de Occidente y los funcionarios del gobierno tergiversan la intención de los rusos de evitar la muerte de civiles rusos como una señal de una ‘invasión rusa estancada’, como proclaman CNN y las presstitutas de NPR. Algunas de las presstitutas de los medios occidentales van aún más lejos y dicen que es una ‘derrota rusa’. Si hay una derrota rusa, ocurrirá en las negociaciones, no en el campo de batalla. Los rusos son demasiado confiados para ser negociadores y nunca lo hacen bien.”

Después desarrolla algo más la cuestión de esas importantes diferencias existentes entre el ámbito militar y el de las negociaciones: “Los rusos han desplegado 200.000 soldados contra los 600.000 soldados de Ucrania entrenados y armados por Estados Unidos y Reino Unido. El ejército ucraniano, que superaba en número a los rusos 3 a 1, fue destruido como fuerza de combate incluso más rápido de lo que los rusos tardaron en destruir al ejército georgiano armado y entrenado por EE. UU. e Israel que invadió Osetia del Sur en agosto de 2008. La única razón por la que cualquier edificio, cualquier ucraniano existe en Ucrania es la moderación rusa. […] pero creo que el gobierno ruso es demasiado crédulo para tener éxito en la negociación. Rusia todavía tiene una fibra moral y por error le concede una a Occidente. Occidente no tiene ninguna fibra moral. Los rusos no saben cómo negociar con ‘El Diablo’.

Los idiotas de Washington están derrumbando su propia hegemonía actual

Finalmente se refiere a la probabilidad del derrumbe del sistema dólar y de la hegemonía estadounidense. Y, por tanto, de la probabilidad de explosión de la burbuja Matrix en la que vive Occidente. Sería, por cierto, la menos traumática de las posibles rupturas de nuestra “maravillosa” burbuja. En realidad lo que afirma, al igual que otros analistas, es que el globalismo y la hegemonía de Estados Unidos ya se están de hecho derrumbando, precisamente a causa de las sanciones a Rusia por su intervención en Ucrania:

“Estadounidenses, británicos, franceses, alemanes, japoneses, todo el imperio estadounidense no entienden cómo los han traicionado, cómo los han implicado en monstruosos crímenes, cómo les han lavado el cerebro con mentiras de unos medios en los que estúpidamente confiaban, cómo Washington ha destruido la reputación de los Estados Unidos, o por qué la mayor parte del mundo odia a Estados Unidos.

Tampoco entienden que el Imperio Americano está llegando a su fin. Lo que han hecho las sanciones es destruir el mundo basado en el dólar que permitió a los estadounidenses imponer al resto del mundo la financiación de su enorme déficit comercial […]. Rusia, China, Asia central y oriental ahora crearán sus propios métodos de pago separados de Occidente. Esto destruirá la hegemonía del dólar y el poder estadounidense.

Llegamos al punto de partida. La insolencia estadounidense creó una arrogancia que no pudo prevalecer sobre la determinación rusa, china e india de existir como naciones soberanas. El globalismo estadounidense, el método de Washington para ejercer la hegemonía, se está derrumbando. Los mismos idiotas de Washington han derrumbado su sistema de gobierno mediante sanciones sin sentido que están expulsando al Este del sistema del dólar.”

Tenemos un serio problema

En realidad tenemos muchos problemas, pero uno es especialmente serio: Nuestros conciudadanos occidentales son absolutamente incapaces de aceptar algo tan perturbador como es el hecho de que “nuestros” grandes medios sean capaces de tanta perversión como para elaborar montajes semejantes al último, el de las supuestas masacres de Bucha (montaje enseguida desmontado aquí en España por Mikel Itulain); o de aceptar algo tan perturbador como es el hecho de que aquellos líderes atlantistas que aparecen en “nuestros” telediarios como abanderados de los derechos humanos, la democracia y la libertad sean unos seres tan perversos, capaces de cosas tan espantosas como la de ejecutar gravísimos eventos de falsa bandera, provocando con ellos guerras, caos y desolación.

Y son incapaces de aceptar todo eso a pesar de la gran cantidad de terribles precedentes de que, “De hecho, el terror de bandera falsa ha sido ya admitido tantas veces por parte de los funcionarios del gobierno [de Estados Unidos], que solo los ignorantes deliberados aún dudan de la realidad del concepto». Esta cita textual es la frase final de un artículo de octubre de 2017 de Newsweek que se refería específicamente a documentos recientemente desclasificados que rodean el asesinato del presidente John F. Kennedy, documentos que muestran que el Gobierno de Estados Unidos planeó ya en aquella época ataques de falsa bandera para justificar una guerra contra la Unión Soviética.

En el citado párrafo inicial de su artículo del pasado 1 de abril, Paul Craig Roberts enumera solo algunos de esos eventos de falsa bandera. Porque una lista exhaustiva sería inacabable. Hasta que no entendamos y aceptemos que, en su fuero más íntimo, estos delirantes psicópatas suman una firme decisión de dominación mundial a la otra de llevar a cabo un control criminal del volumen poblacional, nuestras sociedades serán, como afirma Paul Craig Roberts al final de su citado primer párrafo, “impotentes y completamente incapaces de proteger su libertad”.

Joe Lauria a su vez, por más que en su último artículo deje abierta la respuesta a la cuestión de la autoría de la supuesta masacre de Bucha, también expone unos datos que la hacen absolutamente incompatible con la supuesta autoría rusa. Solo la autoría por parte del batallón neonazi Azov sería compatible con tales datos. Joe Lauria es redactor jefe de Consortium News y antiguo corresponsal en la ONU de The Wall Street Journal, Boston Globe y numerosos periódicos, como The Montreal Gazette y The Star of Johannesburg. Fue reportero de investigación para el Sunday Times de Londres, reportero financiero para Bloomberg News y comenzó su labor profesional con 19 años como colaborador para The New York Times. La opinión de uno solo de estos auténticos y dignos profesionales vale más que las de cientos o miles de aquellos a los que Paul Craig Roberts llama las presstitutas de los medios.

A continuación, en muy pocos días, son numerosos los artículos y vídeos hechos públicos de analistas y testigos directos que muestran la inconsistencia de la escenificación creada sobre estas supuestas masacres. El último, de momento, que merece ser leído es de Finian Cunningham. Es especialmente interesante no solo por sus argumentos y por los vídeos que lo acompañan en www.l-hora.org sino también por su lúcida crítica sobre el impresionante fenómeno de que se haya conseguido silenciar cualquier voz discrepante en todo Occidente. De modo semejante, siguen saliendo a la luz nuevas pruebas de que el supuesto ataque aéreo a la maternidad de Mariúpol fue otro indecente montaje.

La propaganda para la guerra: auténtica arma de destrucción masiva

El terrible objetivo de toda esta propaganda criminal no es otro que el de dinamitar las negociaciones para el alto el fuego a la vez que provocar el mayor y más grave crescendo posible del enfrentamiento bélico. De ahí que haya otro modo de plantear esta cuestión referente al serio problema que tenemos: Parece ser casi imposible conseguir que la sociedad acabe viendo por fin a las grandes agencias junto a los grandes medios (y a todos aquellos otros medios menores que los siguen) no como los canales de información que pretenden ser sino como auténticos artefactos militares tan destructivos como las más destructivas de las armas. En eso es en lo que en realidad se han convertido: en mucho más que meras armas de desinformación masiva, como se las llama a veces.

No me extraña por tanto, que Joe Lauria se refiera a “bombas de la verdad” en el título mismo de un interesante artículo. En él sorprende que, mientras tantas presstitutas de la prensa siguen lanzando peligrosísimas mentiras-bombas, tenga que ser el mismo Pentágono el que haga importantes revelaciones que desmienten diversas falsedades sobre el comportamiento de Rusia. La situación mundial es tan preocupante, que gentes decentes dentro del Pentágono actúan así a fin de evitar que la OTAN acabe implicada en un enorme conflicto: “El Pentágono se ha enfrascado en una batalla consecuente contra el Departamento de Estado y el Congreso de Estados Unidos para evitar una confrontación militar directa con Rusia, que podría desatar el horror más inimaginable de la guerra”.

Por otra parte, es curioso que de nuevo, al igual que en el caso del doble magnicidio del 6 de abril de 1994 en Kigali, sean los acusados de la autoría de esa supuestas masacres, los rusos, los que pidan insistentemente una investigación de la ONU (en otra de esas extrañas sincronicidades de la vida, precisamente estoy escribiendo todo esto otro 6 de abril, al atardecer, la hora del atentado). Investigación que seguro que no llegará a buen fin, como casi siempre sucede. En todo caso, aunque se realizase tal investigación y la mentira quedase en evidencia, eso no tendría la debida repercusión en la “realidad” mediática virtual. Ella y la realidad real ya son mundos demasiado separados desde hace muchos años. Y es en la primera en la que vivimos los occidentales.

Los ruandeses son unos sufridos expertos en escenificaciones como la de Bucha. Cuando ven estos montajes de cadáveres colocados de manera tan hollywoodiense, me comentan: “De nuevo la misma farsa”. Lo importante es que, a pesar de tratarse de una escenificación tan calcada de otras muchas anteriores, han conseguido boicotear de nuevo las negociaciones en las que Rusia se estaba realmente implicando en serio. Algunos, por suerte o desgracia, atónitos tras haber comprobado cómo han podido ser ocultados y distorsionados durante décadas por los grandes medios unos acontecimientos de una magnitud tan enorme como los vividos en Ruanda y el Zaire-Congo, tenemos los elementos de juicio y el aprendizaje necesarios para que ahora no nos vuelvan a engañar.

Desde hace muchos días, gentes lúcida y honesta ya esperaban en Ucrania un nuevo evento de semejante perversión y gravedad. Mikel Itulain ya titulaba así su artículo del 16 de marzo: “Se espera una atrocidad en Ucrania”. Lo documentaba con vídeos como el de Anne Laure Bonnel, tan desconocido como revelador. Alertaba así, al igual que lo estuvo haciendo durante años, sobre tantas falsedades y escenificaciones, como las de la guerra contra Siria, la última entonces entre otras muchas semejantes. Y hace unos días, Kit Klarenberg alertaba también sobre el hecho de que Hamish de Bretton-Gordon, una oscura figura de la inteligencia británica, que estuvo al frente de los engaños sobre armas químicas en Siria, está volviendo a hacer de las suyas ahora en Ucrania.

Es especialmente asombroso que, mientras los verdaderos especialistas expresan sus temores sobre el uso posible por parte de Ucrania y Estados Unidos de las armas biológicas con las que han sido sorprendidos , aquí las TV no solo no se refieran a tan extraordinario y grave hallazgo sino que se dediquen a especular sobre si Putin lanzará ataques con armas biológicas. Recientemente el portavoz militar ruso, mayor general Igor Konashenkov, anunció que “Los documentos que atestiguan los planes del régimen de Kiev para utilizar vehículos aéreos no tripulados [drones] capaces de transportar y rociar sustancias letales son de especial importancia para las autoridades rusas”. Konashenkov afirmó que la información que ahora tiene el ejército ruso “prueba que el régimen de Kiev estaba considerando seriamente la posibilidad de usar armas biológicas contra la población del Donbás y la Federación Rusa”.

Los grandes criminales piden que el presidente Putin sea juzgado por crímenes de guerra

Me impresiona también el hecho de que hasta fiscales y jueces progresistas que yo respetaba y apreciaba, que en su momento se posicionaron bien frente a la ignominia en Ruanda y el Zaire-Congo y apoyaron nuestra lucha, ahora, entrevistados en televisión en programas de máxima audiencia, den por buenas farsas como la de Mariúpol y Bucha e incluso afirmen que no cabe duda de que habría que juzgar a Putin por crímenes de guerra.

Pero lo más grave no es lo dicho sino lo no dicho: ni la menor alusión a que en la Audiencia Nacional siguen bloqueadas por Estados Unidos (como demuestran cinco cables de WikiLeaks) los cuarenta mandatos de arresto contra generales y otros altos cargos del Gobierno de Paul Kagame, el gran criminal que asesinó a millones de seres humanos, incluidos diez españoles; ni tampoco la menor alusión a otros crímenes de guerra muy documentados y de mucha mayor magnitud, como los de Irak, Libia o Siria. Tal silencio contribuye gravemente al fortalecimiento de esta absoluta locura en la que vivimos.

Ya comenté anteriormente que para el seguimiento de los acontecimientos en esta guerra de Ucrania es un buen método el rastreo de los últimos artículos referentes a ella seleccionados y publicados en la página www.l-hora.org. Y precisamente se pueden encontrar en ella dos nuevos artículos de Scott Ritter sobre este cínico intento de juzgar a los líderes rusos por parte de los mayores criminales del mundo en la actualidad, todos ellos occidentales a excepción del africano Paul Kagame. Recordemos que Scott Ritter es el respetado antiguo oficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de Estados Unidos que supervisó en Irak el desarme de armas de destrucción masiva. Antes de eso, sirvió en la antigua Unión Soviética implementando tratados de control de armas y en el Golfo Pérsico durante la Operación Tormenta del Desierto.

Son especialmente relevantes las cuestiones tratadas en ambos artículos: en el primero la cuestión del derecho internacional relativo al crimen de agresión y cómo se relaciona con la invasión de Rusia a Ucrania, en el segundo la cuestión de los supuestos crímenes de guerra del ejército ruso. En mi opinión, la cuestión de si existen o no guerras justas ha caído a lo largo de la historia en un excesivo intelectualismo. Pero hay otro modo mucho más realista de plantear la cuestión: existen, ciertamente, guerras de agresión y existe, igualmente, el derecho de los pueblos a la legítima defensa.

Es el principio básico de la jurisprudencia internacional. De ahí que Scott Ritter inicie el primero de sus dos artículos con la trascendental formulación de los Jueces del Tribunal Militar Internacional de los juicios de Núremberg: “Iniciar una guerra de agresión no sólo es un crimen internacional, es el crimen internacional supremo que sólo se diferencia de otros crímenes de guerra en que contiene en sí mismo el mal acumulativo del conjunto”. Durante años me he referido con frecuencia a esta declaración cuando los medios occidentales y las grandes ONGs atlantistas se dedicaban siempre a denunciar las violaciones de los derechos humanos real o supuestamente realizados por las naciones agredidas y se desentendían del hecho de la agresión internacional por ellos sufrida.

El hecho es que en el primero de sus dos magníficos artículos Scott Ritter desarrolla toda una serie de sólidos razonamientos jurídicos que prueban que la intervención de Rusia está legítimamente basada en el derecho a la autodefensa colectiva anticipada en virtud artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Llega a tal conclusión tras un excursus que le lleva tanto por el caso de la invasión de Irak como por el de la crisis de Kosovo, a las que considera por el contario ilegales.

El segundo de sus artículos está dedicado a analizar los supuestos crímenes de guerra del ejército ruso. De modo semejante que en el primero, llega a la conclusión de que los auténticos crímenes de guerra habría que adjudicarlos a las tropas ucranianas que de modo intencionado y sistemático están usando a la población como verdaderos escudos humanos.

La penosa falta de lucidez de los seguidores de Aquel que no podía ser engañado

Pero lo que me resulta especialmente penoso es que los que nos consideramos cristianos, seguidores de Jesús, el Cristo, seamos también tan “impotentes y completamente incapaces de proteger su [nuestra] libertad”. A aquel Jesús, el de Nazaret, nadie podía engañarle, porque sabía todo lo que se escondía en los corazones (Evangelio de Mateo 9, 4; 12, 25; 15, 19; Evangelio de Lucas 11, 17; Evangelio de Juan 2, 24). Pero estas gentes, para las que ya he agotado todos los calificativos, han abducido a nuestros hermanos en la fe en Jesús.

Estoy convencido de que incluso está muy engañado quien para los católicos representa actualmente a Aquel al que nadie podía engañar: el papa Francisco. Aunque creo que sus últimos posicionamientos de colaboración con estas élites que promueven un Gran Reinicio y un “nuevo” capitalismo inclusivo o de crítica radical a Putin merecen por sí solos un artículo completo.

Creo que hasta el mahatma Gandhi se equivocó dirigiéndose al perverso y delirante Adolf Hitler como si de una persona normal se tratase. Como afirma a veces mi esposa Susana Volosin (que se integró en el movimiento de la no-violencia antes incluso que yo, viviendo en la comunidad de El Arca junto a Lanza del Vasto, el discípulo europeo de Gandhi), los espirituales suelen tener un problema: ni tienen las mínimas nociones sobre psicopatologías ni consideran que sea necesario tenerlas. Basta, al parecer, con un ramillete floral de “sublimes” principios como los de la New Age: no hay maldad sino solo ignorancia; hay que tener en cuenta la historia familiar de hermanos nuestros como Adolf Hitler y no recurrir nunca a la violencia, etc.

De este modo pareciera que no solo hubiese que dejar que un perverso delirante como él arrasase a las naciones y al planeta, sino que incluso habría que tratarlo más amorosamente. Pero todo eso está absolutamente en las antípodas del Jesús histórico. A Jesús ni lo engañaban, ni tampoco lo callaban. No reprimía sus durísimas invectivas. Porque no confundía el amor con la ingenuidad, la debilidad o el consentimiento de la mentira y la maldad.

Repito una vez más aquello que ya he declarado otras veces: creo que es erróneo pensar que la no-violencia exige a las gentes que se dejen masacrar imperturbablemente. Eso es más bien una manipulación de oscuros teóricos atlantistas como Gene Sharp, que utilizan las técnicas de resistencia civil, robadas a personalidades como mahatma Gandhi, no para liberar a pueblos como la India, sometida por el Imperio Británico, sino para derrocar a gobiernos legítimos mediante las llamadas revoluciones de colores.

La no violencia es dar la propia vida, de modo ejemplar y modélico, mientras se respeta el derecho de los pueblos a la legítima defensa. Por el contrario, la tesis central de estos lobos con piel de oveja, tesis según la cual “el derecho a la legítima defensa es siempre una trampa”, es pura manipulación criminal. Es tan de sentido común que los héroes de Leningrado (ya que estamos tratando sobre Rusia) tenían derecho a defenderse de criminales como los soberbios y crueles nazis, que no vale la pena seguir intentando argumentar lo evidente. ¿Qué racionalidad podían esperar de gentes capaces de masacrar a 24.000.000 de rusos, en cálculos a la baja, de los cuales dos de cada tres eran civiles?

La opinión pública, la segunda potencia mundial según Noam Chomsky, ha sido derrotada

Hace ahora dos décadas, ni las multitudinarias manifestaciones como las de Barcelona contra la invasión de Irak fueron capaces de modificar la agenda de las élites que ahora, con un control mediático absoluto del relato de los acontecimientos, han conseguido provocar la intervención de Rusia en Ucrania. Como se exponía con toda evidencia y sin complejo alguno en el documento de 2019 de la Corporación RAND: activando la guerra en el Donbás, reforzando extraordinariamente la ayuda militar a Ucrania, e incluso forzando su entrada en la OTAN, se obligaría a Rusia a implicarse en un gran conflicto, con víctimas militares y humanas, a llevar al límite su economía (exactamente lo que ya se hizo hace décadas en Afganistán, bajo las directrices de Zbigniew Brzezinski), su respuesta agresiva la deslegitimaría ante el mundo, la tensaría internamente, la expondría a demoledoras sanciones y generaría un frente común contra Putin.

Aquello que en algún momento Noam Chomsky calificó como la segunda potencia mundial, la opinión pública, ha sido totalmente derrotada en Occidente. De ahí que me parezca poco realista pretender movilizar ahora a nuestras sociedades occidentales, cuando no solo no están posicionadas contra la agenda de dichas élites sino, por el contrario, totalmente alineadas con ella en contra del “megalómano” y “criminal de guerra” Vladimir Putin. ¿Acaso se movilizaron lo más mínimo por Libia o Siria (sin referirnos a enormes masacres prácticamente inexistentes en The Matrix como las de la RD del Congo o Yemen)? Es posible que desde Latinoamérica las cosas se vean de otra manera y que se espere que “los pueblos” reaccionen. Aunque tampoco parece que las cosas allí vayan por demasiado buen camino. Pero lo cierto es que aquí, en Europa, el panorama es desolador.

Las imágenes de los parlamentos occidentales con todos los diputados en pie y aplaudiendo con entusiasmo al nefasto presidente Zelenski, especialmente nefasto para Ucrania, no solo es la imagen de la ignominia en la que vivimos inmersos, como quienes viven metidos en aguas fecales hasta el cuello y a punto de ahogarse en la mierda. Es sobre todo la imagen profundamente perturbadora de que, como con toda razón dice el presidente Putin, Occidente es “Un Imperio de la Mentira”. Y de que, como con toda razón afirma Paul Craig Roberts, “El Mal que [ahora] reside en Washington no tiene precedentes en la historia de la humanidad”.

Son imágenes que quedarán para siempre en la memoria de la ignominia: el psicópata Zelenski, que conoce bien las barbaries perpetradas por los suyos en el Dombass, diciendo a las madres de los soldados rusos que sus hijos son unos verdaderos monstruos asesinos; el psicópata Zelenski riñendo a la ONU y diciéndole que debería autodisolverse; el psicópata Zelenski, cuya presidencia se apoya en grupos auténticamente nazis (fundados por criminales como Stephen Bandera, que precedieron en crueldad genocida a los nazis alemanes), aplaudido por nuestros diputados en Madrid cuando identificaba a los suyos con las víctimas del bombardeo nazi de Guernica…

¿Qué les está pasando a “nuestros” políticos? ¿Se han convertido en unos verdaderos idiotas? ¿O han vendido su alma al Diablo, ahora encarnado en las élites a las que tanto parecen temer y obedecer? Es realmente increíble, impresionante… Para mí esto ha significado un punto final en mis relaciones con la gran mayoría de los profesionales de la política. ¿Qué nos queda, pues, frente a unos acontecimientos tan estremecedores, extremadamente peligrosos y tan cercanos esta vez a nuestros hogares y vidas cotidianas?

“Toma partido a favor de la justicia, pronúnciate por la verdad. Dios estará siempre a tu lado”

Como ser humano que observa, se informa y se interesa grandemente por la ciencia, ya respondí en el libro Los cinco principios superiores a esta pregunta sobre qué podemos hacer. Unos años más tarde, como cristiano profundamente convencido de que El Resucitado es el Señor del Universo y la Historia, volvía a responderla con categorías evangélicas: Sin mí nada podéis hacer, el que está unido a mí da mucho fruto (Evangelio de Juan 15, 5)… A nosotros solo nos toca, en palabras del mahatma Gandhi, seguir dócilmente lo que creemos que Él nos pide y, en palabras del hermano Roger de Taizé, esperar siempre lo inesperado.

Además de la extrema dificultad para movilizar en este momento a las sociedades occidentales, existe otro error que tiene que ver también con la falta de realismo. Pero es un error previo al otro: confundir Occidente con la comunidad internacional. No ser conscientes de que las poblaciones de solo tres países “incómodos”, China, Rusia e India, constituyen el 40% del total de la población mundial. Puede ser que en algún momento de la historia, en épocas de colonialismo europeo, por ejemplo, o de dominación hegemónica estadounidense tras la II Guerra Mundial, la opinión pública occidental haya sido la segunda potencia mundial. Pero eso ya es el pasado.

Fue lo último a lo que me referí en la última entrevista que se me hizo en televisión antes de ser vetado, al parecer definitivamente: nuestros supuestos expertos tienen en general una mentalidad y unos paradigmas absolutamente provincianos en un mundo inmenso y en constantes cambios profundos. La aceptación de Putin en Rusia ha subido un 20% más en estas semanas de guerra, mientras que la de Macron ha bajado en Francia el 12%. Nuestros insignes tertulianos se empeñan en interpretar (manipular) estos hechos: ello se debe al autoritarismo de Putin y al control en Rusia de los medios ( a diferencia de lo que ocurre en Occidente, donde imperan la libertad y la información). Pero la realidad es que el mundo es enorme y que todo lo que está sucediendo en las mentes occidentales inducidas a la cretinización televisiva es puro provincianismo chato y deplorable.

Así que a la altura en la que ya está mi vida, no tengo el menor reparo en escandalizar una vez más a tantas personas bienpensantes y políticamente correctas, acabando este artículo con la misma afirmación con la que ya el mismo 25 de febrero (es decir el día siguiente a la intervención de Rusia) inicié esta serie de artículos sobre la guerra de Ucrania:

“[…] estoy absolutamente de acuerdo con las valoraciones sobre el actual presidente ruso de un estadounidense especialmente lucido: el director de cine, coautor de del voluminoso libro Historia no oficial de Estados Unidos (a partir del cual se ha realizado toda una serie de excepcionales documentales), Oliver Stone. En septiembre de 2021 volvió a hacer unas lúcidas y valientes declaraciones sobre todas estas cuestiones: Si no fuera por Putin, Rusia ya habría sido destruida y convertida en un vasallo de Estados Unidos; el mundo y Estados Unidos solo habrían empeorado; Washington se habría vuelto más y más poderoso y se habría convertido en una tiranía; nadie debe tener demasiado poder…”

Y en profunda comunión con otro estadounidense, aquel admirado y amado soñador que se llamaba Martin Luther King, que siguió fielmente hasta el final la nítida voz que le dijo una noche “Toma partido a favor de la justicia, pronúnciate por la verdad. Dios estará siempre a tu lado”, me permitiré hacer ahora mías sus prodigiosas palabras unas horas antes de ser asesinado:

“Se nos vienen días difíciles. Pero ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. No me importa. Como a cualquier persona me gustaría vivir una larga vida. Pero eso no me preocupa ahora. Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allí con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. Así que esta noche estoy feliz, no me preocupa ninguna cosa. ¡No le temo a ningún hombre! ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!”

Así que ahora, tomando partido a favor de la justicia, pronunciándome por la verdad, sabiendo que Él estará siempre a mi lado y respondiendo a quienes me preguntan sobre qué podemos hacer, afirmo con toda la energía de la que soy capaz: Nosotros sin Él nada podemos hacer, nuestras sociedades están derrotadas, sólo Él dará una vez más un prodigioso giro inesperado a los acontecimientos. Por nuestra parte, solo nos queda el hacer día a día aquello que Él nos pide: “Toma partido a favor de la justicia, pronúnciate por la verdad. Dios estará siempre a tu lado”. Si así lo hacemos, Él multiplicará portentosamente nuestros insignificantes esfuerzos.

No hay otro camino, aunque eso signifique el tener que hacer cosas tan desagradables, conflictivas y dolorosas como es la de afirmar públicamente que el papa Francisco está confundido. O como la de realizar críticas tan duras al Parlamento, que en 1999 apoyó por unanimidad mi candidatura al Nobel de la Paz. Olvidemos tanto pragmatismo, dejemos de lado tanta “eficacia” y “realismo”. Todo eso solo acaba conduciéndonos siempre a traicionarnos a nosotros mismos y a la gran causa de la Verdad y la Libertad por las que decíamos luchar. ¿Cuándo tomaremos conciencia de que tanta farsa y tanta indecencia pasarán, saliendo un día a la luz? Nada de todo eso aparece en el horizonte: solo la gloria de la venida del Señor y la prometida Tierra sin males. Aún estamos a tiempo de hacer aquello que a cada uno nos corresponda hacer en esta vida, un tiempo de gracia, un don maravilloso para servir y aprender antes de nacer de nuevo a la Vida.

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